Blue había invitado a Red unas cervezas, esas cervezas que siempre dejaban para más tarde y que finalmente se habían concretado en algo más que una promesa o buen deseo. Aquella noche estaban extraña y milagrosamente solos en House of YES, una noche de lunes muerta como solo un lunes podía serlo... Quizás fue por eso que la cena juntos se decantó por sí misma, ¿Quién había invitado a quién? Imposible decirlo, ya que la conversación había derivado en muchas ramificaciones de todo tipo y cuando menos se habían dado cuenta estaban en la puerta del invernadero de Blue con el estómago crujiéndoles a ambos.
La maga había preparado rápidamente unas vituallas muy modestas -queso, embutidos, frutos secos y encurtidos- pero que cumplirían su función de que ambos no se emborracharan, al menos no demasiado pronto y había sacado de la despensa vidriada de las pócimas dos botellas de media pinta con una etiqueta que ostentaba el símbolo de la triple diosa -Cosecha especial- dijo con una sonrisa de lado.
La presencia del pintor además de deseada no era casual: Blue tenía algo en mente, como siempre. La chica miró a su invitado con aire distraído y musitó -¿Sabes, Red? Cuando Bridget, mi tutora, murió me dejó su biblioteca y algunas de sus pertenencias -destapó su cerveza que hizo un agradable sonido y le alcanzó el abridor a él para que hiciera lo mismo -Y entre ellos hay un espejo... ¿Te gustaría echarle un ojo luego?-
Las cosas buenas se hacen esperar. Y algunas, no llegan nunca. Para aquellas que terminan haciéndose realidad, todo termina siendo cuestión de dos factores: generar la oportunidad, y tener suerte.
El primer día que Red conoció a Blue, la mujer le invitó a desayunar porros y cerveza en su invernadero. Ese día, al final, no pudo ser. Y a lo largo de todo este tiempo, no había podido ser ningún día, ni ninguna noche. La vida en la House of Yes, un local que era el hogar de gente especial, exigía con alarmante frecuencia que se le dedicaran los cinco sentidos normales y varios de los extraordinarios.
Al fin, los momentos de calma terminaban siendo en sí mismos extraños. Y, normalmente, un simple preludio de acontecimientos especiales por venir.
Pero sin saber cómo, la tan ansiada cerveza se terminó manifestando, como el Santo Grial a Perceval, cuando el caballero ya había perdido la esperanza de hallarlo, aunque siguiera cabalgando por páramos despoblados.
Este caballero concreto, por supuesto, no era tal. Era más bien un artista de turbio pasado y mirada permanentemente escondida tras unas gafas oscuras tintadas de rojo que ocultaban unos ojos que no parecían de este mundo. Redmond Fox era un pintor abstracto con fama de artista maldito y uno de los habitantes permanentes de la House of Yes. Mientras que Blue vivía en el invernadero situado en la azotea del local, el taller de Red se encontraba en uno de los sótanos, lleno de cuadros, pintura... y espejos.
Red abrió su cerveza usando el abridor, mientras miraba a Blue desde detrás de sus gafas, enarcando una ceja y sonriendo de medio lado. - ¿Echarle un ojo al espejo de una antigua maestra en la brujería? Vaya... - Se llevó la botella a los labios y bebió un trago largo. Luego se encogió de hombros. - Sí, podría estar bien, claro. - Amplió la sonrisa; por supuesto que quería verlo. - ¿Cuál será el pago que me exigirás por tal oportunidad, oh servidora de la Triple Diosa? Espero que no haya que yacer con una sacerdotisa sobre los campos recién arados y luego ser despedazado para que mi sangre haga crecer la nueva cosecha, ¿o las brujas ya no hacéis esas cosas?
Blue sonrió y alzó las cejas al mismo tiempo que entrecerraba los ojos, ¿Habría Red oído algo al respecto...? No, no puede ser, se dijo asegurándose pero al mismo tiempo dudando. -¿En un campo arado? Qué incómodo -bufó riéndose entre dientes -Lamentablemente, no tengo listo mi hombre de mimbre pero te anotaré como voluntario para el próximo sacrificio -lo miró y chasqueó la lengua, le sostuvo la mirada hasta que su propio reflejo en los anteojos de él le hicieron doler un poco la
cabeza, un error en intensidad sin dudas -Aunque mi cama está más cerca, ¿No te pareció cómoda la otra vez? -parpadeó un par de veces haciéndose la inocente y le dio un sorbo a la cerveza para que la fluidez del movimiento cortara el intercambio de energías que se palpaba ya como una línea recta.
Inmediatamente la adrenalina producto de su propia osadía la hizo sonrojar furiosamente y se rió girando la cabeza hacia un lado derramando su cabello de cuervo sobre un lado de su cara, ocultándola momentáneamente -Esto es fuerte -sostuvo -Se me ha ido la mano con el lúpulo -carraspeó y volvió a mirarlo, hubo un momento, una pizca de segundo en el que Vesper se dijo a sí misma que él estaba preguntando el precio y si no convendría ponerlo, barajó posibilidades e inmediatamente se sintió culpable, ¿Qué precio podía ponerle a él, a quién si se lo pedía le daría todo gratis? Negó con la cabeza -No hay coste, va por la casa -afirmó alzando la mano un poco -Si al final lo que descubrimos es de valor -espiritual o material- ya me dirás tú qué pides por la consulta -lo miró con absoluta seriedad pero le guiñó un ojo -Es que siempre que paso junto a él me da escalofríos... -miró hacia el lugar en donde lo tenía, en la parte del invernadero con el techo de vidrio en donde también estaba su hamaca de tela y su tocadiscos.
