Partida Rol por web

Los demonios cedían ante nuestros ataques pero la batalla está lejos de terminar. Veo como nos separamos en dos objetivos diferentes, enemigos terribles de toda vida.

Concentro mis energías e, invocando al poder de la naturaleza, emito un poderoso rugido que llena de agresividad y potencia a todos mis aliados.

Con el grito de guerra de la horda decido flanquear al gran infernal que nos intenta atacar. Finjo caer de mi montura y ruedo tapándome con unos cadáveres, la bestia intenta localizarme pero el elfo de sangre está aun amenazándolo.

Cuando encuentro una oportunidad porque el mastodonte ya no me ve aprovecho el ruido de la batalla para cargar contra él sin que me escuche.
Tiro mi lanza hacia la criatura intentando empalarla pero no soy demasiado dado a ese tipo de combate, quizás fuese el destino pues ahora podría probar mis recientemente adquiridas armas.

Avanzo junto al resto de guerreros de la Alianza y el primer enemigo al que hago frente es un pequeño manáfago que no levanta dos palmos del suelo. Agito el mazo de guerra y de un solo golpe en la cabeza acabo con su vida. Sigo avanzando y, junto a Aldarion enfrentamos a un guardia vil:-Te arrebataré la vida!-le grito mientras le apunto con el mazo de Guerra.

Acto seguido me lanzo a la carrera y al combate. Puedo escuchar detrás de mi un rugido y por el rabillo del ojo veo a Aldarion con la boca abierta, en ese momento mi espíritu de eleva y me da más energías con las que combatir al guardia vil.

Si bien muchos de sus ataques fallaron, los de sus compañeros no lo hicieron y esto en conjunto con el rugido de Aldarion hizo que las tropas de la Alianza y de la Horda en conjunto pudieran aplastar muy fácilmente de los pocos demonios que formaban ese grupo de avanzada.

Fue en ese momento que el capitán de los orcos se dió cuenta de algo que era obvio, pero que nadie había mencionado hasta el momento. Gritando en su mejor lengua común (para las cuerdas vocales de un orco era difícil hablar como las razas de la alianza, pero se notaba que estaba haciendo su mejor esfuerzo).

¡Si salen más demonios saldrán del Portal Oscuro carguen hacia el portal!

Las razas de la horda no dudaron y subieron a sus monturas mientras cargaban hacia el portal, en cambio las razas de la Alianza estaban atónitas. Por un lado tenían que obedecer a un orco, pero lo que planteaba el orco era suficientemente razonable como para darle la razón y sumarse a la carga.

Al cabo de unos minutos un grupo cosmopolita de razas de Azeroth se encontraban en la puerta del Portal Oscuro, un portal que estaba abierto y mostraba majestuosamente un pasaje a otro mundo.

Una vez que se prepararon para asediarlo. Los lideres de la Alianza y de la Horda se juntaron a negociar. Tras unos segundos fue el general de los guerreros de Nethergarde quien tomó la palabra.

Mi nombre es Norhderson. Guereros de la Horda y de la Alianza, tenemos que proteger nuestras tierras de estos demonios y la mejor forma es llevar la guerra a sus tierras. Yo les ordeno que carguen hacia el portal y matemos a todos los demonios que podamos.

Como un masa uniforme, las tropas de la Alianza y de la Horda cargaron hacia el portal y dejaron atrás Azeroth...

El combate había sido encarnizado y Argul no había corrido con demasiada suerte ni con muy poca. Aun así habían vencido a los invasores y era momento de volver a las pocilgas cuando a algún capitanucho se le ocurrió gritar órdenes incoherentes de cargar hacia el portal y otro más lo siguió.

Eventualmente hasta los humanos habían reconocido como apta una idea extremadamente estúpida.

Lo peor no acababa de llegar pues poco tiempo después surgió el "plan" de cargar contra los enemigos EN SU REINO, de haber sido sugerido por el mismísimo Thrall hubiese considerado eso un suicidio inútil y una táctica absurda.

