Partida Rol por web

Rina pareció sorprenderse ante la sinceridad mostrada por Fernand. No quiso interrumpirle, así que decidió mantenerse en en silencio hasta que terminara de hablar, mirándole fijamente a los ojos mientras las palabras salían de los labios del joven... Pero... Entonces fue cuando el espadachín se levantó y le dijo que prefería estar sólo. El rostro de Rina mostró estupor y cierta rabia. Nunca le habían hecho algo semejante... ¿Quién se creía que era? ¿Que podía dejarla plantada así como así?

Sus ojos parecieron echar chispas y tan sólo asintió con un brusco gesto de cabeza, sin añadir ninguna palabra a aquel movimiento. 

Se llevó la copa a los labios y apuró su contenido, sin siquiera mirar a Fernand... Entonces fue cuando el muchacho le pidió una nueva oportunidad.

- Ni lo sueñes... - Se dijo para sí, sin tan siquiera mirarle... Podía rondarle lo que quisiera, podía ser todo lo baboso que quisiera. Pero ella no olvidaría que le acababa de dejar plantada...

Aquello fue realmente un chasco, él, quien es el duelista galan, el terror de las damiselas honestas y un amante realmente apasionado que no se rinde ante ningún reto, abandonaba por primera vez la danza del deseo y del placer... Claro que sabía que iba a tener que hablar sobre el ejercito, era el pie para hablar de otras cosas y luego ir a algo diferente. Pero tanto tocar el tema, Rina le demostro que no era tan diferente como pensaba yaunque aun le provocaba cosas y deseaba estar con ella, recordar aquello y hablar sobre algo que nunca compartía con nadie, le quito todo su humor.

Quien lo hubiera imaginado...

Pensaba Fernand sintiendose vacío, raro y algo desanimado, incluso esa sonrisa arrogante que siempre decoraba su rostro, se volvía una sutil y triste sonrisa mientras caminaba por aquellas calles sin rumbo fijo. Que hacer ahora? No tenía ganas de volver y seguir conquistando a Rina, no ese día... Tampoco quería buscar a otra mujer, realmente no tenía muchas ganas de nada, necesitaba algo que lo hiciera sentir vivo de nuevo.

Fernand caminó sin rumbo fijo por las calles de Zarassna. Sentía una extraña sensación de decepción... Había creído que Rina era más como él, pero el hecho de que hablara tanto del ejército había terminado por desanimarlo. Parecía estar casada con él, como si no hubiera otra cosa que le importase... Que poco la conocía...

Caminó durante unas cuantas horas, sentía que necesitaba algo de acción, de peligro, para sentirse de nuevo vivo. Pero las calles parecían estar tranquilas. Se cruzó con varias jovencitas que lo miraron intrigadas, preguntándose quién sería aquel joven apuesto que parecía un fantasma en medio de la ciudad... Siguió caminando, perdido en sus propios pensamientos, hasta que su estómago le recordó que la hora de comer había pasado hacía mucho rato. 

Tenía varias opciones, podía volver al cuartel y pillar algo para comer, o buscar alguna taberna y allí saciar su apetito...

Cuanto mas necesitaba algo, menos encontraba y eso empezaba a ser frustrante, a Fernand no le gustaba nada sentirse como se estaba sintiendo en aquellos instantes, desanimado, sin muchas ganas de buscar a alguna mujer o incluso, era prácticamente la primera vez que dejaba una cita a medias... Pero con toda esa calma, con esa falta de acción en las calles, solo podía recordar las palabras de la Pelirroja, todas sus palabras y como le fastidió el día, aunque seguramente no fue intención de ella hacerlo.

Hambre ahora... Solo falta que llueva y estoy completo.

Se quejaba para sus adentros sin haberse dado cuenta como algunas jovencitas lo miraron, una de las cosas que hacía que él se volviera realmente galante. Pero en esos instantes se limitaba a buscar una taberna, un sitio en donde comer algo y luego, iría a los barrios bajos, allí tal vez haya algo de acción, alguien que necesite ayuda o simplemente algun rufián que necesite ser ajusticiado.

