Era momento de volver, volvería donde el ejercito e intentaría hablar con Silverblade. Parecía mentira que después de todo el sólo junto al guarda hubieran sido capaces de detener que robaran aquel cofre.
Por un momento se sintió satisfecho y acarició el pelaje de de Milo y empezó a andar, atento a las calles, a la vida que allí fuera se vivía, mientras esperaba alguna explicación que diera cobijo a que aquel hombre estuviera dentro de la cárcel. Había que decir que hablando con él parecía tosco, pero sin embargo leal. No usó a su perro para huir, simplemente ayudo y volvíó a encerrarse.
Seguro que la dama de acero tendría a bien explicarme aquello aunque fuera lejos del ejercito, tras un baso de cerveza caliente, al igual que el día que nos conocimos.
Phineas caminó por las calles empedradas. El sol estaba alto y de las casas salían suculentos olores de diferentes manjares que se estaban cocinando.
Caminó por las diferentes vías, cruzándose con bastante gente que iba de un lado a otro. Zarassna era una gran capital y por ende tenía una población bastante numerosa.
El joven hechicero no podía quitarse de la cabeza al hombre que había dejado, para su parecer, injustamente, encerrado en aquella celda y caminaba con el firme propósito de tratar el tema personalmente con la teniente. Sus pasos le llevaron de nuevo al Distrito Militar y se dirigió directamente al Cuartel del Ejército.
En la entrada enseñó el pase que le habían otorgado y entró sin ningún problema. Sabía dónde solía estar la teniente y caminó en dirección a su despacho, en la zona de los oficiales. Antes de llegar, se cruzó con la Sargento Rina que caminaba con paso despreocupado. Al ver a Phineas, enarcó suavemente una ceja.
- ¡Hola! ¿Necesitas algo? - Le preguntó, extrañada de ver al hechicero por aquella zona.
Ensimismado en mis pensamientos, una voz cercana me hizo salir de ellos, tardando un poco más de lo habitual en responder. Alcé la mirada y frente a mi estaba la Sargento Rina. Me coloqué de forma recta y respetuosa como nos habían enseñado en las clases de Milicia y salude con una leve inclinación de cabeza mientras dejaba una mano apoyada en mi pecho.
- Buenos días, Sargento...- esbocé un gesto de alegría al ver la cercanía de la sargento hacia los hechiceros; a pesar de lo pasado en el gran altercado, el equipo mágico no estábamos mirados con repulsa y desprecio, pues no todos los seres mágicos actuamos y pensamos igual.- ... acababa de regresar de una misión, es más de mi primera misión de forma individual como parte de la milicia mágica de la ciudad, y pensaba en ver a la teniente Silverblade... Me gustaría charlar con ella.
¿Sabe si esta en su despacho, Sargento?.- Pregunté esperando ser ayudado.
La Sargento entrecerró ligeramente sus párpados, observando detenidamente al hechicero. A pesar de que era conocedora de que los temas que llevaba el grupo especial que estaba formando la teniente solo le competían a ella y, en su defecto, al responsable de los magos; sentía mucha curiosidad por lo que podía llevar a Phineas a querer hablar con la teniente.
- Estará ausente toda la semana, creía que os lo habían dicho - . Hizo un gesto con la mano, quitándole importancia. - Si quieres puedes charlar conmigo, soy toda oídos... - Le dijo y una sonrisa pícara aleteó en sus labios.
Al escuchar que Silverblade estaría fuera una semana, cerré por un momento los ojos esperando que aquel hombre que nos ayudó no creyera que me iba a olvidar de él.
La sargento se interesaba y de forma cercana aunque algo derrotado por ya estar al tanto de que el echo de que aquel hombre estuviera preso era sobretodo diligencia de Silverblade empecé a hablar con ella.- Era para hablar sobre un preso, Sargento... Me dijeron que la teniente sabía del por qué de su estancia en la comisaria. Durante nuestra misión gracias a él, dos personas del cuartel salvaron la vida, y en vez de escapar y huir de su sentencia nos ayudó y volvió a su celda sin dudarlo después.
Quería saber más de él, y saber si habría alguna manera de reconocer su ayuda, incluso de rebajar por ello su pena.
Rina escuchó las palabras de Phineas y se quedó unos segundos en silencio, pensativa, mientras observaba detenidamente al joven hechicero.
