Esa noche, la fiesta fue alegre pero al mismo tiempo todos estaban un poco apenados por los perdidos y además nerviosos por si se repitiese el ataque Chasind. Casi todos en el pueblo disfrutaron de la comida y bebida, incluidos nuestros héroes. Tan sólo ser Vilem y su soldado, lo pasaron en los calabozos.
El día siguiente amaneció sin lluvia pero con negras nubes en el cielo. Todos parecían más tranquilos.
De Vado de la Bruja, llegaron las noticias de que los soldados del Arl, habían rechazado una nueva incursión de chasind. Ahora el pueblo de Sothmere parecía más seguro.
Ser Gelda, partió a media tarde con los prisioneros y sus guardaespaldas camino del castillo del Arl.
La hija del Alcalde, se recuperaba de la enfermedad junto a los demás infectados. La anciana Stoyanka, se limitaba a cuidarlos y dar instrucciones a los que le ayudaban.
Todos en el pueblo parecían volver a las labores interrumpidas por los acontecimientos de los últimos días.
Pasó una semana.
Del este, llegaban noticias de que la Ruina, había alcanzado Lothering y el Arl Eamon de Risco Rojo había caído enfermo de una extraña enfermedad justo cuando más se necesitaba su mano firme. De más allá, llegaban rumores sobre el círculo de los magos. No parecían muy fundados pero sin embargos resultaban inquietantes. Algunos hablaban en susurros del Derecho de Anulación. Desde el Oeste, en el oscuro y mágico bosque de Brecilia, llegaban rumores de extrañas criaturas y Licántropos. El mundo parecía encaminado a la hecatombe y sólo un milagro del Hacedor o un Héroe podrían evitarlo.
Finalmente, llega el momento de partir cada uno al destino que Andraste le depare...
Ya pasado el momento de la celebración -aunque esta vez sin ninguna mujer o elfa entre los brazos-, llegaba el momento de tomar una decisión. Las palabras de Morrowir y Lilith aún resonaban en mi cabeza... Me sentía en deuda con todos ellos y con Stoyanka. La vida, mi vida, se mostraba de nuevo ante mí como un regalo, una sensación que no tenía desde hacía muchos años, desde antes de que la desesperación se adueñase de mis noches insomnes.
Durante la semana siguiente traté de cumplir mi promesa de cazar para Stoyanka, aunque con éxito dispar. Las noches en Sothmere pasaban tranquilas, frecuentemente en la taberna, bebiendo junto a mis recientes compañeros junto a los que me parecía ya haber pasado tanto tiempo, y a los que debía mi vida en más de una ocasión. Pero a medida que pasaban los días, a todos los que allí nos quedamos se nos iba haciendo cada vez más evidente que no podíamos permanecer ajenos a todos los cambios que estaba sufriendo el reino, y que se manifestaban cada vez más en las pequeñas cosas: en cómo miraban a Lilith algunos aldeanos, a veces con temor; el recelo hacia Kazurh y su insistencia en evitar cualquier relación con la raza enana; el desprecio de muchos de los hombres del pueblo -aún algo soterrado por nuestro éxito trayendo el musgo, pero cada vez más palpable-, hacia mi condición de elfo.
Así pues, en la que sabía que sería mi última noche allí, levanté mi copa ante mis compañeros y hablé de este modo:
- Amigos míos, este puede ser un buen momento para buscar otro destino lejos de este lugar. ¿Qué os parece si...?
La verdad es que no estaba agusto en aquel lugar, si bien intentaba demostrar que me hacia feliz velar por la seguridad del pueblo la verdad es que a medida que comenzaron a llegar las noticias del exterior sobre la caida de Lothering, los rumores del bosque sumado a los problemas en el circulo, era como si una inmensa nube negra se cirniera sobre todo Ferelden y de que serviria ocultarnos en un pequeño poblado al sur cuando todo se viera arrasado por la plaga. No era el tipo de hombre que se queda esperando a la muerte, no. Preferia salir a casarla y enfrentarla en un sangriento campo de batalla.
Asi es que cuando aquella noche, como tantas otras nos sentamos en la taberna a intentar ahogar nuestra infelicidad en alcohol e Itan se sincero me decidi a dejar salir todo fuera.
- Se que muchos han aguantado aqui por mi pedido, pero es cierto. Ha llegado el momento de dejar Sothmere, el mundo esta demasiado oscuro como para fingir claridad en este pequeño lugar. Los engendros se han llevado al rey, junto con miles de personas valiosas entre guerreros y simples aldeanos. Creo que marchare hacia el norte, quizas Risco rojo sea un baluarte que valga la pena defender, sobre todo si el Arl esta enfermo. Quizas termine mis días enterrado en Orzamar tratando de hacer alguna diferencia contra esos malditos engendros. Mis heridas ya estan sanas, en gran parte gracias a la anciana y a Lilith, ahora mi sangre me pide ponerme en movimiento...
El temor poco a poco iba disipándose. Las noticias del triunfo de las fuerzas del Arl sobre los chasind abrigaba un destello de esperanza. No obstante, todas esos inquietantes sucesos atormentaban mi corazón. Pero de momento contaba con la compañía pero sabía que tarde o temprano debían separarse.
La Ruina avanzaba inexorable, una sombra aterradora que manchaba la pureza de las tierras virginales y sus moradores. una mancha que corrompía todo a su paso y volvía a cuerdos en dementes y a los gentiles en abominaciones. Eso era algo que estaba en su mano. No podía hacer mucho, pero sí lo que estaba en su mano y estaba dispuesta a intentarle o morir en el intento.
Entonces llegó el momento del adiós. Ese doloroso momento. Morrowir estaba dispuesto a dejar la apacible localidad y Itán también estaba dispuesto a marchar.
- Yo marcharé allí donde el Mal y la Ruina aceche, si queréis marcharos os doy mi bendición, si me queréis acompañar, bienvenido de nuevo y sé mi compañero de viaje.
Una lágrima escapa de sus ojos.
- Me alegro de haber compartido esta aventura con vosotros, mis valientes compañeros de viaje.