Amanecía, los primeros rayos de rol se colaban entre los pliegues de los cortinajes, cosa que acompañada de los cantos de los gallos de la aldea extramuros tendía a despertarte.
La noche había transcurrido tranquila, sin aparentes problemas con los bandidos de la zona.
Entre abrí mis ojos lentamente al notar como los rayos del sol que atravesaba las cortinas de mis aposentos se posaban sobre mis parpados. Con un amplio suspiro y una pequeña sonrisa me levanté de la cama, esa noche había dormido bien, no hubo ningun ruido que me despertase a mitad de la noche o que me impidiera dormir por temor a los bandidos que solían merodear por la zona.
Eché una mirada a un sillon cercan, sobre el estaba mi bolsa y mi libro. Decidí asearme antes de salir, preguntándome y esperando si habría algo nuevo que hacer en el día de hoy.
Cuando regresas a tus aposentos te extrañas de que la puerta se encuentre entreabierta, pues recuerdas perfectamente que no la dejaste así y dudas mucho que el servicio sea tan poco cuidadoso.
Algo distraida, pensando en lo que ha estado pasando me dirijo a mis aposentos, cuando levanto la vista hacia la puerta de mi habitacion para abrirla me percato de que ya lo está. Mi ceño se frunce debido a la sorpresa y a la preocupación, no era normal que eso ocurriera.
Lentamente y con el cuidado que puedo empujo la puerta, asomandome primero, asegurandome de que no haya nadie.