Partida Rol por web

El enano y el rorhirrim se alejaron del grupo a un nivel más alto donde había una gran amplitud de piedra con establos individuales donde varios jinetes descansaban con sus caballos. A primera vista, el enano pudo ver alrededor de treinta pequeños establos en hilera.

- Antes de ir al posada, dejemos lista la montura. Si no fuera por Elisa - el jinete dio unas palmaditas cariñosas en el cuello al animal - no hubiéramos llegado hasta aquí, ¿verdad?.

Gleomund comenzó a realizar sus quehaceres con el equino mientras conversaba con el enano.

- Y bien, maese enano, ¿qué hace usted tan lejos de sus tierras?

Dromri acompañó a Gleomund hacia la parte que se hospedaban los Rohirrim con sus caballos. El enano lanzó una sonrisa al Rohirrim viendo como pernoctaban. - Es agradable saber que la unión entre el guerrero y su montura va de la mano. Comentó mirando todos aquellos establos en hileras que dejaban estupefacto al enano, a continuación, miró a Gleomund. - ¡Elisa!, nombre de mujer, quizás es bueno poner nombres humanos a los caballos, pero dígame cómo la consiguió. Comentó Dromri mirando el formidable caballo que montaba el Rohirrim. - ¿Cuántas órdenes conoce?, ¿qué tipo de raza es?

- Después viendo que había sido descortés al ignorar las preguntas de su compañero se disculpó con una reverencia que llevó al enano a inclinar todo su medio cuerpo. - Perdonad Gleomund me dejé llevar por la curiosidad, esta vez se centró en mirar al humano para concentrarse en su relato, ya que los enanos no eran habladores y les costaba tener que hablar sobre todo si era una conversación normal. - Mis padres fallecieron en la montaña, fuí criado por mis familiares o parientes y no encajé, tampoco se me dio bien la minería ni la artesanía para dedicarme a ello. Soy un luchador, pero no se me da bien trabajar en un regimiento, pues soy de ira fácil y me dejo llevar por mis impulsos. Al final me encomendaron la noble tarea de llevar suministros a los humanos para seguir con el comercio... Lo que quiere decir que no encaje en la montaña, una vez hecha la misión bueno todo fue dejarse llevar por la aventura. Comentó mientras enseñaba a su compañero sus cicatrices del rostro.

EL jinete sonrió ante la curiosidad del enano. A Gleomund le parecía una raza en la que confiar y con un pasado admirable. A pesar de que el jinete no era un hombre de gran cultura, era gran conocer de los caballos y sus costumbres.

- ¡Cualquier diría que quiere aprender a montar, señor Dromri! - dijo entre risas mientras seguía cepillando la montura -. La unión entre un jinete y su montura no es solo en base al tiempo que pasen juntos. Tienen que tener un primer contacto y sentir que son el uno para el otro. Al final... ¡Pasa como con las mujeres! - rio con fuerza -. Y sí, Elisa, nombre de mujer... - comentó con un aire de melancolía -. Elisa fue primera hija. Una luchadora joven y valiente que perdió la vida en combate - a pesar de la historia, el jinete sonreía orgulloso, lo que tranquilizó al enano.

» Los caballos son de los animales más inteligentes. Si bien no aprenden tan rápido como los perros, después son más fieles y más obedientes. 

Se dio unos segundos para escuchar al enano.

- Vaya... - dijo comentando las cicatrices de Dromri -. Si que ha vivido usted muchas aventuras. Se nota es de carácter fuerte, señor Dromri, pero al final la gente como vos es la que sobrevive en los bosques y llanuras. Me alegro de que forme parte de este grupo. Usted... ¿cree en la magia y en las Tres Damas? A mí me llama la curiosidad... pero las cosas sombrías me dan respeto.

- Bueno quizás un poni sí. Rio junto a Gleomund.  -Verá me llama la atención los Rohirrim creo que tienen el mismo espíritu guerrero que nuestro pueblo, aunque ambos utilizan técnicas distintas, el valor y su coraje hace que tengamos una unión de corazón. 

- Lo siento. Comentó el enano con la noticia de la hija del Rohirrim es lo único que podía decir ya que sabía que cualquier palabra de más sería contraproducente, siendo el enano enemigo de la oratoria.

Después con lo que dijo... el enano se quedó pensativo... - ¿Qué sabe sobre las tres damas maese Gleomund?, dijo asombrado de que aquel guerrero supiera algo de lo que estaban buscando durante casi la mayor parte del viaje. - Nos hemos cruzado con orcos en nuestro viaje, a los que hemos tenido que matar, pero hablaban de las tres hermanas, y por lo que nos dijo un mago son siervas del mal, pero no sabemos nada más. 

El jinete se rascó la cabeza pensando la pregunta el enano.

