Había pasado un tiempo desde la lucha con Kel'thuzad, los rumores que llegaban desde las tierras de la Alianza eran extraños y perturbadores. No solo la urna que tenía los restos del Lich había desaparecido, sino que el padre Montoy también había desaparecido sin dejar ningún rastro. Con eso las esperanzas de que el Lich haya sufrido una muerte definitiva se perdieron en el olvido.
Además llegaban rumores de que los Draenei se habían unido a la Alianza y eso representaba un peligro para la Horda, ahora no solo estaban en inferioridad numérica, sino que los nuevos aliados de los humanos eran una raza que había convivido con los orcos en Draenor, una raza que los conocía y que siempre fueron muy superiores a los orcos en conocimientos, tecnología y poder militar. Los orcos solo pudieron hacerles frente recurriendo a los poderes de los demonios, sin estos poderes las cosas no hubieran ido como fueron (también es verdad que sin la influencia de los demonios los orcos no hubieran atacado nunca a los Draenei).
En ese momento Thrall se encontraba discutiendo con sus allegados, Reghar Earthfury, Varok Saurfang y Ettrig eran algunos de los que se encontraban hablando con el jefe de guerra mientras varios de ustedes miraban la conversación.
Nosotros tenemos una deuda con el pueblo Draenei, el problema es que no creo que ellos quieran hablar con nosotros, reducimos Shattrath a cenizas, no es algo que pueda perdonarse por más que sean una raza pacífica.
En ese momento un portal se abrió en el medio de la sala y un elfo de sangre apareció en pleno Grommash Hold.
¿Que significa esto? ¿Que negocios quieren tratar los Elfos de Quelthalas con la Horda?
Me encontraba en un rincón, murmurando insultos por lo bajo. Uno esperaría que tras todo lo acontecido le permitirían mayor libertad, una unión entre Horda y Alianza que los dejara vivir tranquilos.
Azrael había sido arrancada de sus brazos con la promesa de sanarla y no la había podido ver nuevamente, como si eso fuese poco ahora tenía que asistir a esas reuniones de mierda cuando lo único que quería era ser dejado en paz y vivir bajo sus propios términos.
Suspiré. Estaba atosigado de tanta pompa.
Al menos hasta que el elfo apareció. Mi mano fue a mi arma como reflejo pero realmente no creía que fuese necesario hacer demasiado escándalo, ya alguien más se encargaría.
El que apareció en medio de la sala fue un paladín, que acorazado, lucía una cara preocupada. En cuanto localizó a Thrall se dio un golpe en el pecho, saludo que los orcos podía tomar con orgullo, pero que solía también presagiar una pelea.
Puso una rodilla en tierra, pero mirando al orco líder comentó: - Noble Thrall, soy el paladín Leinad Ikegar, enviado por el principe de mi rada a visitar a Lady Sylvanas, para unirnos a la Horda. Se puso en pie y tomó una postura firme, pero más relajada que una presentación militar. - Ella me hizo llegar a frente a ti, para proponer, con la esperanza de que acepte, la entrada de los Elfos de Sangre a vuestro grupo, a luchar hombro con hombro junto a Orcos, Renegados, y el resto de razas que puedan estar, o entrar en el futuro en "La Horda".
Thrall se levanta y mira a los verdes ojos del elfo con cautela mientras empieza a pensar que contestarle.
Nuestra raza realizó grandes atrocidades en las tierras de Quel'thalas. Hasta el momento no hemos hecho mucho para ganarnos la simpatía de los elfos y si bien no se encuentran como miembros de la Alianza me cuesta creer que nos tengan como su primer opción.
Detrás de Thrall un lobo blanco con el emblema del Clan Lobo Gelido camina hacia el elfo y empieza a olisquearlo. La criatura es tan grande que fácilmente podría ser una amenaza para Ikegar. De todas formas el lobo empieza a mover la cola y a mirar a Thrall.
Parece que Snowsong confía en tí y no sería un orco digno si no confiara en mi lobo.
Hace un gesto para que el lobo se ponga a su lado y se agacha hasta quedar a la altura de los ojos del elfo agachado.
¿Que pasó en Lunargenta? ¿Por que necesitan la ayuda de la Horda?
