Partida Rol por web

Tenía que reprimir muchísimo las ganas de sonreír ante sus comentarios. Pensé que era una táctica que usaba para desconcentrar a sus enemigos, hacerles perder la fuerza, preguntarse por qué luchaba con un tipo como aquel, tan hablador, pero intuí que ni él mismo había llegado a idear tal estrategia. Hablaba porque hablaba, no por nada especial.

Gemí para parar su golpe, y giré sobre mí misma para coger fuerza gracias a la inercia, y llevar mi espada hasta su costado sin descanso.

Las palabras de Ainha me dejaron pensativo. Quizá tendía a lo de aislarme en mi mismo, pero no solía desechar una idea sin antes analizarla.

- Shaon ya no está – Dije como si eso pudiera aportar algo – No sé, no tengo el carácter bromista ni soy tan... - Los miré – Juguetón como ellos. Supongo que en combate quizá, mi arco puede aportar algo distinto y que encaje bien, pero no se...

Suspiré. No tenía ni idea de quien podía encajar menos que yo – Tú eres distinta pero te integras más – Fruncí el ceño, no me acababa de gustar hablar de mi mismo, y tampoco la conocía tanto como para abrirme del todo – Va, da igual. A ver que pasa en el futuro, quizá nos maten a todos pronto – Sonreí de medio lado, fue una broma, pero probablemente fuese difícil de entender como tal.

Fernand se limitaba a quedarse de pie al lado del Enano y cerca de Yvory, con su enfado disminuyendo a medida que los veía luchar, aunque no del todo, el detalle de que el duelo fue violado vilmente es algo serio para él. No le importará enseñar eso cuando le tocara, pero por eso iba a preferir usar un arma de madera ya que después de todo, el es un hombre de impulsos y no planea cambiar eso.

La Flor blindada tiene técnica, pero Raikan es pura emoción... Es como un toro... Le voy cinco de plata si tienes las barbas para aguantar la apuesta Drum.

Terminaba soltando de pronto luego de un rato, dándole un leve codazo al enano que, aunque fuera su superior en cierta forma y cosas de la jerarquía del ejército, no evitaba que él quisiera picarlo para que entrara en ese juego. Despues de todo, con lo que cobra, cinco monedas de plata no son mucho. Sin mencionar que estaba seguro que al final, el grandulón terminaría repartiendo una paliza.

Phineas estaba absorto mientras estudiaba, a la vez que las voces y las peleas de sus compañeros era un buen sonido que le hacía abstraerse aún más... Pero entonces un sonido rompió aquella concentración.

Viró su mirada y vió que a su lado estaba Drum.

Tardó en reaccionar, pero finalmente se levantó de su asiento y sacudio sus telas.

Inclinó su cabeza a modo de saludo y dijo: Buen día Sargento...

Miró a sus compañeros y dijo aún al sargento: Son fieros, pero aún mejores como compañeros...

No sabía lo que les depararía el día pero aquellos momentos eran gustosos de disfrutar y más aún después de la reyerta en el mausoleo.

¿Se sabe si volveremos a aquel cementerio, Sargento Drum?

¿Cómo aquella chica paró la embestida y la potencia con la que había respaldado su ataque en caída? Debía de tener una fuerza brutal en los brazos. -Eso habría tumbado a más de uno.- Afirmó sonriendo de verla en pie y al oírla gemir por el esfuerzo.

Se estaba divirtiendo tanto, que ni siquiera vio venir ese golpe que lo atrapó de lleno. Tan rápido como un rayo. -¡Ouch!- Se exclamó al sentir la hoja plana sobre sus costillas a la vez que se iba a morder polvo al suelo.

Donde había caído se medio incorporó sobre la rodilla y apoyándose con la espada. Su sonrisa era más ancha y mostraba los dientes machados de sangre, y destello más animal que humano bailaba en su mirada...

Quizás debería haber esperado para su réplica, buscar una postura mejor, pero el gamberro siempre fue impetuoso por encima de todo y en su precipitación, y medio arridillado, el recorrido de la espada fue más que previsible. Pero, aquello, no le detendría.

Sonreí, algo burlona, ante lo que aconteció. Por fin. Finalmente, había conseguido darle con el canto de la espada. Mis ojos brillaron, y tuve que reprimir las ganas de gritar de alegría, y señalarlo par chincharlo. Pero, no me pareció adulto. Ni siquiera el pensamiento me pareció maduro.

Esperaba no haberle tampoco hecho mucho daño. La esencia de aquel baile era divertirse, no destrozarnos. Por lo que, cuando vi que volvía a la carga con fuerzas renovadas, ensanché la sonrisa, y traté de parar su golpe.

Pestañeé varias veces al ver que su ataque era algo débil comparado con los anteriores, por lo que me pregunté si le dolía algo, ya que tenía los dientes algo escarlatas.

Pero, lo obvié de inmediato. Siguió dando duro, y yo no iba a insultar a mi rival regalándole la victoria.

—¡Já!— grité, sonriente, alzando mi espada, y trazando un semicírculo con ella. 

