Cuando Freyja se dirigió a ella, Ainha pestañeó y volvió su mirada hacia la paladina. Suspiró y una pequeña mueca se formó en sus labios.
- Hablo de Benjan. No... No entiendo qué ha ocurrido pero él era un buen compañero - . Minutos antes de que todo ocurriera, habían estado hablando tranquilamente y riéndose. Ainha no aceptaba que él hubiera sido el responsable de toda aquella masacre.
- Además... Otra cosa que no entiendo es como ha podido volverse tan ágil de repente. Os estuvo esquivando sin ninguna dificultad, y... Benjan era un poco torpe; si no, Khaila ya se habría fijado en él, ¿no? - . No podía ser que hubiera estado fingiendo todo aquel tiempo, tenía que haber algo que se les escapaba. - Y... Y esa gema que leyó invocando magia, ¿alguien sabe qué puede haber sido eso? Era como si... Fuera un pergamino... - Aventuró, volviendo sus ojos azules hacia Phineas. - Una vez cayó uno en mis manos y las palabras que vi eran completamente incomprensibles. Intenté leerlo y al final desistí, dándome por vencida. Tú sabes de esas cosas, ¿no? - Le preguntó y desvió por un instante su mirada hacia Milo. El pobre se mantenía encogido entra las manos del hechicero, herido y todavía asustado.
Al buscar a Rina por uno y otro lado, Fernand se dio cuenta de que no se encontraba entre los soldados allí presentes.
Phineas, haz una tirada de saber Arcano ^^
Fernand empezaba a recorrer un poco el lugar mientras apuraba la hogaza de pan, le molestaba la garganta y buscaba masticar rápido para no perder tiempo mientras su mirada buscaba a alguien de roja cabellera. Pero Rina no estaba, incluso en el sitio en donde había visto a Freyja dejarla, aunque estaba seguro que ella la curó, le dijo que la curara y se supone que los paladines pueden curar a las personas, Fernand se jugaba el cuello en eso de lo seguro que estaba.... Tampoco la vio entre los muertos, pero no lograba encontrarla.
Donde esta?... Donde esta?... Donde se metió?
Murmuraba mientras iba con uno u otro soldado preguntando por ella, alguien debió verla, era imposible no fijarse en una mujer con unos pantalones tan ajustados que dejaban poco a la imaginación salvaje que él tenía, tan hermosa y vivaz... Incluso a pesar de que cuando comieron tuvo que cometer la tontería de intentar aleccionarlo y terminando por hablar de algo que a él no le gustaba nada compartir, que desde entonces solo la vio de lejos... No quería dejar de verla, tenía un plan completo que involucraba una cabra, poleas, sogas y hasta un violinista para sacarle de nuevo una sonrisa y dejarse de esas tonterías... Iba a sorprenderla como también le gustaba sorprender a la Amazona...
Ella no podía estar muerta, se negaba a aceptar que la paladina hubiese fallado en ayudarla, necesitaba verla, debía verla para asegurarse de que aun respiraba y mientras intentaba mantener la compostura y no llamarla a gritos mientras preguntaba por ella sintiéndose de una forma que no le gustaba, que no comprendía realmente bien porque él jamas se sentía así por nadie, sentía una simple lágrima escapar de su ojo derecho...
Motivo: reunir informacion
Tirada: 1d20
Resultado: 3(+2)=5
Sentía la boca totalmente seca, y la garganta irritada. Los ojos me lagrimeaban, y me escocía el cuello, allá donde las llamas habían quemado el pelo, y habían alcanzado la piel. Y, sin embargo, fui notando cómo mi ira, rencor, y demás cosas oscuras desaparecían de mi interior.
Al contemplarme en los ojos de Ainha, y verme reflejada aun en la quietud de lo que empezaba a ser noche, me di cuenta de que había tenido pensamientos que se apartaban de mis verdaderas creencias. No me había educado así. No quería ser ese tipo de persona que va buscando venganza, y ve cómo su propia vida se le escapa de los dedos. Y no la vive.
Esa no era yo. No quería ser yo. Y, pese a que, a veces, no podía evitar sentirme como una mujer más con sus pesadillas, y sus sueños secretos bajo el manto de las estrellas, no quería que se manifestaran. Nunca. Jamás al exterior. Porque yo no quería ser así. No había nacido para ello.
—¿Benjan?— repetí, murmurando aquel nombre, moviendo los labios, y perdiendo mi vista en la oscuridad, tratando de ahondar en mis recuerdos.