- Creo que sé de quién hablas... - Comentó, apartando un mechón de cabello rojizo de delante de sus ojos y colocándolo tras la oreja. - Ese hombre estará unos días en el calabozo. A ver si eso le sirve de escarmiento. La teniente ahora mismo no puede encargarse, pero ya le haré llegar tu petición. De todas formas, dudo que le dejen salir antes.... - Se encogió ligeramente de hombros. - Ayer, cuando estábamos en el funeral, intentó colarse en el Distrito Noble diciendo que era un simple jardinero y preguntando por la familia de la teniente. Los jardineros no van armados como él, ni llevan animales acorazados... No sabemos quién es, ni qué se proponía. La guardia, alertada tras el atentado que tuvimos, tomó todas las precauciones y se lo llevaron al cuartel. Después fue la teniente a ver qué interés tenía y no ha abierto la boca. Imagino que se quedará allí mientras no diga qué pretendía... Pero no te preocupes, al menos está bien alimentado y tiene un techo donde cobijarse - . Le dijo y una sonrisa sesgada asomó a sus labios. - Es muy noble por tu parte preocuparte por él, pero no tienes que preocuparte... -
Los ojos de Phineas se abrieron mientras en su mente intentaba casar la imagen de aquel hombre salvando la vida de aqiellos guardias y la imagen de aquel otro con un animal acorazado atentando contra Silverblade y su familia.- Para nada es un simple jardinero, un simple jardinero cuida las plantas y no deja qie el suelo se vuelva yermo... pero él, pudo frenar el paso de la muerte en un hombre con la garganta sesgada, o incluso en otro donde solo un hilo de vida quedaba en sus pulmones...
Pero no dudo en ayudar a pesar de no conocerlos de nada, a pesar de que aquellos hombres era la imagen de su castigo no lo dudó... Por eso, me cuesta creer que su intención fuese la de hacer daño.
Ojala pudiera descubrir que quería de la teniente y su familia... y ojala fuera algo que hablara bien de él.- Mesó su pelo hacía atrás y dijo.- Ese hombre se lleva la esperanza de que aún queda gente que da el bien sin nada a cambio... es la esperanza que nos hace falta.
- Oh, querido Phineas... ¿Verdad? - Confirmó su nombre, mientras se cogía del brazo del hechicero y le dirigía fuera de la zona de los oficiales. - Hay mucha gente que hace el bien sin esperar nada a cambio. Además, ¿qué te hace suponer que no esperaba que, yendo con los guardias y con tu planta y personalidad, no intentaras interceder por él? - Le guiñó un ojo y una sonrisa sesgada asomó a sus labios. - Nunca pierdas la esperanza, hay gente buena, y también hay demonios... Sólo puedo asegurarte una cosa, tienes que confiar en tus superiores y, si la teniente ve conveniente que ese hombre esté unos días en la sombra, sus razones tendrá. Pero no te preocupes, tampoco le va a pasar nada en ese lugar - . Al salir al exterior, unos rayos de sol se colaron entre unos jirones de nubes y les dieron en los ojos. Rina se soltó del brazo de Phineas y empezó a alejarse, despidiéndose con un gesto de la mano. - Deberías llevar el informe de lo que ha ocurrido a tu superior -. Le recordó mientras se alejaba.
Al darse la vuelta, Phineas vio a sus compañeros de grupo, Raikan y Freyja, salir del edificio donde tenían los aposentos, con sendas mochilas en los hombros y equipados para realizar un viaje. El enorme y musculoso guerrero se detuvo un momento para silbar y llamar al cuervo que siempre le acompañaba.
Asentí a las palabras de la sargento, y no llevaría la contraria a otro superior, aunque mi ansias de descubrir le preguntasen a Silverblade a su vuelta.
Me despedí de la Sargento Rina y a la vez ví como Raikan y Freiya se disponían lo más seguro por sus auendos a salir a una nueva misión. Alcé mi mano en forma de saludo, mientras mis pasos se dirigían hacía los aposentos de mi superior para trasladar el informe sin premura, ya me había detenido bastante en aquellas preguntas que finalmente habían sido esquivadas.
Phineas regresó a la torre donde los arcanistas tenían su base de operaciones. Buscó a su maestro y le explicó lo que había ocurrido en la prisión.
El enano le escuchó y sus pobladas cejas se fruncieron cuando Phineas le habló de la hechicera que había atacado. Mas no dijo nada. Cuando el hechicero le habló del hombre que había salvado la vida de los dos guardias, por un momento, los ojos del mago parecieron centellear.
Ordenó al joven hechicero que escribiera el informe y que después regresara a sus rutinas. Si en algún momento a Phineas se le ocurrió la idea de insistir sobre aquel hombre barbudo, el mago fruncía el ceño y le respondía de malos modos, indicándole que se metiera en sus asuntos.
Lo que había ocurrido en el comedor hacía un par de días, había afectado de forma bastante evidente al viejo maestro.
Te he hecho un pequeño resumen. En breve abriré el capítulo 4 y continuaremos ^^