Evelyn se quedó allí, callada como si todas las fuerzas la hubiesen abandonado de repente, y aunque el quedo silencio auguraba que los pensamientos rondaban su mente como cuchillas, también hubo una suave calma que pareció asentarse entre ellos, como si el abrazo de Daire fuese un hechizo protector que los envolvía impidiendo que las cosas del exterior les afectaran demasiado. Estaban allí, en aquella casa, y por unas horas podían ignorar el mundo que había más allá, con todos sus problemas.
La criatura, Deroff, se acercó con cautela hasta Daire, alternando su curiosa mirada entre mago y bruja. Extendió una mano de dedos largos, nudosos y grises, que asieron la del mago con suavidad, con una gentileza de la que muchos humanos carecían. Pudo notar la suavidad de su pelaje, y un leve temblor que parecía recorrer su cuerpo agitándolo levemente. Parecía tan consternado por la situación como ellas, y aunque se había visto arrastrado a aquel embrollo, probablemente en contra de su voluntad, no parecía importarle demasiado. Sin soltar la mano de Daire, se acercó a Evelyn emitiendo un suave gemido, una llamada de permiso y de cariño, apoyando el mentón barbudo en el brazo de la bruja mientras le tocaba los rizos estirándolos para luego dejar que se encogiesen de nuevo. No era en absoluto una criatura violenta.
—Helena lo adora más que a su vida. Casi se muere cuando salió herido —comentó Evelyn, rascando la cabeza del animal, que pareció sonreír bajo la espesa barba. —Lamento haberle puesto en peligro —se disculpó, más que consciente del amor que Daire le profesaba a aquellas criaturas, a su manera.
Evelyn siempre había sido la de las pociones y los duelos. Tom, cosas manuales, transformaciones. Objetos, en resumen. Lizeth... Bueno, a Liz siempre se le había dado bien mandar, dirigir el frente y a la cuadrilla hacia lo desconocido y más allá.
—¿Te vas... a quedar? —inquirió entonces Eve, interrumpiendo aquel pensamiento. Sus ojos no le miraban, pero pudo notar cómo contenía el aliento, esperando una respuesta.
Motivo: Carisma + Criaturas
Dificultad: 8
Tirada (9 dados): 8, 9, 4, 4, 7, 5, 5, 5, 9
Éxitos: 3
Te he hecho yo la tirada de Carisma + Criaturas mágicas para ver si al bicho le caías bien.
La duda ofendía.
-Claro que sí, Eve.
Llamarla por primera vez con el diminutivo se le antojó extraño. Casi forzado. Habían pasado muchos años. Demasiados.
Estuvieron un rato así, sumidos en las marañas de sus pensamientos, dejando que el silencio rellenara ese espacio por ellos. Si las palabras del irlandés habían formado el contrato, aquel punto y aparte era la firma: Daire pensó en lo que había hecho, en el agujero sin fondo en el que había ido a caer:
"Me pregunto si habré cambiado por la noche. Déjame pensar: ¿era la misma cuando me levanté esta mañana? Casi pienso recordar sentirme un poco diferente."
No recordaba donde había leído la cita. Probablemente en algún libro muggle que le había leído su madre. Grabada en su cabeza, como si un estilete hubiera repasado cada palabra en su cráneo... Y qué adecuada parecía ahora. ¿Qué pensaría Liz? ¿Qué pensaría él mismo, si pudiera usar un giratiempo para viajar a esa misma mañana y relatar al Daire matutino los devenires del vespertino?
Y, sin embargo, todo estaba claro en su cabeza, cristalino como el agua del Lough Dan. Puede que no fuera más que un egocéntrico deseo de verse a sí mismo como el pegamento que había unido a personas tan dispares, si bien Daire era incapaz de tal introspección, y menos en un momento como aquel. La conclusión era la misma: su amiga estaba en problemas, y su deber era hacer que dichos problemas se hicieran cada vez más pequeños, hasta desaparecer. Lo demás eran detalles, escollos que podrían ser superados por medio de sus buenas intenciones. Y la suerte de los irlandeses.
Al final fue él el que decidió incorporarse, apartando con suavidad a su amiga y centrándose en lo importante: servir un par de vasos. Whisky para él, brandy para su amiga. A los Demiguise no les gustaba especialmente el alcohol, así que Daire no le sirvió nada.
-Vamos a hacer una cosa -empezó, mientras vaciaba las botellas con parsimonia-. Puedes hablarme un poco más sobre esa gente que nos persigue, y así me entero mejor de donde me he metido...
Se inclinó junto a ella, ofreciéndole el brandy con una sonrisa que marcó el inicio de unas patas de gallo.
-... O puedes hablarme de donde has estado estos años. Y así nos ponemos al día. Lo que prefieras.
Best case scenario, Daire se entera de quién son los nuevos votantes de VOX.
Worst case scenario, Evelyn no quiere hablar y se pasan el resto de la tarde-noche haciéndose mimitos y a base de small-talk.
Entre medias está la opción de que los dos se pongan al día sobre los últimos años.
