Tal vez fuera por la absurda cantidad de ropa que aun había amontonada en su interior...
O podría ser su espíritu, que se resistía a marcharse...
O quizás se debía a la metafísica del lugar, cuyo espacio se plegaba sobre sí mismo, y era mucho más que la docena de edificios que podían observarse a simple vista…
El caso es que la Ciudad Olvidada estuvo ardiendo durante toda la noche. Hicieron falta 400 efectivos y 11 horas de lucha con las llamas para sofocar el incendio*, y no fue hasta poco después del amanecer cuando el cuerpo de bomberos de NYC lo dio por extinguido.
Cuando las llamas se apagaron no quedó mucho más que el esqueleto desnudo de uno de los edificios. El resto eran escombros; un cementerio de pilas de ladrillos, cristales rotos, vigas carbonizadas, trozos de chapa ennegrecida, y montones de ropa a medio calcinar.
Pero esa noche, antes del amanecer, algunos de aquellos que moraban la ciudad y escaparon por su vida - junto con nuevos amigos - volvieron a visitarla. En el mundo de los sueños…
*Esto es lo que tardó el incendio en sofoarse de verdad, la única diferencia es que en el mundo real empezó por la mañana. La cuidad Olvidad existió, y se quemó, por eso os pedía que no buscarais nada. Esperad un poquito más si quereis documentaros, que hay algún detalle que podríais averiguar on-rol.
Edito: un errorcillo, no hace falta releer.
Una sola cama en aquella habitación era para Shoshana una verdad ineludible, como un solo planeta en el que vivir. James y ella iban a acabar la noche ahí, sí o sí, y eso la mantuvo un poco más despistada de lo normal, es decir, totalmente incapaz de seguir ninguna conversación más allá de afirmar con la cabeza mirando al infinito.
La nube de humo llegaba a tapar las estrellas y las luces de los rascacielos cercanos parecían como en las noches en que la niebla salía del río inundando la ciudad con su manto espectral. Había bebido un poco de champagne y mucha Coca Cola pero ni eso último ni tener a James a dos palmos —ella en calzoncillos y una camiseta gigante— la ayudó demasiado a aguantar con los ojos abiertos. A partir de cierta hora siempre le entraba sueño y tener al chico tan cerca le hacía sentir cómoda, demasiado cómoda. Le tentó hacerse un hueco entre sus brazos y ronronear pero en lugar de eso, una vez creyó al chico dormido salió de la cama, limpió a Leonora con una toallita húmeda y la metió en la cama.
Buscó algo con lo que pintar sobre una sábana y dibujó el depósito de The House of Yes. Una nave onironátuca sobre él que bien podría pasar por un Ovni, a Leonora con su uniforme, en forma androide, un unicornio alado de ojos grandes que prepresentaba a Eve, a James como caballero-astronauta con su guitarra a la espalda, a Margotte como un androide con aire de espantapájaros y a Vesper de color verde, como una sabia mujer planta alienígena. Todos, incluído el unicornio, vestían uniforme espacial de corte minimalista, de los que hizo un croquis en una esquina*.
Después metió la piedra de la House of Yes en la cama** e inspirada por ésta, en otra esquina de la cama dibujó un croquis de una brújula que señalara la afinidad espiritual a la ciudad. Un pequeño objeto que tuviera en su interior una piedrecilla sacada de los escombros de la ciudad, pensando que seguro sería de utilidad para guiarse.
Su intención era valerse de todo aquello para empujar a sus colegas a un sueño que empezaría de una forma parecida a como habían estado esa noche, viendo a la ciudad arder. A partir de ahí tenía la esperanza de que una vez con todos, como onironauta superdotada, le resultaría fácil explicarse, o a los otros entenderla, y les podría convencer para que la acompañaran a un viaje que en busca de un sitio nuevo para la Ciudad Olvidada***.
Motivo: Traerlos a su sueño
Dificultad: 4
Tirada (3 dados): 5, 2, 10
Éxitos: 2
Motivo: Ritual extendido
Dificultad: 4
Tirada (3 dados): 8, 8, 6
Éxitos: 3
El ritual y las tiradas han sido consensuadas con el máster en la escena "Shoshana".
(*) Los trajes que ha diseñado son tipo estos:
https://i.pinimg.com/564x/42/3c/01/423c0158de304c6f1451442bcd06f8bd.jpg
https://i.pinimg.com/564x/0d/0f/6e/0d0f6eb389ad166da589d0b2732719a5.jpg
(**) El hechizo, además de Mente a 3 y Correspondencia, implica a la esfera de Espíritu, para que el espíritu de la ciudad la guía en el sueño.
(***) El resultado podría ser conocer por el sueño un sitio en el que más adelante, en la vigilia, hacer un ritual para resucitar allí la Ciudad Olvidada o en su defecto hacerlo en el propio sueño, con lo que se convertiría en un lugar onírico que podría ser visitado por la gente cuando durmiera.
