Partida Rol por web

El mago, con rostro preocupado, dibujaba en la tierra la silueta de la cabeza de un lobo. Sus manos, finas y elegantes, se movían con delicadeza a cada trazo, haciendo que sus movimientos también parecieran mágicos. Estaba sentado con las piernas recogidas en su pecho. El pelo suelto caía por las mejillas del medielfo, unas mejillas duras y marcadas. Cuando escuchó al voz de Elanor, se detuvo. 

Elessäl se giró hacia ella. Su rostro pasó a ser sonriente, pero melancólico. Asintió levemente con la cabeza mientras se levantaba. 

- Será todo un placer, dama Elanor. Hace una noche perfecta para pasear bajo las estrellas. Usted primero, por favor - comentó mientras hacia un gesto con la mano, pidiendo a la maga que comenzara el paseo.

Aquel cielo estrellado escribe un bonito mensaje para mí porque sé que Varda nos ilumina con su luz mientras esté largo y sinuoso camino, da la impresión de ser eterno. Ya con la idea de conversar un rato junto al medioelfo, sigo la estela de su esencia con la intención de compartir este momento a solas. 

Al llegar puedo observar que se encuentra dibujando sobre la tierra y lo que se refleja me preocupa lo suficiente, más aún cuando la expresión de aquel bonito rostro dice más de lo que imaginamos y por lo pronto, asiento con una sonrisa mientras lo acompaño a dar ese paseo que nos hemos prometido. 

—Mi señor, hermosa noche nos regalan hoy—digo sonriendo—. Gracias, siempre tan amable. 

Tras dar los primeros pasos, contemplo el cielo estrellado y luego desvió la mirada hacia Elessal. 

—Mi corazón lo estima, en estos tiempos todo es demasiado difícil. ¿Cómo se encuentra? ¿Que está pasando por su mente?

El mago caminaba en silencio junto a Elanor. Alternaba la vista entre el suelo y el cielo estrellado. De vez en cuando, tomaba aire fresco, disfrutando de la soledad y del paseo que aquella noche tan preciosa les brindaba.

- Corren tiempos de cambio, dama Elanor. A pesar de lo reconfortante que es su presencia y la de los demás, siento que en el fondo sus vidas están corriendo peligro. He vagado de norte sur y de este a oeste, en las noches frías y calurosas, y nunca había vivido estos momentos. Aún así, la esperanza no me abandona, pues los Pueblos Libres se unen para combatir al señor Oscuro...

El mago se dio una pausa.

- Pero vos ya sabe qué nos enfrentamos. ¿Qué me cuenta de usted, tan lejos sus tierras?

Puedo entender su preocupación desde un lugar único porque lo estoy viviendo profundamente y el hecho de dar cada paso implica también que se deban dar otros más. Lo cual no es nada fácil, pero al fin de cuentas se había prometido terminar con esto y no voy a parar hasta lograrlo. 

—Lo comprendo, no es nada fácil y la sensación en mi pecho siempre es la misma. A veces cuando estoy en una batalla siento que vivo de prestado y dejo mi vida en manos de Iluvatar—confieso—. No podemos escapar del peligro, somos parte de ello. 

Y mientras sigo caminando junto a Elessal, mis brazos rodean el suyo y al mirar sus ojos, una sonrisa llena de dulzura le regalo. 

—Es duro estar lejos, es duro estar cansado y levantarse para seguir. También es duro no tener calor en el corazón porque la prioridad es terminar con todo esto. 

El mago miró a Elanor cuando la elfa lo agarró del brazo. Por un momento, su gesto era de sorpresa, pero al poco tiempo se convirtió en agradecimiento y comodidad. La maga pudo observar de cerca a Elessäl sus ojos eran profundos y de un color verde claro. Sus labios, carnosos, dejaban ver su boca entreabierta.

- Creo que vamos por el buen camino, es una bendición que os hayáis cruzado en mi camino. Aquella noche, con el ataque de las arañas, hubiera tenido un destino distinto si no hubierais aparecido. Desde el primer momento que la vi, dama Elanor, sabía que su corazón rebosaba de valentía y bondad. Pero noto tristeza dentro su ser, ¿también le preocupa nuestro destino o echa de menos a alguien?