Sea cual sea la opción, y a pesar de lo directo de sus palabras, no va a presionar a Evelyn, ha vivido una situación intensa y quiere dejarle espacio para que se recupere.
Me parece bien rolear cualquiera de estas escenas o resumirlas, up to you. Lo que sí le gustaría es subir más tarde a hablar con Rosier. Si sigue ahí, que mira que lo dudo.
El embrujo en el que Daire había caído también parecía haberse extendido a ella, callada y taciturna como solía cuando las cosas se torcían de más. Evelyn aceptó el brandy, observándolo como si aquellas arrugas de la edad hubiesen llamado su atención súbitamente. El tiempo había pasado para ambos de forma crucial e impasible, como debía. Pero también evidenciaba los años de ausencia. Y mientras Eve lo contemplaba, se dio cuenta de que se habían hecho mayores, y aquel pensamiento le trajo sorpresa y también tristeza.
Con lentitud, aplicó los labios al vaso dándole un sorbo generoso que arrancó una tos repentina de su garganta. Entonces sacudió la cabeza y pidiendo ayuda como lo había hecho hacía muchos años, tomó su mano para levantarse y dirigirse hasta la mesa, tomando asiento.
Deroff los siguió, esta vez dejándoles espacio y acomodándose en una camita que parecían haber preparado para él.
—Son… Se hacen llamar los Caballeros de Walpurgis. —comenzó en un susurro quedo—. Son, eran alumnos de la casa de Slytherin en Hogwarts, hace ya muchos años. Apellidos como Lestrange, Avery... Rosier. Mulciber. —Evelyn se pasó el vaso de mano a mano, contemplando las ondas que se creaban sobre la superficie del licor. Con cierto nerviosismo se rascó la nuca—. Empezaron un… Club, una secta, encabezada por un tal Riddle. Ya sabes, todas esas cosas por las que mis padres me enviaron a Howth y no a Hogwarts: pureza mágica, sangres limpia, muerte a los squib y muggles. Nosotros tuvimos suerte, pero otros no tanta.
Helena… Bueno, es Hufflepuff, pero el resto de su familia no, y ya sabes cómo son estas cosas entre Los Sagrados Veintiocho. Querían que se casara con alguien de bien, ergo Rabastan Lestrange. Así es como se ha visto envuelta en todo este… —tomó aire, buscando la palabra adecuada— esta equivocación. No te haces una idea de lo que son, Daire, de lo que pueden llegar a hacer. Parecen una célula de los tiempos de Grindelwald y la Gran Guerra. Se aferran al miedo, al poder. Tienen manos metidas en todos los fregados del Ministerio y fuera de este. Helena es… Es mi prima carnal, y cuando no supo a quién buscar me buscó a mí, porque sabía que a mí no me importaban esas cosas. Por eso volví de los Estados Unidos, porque me lo pidió. —Sus ojos se desviaron hacia el techo, donde debía de estar refugiada la mujer—. Estaba aterrada, hablaba del regreso de su líder, Riddle, y de todas las ideas locas que tienen planeadas. Quieren darse a conocer, someter a los muggles y a los sangre sucia, limpiar toda Gran Bretaña de impurezas. Y tienen seguidores, Daire. Hay círculos donde se les escucha, igual que antaño. Han estado esperando a que ese Tom Riddle regresara de los países del norte donde se supone que ha estado aprendiendo las Artes Oscuras, igual que Gellert Grindelwald.
Evelyn suspiró, encogiéndose sobre sí misma con ambas manos rodeando el vaso. En su mirada había una desesperación que Daire jamás le había visto antes.
—Cuando volvió, Riddle, buscaba algo. Algo muy importante y que le había entregado a Cormark Lestrange para que este lo guardase. Algo que ahora se encontraba en el Ministerio de Magia. —Sus ojos se desviaron hacia la cama donde descansaba Deroff, y entre las mantas del animal, Daire pudo reconocer la madera de roble y serpiente que pertenecía a la caja. —Llevaban meses planeando cómo sacarlo de allí. No sabemos qué es, sólo que es muy importante como… Una fuente de poder o algo así. Un arma poderosa. Y yo soy, bueno, bastante buena con la legeremancia. Solo tuvimos que robarles el plan y ejecutarlo antes que ellos. Y ahora...
Sus palabras murieron en un trago más que generoso, cerrando los ojos lánguidamente.
—Fue una estupidez, lo sé. No sé en qué estábamos pensando. Quería hablar con Tom, ver si él puede abrir la dichosa caja pero... No queremos meter a nadie más en esto. Esta es la línea que hemos decidido no cruzar. Nos vamos a quedar aquí hasta que encontremos la forma de esconder esa dichosa caja, o sacarla del país, o... Lo que sea.
Perdón por la tardanza >.<
Según Evelyn iba progresando con su relato, Daire empezó a palidecer poco a poco. Secta, Grindelwald, Artes Oscuras, pureza de sangre... Aquellas palabras empezaban a danzar en su cabeza, como aves de mal agüero, y la mezcla resultaba ciertamente aterradora. La realidad de la tormenta en la que había ido a meterse de cabeza pesaba en su estómago, cada vez más nítida y ominosa. Empezó a notar ensación una viscosa sensación de malestar general, no tanto por el miedo a esa gente sino por el recordatorio de la oscuridad que acechaba, latente, en el mundo. Uno de esos sentimientos que se adhieren a uno y no le dejan pensar en otra cosa. La antítesis de todo en lo que creía el irlandés.