Durante el rato que transcurrió antes de marcharse a la cama, James no encontró el momento para hablar con Shoshana acerca de lo que quería. La veía distraída, seguramente planeando su sueño de aquella noche, así que se limitó a acompañarla en lo que quisiera curiosear de la House of Yes aunque tenía ganas nulas de meterse en una pista de baile o siquiera ver gente de fiesta. La acompañó también bebiendo Coca Cola mientras la veía mirar al infinito preguntándose qué estaría cociéndose en esa cabecita fantástica suya.
Una vez de vuelta en la habitación de Alix, James se descalzó y se sentó en la cama. Pensó que sería mejor echarse sobre la colcha vestido para no incomodar a la chica –y sentirse más cómodo también él mismo- mientras ella improvisaba una especie de camisón con una camiseta que le venía enorme. No pudo evitar sonreír al verla ni preguntarse por qué no habían hecho algo así antes, por qué no le había pedido que le dejara acompañarle en una de sus expediciones nocturnas. Pero si el mundo de la vigilia ya es algo personal, el mundo de los sueños lo es todavía más, de modo que aquello tal vez habría sido una intromisión y no había llegado a pedírselo nunca. Apostaba a que tenía toda una serie de lugares increíbles que soliera visitar, “gente” a la que hubiera conocido de aquel modo y mil cosas más que seguramente él no sería capaz de imaginar. Quién sabe si no tendría algún novio o amante onírico.
Se echó a su lado y se quedó observándola para ver si le daba algún consejo, instrucción, advertencia o algo, pero la chica siguió muy callada y bastante seria, así que decidió no perturbarla.
—Buenas noches, pequeña —se limitó a decirle. Tuvo el impulso de acariciar aquel pelo cortito suyo de tacto aterciopelado, pero no lo hizo. En su lugar respiró hondo y después cerró los ojos esperando que los eventos de aquel día tan largo no le impidieran conciliar el sueño.
Edito para quitar a Oz y Red, que los tengo como destinatarios ocultos.
He editado un par de erratas y añadido una frase.
Iba a su cuarto, directa. Aun se masajeaba el brazo, dirección a su cuarto. Vio su puerta. Observó el pomo. Y pasó de largo. El sonido de sus pasos se perdió escaleras abajo.
Entró en el cuarto de Red, sin invitación ninguna y blasfemó cuando su espinilla se dio un golpe contra uno de los lienzos del pintor. Tardó en localizar el interruptor de la luz y al encenderlo sus ojos bailaron perdidos por el espacio. Las pinturas, algunas con perspectiva, otras con formas que no lograba entender, confundían el espacio en el que apenas había estado nunca. Luego, los espejos reproducían las imágenes, que unidas a las estanterías de libros y propios recovecos del lugar, hacía que el cuarto de Redmond pareciera un laberinto mágico. Le dio una cierta sensación de mareo.
Sin detenerse más tiempo en entender el lugar, se puso a toquetear por las mesas, cogiendo frascos y botellas. Olía algunas que no identificaba y resultaban siendo productos químicos de pintura: aguarrás, cola de conejo, secantes, barnices... Con cualquiera de ellos se podía pillar algún tipo de colocón pero al no entender qué tenía entre manos, Eve no se guardó nada. Un frasquito manchado de pintura le pringó los dedos y acabó soltándolo de mala manera hacia algún rincón y yéndose por dónde había venido.
De camino a la sala de fiestas se llevó la réflex de su cuarto y en apenas unos segundos estaba envuelta por luces de colores cambiantes y un ruido y un ritmo que le retumbaban en el pecho, totalmente descompasado con su ritmo corporal.
Le aturdió la luz y le abrumó la música. No tenía ni una droga que meterse que le excitara en el momento. Se quedó mirando el baile de la gente, que parecía una noche más para todos ellos, pero que para ella era como si acabara de regresar de la guerra. Estaba como una niña perdida con la cámara colgando bajo su mano derecha. Ella, iluminada en rojo, blanco, rojo, blanco, blanco, blanco, blanco, blanco, blanco, blanco, azul. Un chico la miró y ella vio a la criatura de metal. La imaginó electrificada. En una silla eléctrica.
Regresó a su cuarto.
Nada más entrar se quitó la camiseta y se la sujetó apretada contra el pecho. Abrió la ventana de par de par y se asomó mostrando la cámara.