El mago caminó mirando al suelo al terminar la pregunta.

Entre aquel cielo y su rostro tan bonito, descubrí lo magnífico que era Ilúvatar con nosotros al habernos creado con esta belleza sin igual. Pero de alguna manera en estas tierras nuestro destino siempre tenía un halo melancólico que no nos abandona porque al fin de cuentas hemos perdido muchísimos hermanos en guerras sin sentido entre nosotros y también bajo la oscuridad perturbadora de Morgoth. 

Por ello cuando escucho aquellas palabras, le doy su momento de desahogo para que pueda ser libre desde su corazón y cuando fue dirigida a mi la pregunta, bajo la mirada también mientras dejo escapar un pesado suspiro. 

—Mi señor, no hay nadie que eche de menos. Si durante todo este largo camino he descubierto lo sola que he estado durante tantos años y me pregunto cuanto ha afectado en mi—confieso ahora sí buscando su mirada—. Sólo deseo terminar con todo esto para vivir una vida más tranquila, no sé... Al fin de cuentas, mi corazón necesita calor. 

Finalmente continuaron avanzando y aprovechó a preguntar. 

—¿Y usted? Cuénteme un poco más. 

El mago sonrió de medio lado ante las palabras de Elanor, pero cuando comenzó a hablar, su gesto se tornó algo triste.

- A mi tampoco me espera nadie, dama Elanor, he aprendido a vagar entre los bosques y montañas disfrutando de lo que me rodea: los animales, la lluvia, la música... luchando con la sombra y sus siervos - el mago tomó aire -. Hubo una vez donde caminaba de la mano de otra persona, caminaba a su lado. Y, a pesar de ser feliz, sentía miedo porque ni por todos los años que nos quedaban por vivir, quería que llegara el final. Mi padre fue un elfo, de la casa de los Silvanos; mi madre, una humana de corazón humilde pero valiente de espíritu. Empuñaba la espada ferozmente como cualquier guerrero. De esa unión de amor, nací yo. Pero eso hizo que mi destino fuera mortal, pero el de ella, no. Sabía que algún día partiría, pero lo que no sabía es que ella partiría antes que yo -. El mago tragó saliva -. Una noche, un grupo de orcos nos asaltaron en las Montañas Blancas. Nuestra expedición viajaba hacia Lorien, pero nunca llegó...

Un silencio se hizo en la noche. El medioelfo sonrió a Elanor y su rostro cambió.

- Pero solo queda el recuerdo de aquellos días. Ahora solo miro al presente y a lo que tengo alrededor...

De historias nos forjamos por el mismo hecho de vivir, así fuera un puñado de años o tan sólo un instante. Desde ese pequeño lugar, puedo entender lo que siente Elessäl en su corazón porque la vida en solitario es muy dura, más aún cuando eres diferente a los demás, cuando ese camino debe ser hacia un lado y sin nadie a la par. Pero más allá de esto, lo que me moviliza es saber que él había conocido el amor y ante la pérdida de ello, una gesto impregnado de tristeza se manifestó en el rostro de la elfa. 

—Todo sucede por algo, mi querido Elessäl. Lo siento mucho por aquella compañera y también sé lo que es de alguna manera estar marcado por un destino diferente—confieso al mirar aquellos bonitos ojos—. Por más que duela, has conocido uno de los regalos más bonito de la vida, en mi caso solo la magia y esto fue una excusa perfecta para ser distinta a los demás. He sufrido el rechazo de mis hermanos, la indiferencia y por esa razón es que soy una andante de los bosques. 

Ante esas últimas palabras del medioelfo, asiento. 

—Hacia delante, puede darse esa oportunidad. No las debemos. 

El mago apretó unos segundo una de las manos de Elanor que rodeaba su brazo mientras sonreía mirando al suelo. Elessäl desprendía sinceridad y melancolía. El mago se sentía a gusto con la elfa y caminaba tranquilo a pesar de las miradas furtivas de la maga.