- Umh... no sabría decirle, maese Dromri, pocas son las nuevas que nos han llegado. Derewen está más al tanto, pero ella es escéptica con esas historias. Ella reza más a lo que ve que a lo que no ve, la verdad. No podría decirle nada acerca de lo que dicen, pero parece que de verdad una sombra se está levantando en Mordor - dijo terminando de cepillar a Elisa.

La tarde comenzaba a caer y el sol se perdía en el horizonte poco a poco. Los jinetes terminaban de acomodar a sus caballos en los establos cedidos por la ciudad de Minas Tirith y se retiraban a los barracones donde se les habían asignado.

- Vamos, maese Dromri, tanto usted como sus compañeros tienen aposentos en esa taberna, "El Escudo Roto". Un buen baño y unas cervezas no harán daño a nadie, mañana ya nos enteraremos bien de qué se trata todo esto.

- Ya le dije que los enanos y los Rohirrim tienen muchas cosas en común, también nuestra raza cree más en lo que ve que en lo que no ve. Muy bien Gleomund un placer haber compartido historia con vos, hasta mañana entonces. Comentó el enano haciendo una reverencia al Rohirrim, y siguiendo su consejo de descansar en la taberna tras una buena cena.

Gleomund y Dromri se dirigieron a la posada donde le habían dado permiso para hospedarse. El salón principal no estaba muy concurrido, pero tenía sus parroquianos. Un asado se preparaba en la hoguera principal del mismo y varios gondorianos bebían y comían en la mesa principal.

Un chaval, de unos quince años, se les acercó nada más entrar la posada. Tenía pinta de astuto y pícaro y su cara vivaz lo confirmaba. Vestía una camisa de lino blanca y un chaleco. No sería mucho más alto que Dromri.

- ¡Por fin habéis llegado! ¿Sois los aventureros valientes que viajan hacia Mordor? - dijo el muchacho.

- Oh perdone maese Gleomund creía que se despedia, ¡vamos entonces a por esa cerveza!, comentó el enano con una sonrisa. Mientras por el camino pensaba que los Rohirrim se parecían mucho a los enanos, incluso en la forma de expresarse, ya que Gleomund no se podía decir que fuera un hombre de muchas palabras...

Mientras que iban por el suelo adoquinado de las calles, el enano respiraba el frescor de la noche. - ¡Oh señor Gleomund no hay nada como respirar aire puro!, esperemos que Gondor siga bien durante muchos años. Comentó elevando una plegaria al cielo. - La verdad que los enanos no practicamos la magia, sabemos que existe y que está en manos de magos y de los elfos. Los elfos en sí son una raza que siempre llevan la magia en sus utensilios, cosa que los enaltece, nosotros los enanos en cambio excavamos bajo tierra buscando cada vez minerales más preciados para nuestras armas, armaduras y demás y que compitan con la de los elfos sin ser mágicas. 

Decía cuando vio las puertas de la posada iluminadas en la oscura noche... - ¡Vaya la posada nos espera!, dijo otra vez con una sonrisa. - En las montañas no hay una taberna abierta durante toda la noche, es cosa de las otras razas y se agradece. Respondió al Rohirrim haciendo acopio mental de toda la conversación anterior e intentando agradar a Gleomund.

El aire de la posada era cálido, y la gente todavía estaba allí comiendo, bebiendo y jugando. El enano le indicó una mesa apartada... buscando la tranquilidad y pasar desapercibido. Mientras se encaminaban un joven interfirió en su caminar presagiando un camino oscuro. - Pero... ¡qué dices chico!, refunfuñó el enano llevándose la mano al saquito de dinero que tenía en el cinto. - Ya que sabía que a esas horas de la noche los jóvenes que todavía deambulaban por las tabernas eran pilluelos de mal vivir. El enano siguió su camino hasta aquella mesa haciendo ademanes a Gleomund para que lo siguiera...

Gleomund escuchaba con atención al enano. El jinete, a pesar de conocer por encima las costumbres de los enanos, se sentía interesado de aprenderlas de primera mano, de la boca de un hijo de Aulë.

- Nuestras costumbres, salvando las distancias, tienen unos valores parecidos a los vuestros, Maese Dromri.La magia está por encima de nuestras lanzas y monturas, pero no las necesitamos. Eso es tema para curanderos y bardos - rió el rohirrim - ¡Vamos, hemos combatido con fiereza y nos merecemos una buena jarra de cerveza y algo que echarnos a la boca!

El muchacho rió ante el comentario de Dromri.

- ¿Chico? - dijo poniendo su mano en la frente a modo de visera para comparar su altura con el enano -. No sé, señor... - dilató las palabras esperando una respuesta a modo de presentación -. Bueno, mi nombre es Robin. Aunque aquí todos me conocen como "Uñasganzúa".