Toda la seguridad de Fernand parecía estar pasando por un bache. El siempre seguro de sí mismo, ahora se encontraba perdido. ¿Quién era? ¿Qué estaba haciendo con su vida?

Tras varias horas de deambular sin ningún sentido por las calles de Zarassna, finalmente decidió entrar en una taberna para comer algo. Después ya iría a lo barrios más bajos, pero en aquel momento necesitaba satisfacer su apetito. Miró a su alrededor, descubriendo que había llegado a las puertas principales de la ciudad. Cerca de allí se encontraba la posada Feldespost, famosa por su cerveza y por la cantidad de viajeros que solían ir. 

Los pasos de Fernand le llevaron hasta el interior de dicha posada. Al entrar se encontró con un enorme local. Había bastante gente y dos jóvenes camareras caminaban entre las mesas, intentando servir a todos los comensales. Un olor a carne recién asada impregnaba el aire. Fernand buscó una mesa desocupada, cuando sus ojos tropezaron con los de Zoyla, la hermana de Killian. Parecía estar comiendo sola y cuando vio al joven, levantó una mano para llamar su atención.

- Fernand... - Llamó dibujando una sonrisa en su dulce rostro. Zoyla era una joven bastante bonita. Su cabello largo y castaño enmarcaba un suave rostro. Tenía unos bonitos ojos azules y una sonrisa muy agradable.

Fernand tomaba asiento sin molestarse en mirar a las mujeres que estaban cerca de él, en aquellos instantes buscaba mas algo con que llenar su estómago y pensar... Pensar en la Sargento, pensar en porque tenía que insistir tanto con el ejército y que a pesar de todo, no podía evitar sentirse como un tonto, torpe y sin nada de clase.

Fue poco después cuando veía a la hermana de su amigo, cuando sus miradas se encontraban y ella parecía invitarlo a unirse a ella. La verdad es que no se sentía tan caballeroso para compartir la mesa con ninguna mujer, pero tampoco podía rechazar a Zoyla... Realmente Fernand se estaba desconociendo a si mismo, necesitaba borrar todos los malos pensamientos de su cabeza, aunque hace poco buscó la soledad.

Que haces aqui sola?

Le preguntaba sin endulzar sus palabras, sin ser galante al mencionar su belleza, sus ojos o sonrisa, fue una pregunta simple, sosa, nada comparado con lo que preguntaba normalmente. Seguramente lo mejor era volver al cuartel y dormir en cuanto terminara de comer.

La joven lanzó una mirada significativa hacia la puerta y un suave suspiro salió de sus labios. 

- Vengo de trabajar... He tenido que ir a zurcir a una casa, y después tendré que ir a otra. No me daba tiempo de llegar a casa para poder comer, por eso me detuve aquí - . Cogió un vaso lleno de agua que tenía delante y se lo llevó a los labios. Cuando lo dejó de nuevo sobre la mesa, volvió a entrelazar sus ojos con los de Fernand.

- ¿Y tú...? ¿Qué haces aquí? Killian me dijo que habías entrado en el ejército - . Su voz reverberaba con la sorpresa que todavía le producía aquel hecho. Nunca hubiera imaginado que el alocado amigo de su hermano sentara la cabeza. Y menos que se metiera en un lugar en el que primaba el orden y la autoridad.

- ¿Sigues... allí? -

La hermana de Killian no se le parecía en nada, sin duda era mucho mas hermosa aunque el no miraba a otros hombres de aquella forma como para poder compararlos. Pero sin tener mucho interés ni ánimos en aquellos instantes, Fernand se limitaba a escucharla antes de brindarle una triste sonrisa en su rostro.

Si, la verdad es que se siente raro... Todos cumpliendo con su deber, cumpliendo obligaciones y nadie acepta una buena broma, paso mas tiempo detenido que en mi cama.

Le respondía buscando animarse un poco, ya fue un fiasco su "cita" con la Sargento y estaba compartiendo la mesa con la hermana de su mejor amigo, no podía comportarse de aquella forma lamentable con ella. Lo que menos quería era que Killian pensara que lo pasaba mal o preocuparlo, a hizo mucho por él para evitar que terminara en peores condiciones.