Levantó la cabeza y miró a los ojos al Gran Dignatario de la Hora. Aún así, sólo usó el cuello, y ningún otro músculo de su cuerpo hizo el más mínimo atisbo de moverse. La mirada arrastraba resentimiento, y sus palabras dieron explicación a lo que sus ojos intentaban expresar. - Gran Señor, mi raza siempre ha desconfiado de los "Hermanos de la Noche" pero la oscuridad siempre trae malas intenciones, y mi mano fue ejecutora de un espía, el cual portaba documentos incriminatorios. Esos papeles nos permitieron descubrir un intento de invasión, y gracias a un Gran Ejecutor de los Renegados, que luchó con sus tropas, hombro con hombro junto a mi y los míos, rechazamos ese vil intento de profanar nuestras ya fatigadas tierras. Suspiró, y entonces si se movió entero, por el esfuerzo de sus pulmones por arrastrar el penoso aire que le permitía vivir un poco más. Un enemigo común nos aproxima a la Horda, y los enemigos de mis enemigos son mis amigos. De todas maneras, no se desplazó. Sólo sus hombros y pecho, en el movimiento natural del suspiro. Sin dejar de mirar a los ojos del orco. No desafiante, pero si firme. Había usado una frase muy típica. Un tópico, más bien, pero ... realidad en este caso. Eso mostraba que querían ser lo que eran, miembros de pleno derecho allá donde se integraran. No miembros de segunda, sin con voz y voto. Un miembro integrado, en el que se podía confiar, y necesitaba de los fuertes brazos que pudieran servir de ayuda en la batalla que estaba por devenir.
El fibroso pero pequeño orco volvió a retorcerse en su rincón, agradecía no tener que estar más cerca de donde sucedía todo aquello puesto que de ser por él hubiese mandado al elfo a freír hongos.
-¿El enemigo de mi enemigo...? ¿Qué le pasa a este orejas de alfiler? Así no se hacen tratos, los hermanos de guerra duran para toda la vida- notó que sus pensamientos estaban atravezados por los prejuicios típicos de considerar al compañero de combate un igual y un ser digno. Su estómago se revolvió.
Inhaló y exhaló varias veces para calmarse mientras maldecía el momento en el que había accedido a ser partícipe de aquella reunión, no podía dejar de pensar en su amiga y en que toda esta guerra y politiqueo no hacían más que reafirmarle sus ideales.
-Tanto sacrificio para nada-.
Thrall se queda mirando al elfo en silencio pero pensativamente. Pueden ver como en los ojos azules del orco se empiezan a formar recuerdos.
Escucho tus palabras y siento verdad en ellas. Vivimos en un mundo cambiante, no hace muchos años peleamos codo a codo con los elfos nocturnos y humanos para hacerle frente a la amenaza de la Legión Ardiente en el Monte Hyjal.
Mira al resto de los presente mientras habla.
Si lo que este elfo dice es verdad, la Alianza ya hizo su movida y declaró la guerra a los Elfos de Sangre. ¿Quien iba a pensar que lucharíamos codo a codo con seres que una vez fueron humanos? Hoy, luchamos como uno con los Renegados a nuestro lado.
Toma su martillo y mira a Ikegar a los ojos.
Elfos de sangre, Sylvanas confía en ustedes y yo también lo haré. Levantate como miembro pleno de la Horda. ¡Lok'thar Ogar!
Thrall se golpea el pecho con el puño cerrado y lo mueve apuntando al cielo mientras mira al elfo, en ese momento un cuervo entra volando por la puerta y se desploma en el medio de la habitación. En este momento el cuerpo del cuervo cambia y se nota que es un tauren. Thrall se gira y lo mira sorprendido mientras el tauren logra balbucear lo siguiente.
El Portal Oscuro se abrió, la Alianza está intentando detenerlos en Nethergarde si no hacemos algo Stonard será la proxima victima.
El jefe de guerra se mueve rápido y grita a los chamanes que tiene más cerca.
¡Cuiden a este druida! No te preocupes, estás en casa.
Luego se gira a Ikegar.
¡Manda un mensaje a Lorthermar y a Sylvanas. Si la Legión está atacando desde Draenor tendremos que detenerlos.
Los tambores de guerra empiezan a sonar por la ciudad. Mientras tanto Thrall sale del Fuerte Grommash y empieza a gritar a todo pulmón.
¡Hermanos y hermanas de la Horda, la Legión Ardiente regresó! La Horda marcha una vez más a la guerra contra los demonios.
Fin de las escena.