Pero ya no eran niños, ninguno de los dos. Y Daire había llegado a aprender, a lo largo de su vida, que los monstruos raramente solían ocultarse entre las criaturas con las que él trabajaba.
-Madre mía -resopló a mitad de la explicación, sin poder quedarse callado por más tiempo.
Se sentó junto a su amiga, escuchando atentamente. Aunque siguió dando buena cuenta del whisky, fue más por costumbre que por deseo: se le habían quitado las ganas de beber. Cuando su amiga terminó de hablar, observó el vaso, distraído. Pudo atisbar un reflejo distorsionado de sí mismo sobre la oscura superficie del líquido, y lo que vio no debió de gustarle, porque apartó finalmente la bebida y clavó sus ojos en Evelyn.
-Habéis hecho lo correcto, Evelyn. Solo lamento que no me hayas llamado antes. Y estamos jodidos. Vaya que si estamos jodidos.
Acto seguido se echó a reír, ante un chiste que solo él entendía.
-¡Y pensar que he llegado a pensar que tú habías...! Joder, qué alivio.
¿Sagrados Veintiuno? ¿Qué ha pasado con los otros siete?
¿Veintiwhat? xD No sé de qué me hablas.
Te postearé cuando pueda, que mañana me voy ya de viaje.
Sus palabras, escuchar aquel «habéis hecho lo correcto», fue todo lo que Evelyn necesitó para que una risa nerviosa escapase de su boca, acompañándolo después en aquella carcajada extraña sin importarle el por qué de su procedencia. Resopló como si se hubiese quitado un gran peso de encima, y todo su cuerpo se desplomó con aquel gesto, dejando caer los hombros y los brazos en una extensión del alivio que sentía. Bebió hasta vaciar el vaso y después se restregó los ojos. Aquello parecía absolutamente irreal.
—Joder… No sé cómo vamos a salir de esta pero cuando te he visto ahí fuera, Daire, cuando te he visto… —gesticulaba con la mano libre casi como si estuviese reviviendo el momento de aquella visión, los ojos perdido al frente clavados en la puerta de la cocina—. Ni siquiera lo pensé, sólo salí. Sólo… Seguimos siendo criminales a ojos de la justicia.
Se pasó la mano por la frente en un gesto de frustración, echándose los rizos hacia atrás. Después negó con la cabeza levemente y clavó los ojos en el fondo del vaso, donde un leve rastro de licor volvía la superficie cristalina.
—Tengo la sensación de que lo hemos arriesgado todo por nada. Y encima se han llevado a la pobre señora Pawl por delante. No quiero ni imaginar lo que nos harían a nosotras si nos llegan a pillar.
He estado dándole vueltas y creo que te voy a editar el post anterior y a cambiar a Riddle por Voldemort. Si no recuerdo mal, había bastante secretismo respecto a su verdadera identidad, así que dudo mucho que Helena llegase a saber cuál es.
Daire negó con la cabeza. Ni que decir tiene que él no era la persona más indicada para lanzar tratados filosóficos al aire, pero se negaba a creer que todo aquello no tuviera un verdadero motivo, más allá de la equivocación. Evelyn y Helena habían optado por seguir los designios que les dictaban sus corazones, por anteponer a su propia seguridad y estatus el de las personas que les rodeaban. El de toda la comunidad mágica, en realidad. En un mundo tan cínico y gris como aquel en el que vivían, un acto de altruismo como tal era como un oasis en el desierto. Un acto que merecía algo más que una visita a Azkaban o una maldición asesina.
Y, sin embargo, ahí seguían. Atrancados. Sin salida.
-Vale... -su mente empezó a trabajar-. Vale. Vamos a ver cómo enfocamos esto.
Dejó a un lado la copa, vacía. Suficiente alcohol ya. Se incorporó y empezó a pasear por la habitación.
-El Fidelio no se puede romper por medio de tortura o Imperius. En ese sentido, estáis seguras. Lo único que encerradas aquí quizás os volvéis locas. Habrá que mirar cómo arreglamos eso. En mi caso, tendría que volver pronto o sospecharán y vendrán aquí. Si es que no están sospechando ya. Creo que puedo aparecerme -no lo tenía tan claro, pero estaba lo suficientemente achispado como para confiar de más en sus habilidades-, e inventarme alguna excusa por el retraso. Trabajar desde fuera, de alguna manera. Intentar exponer a aquellos infiltrados en el Ministerio o... Bueno, ya iremos pensando cómo lo hacemos.
Se detuvo, perdido en el tren de sus pensamientos, y encaró a la puerta por donde se había ido Rosier.
-¿Quién es la guardiana, tú o ella?
Ah, ¿Pero es que Riddle es Voldemort? ¡Spoiler! ;)