Fruncí el ceño, y escuché las palabras que Ainha seguía diciendo, tratando de recabar información.
—Nadie puede fingir tanto— terminé diciendo, ladeando la cabeza—. Ese tal Benjan ha tenido que ser encantado de alguna manera, hechizado por artes oscuras que aquí no deberíamos ni siquiera de pronunciar— advertí—. O bien, Benjan fue por propia voluntad hacia tales artes, se enamoró de ellas, y perdió el juicio, confundiendo amigo con enemigo. Quizá, el poder le corrompió— terminé aventurando.
No conocía el carácter de aquel tipo, pero me daba miedo que pudiera llegar a ser una decisión de él mismo, y haber querido y deseado el destrozo que había causado.
Miré a Ainha, sintiendo lástima por ella. Si su amigo había comenzado a caminar el sendero negro, sería muy difícil traerlo de vuelta.
Norven se había mantenido en silencio más no indiferente a las muchas cosas que sus compañeros y hermanos de armas decían.
Escucho a Ainha en silencio como el resto de los presentes mientras la joven les contaba acerca de “Benjan”.
Ciertamente si todo lo que Ainha postulaba era cierto, cabía pensar dos posibilidades.
En una de ellas, Benjan era un gran actor que había interpretado su papel por mucho tiempo, en la otra, Benjan no estaba siendo precisamente él.
Estoy de acuerdo contigo Freyja, dijo Norven hablando a continuación de la mujer, es muy improbable que este, Benjan, allá estado fingiendo durante tanto tiempo.
Imagina, hacedlo todos, que así fuera, que Benjan hubiera estado actuando todo este tiempo, ¿Por qué iba a desperdiciar su tapadera para incendiar el comedor?, ¿y porque iba a mencionar supuestamente quien le enviaba?.
O como el mismo dijo:
¿¡Creéis que las garras de Lord Rialvain no iban a llegar hasta aquí!? ¡Ninguno de vosotros, miserables, os salvaréis de las llamas de su cólera...! ¡¡Sufridla!!
Creo que todos suponemos lo mismo, “alguien” tomo la forma de Benjan o se valió de disfraces para parecérsele, y luego vino al comedor a hacer lo que hizo. Quizás el mismo que degolló al real Benjan.
Pero ¿Por qué?, ¿Por qué desperdiciar tanto recurso en incendiar el comedor?, ¿o acaso habrá sido esta una distracción?
Motivo: Saber Arcano
Tirada: 1d20
Resultado: 20(+6)=26
- Y... Y esa gema que leyó invocando magia, ¿alguien sabe qué puede haber sido eso? Era como si... Fuera un pergamino... - Aventuró, volviendo sus ojos azules hacia Phineas. - Una vez cayó uno en mis manos y las palabras que vi eran completamente incomprensibles. Intenté leerlo y al final desistí, dándome por vencida. Tú sabes de esas cosas, ¿no? - Le preguntó y desvió por un instante su mirada hacia Milo.
Hay diversos usos para las piedras puras y preciosas relacionados con las energías arcanas. Algunos hechizos de gran poder requieren de de gemas específicas como focos para canalizar la magia, o incluso como componente material que se consume al lanzar los conjuros. También sabes que es un material precioso muy usado en la creación de variados objetos mágicos, pues no cualquier cobjeto puede ser encantado con magia de forma permanente.
Sin embargo a lo que tu compañera se refiere, y que a ti te suena de haber oído a pretenciosos magos de lejanas tierras que se vanagloriaban de sus logros, es al uso de una gema como receptáculo de un hechizo en bruto. Si bien se dice que hay un misterioso arte lejano que imbuye las gemas con conjuros, que luego pueden añadirse a ciertos objetos o lugares, lo que has visto se parece bastante más a lo que Ainha ha dicho.
En las tierras lejanas del este (no sabes muy bien dónde, nunca has buscado aprender de geografía y de demarcaciones de diferentes reinos xD), se practica el arte de la creación de pergaminos mágicos (es decir, un pergamino donde un mago añade un hechizo en bruto, al mínimo nivel, preparado para ser lanzado como si fuese un hechizo que tuvieras memorizado en la cabeza), pero buscando métodos alternativos. Allí, lejos, además de añadirlos en pergaminos, también tienen la costumbre de "escribirlos" en el interior de las gemas. Se dice que hay un grupo muy hermético que les enseña a los suyos a crear velas y cirios con hechizos que se lanzan nada más encenderlos, siguiendo la misma tónica. E incluso se rumorea que hay una cábala que sabe el secreto de la laceración en sus propios cuerpos de runas mágicas y a cambio de tal dolor, pueden crear sus hechizos usando su propia piel en vez de papiros... Aunque, quién sabe cuánto hay de verdad en estas cosas...
