Los ataques de mis lobos consiguen acabar finalmente con el poderoso Lich y sonrío satisfecho de haber derrotado a un enemigo tan famoso como capaz. Pero de pronto, todo el lugar comienza a colapsar y sé que si no somos capaces de salir de ahí, moriremos.
El Lich parece recluirse en una urna y corro para tomarla antes de huir de la zona. Sé que es arriesgado pero no debemos permitir que el no-muerto sea capaz de volver. Debe mantenerse acabado así como está ahora, y para siempre. Es una amenaza demasiado grande como para permitirlo.
Tomo la urna y corro hacia los enanos que nos ofrecen el pasaje para llegar seguros a tierra, un destino muy diferente a lo nos espera si no nos movemos de inmediato.
Aldarion corre por la urna y yo lo cubro de los asquerosos no-muertos que podrían intentar detenerlo. Lo espero a que regrese también en su retirada.
No sé que planee hacer con aquella urna pero conozco bien los poderes de los brujos y demás, el Lich era uno poderoso y no podíamos permitir que en aquel lugar quede escondido su poder para que alguien más lo tome sin problemas.
-¡Vamos elfo, yo cubro tus pisadas!- le grito para afirmarle que no está solo en su misión final.
Miro de reojo a las naves voladoras enanas, una proeza increíble sin dudas.
Una vez en las naves enanas el grupo se empezó a alejar de la necrópolis. Detrás de ustedes podían ver como perdía altitud y poco a poco caía sobre las ruinas de Stratholme y se perdía de vista entre los fuegos permanentes que asolaban la ciudad repleta de no muertos.
Dentro de la nave reinaba un silencio incomodo, por un lado todos estaban bastante felices por haber derrotado a la plaga pero el hecho de haber visto a un antiguo gran paladín quien incluso llegó a portar la espada más magnifica creada en las forjas de los enanos había bajado bastante la moral de las tropas. Todo eso sin contar los sacrificios que tuvieron que hacer los que murieron en batalla.
Tras un pequeño viaje las naves aterrizaron cerca de la Capilla de las Esperanza de la Luz. Allí los esperaba un hombre.
El padre Montoy estaba esperandolos con sus manos tendidas sobre su regazo. Al ver que Aldarion cargaba una pequeña urna el hombre se acercó y miró a los ojos del elfo.
¿Sabes lo que tienes allí? Cuando Arthas se movilizó para revivir a Kel'thuzad utilizó la urna funeraria de su propio padre para llevar los restos del necrómano a la fuente del sol con tal de revivirlo. Estás cargando la urna del último rey legitimo de Lordaeron Therenas Menethil.
Tras decir eso miró a los Renegados con cara de asco y notó como muchos de ellos le devolvían el gesto.
Esto es una reliquia de la luz y debería descansar en la Catedral de la Luz en Ventormenta. ¿Podrías dejarme llevarla a nuestra iglesia para purificarla y que lo único que mantenemos de nuestro difunto rey descanse con su pueblo?
El sacerdote te mira con intriga esperando tu respuesta.
Al llegar a la Capilla, el Padre Montoy nos recibe y me explica la naturaleza de aquella urna que conseguí salvar. Asiento a sus palabras antes de hablar:
- "Recogí la urna pues no permitiría que el Lich pudiese volver nuevamente a la no-vida a través de su filactería. Si usted es capaz de conseguir ello y a la vez salvar esta reliquia, estaré gustoso de brindársela."
Le hago una pequeña reverencia y se la entrego en las manos, mientras sonrío satisfecho de saber que he hecho lo correcto, recuperando algo valioso para los humanos y a la vez, dándole el golpe final al Kel'Thuzad.
Estoy algo aliviado al salir de aquel lugar, aunque también angustiado por la grave herida de mi compañera Azrael. Expulso un suspiro prolongado mientras me reclino en un árbol viendo la escena que hay delante de mí.
-Si tan solo los humanos no empleasen métodos tan rebuscados para estar con sus ancestros- me digo a mí mismo -no hubiesen tenido nunca este problema-.
Acaricié los colmillos de mi collar, eran mis ancestros a los que llevaba cerca. Aun perdiéndolo sabía que ellos me acompañarían.
Mirando a la sacerdotiza me pregunté si podría continuar con la misión.
Tras esto el grupo se separó y cada uno volvió a sus ciudades. La amenaza había sido derrotada y Naxxramas no volvería a atacar a los Reinos del Este ni a los pueblos mortales.
Varias semanas después les sorprende escuchar que la filacteria de Kel'thuzad no se encuentra en ningún lado. El padre Inigo Montoy está desaparecido y con él cualquier oportunidad de detener a Kelthuzad para siempre.
Fin del capítulo.