James se quedó un rato más charlando con Margotte. Esta le habló de Rá, le explicó que había vivido en la Ciudad Olvidada desde mucho antes de que ella llegara, y que era una especie de guardián del lugar. Era un tipo raro, casi más amigo de sus perros que de las personas, aunque a veces invitaba a colegas a comer barbacoa y bañarse en el río, u organizaba conciertos de música punk que le encantaba.
Le dijo que había sitio de sobra entre las ruinas, y que podía reclamar el lugar que quisiera, o a dónde la ciudad lo llevara pues, tal como descubrió cuando la médium le acompaño hasta la puerta y al abrirla se encontró con unas escaleras que descendían directamente hasta la calle, la cuidad cambiaba por sí sola, y a quien ella quería le conducía hasta aquello que andaba buscando, ya fuera un recorrido de parkour acojonante, un lugar especial dónde plasmar alguna obra de arte, o un rincón para refugiarse.
James se marchó intrigado, pensando en que volvería pues el lugar le atraía profundamente. Tanto que la noche siguiente soñó con la Cuidad Olvidada y sus extraños habitantes...
Al despertar no recordaba mucho del sueño, sólo que en ese caso sí había accedido a la propuesta de Margotte, que aquello le había asustado de algún modo y que, junto antes de despertar, había visto a la chiflada del metro espiándole desde una esquina.