El caso es que este costoso método de creación de pergaminos sustituye las hojas de papel o pergamino por valiosas gemas (algunas más, algunas menos). Éstas contienen las brillantes fórmulas mágicas en su interior en intrincados diseños y tridimensionales diagramas que, si bien son complicados para la gente normal de descifrar, cualquier usuario de magia arcana puede entender a la perfección. Al igual que sucede con los pergaminos cuando tienen inscritos hechizos, nada más usar el conjuro, las runas brillan, se deshacen hasta desaparecer mientras el hechizo es lanzado y la base (el pergamino o en este caso, la gema), queda totalmente intacta y lista para poder volver a ser usada, sin un ápice de magia en su interior. A no ser que el mágico que la creó añadiera otro conjuro en su interior.
Algunas personas, normalmente gente avispada, avezada, aventureros... logran descifrar en cierto modo lo suficiente de la magia de los pergaminos como para poder hacer uso de la magia en su interior... pero eso es bastante difícil, de base.
En términos de juego, la habilidad Usar Objeto Mágico (Int) Sirve tanto para poder usar objetos mágicos que de otro modo no podrías (como una espada Vengadora Sagrada, que está creada para paladines), como para poder lanzar magia contenida en objetos mágicos como si tú mismo fueras un lanzador de conjuros: varitas, pergaminos... Esa habilidad, que para algunas clases de personaje es clásea, como para los hechiceros, o los pícaros, para otros es transclásea (y les cuesta muchísimo subirla, si se deciden, cosa que no suele ocurrir), como para los guerreros, clérigos o exploradores...
Pero Freyja no estaba siendo la única en no ser ella misma.
Un incidente como aquél, un trauma tan visceral y gratuito forjaba, hundía o corrompía muchas clases de carácter. Raikan estaba inusualmente silencioso, poco presto al humor, y entendía menos de lo escaso que escuchaba. Aun incapaz de ser consciente de todo lo peor que podría haber sido todo aquello, inconsciente del riesgo que podría haber padecido Oz de haberse encontrado allí, el joven grandullón había sido testigo de una experiencia grotesca: de la extinción sin sentido de muchas vidas. Aquello distaba por muchas leguas de las consecuencias a sus propias gamberradas. Hasta el momento, su vida se había definido por hacer travesuras, más o menos graves pero que jamás habían supuesto la muerte de nadie. Jamás la guadaña le había mostrado sus cadavéricas facciones con tanta crudeza.
Estaba en un mundo que no reconocía.
-¡¿Una distracción?!- Gritó levantándose de repente y respondiendo a lo poco que era capaz de comprender de las palabras del medio elfo. -¡Incendiar un comedor... lleno de gente! Querrás decir. ¡¿Te parece poco?!- Replicó molesto, casi colérico y como siempre hablando a la vez que lo pensaba sin filtro ni medirlo. -¿Estás olvidando la masacre?- Señaló al cadáver más próximo que aún apestaba, el mismo que momentos antes había tenido que arrancar a su cuervo para que no se lo comiese.
-¡Tsk! ¡¡Vamos Oz!!- Se levantó y empezó a irse con el pájaro graznando sobre su hombro a la vez que lo acariciaba y mientras él mismo dedicaba otro mordisco generoso a aquella cena frugal.
Casi de seguro que Norven no merecía aquella rábia, seguramente era solo un vehículo donde, sin conseguirlo, vaciarla. Su diana de desahogo. Tim estaba actuando de forma impropia a su habitual conducta. Pero a pesar de todo ello, era aun muy joven. Seguramente no tardaría mucho a olvidar parte de aquella lección, volver a ver un mundo con colores que no fuesen solo hechos de cenizas, sangre y fuego, y volver a ser un completo inconsciente de lo que el mundo puede llegar a traer a cualquier vuelta de esquina.
Permanecí gran tiempo en silencio mientras la pregunta rebotaba en mi cabeza a la vez que veía las imágenes de todo aquello que el tiempo me había hecho aprender.
Las voces de algunos aún seguían con el barullo cuando un cuervo comenzó a graznar encima de Raikan y me sacó de aquel laberinto de mi cabeza. Mi mirada aún perdida se acomodó a los pocos segundos mientras se fijaba sobre Ainha.