- Los encuentros pasan por algo, no dicen eso, ¿dama Elanor? - preguntó sonriendo y dejando ver unos hoyuelos sobre la comisura de sus labios -. Tan amplia y tan basta es esta tierra que al final lo que tiene que encontrase se une de la mano del destino, y cómo no, para combatir la sombra y al enemigo. A pesar de estar tan lejos de nuestras tierras y nuestros orígenes, al final siempre se coincide con quien te hace sentir paz en tu interior. 

Elessäl miró hacia las estrellas.

- ¿Cuáles son sus deseos, dama Elanor, una vez que hayamos terminado este cometido?

Asiento a las palabras de mi compañero y continúo escuchando todo lo que sienta decir, estando muy de acuerdo con el hecho de que más allá de las aventuras que se tengan en el camino, siempre hay más historias por contar porque somos los creadores de ellas. 

—Me alegra saberlo, mi señor—dijo y agregó—. Me gustaría conocer el amor, quizás tener una vida tranquila dónde no sea ya necesario estar en una batalla. Nunca tuve la posibilidad de encontrar a alguien especial hasta que lo conocí, siento que Iluvatar me está bendiciendo en estos momentos. 

Luego de aquella confesión, comentó algo más. 

—¿Y usted? ¿Que desea?

Elessäl agachó la vista ante la mirada de Elanor.

- Yo, a mí...

De repente, una voz les alertó en la noche.

- ¡Es hora de volver al campamento! - uno de los rohirrim que estaban de guardia advirtió a los dos elfos -. Estos orejas puntiagudas... - dijo mientras se perdía de nuevo en la noche, refunfuñando.

El mago sonrió ante las palabras del jinete.

- Será mejor que volvamos, dama Elanor, a la llegada a Minas Tirith podremos descansar y disfrutar de otro paseo, ¿le parece? - su rostro era amable. 

Con un gesto, el mago le ofreció su brazo para volver con los demás.

Justo cuando estaba por decir lo que deseaba, aquella voz los alertó de que era momento de regresar y no hubo problema, al contrario ya que con una dulce sonrisa aceptó aquel brazo que le ofrecía y juntos regresaron al campamento. 

Aún quedaban cosas por hablar, pero el tiempo dirá en que momento sucederán. Al menos en su corazón, una pequeña llama se encendió y solo era cuestión de alimentarla. 

ELANOR Y ELESSÄL EN MINAS TIRITH

Elanor sonrió al ver que cada aventurero tomaba su rumbo, si espacio, pues después de tanto tiempo caminando juntos, sabían que necesitaban un descanso para ellos mismos, para que la mente y el cuerpo se relajaran y afrontaran el último tramo de la misión recuperados.

Y allí, se encontraban los dos elfos. Elessäl se colocó la capucha, pues no quería llamar la atención de las gentes allí presentes, pues ya tenían suficiente con ser más altos que la mayoría de los aldeanos que también ir mostrando sus orejas puntiagudas para terminar de llamar la atención.

El mago y la maga se vieron en aquella vasta ciudad, y a pesar de estar en medio de tanta gente, se sentían el uno para el otro.

¿Qué harían los dos hijos de Ilúvatar?

Vagando por esas calles, me encontré perdida entre pensamientos mientras el pesar en mi corazón se hizo más grande. Era el cansancio interior de estar lidiando con una batalla tras otra, cuidándote el pellejo, salvando a los que más quieres y sabiendo que la muerte tan cerca estaba de uno mismo. Por esa razón, cuando allí pude conectar con aquellos ojos que me dieron siempre calor en el corazón, acorté los pasos para encontrarme con el medio elfo.

—Bendito sean mis ojos al verte. ¿Caminamos?—preguntó sonriendo—. Tiempo compartido contigo, es una caricia al alma mi querido Elessäl. 