-¿Por qué no usar la pólvora de los góblis y enanos a fin de volar la puerta? No, noooo, por supuesto. La estrategia más infalible es invadir, vamos, que la cabeza es solo para ponerse un bonito casco de mithril o dar golpes- gruñía desde su montura sin intentar ocultar su disgusto.

El combate contra el guardia vil, había sido encarnizado pero unos cuantos golpes certeros en los puntos vitales, acabé derribando al enemigo. De pronto el líder de los orcos, gritaba órdenes de avanzar contra el Portal Oscuro. Había algo que no me convencía, todavía tenía los recuerdos de la batalla por la ciudad de Shattrath y la huida de Draenor. Por lo que me habían informado tras nuestra huida los orcos construyeron el Portal Oscuro y destruyeron Draenor. Años después se volvió a abrir el Portal Oscuro y la caída de Kil'Jaeden y Archimnode, hechos que mi corazón se alegró de escuchar. 

La idea no era mala pero el hecho de volver a Terrallende, el nuevo nombre del destruido Draenor, era algo que temía aún más que enfrentarme al peor enemigo conocido. Pero debía hacerlo y antes de que siguiese al resto, escuché el relincho de un caballo a mis espaldas, al girarme le ví: Sha'sui, mi amigo y montura, había llegado y me había buscado. Cuando me acerqué, el equino se calmó y con mi mano derecha reposando sobre su rostro calmé mi corazón al dejar que la Luz fluyera a través de él y se canalizara en mi:-Gracias amigo mío. Ahora ayúdame a combatir a los demonios.-le susurré mientras conectaba con él. 

Monté sobre Sha'sui y cabalgué hacia el Portal Oscuro. Allí se reunieron todas las razas de Azeroth y el líder del Nethergarde habló. Acto seguido todos los allí reunidos empezaron a cruzar el Portal Oscuro. Le di un toque a Sha'sui y avanzó lentamente, cuanto estuve frente al Portal Oscuro y vi lo imponente que era, un sentimiento de desesperación e ira cruzaron mi mente, pero Sha'sui tiró de las riendas como diciéndome que estuviese tranquilo. Aquél simple gesto mi mente se fortaleció, le di otro toque y cerré los ojos. 

Cuando los volví a abrir me encontraba en Terrallende.

Ya ni sabía a que golpeaba. Hacia delante y punto. Y ni siquiera entendía el fin de la contienda, más allá de rechazar al invasor demoníaco.

No tenía claro si algún "ALI" también se había "comido" algún casporrazos, pero habría sido sin querer. Empujaba, peleaba, y seguiía empujando a esos seres para rechazar el invasor, y ahora se transformarían ellos en eso mismo. En invasores, de una tierra desconocida, de un lugar ajeno a sus conocimientos y sin conocer que leyes las rigen.

No hubiera pensado jamás que estaría en total acuerdo con un comentario mordaz de un orco. Y lo estaba, pero era una táctica, destruir el mal desde raíz era un principio de su orden, e invadir era una interesante forma de llegar al origen de todo esto para destruir cualquier otro acaecimiento similar a este.

Y cargó.

El portal permanece abierto, mostrando las llamas de un mundo arrasado al otro lado. Miro, con una pequeña mezcla de temor y asco, por un mundo que ha sido devastado, cuya naturaleza ha sido suplantada por corrupción y cuyo equilibrio se ha perdido hace tanto tiempo como su inocencia.

"Pobre mundo cuyo verdor ha sido reemplazado por llamas abrasadoras. Los demonios son los enemigos de toda vida y aquel lugar ha sido su cubil durante demasiado tiempo. Es hora de liberarlo también."

Mis compañeros cargan bajo las órdenes de sus oficiales y, sin duda alguna, empuñando mi bastón con toda la fuerza que tengo, cargo en esa dirección, para así enfrentar a los enemigos de Azeroth en su propio terreno. Sé que será peligroso, sé que muy seguramente no regresemos, pero es lo correcto para proteger nuestro mundo de los demonios.

La Legión de Fuego no volverá a pisar Azeroth mientras un druida quede con vida.