Asentí y comencé a hablar.- En tierras al este, un poco lejanas, se práctica y fomenta una antigua rama de la magia que permite a los magos y hechiceros guardan en papiros y pergaminos la esencia de un hechizo, de tal manera que no requiera tener que memorizarlo sino invocarlo sin más.
Antiguamente solo se utilizaban pergaminos, pero esa magia poco a poco creció, y cambió las esencias que contenían ese hechizo, incluyendo como soportes para hechizos velas, ciriales, gemas, piedras preciosas e incluso el propio cuerpo... pagando con dolor la salvaguarda de un hechizo en la propia piel del hechicero. Aunque esto solo ser usado por un grupo muy cerrado de magos y hechiceros del este más lejano.
De igual manera, aunque uno de estos magos o hechiceros hubieran creado esa gema, para poder desvelar su poder, el lector debe de conocer las runas que la sellan... como una llave, sino la conoces, no podrás abrir esa puerta.
Tragué saliva y dije.- Ese tal Benjan... tiene el suficiente poder para desplegar todo el hechizo que hemos visto arder. No sé bien quien puede ser, pero sí... que se trata de alguien de gran poder...
EPÍLOGO CAPÍTULO 3: El Ejército
Aquel aciago día por fin estaba llegando a su fin. El ejército que se encontraba en Zarassna, capital del Reino de Etherlund, había sufrido un fatídico golpe. Los soldados tardarían mucho en olvidar aquella escena espantosa que habían vivido en su propia piel. La sangre, el fuego, los gritos, todo eso se mezclaba en sus sentidos y, hasta el más inconsciente, sentía un nudo en el estómago.
Durante todo el día estuvieron apagando los restos de aquel fuego que había devorado, con su imparable fuerza devastadora, todo lo que había encontrado a su paso. Cuando finalmente consiguieron sofocarlo tocó el trabajo más dantesco al que se habían enfrentado en su vida; tener que buscar los cuerpos de aquellos que no habían podido sobrevivir al infierno. Entre los escombros ennegrecidos, sobresalían brazos o piernas retorcidos y carbonizados. Tras apartar aquellos escombros, un rostro conocido, una mirada muerta, clavada en un instante de horror y sufrimiento.
Los compañeros, en silencio, junto a más soldados que como ellos se sentían consternados, estuvieron sacando los cuerpos y dejándolos en medio del patio de tierra. Aquel patio que normalmente estaba llenos de voces, gritos, chanzas y el sonido de las armas durante los entrenamientos, en esos momentos se mantenía en silencio. Un silencio denso, pesado, roto por algún que otro sollozo o gemido al ser descubierto un nuevo cuerpo, el rostro de un compañero que era hijo, hermano de alguien y que nunca volvería a ver un nuevo amanecer.
Las horas habían pasado y la oscuridad ya cubría con su manto el patio, cuando dijeron de parar y descansar. Aunque aquella noche, como muchas que les seguirían, apenas descansarían ya que al cerrar los ojos revivirían, una y otra vez, el fuego y los gritos.
Al día siguiente retomaron el doloroso trabajo de buscar a sus compañeros muertos. El fuego había devastado aquella parte del edificio y tenían que sacar muchos escombros para poder acceder a los cuerpos. Cuando terminaron, a media mañana, al final habían recuperado a 79 compañeros, entre ellos se encontraba Benjan, el causante de todo aquello. Pero tras haber hecho varias averiguaciones y haber preguntado a la sargento Rina, que era la que había sufrido el ataque del terrorista y se encontraba en la enfermería curando sus heridas, la teniente descubrió el engaño. Alguien se había disfrazado del pobre Benjan, tras haberlo degollado y dejado su cuerpo tras el edificio del comedor, había entrado en la gran estancia y había realizado aquel vil acto que tantas vidas se había cobrado. Así se lo hizo saber a todos Khaila, mientras cenabais en el patio, se acercó y, alzando la voz, explicó lo que había ocurrido. Muchos murmullos sorprendidos se extendieron y gestos de alivio podían verse en sus rostros. Nadie había podido comprender como aquel compañero y amigo había sido capaz de hacer algo semejante. Y aquellos que habían ido extendiendo el rumor, enfurecidos con el pobre Benjan, bajaron sus rostros, avergonzados.