El mago mostró una sonrisa cansada ante el comentario de la elfa. Parecía cansado y algo débil. Las heridas del combate y el cansancio del trayecto habían hecho mella en el medio elfo. Aún así, caminaba erguido y el porte que le caracterizaba. Elessäl se ajustó la capucha de nuevo. 

- ¿Cómo te encuentras, querida Elanor? - preguntó el mago dispuesto a conversar con ella, a pesar de su estado.

Noté el estado de mi querido medio elfo, había sido un combate muy duro y el precio a pagar solía ser caro. No pude evitar ese ataque y sentí culpa por ello, así que detuve mis pasos en cuanto escuché su respuesta mientras apoyé mi mano en su corazón. 

—Estoy bien, cansada...—dije un tanto triste—. Quisiera pedirle disculpas, no pude protegerlo de ese ataque. Lo que menos deseo es verlo sufrir, yo... Yo lo tengo en mi corazón Elessal. 

No pude evitar la confesión, es que ya el sentimiento estaba allí e incluso sabiendo su pasado, lo que había sufrido según sus palabras, había cuestiones inevitables. 

Elessäl escuchaba a la maga mientras caminaba por la ciudad, sin ningún rumbo. El mago miró con dulzura a Elanor tras su disculpa.

- No fue su culpa, dama Elanor. Al contrario, si no fuera por vos, mi destino hubiera sido más fatídico. Combatió con valentía e inteligencia. Le debo un agradecimiento sincero y profundo - por un segundo, el cansancio se retiró de los ojos del mago, pero al momento volvió a su rostro.

Elessäl miró en la lejanía. A muchas leguas de Minas Tirith, se intuía la torre de Barad-Dûr, la Torre Oscura, la torre de Mordor.

- ¿Qué desea bella Elanor, pasear a algún lugar apartado o resguardarnos al calor la hoguera de nuestra posada? Es pronto aún, pero está atardeciendo.

Esas palabras quedaron guardadas en mi corazón y con una sonrisa sincera, agradecí aquel gesto que estaba lleno de nobleza, tanto como el mismo Elessäl. No obstante cuando recordé lo sucedido en la batalla, no estoy muy segura de haber actuado con inteligencia, en sí soy más emocional, pero al menos la magia fluyó con más libertad en mi que en otra ocasiones. De todos modos el cansancio hizo mella igual. 

—No me debe nada, con su compañía soy feliz—confesé y al escuchar lo otro, respondí—. Prefiero un lugar apartado donde podamos estar a solas, me gustaría si usted lo desea conocerlo un poco más. 

Había tanto por ver, admirar, e incluso saber, pero dadas las circunstancias, eso nos quedaba. Robar trocitos al tiempo para instantes que seguro valen la pena. Además contemplar el atardecer juntos, sería inolvidable porque hacía rato que no me sentaba a disfrutarlo y esta vez sería muy diferente. 

El mago asintió ante las palabras de la maga.

- Me parece bien, creo que nos merecemos sentir que estamos vivos, dama Elanor, ha sido un viaje muy largo. Subamos algunos niveles más, quizás desde arriba podamos ver el atardecer mejor. Esta inmensa construcción apenas deja ver la luz del sol con estos muros tan altos.

Los dos elfos caminaron entre la multitud bajo miradas de sorpresa y otra de asombro. La ciudad les llamó la atención por su gran arquitectura e inmensidad, pero en algunos momentos les abrumó tanta multitud, pues ellos estaban acostumbrados a la libertad de la naturaleza entre bosques y montañas.

- Creo que aquí podremos conversar a solar, dama Elanor - le comentó el mago, acercándose a una pequeña plaza que terminaba en un mirador hacia los vastos campos de Pelennor. 

Allí, varios niños jugaban y algunos que otros ciudadanos paseaban, pero estaban alejados de la aglomeración y de la actividad de la ciudad. Una vez acomodados en un pequeño banco de piedra, Elessäl se descubrió el rostro echando la capucha hacia atrás.

- ¿Sabe que algún abandonaré esta vida física al contrario que usted, dama Elanor? - dijo rotundamente el mago.