No obstante, había ganado tiempo para poder rodar por el suelo y esquivar la espada que venía de nuevo en su busca. Desde el rincón más alejado del patio podía oírse a Raikan riéndose mientras se levantaba con la más o menos agilidad que le permitia su cuerpo. -¿Cuánto ofrecí para el que me ganase? Te doy el doble si lo consigues.- Bravuconó como solía hacer sin pensar siquiera si tendría el dinero para pagarlo. Se sentía feliz, y lo mínimo sería que la invitase a unas copas hasta quedar uno de los dos en un coma etílico.

-¡¡Sigamos!!- Proclamo nada falto de energías cargando de nuevo sobre ella.

Al ver cómo esquivaba mi ataque rodando por el suelo, se me escapó una carcajada. Parecía que se estaba rebozando con la tierra, cual croqueta.

Sonreí ante lo que dijo, y miré durante una fracción de segundo a nuestro peculiar público. Me pregunté si aquel enano que nos estaba mirando también era diestro en el arte de la espada. Sin embargo, pronto perdí tal hilo de pensamiento, cuando vi que Raikan volvía al ataque.

Giré mis pies, cargué el peso de mi cuerpo en los talones, y me agaché un poco para esquivarlo. Sonreí, divertida, incorporándome, y llevé mi codo hacia atrás, con el antebrazo y la espada rectas, cuya punta señalaba el estómago de Raikan. Bajé el brazo con rapidez, mirando el pequeño punto en el que intuía que la espada tocaría al muchacho. Aunque, en el fondo, esperaba no hacerle mucho daño. Me gustaba aquel baile, y me lo estaba pasando muy bien.

Pero el impulso con el brazo que había tomado aquella joven, se le hizo demasiado obvio al gamberro, quién a su vez pudo pararlo con su propia arma con la que trazó un giro pretendiendo no solo apartar aquél filo de sí mismo, sino con el que además buscaba asestar un buen golpe de lado. -¡Y ahora el molino!- Anunció.

No obstante, le faltaba empuje y técnica, estaba notando la falta de su escudo y aquél movimiento que el heroico enano había intentado enseñarle no lo había dominado nunca, pero que se estaba divirtiendo se hacía patente. -Ops, ¡que se me cae la espada! ¡¡JAjhaJHAhHajhaha!!

Ainha se encogió suavemente de hombros. ¿Qué iba a decir? Esperaba que les hubieran puesto juntos por algún motivo, pero desconocía cuál era, aunque tampoco es que le importara mucho. 

- No sé qué mosca le picó a Shaon. Pero desde que no está parece que el sol brille más -.  Le dijo como respuesta y una sonrisa brotó de sus labios. Norven podía darse perfectamente cuenta de que era una broma, como si dijera que había dejado de llover porque la poderosa mágica se había ido. 

Pero lo último que dijo no le gustó. Quizás, si Norven hubiera sido más proclive a las bromas, habría entendido que no lo decía en serio. Pero no era así y sus ojos brillaron al entrelazarlos con los del semielfo. - ¿Por qué dices eso? - 

Enarqué las cejas ante las primeras afirmaciones de Ainha, aunque su sonrisa delataba que debía de tratarse de alguna broma que Norven no entendió ¿Acaso dejaba caer que Shaon era mala persona? - Pues lo poco que la conocí me caía bien – Le dije

Y mi broma ella tampoco la había entendido, eso demostraba completamente mi teoría de que no encajaba para nada en el grupo, no había nadie que me entendiese y los que podían haber se largaron. - Quiero decir que si nos morimos pronto, será una tontería que nos preocupemos ahora por los problemas de cohesión del grupo.

Chasqué la lengua cuando vi que mi espada ni siquiera lo rozaba. Sonreí, algo divertida por aquel baile frenético, y moví los pies, girándome un poco, pensando en que, tal vez, llegaría a cansarse tarde o temprano.

Contemplé su movimiento, y me quedé con la boca entreabierta al ver lo que hacía con el arma. Pestañeé varias veces, y quise recordar tal maniobra para más adelante, pensando que sería útil, aunque algo lento. Lo vi de inmediato, y pude esquivarlo sin problemas, dando un paso hacia atrás, inclinando mi cuerpo apoyando el peso en la pierna flexionada.

Cuando se detuvo y desistió de aquel movimiento, agarré mi espada con fuerza, e, impulsándome con la pierna que más atrás me quedaba, me abalancé con la espada en ristre, tratando de volver a darle en el costado. 

No debería haber intentado algo que apenas dominaba, pero él era así, no solía pensar mucho. O mejor dicho; no pensaba, nunca pensaba, solo reaccionaba y por consecuencia esto es lo que solía suceder: Raikan rondando por el suelo, perdiendo la espada y sin moverse. Al menos durante sus buenos cinco segundos, cinco segundos en que duró el silencio en aquél patio o eso aparentaba puesto que al chico gritón se dejó de oír de golpe.

Fernand podía dar su apuesta por perdida.