No lo paso tan mal, aunque sigue siendo raro no crees?

Le terminaba diciendo buscando sonreír nuevamente y espantar los recuerdos recientes, aunque ya pensaba volver al barrio militar y tirarse el resto de su día libre en el catre... La ciudad estaba aburrida y no parecía haber emociones para él en ese dia.

Zoyla sonrió con dulzura e iba a responderle, cuando una joven con mirada avispada se acercó a la mesa. 

- Hola buenas tardes, mi nombre es Evyn y me encargo de servir esta mesa, ¿qué deseas comer...? - Le preguntó mientras colocaba una pequeña cesta de mimbre con hogazas de pan blanco y tierno. 

No lejos de allí, un hombre empezó a alzar la voz. La posada se quedó durante unos instantes en silencio, mientras las miradas se volvían para mirar al causante de tal alboroto. Era un hombre de cabello largo y castaño. Su rostro estaba surcado por varias marcas de peleas anteriores. Llevaba una incómoda armadura completa y una enorme espada reposaba junto a él, apoyada en la pared. Estaba discutiendo con una voluptuosa joven de cabellos de fuego. su mirada era acerada y un tanto irónica. 

Poco pudieron entender de su discusión, ya que al darse cuenta de como todo el mundo parecía mirarles, bajaron el tono de voz, aunque a él se le escapaba algún que otro reniego... - No... Ni se te ocurra... - Ella le respondió algo y él le cogió de la muñeca con fuerza... - ¡Feyra no! Maldición, déjales en paz... - La mujer dio un tirón liberando su brazo y se levantó de la silla. 

- Bueno, si me dice lo que desea... - Evyn apartó la mirada de aquellos dos y volvió a dirigirla hacia el espadachín. Su ceño estaba ligeramente fruncido aunque una sonrisa asomaba en sus labios.

Fernand empezaba a olvidar la situación que vivió no hace mucho con la Sargento, la decepción y en cierta forma, la frustración que le provocó aquel sermón cuando lo que quería era algo muy diferente. Puede que el hambre también lo hubiese ayudado ademas de la agradable compañía e incluso, cuando llego ante ellos aquella mesonera pelirroja cuyo nombre podría ser el de un ángel sin problema alguno, Fernand ya recuperaba un poco mas de su buen humor.

A pesar de eso, antes de que pudiera siquiera pensar en que pudiera pedir para alimentarse y que pudiera compartir con Zoyla, su atención era desviada hacia otra mesa al igual que la de Evyn... Era curioso, Fernand no podía saber ni adivinar de que estaban hablando, pero aquella discusión parecía ser sobre algo importante, sobretodo por como el hombre parecía detener a la mujer e incluso, de una forma poco educada y brusca a pesar de que pronto, buscaban apaciguar el volumen de sus voces.

El hombre parecía ser alguien forjado para el combate pesado, esa armadura al igual que el arma que portaba, eran de alguien que confiaba mas en la fuerza, alguien que buscaba aguantar los golpes... Era un hombre que no conocía la belleza de la danza del acero, lento y aunque estuviera bien protegido, pero Fernand tenía un arma capaz de atravesar esas defensas, sin mencionar que los ojos eran siempre un blanco expuesto.

En cuanto a la mujer, por Olidammara que era toda una belleza apasionada, mostraba que tenía carácter y eso no le desagradaba en nada... Su figura hacía que su cuerpo vibrara, esos labios deliciosos le daban un deseo de probarlos mas grande que el hambre que sentía hasta ese instante. No, para Fernand, que muchas veces terminaba en problemas por situaciones similares, no había nada que realmente lo motivara a permanecer ajeno a lo que ha pasado allí, después de todo, el peligro y los retos eran lo que más motivaban sus sonrisas.

Creo que pediré el plato del día Señorita, pero antes...

Eran sus palabras amables como galantes mientras que en su rostro se dibuja "la" sonrisa, una sonrisa de lado, tan arrogante como segura y sin dudarlo, se incorporaba de la mesa dejando que su mano acariciara sutilmente la empuñadura de su estoque. 

