Una luz brillante y cegadora directa a los ojos arranca a Eve de un sueño intoxicado El resto de sus sentidos despierta, y como golpes en su consciencia le traen el fuerte olor a meados, la humedad y, en la piel, primero la sensación de la suciedad pegajosa y después el escozor de heridas y rozaduras. Intenta levantarse a duras penas ayudada por el brazo del agente que la ha despertado, pero está a punto de caer al tropezar con sus propios vaqueros que, junto a su ropa interior, se enredan entre sus piernas a la altura de los tobillos, arrugados.
No recuerda cómo llegó a la ambulancia desde debajo de aquel puente donde la encontraron. Sabe que la hicieron vomitar, y sus memorias del trayecto hasta el hospital consisten en flashes y sensaciones inconexas. Las voces de los sanitarios ahogadas en el grito estridente de las sirenas. El tacto gélido de las barras de la camilla metálica, la agobiante mascarilla de oxígeno, y la vía hincada en el brazo que se intentó quitar hasta que le inyectaron algo.
Tampoco sabe cómo acabó la fiesta en una casa abandonada a la que fue con unos colegas del barrio. Se estaban divirtiendo a lo grande, bailaron, bebieron, y se metieron de todo… pero después de un momento difuso todo se fundió en negro.
Despierta en una habitación de hospital. Junto a la cama su madre, hecha un mar de lágrimas, y su padre, con los ojos perdidos en el infinito, como ido, y la mandíbula apretada sin atreverse a mirarla.
Frente a ella un policía que se pone en pie en cuanto Eve vuelve en sí.
-Señorita, ¿sabe usted por qué está aquí?- le pregunta con voz inquisitiva y autoritaria.
Se intenta incorporar cuando se da cuenta de que una de sus muñecas esta atada con esposas a la cama.
Flashes… Retazos… Piezas de un puzle incompleto que sentía como se le escapaban entre los dedos como granos de arena… Alcohol… drogas… baile… cuerpos desnudos… no, no del todo… ¿Había querido?... no podía estar segura… imaginaba que sí… ¿o no? No podía saberlo…
La luz le cegaba. Tardó varios segundos que parecieron horas en conseguir enfocar. Aquel hombre tuvo que repetir su pregunta varias veces. Quería responder, pero sentía la boca pastosa… no, más aún, seca, incapaz de hablar. Quise moverme para buscar un vaso de agua y entonces algo me lo impidió. Miré. ¿Unas esposas? ¡Oh, mierda! ¿Qué había pasado?
-Señorita, ¿sabe usted por qué está aquí?- le pregunta con voz inquisitiva y autoritaria.
Traté de formar las palabras con la boca completamente pastosa.
- No… no shé… creo… creo que me esharon algo… en la beshbida… no… no reshcuerdo bien… - dije compungida, incapaz de mirar a mi madre, ni a mi padre, mucho menos a aquel hombre autoritario…
Narel, te perece bien que abramos esta escena para el resto de jugadores? Ya la cerramos cuando se ponga interesante.