El chico miró el saquito del enano unos segundos y después lo miró a la cara, sonriente, con las manos detrás de la cintura.

- Se ha hablado mucho de vuestra llegada a Minas Tirith, grandes héroes salvadores de los Pueblos Libres - se movió imitando a un trovador contando una leyenda -. Lo de Uñasganzúa, por cierto, tiene su explicación.

Robin sacó su mano derecha. Las uñas más cortas medían dos centímetros, la más larga, unos cuatro.

- ¿Ese cinturón es de buena calidad, señor enano? ¿Y vos es? - dijo señalando a Gleomund - Creo que debería bañarse, señor.

El enano miró con enfado al muchacho, ya que se había auto-presentado y ahora es como si quisiera compartir la velada con ellos. - ¿Héroe?, ¡oh vamos!, si solo he matado a unos orcos, para ser un héroe hay que hacer cosas grandes, cualquiera con una habilidad decente en armas, como los soldados pueden acabar con el número de orcos que hemos matado. Así que creo que se ha equivocado, ahora si me disculpa iba a tener una charla amena con mi compañero. Quizás pueda hablar con otro miembro de la expedición que sea más dialogante... Comentó el enano intentando no ser grosero, pero dándole al muchacho indicaciones para que los dejara solos. 

El rohirrim espetó al enano. 

- ¡No sea así con el muchacho, maese Dromri! Está bromeando para que nos sintamos como en casa, ¿verdad? Robin tiene pinta de que sabe divertirse y a nosotros no nos importaría divertirnos un rato. ¡Señor posadero! - Gleomund levantó la mano - ¡dos pintas!

Robin abrió los brazos, haciendo ver que el también contaba.

- ¡Tres pintas!

Una chica de buen ver salió de la barra con una bandeja y se las entregó a los nuevos huéspedes.

Robin se acercó a Dromri para brindar con él.

- Solo quería saludaros, buenos guerreros. No se habla de otra cosa en Minas Tirith desde hace días. Si estáis aquí, supongo que hasta mañana no tendréis temas más importantes, así debéis relajaros después tan largo viaje. 

Robin se echó mano al bolsillo para sacar unos dados.

- ¿Jugamos unas partidas y disfrutamos de la noche? - y el pícaro lanzó los dados al aire para volver a cogerlos con destreza.

Gleomund rió.

- Quien pierda paga la ronda, maese Robin - dijo el rohirrim cruzándose de brazos - ¿Se une, buen amigo enano?

- Vaya no tengo ni para pagar una ronda pero ya que mi compañero me ha ofrecido jugar, ¡lo haré!, apuesto mi hacha de combate además de pesarme mucho en el equipo no suelo ser bueno con ella. Así que si pierdo me aligeraré de llevarla y si gano... bueno si gano una cerveza de más no está nada mal. Finalizó con una carcajada quitándose el hacha de la espalda y poniéndola sobre la mesa.

Robin chasqueó los dedos y asintió con la cabeza.

- Así me gusta, hombres valientes y decididos - hizo un gesto de invitación con la mano -. Tomen asiento, por favor - dijo mientras se acomodaba y daba un sorbo a la jarra de cerveza - ¡Ahh! Este es el mejor momento del día - comentó sonriendo mientras se frotaba las manos.

El chaval abrió una bolsita de cuero con varios dados arrojándola sobre la mesa.

- Sírvanse ustedes mismo - animó mientras cogía sus dados - ¡Vamos allá, juego esta carta!

Robin lanzó los dados.

- ¡No está nada mal! - celebró - ¡Y con la carta más baja! Su turno, señor enano.

El enano se acomodó a la silla con una sonrisa a sus compañeros se frotó las manos como si tuviera que calentarlas, o para darle suerte y tomó los dados y los arrojó. - ¡Caramba formidable tirada!... Comentó con una agradable carcajada, ya que el enano era la primera vez que jugaba y le alegraba tener por ahora tanta suerte en el juego.

Robin casi se atraganta mientras bebía al ver cómo jugaba Dromri [1].

- No, no, no... - comentó el chaval mientras negaba con la cabeza -. No debes tirar los dados y cuando ves el resultado, sacas carta. Debes de sacar carta boca abajo, tirar los dados y darle la vuelta a la carta. Sino, eliges carta según la tirada.

Robin se rascó la cabeza.

- Pero por esta vez... haré como que no he visto nada - dijo mirando al enano con los ojos entornados.

El rohirrim rio. 

- ¡Estos enanos, hacen trampas casi sin darse cuenta! - decía mientras agitaba los dados en sus gruesas manos -. ¡Vamos allá, que la suerte esté de mi lado!

Y los lanzó a la mesa.

- ¡Oh, por las crines de mi Elisa, vaya resultado! Y para colmo, he gastado la carta de veinte puntos.