Disculpen que me entrometa, pero no pude ignorar lo que aquí acaba de pasar... No puedo permanecer indiferente cuando una dulce mujer parece tener algún problema, sobretodo si ha sido besada por el fuego.

Empezaba diciendo Fernand alzando la voz y ya estando de pie, sus sentidos alerta y el corazón bombeando sangre rápidamente sólo por las posibilidades que se le presentaban en esos instantes... Con un paso fluido avanzaba hacia aquella mesa como si estuviera por entrar a la pista de baile, realmente parecía que se hubiese olvidado de que era un soldado, en esos momentos, él era el...

Me dicen el Fantástico Fernand Fireheart y encuentro que es mi deber brindar ayuda cuando es necesaria, sobretodo en los campos del honor.

Los duelos estaban prohibidos, pero sus palabras claramente delataban lo que él hacía antes de ser un soldado, su sonrisa podría delatar la seguridad que tenía sobre sus propias habilidades y al mismo tiempo, con un leve empujón del pulgar, sacaba apenas el estoque como si quisiera mostrarlo, justo cuando sus ojos se fijaron en el grandulón. Pero al final, la mirada del galante rubiales terminaba buscando los ojos de aquella pelirroja, aspectante de lo que pudieran desatar sus acciones.

Evyn asintió con la cabeza e iba a darse la vuelta, cuando se detuvo al ver como Fernand se levantaba y se acercaba a la mesa donde discutían aquella mujer de cabellos de fuego y el guerrero. - ¿A dónde vas...? - Preguntó Zoyla, aunque sus palabras murieron entre el murmullo de la gente.

La posada quedó en silencio cuando el joven espadachín empezó a hablar. Todo el mundo parecía estar atento a sus palabras y a las reacciones de la extraña pareja. 

Fernand, de forma galante, ofreció su ayuda a lo que a él le parecía una dama en apuros. Dicha dama levantó la mirada y la clavó en su semblante. Sus ojos oscuros brillaban irónicos y una sonrisa torcida se perfiló en sus labios.

- ¿Cómo...? ¿Dónde ves tú a una dulce dama en apuros...? - Su voz sonó dura. En aquel momento se sentía insultada por lo que ella consideraba un pelele. Se irguió, mostrando una figura con exuberantes curvas. Una espada colgaba de su cinto y a la altura del muslo llevaba una daga medio disimulada. 

El guerrero miró al espadachín y negó levemente con la cabeza. - Feyra, déjalo estar... - 

- No, quiero que me diga... ¿Quién se cree que es...? ¿Un salvador...? Feyra no es un trofeo ni soporta a peleles como este... - La mujer volvió a dirigir su mirada hacia Fernand con una expresión de reto en su rostro.

No necesitó mucho para que Fernand se diera cuenta que aquello no era como había pensado y aún así, algo pasaba sin duda alguna como para que hubiera una gran diferencia de opiniones y alzaran la voz. Pero lo cierto es que lejos de avergonzarlo, las afiladas palabras de la pelirroja hacían que la sonrisa de Fernand se volviera una mas arrogante, le gustaba como se comportaba, que no le pusiera las cosas difíciles e incluso estaba armada... De pronto, en menos de un segundo, no pudo evitar en pensar una rápida réplica para dejar claro que él también tenía una lengua afilada.

Dama? Oh yo no he dicho eso Señorita... Dama es mi hermosa acompañante, la que comparte la mesa conmigo... yo he dicho mujer.

Le replicaba sin borrar la sonrisa de su rostro y al mismo tiempo, lanzando un halago a la hermana de su mejor amigo, pero lo que venía luego era algo que le gustaba. No le gustaba hacer eso con una mujer, no con una con curvas tan prominentes y una cabellera tan roja como el fuego, pero Fernand era orgulloso y disfrutaba demostrar que no era ningún "pelele", aunque en cierta forma eso era algo que lo terminaba metiendo en muchos problemas.