Tras la cena la teniente se reunió con varios soldados, entre ellos nuestros héroes. Habló con vosotros y os pidió una vez más vuestra cooperación. Al día siguiente sería el funeral de aquellos valientes soldados y tendríais que llevar, con ceremonia, los ataúdes con sus cuerpos hasta los carros que estarían preparados para llevarlos al cementerio. Después los acompañaríais y bajaríais de nuevo los ataúdes para que pudieran ser enterrados, todo eso delante de sus familias y amigos.
Fueron avisados los allegados de aquellos hombres y mujeres que vivían más cerca. También se había enviado comunicado al resto de familias, pero la distancia les hacía imposible el poder asistir a tan desdichado evento.
Por la mañana, el día se levantó gris, plomizo, el ambiente amenazaba lluvia y el aire era frío y cortante. En el patio se reunieron todos los soldados que habían estado bajo las órdenes de la teniente Khaila Silverblade. Sus rostros estaban demacrados y ojeroso y los ojos de más de uno mostraban un tono rojizo, señal de no haber dormido apenas aquella noche.
Había un total de trece carros, donde serían depositados los ataúdes y algunas urnas, con los cuerpos y restos de sus compañeros. Varios familiares se habían acercado a la zona. Lloraban y pedían explicaciones por lo ocurrido. Los jóvenes soldados podían sentir el dolor que desprendían aquellas personas y se sentían impotentes, sin saber qué hacer o como actuar ante aquella situación.
En su interior, Khaila sentía que todo aquello la superaba. Intentó mantenerse fuerte y estoica delante de aquellas gentes, aguantando sus gritos e insultos e intentando calmar aquellas almas destrozadas. Pero, a pesar de su fortaleza, los compañeros que ya habían empatizado un poco con aquella oficial, podían observar el pequeño temblor de sus labios y como hacía esfuerzos para no echarse a llorar delante de aquellas personas.
Llegó un alto clérigo de Heironeous, dios del valor, y habló ante aquellas familias que buscaban algo de consuelo. Les habló del valor, de la dedicación. Les dedicó palabras de ánimo y consiguió llevar un poco de alivio a sus corazones.
Mientras aquello ocurría, los soldados se mantenían en silencio y en posición de firmes, en medio del patio. Tras las palabras del sacerdote, un grupo de músicos que se había acercado al cuartel, empezó a tocar una melodía triste, que llenaba los corazones de melancolía.
Cuando Khaila dio la señal, los compañeros se apartaron de la formación y se dirigieron a la zona que habían improvisado para dejar los ataúdes. Sobre cada uno de ellos había una tela azul, con el escudo de armas del Reino de Etherlund. En silencio, con el sonido de las flautas, laúdes y liras que los acompañaban, los ataúdes fueron llevados uno a uno hasta los carros que se encontraban allí, esperando.
Los carros se pusieron en marcha, iban tirados por dos caballos cada uno. Fueron saliendo poco a poco por las grandes puertas que delimitaban el Distrito Militar y se encaminaron por las calles de Zarassna, tras los carros iban los músicos, sin dejar de tocar aquella melodía que les acompañaría todo el camino. Después el cortejo de familiares y, tras ellos, guiados por la teniente Silverblade, caminaban los soldados del ejército, con semblante serio y paso marcial.
Zarassna parecía haberse vestido de luto. Los estandartes estaban a media asta y de los balcones colgaban banderas negras. Las gentes observaban el cortejo fúnebre en silencio y en señal de respeto se mantenían a distancia.
Pasaron por diferentes distritos, las puertas de las murallas que los separaban se abrían y la guardia se mantenía allí, de pie, con saludo militar y mirada sombría.
Finalmente llegaron a las puertas del cementerio. Los compañeros, al volver a estar allí, sintieron un escalofrío recorrer su espalda al recordar lo que había ocurrido hacía escasamente un mes. Volvían a esa zona, pero aquella vez sus corazones estaban llenos de pesar y sentían como si hubiera pasado mucho más tiempo.
Dentro del cementerio los árboles estaban llenos de cuervos, como si todos los que habían en la ciudad se hubieran reunido allí para observar el último adiós a aquellos valientes soldados.
Repitieron la misma operación, pero esta vez bajando los féretros y dejándolos donde el viejo enterrador les indicó. Tras eso se mantuvieron en silencio, apartados, mientras los familiares decían su último adiós a sus seres queridos.
Finalmente todo aquello parecía haber terminado. Mientras volvían, caminando por las calles, un trueno iluminó el cielo y éste empezó a descargar con fuerza la lluvia sobre aquella ciudad que vestía sus calles de negro.
- FIN CAPÍTULO 3 -