- ¡¿Quién lo quiere?! -gritó al gentío que deambulaba por la calle como una extensión de la fiesta en el interior. Ella se sujetaba la camiseta con la tensión de que se le mostrara un pecho en un descuido. Había que llamar la atención. Ante los gritos de algunos chicos y los movimientos y exclamaciones de Eve, la rubia terminó lanzando hacia delante la cámara. Su ventana estaba algo elevada sobre el nivel del suelo. Era como una Rapunzel comunista, sin pelo largo ni ropa apenas. O como un papá noel actualizado. Cuando se deshizo de la maldita cámara se metió dentro e hizo lo propio con el trípode. Trató de usar su mente para volverlos ligeros en su lanzamiento. Quizá se hubieran roto al tirarlos o a lo mejor habían impactado en la cabeza de algún borracho. Le fue igual. Cerró la ventana.
No había sido su día, tampoco su noche. A la mañana siguiente meditaría para solucionar su estropicio físico y mental e impartiría una de sus clases de yoga, que siempre le ponían de buen humor. Por si no hubiera sido suficiente con librarse de los caros objetos de fotografía, Eve tomó un papel cualquiera que había tirado en el suelo de su cuarto, le prendió fuego con un mechero y lo tiró al váter. A la mierda el día de hoy. Luego se secó el pelo y se echó a dormir.
*
La noche no fue tranquila, tampoco.
Eve estaba bajo las sábanas, en la luz suave de su cuarto, iluminado por alguna farola de la calle. Sus piernas se movían entre la tela y su ceño estaba ligeramente fruncido. Estaba teniendo una pesadilla.
El sueño era una imagen fija. En él, Eve veía sus manos pelando una mandarina. La fruta iba dejando una larga tira de piel. La tira nunca acababa, ni caía de sus manos. Cuando la rubia daba una vuelta completa a la mandarina, ahí seguía habiendo piel. Comenzaba a pelar más rápido, como si huyera por su vida, pero la tira de piel nunca terminaba. Su mente estaba encerrada en el bucle de la pesadilla, en la que sentía entre sus dedos el tacto del fruto y la agitación en el pecho por necesitar que terminara. Era como caer en un torbellino eterno.
Durante un momento, el sueño, nublado y con escenas que se alternaban sin conexión, le mostró su propio cuerpo. Se vio con un gran cuerno en la frente. En él ella apenas tenía sombras en la piel, se la veía clara y nublada, angelical. El cuerno parecía el de un unicornio, como si estuviera enrollado en sí mismo. Al verlo, su mente volvió a traicionarla. Su mirada avanzaba por los surcos del cuerno, tratando de darle la vuelta con la mirada y alcanzar la punta. Pero eso jamás ocurría.
El sueño que he puesto es un tipo que yo tengo a veces. Pesadillas que son como misiones imposibles en las que corres pero tus piernas van lento y nunca puedes llegar a tu destino. Lo podéis interpretar como queráis. Quizá si se hace un viaje como el alunizaje puedan encontrar un planeta como una mandarina pelándose eternamente. O a Eve en la nave, como hipnotizada. Bueno como es un sueño he querido hacerlo así confuso e interpretable;)
Vesper se había quedado mirando el ocaso del incendio desde su terraza, un paisaje infernal dibujado en la bruma anaranjada del humo contra la límpida noche cobalto. Una sombra de duda la asaltaba de a ratos y se terminaba preguntando si en verdad Redmond, Oz y Penélope lo habían logrado y habían pasado al otro lado del espejo como se lo habían propuesto o si acaso las llamas habían acabado con ellos. El pensamiento la paralizaba pero se lo permitía, claro: esa clase de ráfagas solo se vuelven tornados si no se las examina con cuidado. Luego se reprendía: “mujer de poca fe”.
Se ocultó entre los árboles frutales de su jardín, agazapada entre las sombras de mineral y clorofila, el perfume incierto de los frutos inmaduros, intensos y breves, estallidos de una primavera recién nacida, la sumían en una especie de trance. Desde allí le daba la impresión de estar contemplando un funeral vikingo con sus teas encendidas como farolas sobre el agua calma de la noche inmensa.
Se le ocurrió que, como en el filme que hubiera visto cuando niña, de pronto un gran demonio de llamas podría salir del incendio y extender su mano ígnea sobre su vergel. En medio de aquel pensamiento, envuelta en la manta sobre su reposera y con la cerveza en la mano, sintió la modorra del velo onírico rozándole los sentidos al tiempo que se ponía a la defensiva, ligeramente inquieta ante la duda de si aquello era una premonición o solo una fantasía, y se llamó a sí misma a proteger su santuario justo antes de ser presa de la consabida sensación caída.
El pecho le dolió de una manera asfixiante mientras gruesas lianas salían de su esternón reemplazando su carne y sus huesos se convertían en raíces nudosas; los tallos finos le cincelaron los dedos y los labios; lustrosas hojas como lingotes mojados de esmeralda cayeron sobre sus hombros haciendo las veces de cabello. Un suave bikini de musgo y florecillas la cubrieron.
Se contempló los brazos y las manos azorada, olía a bosque. No supo muy bien dónde estaba, pero intuyó que muy pronto sus dudas serían desveladas.