Ya me he presentado pero puedo darte otros de los títulos que justamente he ganado... Pero ambos sabemos que eso no importará, ni siquiera mi actual profesión... Si no esta en apuros, supongo que la discusión que estaban teniendo es sobre otro asunto y ya que me acerqué hasta aquí, sigo ofreciendo mi ayuda para que los clientes de este lugar puedan comer en paz...

Agregaba aun con esa sonrisa en sus labios y notando los murmullos a su alrededor, eso le gustaba, tantos pares de ojos como testigos, siempre le gusto lucirse ante otros, mostrar su destreza con el estoque, mostrar lo que podía lograr con solo lanzarse al destino de cabeza. Pero no era todo lo que tenía para decir, Fernand pronto dejaba que su sonrisa arrogante se volviera un poco mas sutil, la mujer estaba armada y lo subestimaba...

Aunque creo que antes querrás ponerme a prueba.

Cuando Fernand insinuó que Feyra no era una dama, ésta endureció el rostro. Sus oscuros ojos parecieron brillar y sus labios se torcieron en una mueca.

- Lárgate y déjanos en paz... No te importa una mierda lo que estemos tratando... - Le dijo y se volvió murmurando por lo bajo. - Maldito niñato... ¿Pero qué se cree...? -

El hombre que la acompañaba miró a Fernand y volvió a negar con la cabeza.

- Disculpad a mi compañera, pero no estamos pasando una buena... - En ese momento fue interrumpida por la mujer de cabellos rojos. - Garrison... - Fernand no pudo ver la expresión con la que le miró, ya que en aquel momento le estaba dando la espalda. Pero pudo imaginarse que no había sido una expresión muy amable cuando el caballero se calló y bajó la mirada, clavándola en la jarra de cerveza que tenía delante. 

En serio... Eso es todo?

Era lo que pasaba en la mente de Fernand que al escuchar las palabras de la pelirroja, no pudo evitar sentirse decepcionado ya que realmente esperaba una réplica afilada, un revés en forma de sílabas y una provocación para obligarlo a aceptar a algún reto. Pero a pesar de eso, Fernand se mantuvo de pie en el lugar mientras veía como la pelirroja volvía a la mesa e incluso, para cuando parecía que su compañero le iba a decir algo, no le pasó por alto el gesto de esa mujer.

Bueno, a pesar de todo... Mi oferta sigue en pie, después de todo parece que siguen necesitando ayuda... Pero mientras discuten y deciden como pedirme ayuda sin dejar que el orgullo de la mujer se vea afectado, disfrutaré de una buena comida.

Eran las palabras del Duelista que luego de soltar aquello, daba media vuelta para volver a su mesa y sonreirle a Zoyla esperando que haya notado el halago que le lanzó con su mejor sonrisa. Pero una vez mas, sentía como su estómago reclamaba comida y mirando a la chica que los atendía, no dudó en sonreír de lado antes de pedirle el menú del día.

Feyra volvió a sentarse en la silla que había estado ocupando y enarcó una ceja al escuchar las palabras de Fernand. Sus ojos brillaron peligrosamente. El guerrero que respondía al nombre de Garrison, alargó una mano y la posó en el brazo de la pelirroja, llamando su atención y consiguiendo que la mujer dejara de prestar atención al espadachín. 

A sus espaldas, Fernand escuchó un reniego y de reojo vio un relámpago rojo. Cuando quiso volverse, Feyra estaba saliendo de la posada, provocando varios murmullos entre los asistentes.

Cuando Fernand llegó a su mesa, se dio cuenta de que la camarera ya no se encontraba allí. Zoyla lo miraba con los ojos como platos y una expresión de sorpresa en su suave rostro.

- Algún día te vas a meter en un lío muy gordo... - Le dijo negando suavemente con la cabeza. No tardó mucho en aparecer por la mesa Evyn y tomar nota del pedido de Fernand. Dejó una copa y una jarra de vino y otra de agua sobre la mesa y se marchó para seguir atendiendo otras comandas. 

- ¿Por qué lo has hecho...? - Preguntó la hermana de su amigo, una vez la camarera se hubo marchado.