Pero un animal no se rinde a la primera. De repente, su voz volvió con estrépito a invadir los oídos de los testigos. Se estaba riendo, como un poseso y sin freno. Se levantó, llevándose una mano a un costado, donde le dolía mucho sin quejarse, recogió su arma y escupió sangre a un lado. 

Enmudeciendo, se quedó pensativo. Pero ya hemos dicho que pensar es algo que no hacía nunca. Se condujo la mano a la boca y tras moverla un rato se sacó una muela que se había desprendido al caer al suelo.

-¿Seguimos?- Preguntó abalanceándose sin esperar respuesta.

Pensé que todo había terminado, que aquel golpe que el propio Heironeous había dirigido contra el muchacho acabaría con aquella danza.

Sonreí con satisfacción cuando noté cómo mi espada lo alcanzaba, y la presión aumentaba al no haber aire, sino carne lo que la punta de mi arma besaba con desesperación.

Miré a Raikan en el suelo, y casi sentí un poco de piedad por él, aunque me recordé que no era más que una pelea desenfadada para entrenar un poco. Alcé la espada en un gesto de acabar la pelea, pero me di cuenta de que el muchacho seguía buscando más.

Emití un grito ahogado cuando se levantó, escupió el diente, y se abalanzó contra mí. Con mi arma aún en alto, no tuve tiempo de reaccionar. También, había pecado de soberbia. Creía que ya estaba. Que no podía más.

Me llevé una mano al costado, notando la quemazón ardiente trepar por todo mi cuerpo. Apreté los dientes, y aguanté la respiración dentro de mis pulmones sin darme cuenta. No lo solté hasta que me percaté de que aquello aún no había acabado.

Sin más dilación, alcé un paso y cargué todo mi peso para ayudar a mi espada a coger inercia y trazar un semicírculo brillante en el aire para que cargara contra Raikan. 

-¡Yoooooo-hoooooo, Tocada!- Soltó triunfante el gamberro. -¿Quién te ha entrenado a ti? Dudo que ningún compañero me haya dado tanto trabajo JAjajajAJajJAja.

Sorteó Raikan sin muchas dificultades de nuevo aquél espadón ladeado que tanta sed tenía de sus costillas. -Vengaaaaaaa, tengo más dientes de donde vino ese.- Se quejó el grandullón de que su oponente perdiera fuelle sin siquiera llegar a ser consciente o plantearse que la debilidad podía deberse a que aquél golpe la hubiese dejado malherida. -¿Quieres dejarlo?¿Fallan las energías?- 

Ainha arrugó suavemente la nariz y entrelazó su mirada azul con la de Norven. 

- Yo no tengo intención de morirme - . Le dijo y le guiñó uno de sus ojos, antes de volverse y empezar a caminar hacia donde estaba el resto del grupo.

Cuando llevaba un par de pasos, se volvió un momento para volver a mirarle. - Deberías venir y no agobiarte tanto - . Le recomendó con un suave encogimiento de hombros, para tras eso continuar caminando hasta llegar junto a Fernand y Phineas.

Drum se atusaba los largos bigotes mientras contemplaba los movimientos de los dos contrincantes. Cuando Fernand le propuso hacer apuestas, tan sólo le miró, con el ceño tan fruncido que parecía que sus cejas se juntaban sobre unos ojos furibundos. Estaban prohibidas las apuestas y el espadachín se lo estaba proponiendo a uno de los sargentos. Pero volvió nuevamente su atención a Raikan y Freyja.

Escuchó la pregunta de Phineas y negó con la cabeza. 

- Tengo entendido que la teniente Silverblade os ha dicho que ya cumplisteis con vuestro trabajo y ahora se hacía cargo la guardia de la ciudad. De todas formas, procurad no hablar con los que no seáis vosotros de las misiones que ella os encomiende - . Le recomendó, sin apartar la mirada del combate de entrenamiento.

- Bien, chicos, ya hay suficiente - . Alzó la voz para detenerlos, antes de que Freyja tomara represalias.

Al final de aquel largo y duro día, la teniente Silverblade volvió a llamarles. Aquella vez fue una reunión corta, en la que les informó que no habían encontrado nada en el cementerio. 

La puerta del mausoleo continuaba cerrada, tal y como Yvory la había dejado. Pero, parecía ser que lo que había morado en aquel lugar, debía haber buscado algún otro sitio. Varios túneles partían desde allí. La guardia los había investigado, pero no habían hallado nada. Eso sí, habían encontrado los restos de los huesos que los compañeros habían descrito. Criaturas enormes que se habían abalanzado sobre ellos, pero aquello era lo único que quedaba en aquel horrible lugar.

- Estaremos atentos y he hablado con el capitán de la guardia, Finwë Anárion, para que refuercen la vigilancia en el Distrito Exterior. Cualquier cosa os mantendré informados - . Les despidió, tras agradecerles nuevamente el trabajo que habían realizado.

¿Qué podía ser lo que había ocurrido? ¿Dónde se habrían ocultado las criaturas que moraban en aquellas tumbas? Preguntas que de momento parecían no tener respuesta.