Al final parecía que lo que creía no era así y a pesar de eso, no tardaba en ver como la pelirroja terminaba por salir de ese lugar evidentemente molesta... No le gustaba, estaba claro que necesitaban ayuda y aunque le decepcionó que las palabras solo quedaron en palabras, no podía hacer nada si no querían contar con una mano para sacarlos de su problema. Fernand podía ser el perfecto salvador de damiselas, pero no insiste cuando su oferta es rechazada o al menos, en esos aspectos porque en otros, puede ser demasiado persistente.

De todas formas, de regreso en en su mesa notando como la camarera ya no estaba, solo pudo sonreír al escuchar esas palabras e incluso, le guiñaba un ojo mientras le sonreía con completa seguridad. La verdad es que si guiara temiendo en los problemas que se podía meter, no estaría en la situación que esta ni en ese sitio, estaría escondido en el rincón oscuro de un cuarto temeroso de todo.

Esos son mis tipos favoritos de problemas.

LE aseguraba antes de que fueran interrumpidos y esta vez, al estar todo mas calmado, Fernand no dudo en pedir el plato del día y agradeciendo el vino mientras que al fijarse unos momentos en la jarra, no pudo evitar sentir un pinchaso al recordar a la sargento... LA verdad es que solo recordarla y como terminaron las cosas lograba que tuviera un humor algo mas oscuro por momentos, pero por suerte Zoyla lo sacaba de ese pozo con un pregunta que le arrancaba nuevamente una sonrisa chulesca.

Porqué no hacerlo? Esa mujer parecía tener problemas y no puedo dejar que alguien se aproveche de eso, claro que no fue lo que creí, pero tampoco iba a retirar mi ayuda una vez de pie... Pero fue decepcionante, pensé en un instante que esa pelirroja me iba a hacer vibrar con el acero, pero no tuvo el coraje de respaldar sus palabras... De todas formas, es imposible que no salte al ruedo cuando alguien me necesita.

Mas bien era diferente, no podia arriesgarse el cuello, meterse en problemas cuando había una mujer involucrada o podía ver como se lucía, era mas fuerte que él, sin mencionar emocionante aunque al recordar como escapó de la Guardia, al principio no fue nada emocionante... El ejercito no parecía tan malo, pero todos eran demasiados serios y cerrados para su gusto.

Zoyla suspiró y esbozó una suave sonrisa.

- Creo que esta vez te lo merecías. Esa mujer no parecía tener ningún problema. Estaban discutiendo, nada más. No sabes a quién le puedes estar ofreciendo tu ayuda y algún día podrías causarte problemas - . Bajó la voz y acercó ligeramente su cuerpo al de Fernand, para poder hablar en un tono más bajo, sin llamar la atención de nadie.

- No sé, no me gusta esa mujer, parece que oculta cosas y no creo que sea muy de fiar. Killian ya me ha contado alguna vez tu afán de encandilar a toda damisela con la que te cruzas. La verdad, creía que exageraba, pero después de lo que he visto, ve con cuidado. No me gustaría que te metieras en algún lío y arrastraras a mi hermano - . La joven había arrugado suavemente el ceño. Sus palabras parecían velar algún tipo de aviso. Quizás, era consciente de por qué estaba en el ejército y la ayuda que le había brindado su amigo en todo eso. 

En ese momento se acercó la otra camarera y retiró los platos de Zoyla.

- ¿Desea algo más? - Le preguntó con un tono de voz muy dulce. La chica era bastante linda. Tenía los cabellos castaños, casi rubios y muy sedosos y sus ojos eran de color miel.

Zoyla negó con la cabeza. - No, gracias... Está todo bien - . Entonces, la joven camarera miró a Fernand y una suave sonrisa se perfiló en sus labios. 

- Os escuché antes, sois.... Muy valiente... - Le dijo, antes de darse la vuelta y alejarse con las mejillas sonrosadas.

Aquel no era un buen día, así que Fernand tan sólo sonrió con cortesía a la camarera y volvió a centrar su atención en la hermana de su amigo.

Sin mayor incidentes terminó su día de permiso y el joven espadachín regresó al cuartel.