-Como sabes desde tiempos inmemoriales los espejos son tenidos por portales, no solo los sólidos, sino también los de agua, me atrevería a decir que los de agua son más poderosos porque el agua fluidifica el traspaso -se encogió de hombros -Pero a los sólidos se los puede cargar de fuerza volitiva y de intencionalidad... -inspiró largamente y se llenó las fosas nasales del aroma de la cerveza y de él, mala idea.
La mirada de Blue le dijo que la referencia a los sacrificios había tenido su efecto. Pero no ahondó en ese pequeño misterio. Solo sostuvo la mirada de ella (siempre era más fácil hacerlo cuando estaba protegido detrás de sus gafas) y negó con la cabeza. - Servidora de la Diosa, no me he presentado aún voluntario para el sacrificio. - Se encogió de hombros. - Quizá en otro momento dejaré que me hagas sagrado (*).
A Red nunca se le olvidaba que la joven bruja provenía de una tradición ancestral no exenta de peligro.
Pero lo cierto es que nunca se había sentido amenazado.
Siempre había sentido una conexión entre ellos.
La referencia a su cama le hizo reír. - Tu cama era cómoda, desde luego. - Sonrió, mientras giraba un poquito la cabeza y la observaba desde otro ángulo, fijándose en su cuerpo, pequeño y hermoso. -Aunque no tan acogedora como tú... - No olvidaba el abrazo de Blue, aunque, después de beber pócima adormecedora de la hechicera, lo recordaba todo como un sueño lúcido en el que había avanzado entre un aire denso y de olor embriagador. Como si hubiera caído en un tarro de miel transparente.
Blue se sonrojó de forma encantadora y comentó lo fuerte que era la cerveza, mientras Red sonreía de nuevo, asentía y bebía de nuevo un trago, amargo y lleno de fuerza. - Oh, un regalo. Gracias. – La bruja le ofreció después un pago sin especificar, lo cual era una muestra de confianza. Ya que estas promesas, entre magos, tenían poder.
Se comenzaban a conocer lo suficiente como para confiar el uno en el otro: Red no habría entrado en la cueva de la bruja ni habría bebido sus brebajes si no confiara en ella. Y Blue no le enseñaría el espejo si no confiara en él.
Pero, entre magos, siempre quedaba una duda. Un mínimo resquemor. Porque si algo era un mago era voluntad. Voluntad suficiente como para cambiar el mundo a su antojo. ¿Y si algún día no estuvieran de acuerdo en algo? ¿Y si uno de ellos necesitara algo que el otro no estuviera dispuesto a dar? Entonces, las sutiles deudas, las promesas no devueltas, serían hilos poderosos de los que tirar.
Pero aquí, ahora, aún todo podía considerarse un intercambio profesional entre colegas. Blue tenía un espejo. Y Red canalizaba una parte significativa de su magia a partir de los espejos. Se le podría considerar el experto local.
- Cuando se separó el Cielo de la Tierra, los primeros hombres no lo supieron hasta que vieron las estrellas reflejadas en el mar. - dijo Red, después de escuchar lo que su compañera tenía que decir sobre los espejos. - El agua fue el primer espejo. Un mono se asoma a un lago en la noche, y ve un rostro, rodeado de luces. No lo entiende, pero algo le impele a volver, noche tras noche, hasta que comprende que la imagen que está viendo es él mismo. Y cuando lo entiende, ya es más que un animal, ya es un hombre.
- Y entre esos primeros hombres, algunos se preguntan qué son las luces que ven alrededor de su imagen. - Red señaló hacia el techo. - Y unos pocos deciden mirar hacia arriba y ven las estrellas.
Y de entre los que no se vuelven locos ante ese conocimiento numinoso, nacen los primeros magos.
- Así que los espejos sirven para conocerte a ti mismo, pues te muestran tu reflejo, para que lo observes desde fuera. Y ayudan en la adivinación, pues todo está conectado y todo se refleja en cada superficie, siguiendo los rayos del Sol, que arroja luz a las tinieblas. Y son portales, pues todos hemos sospechado alguna vez que puede que lo que estemos viendo en el espejo no sea solo nuestro reflejo, sino otro yo con consciencia, pero que vive en la anti-tierra, y que está formado por antimateria. - El mago rió. - Y podría seguir hablando de las aplicaciones mágicas de los espejos hasta que se terminara tu cerveza y te entraran ganas de quemarme dentro de tu hombre de paja, solo para dejar de escucharme parlotear, oh bruja de los muchos brebajes. Pero tienes suerte, porque ya no quiero seguir hablando, sino que quiero ver el espejo de Bridget, y ver si además de un espejo, es un puente (**) a otros mundos.
(*) Sacrificar a algo o a alguien es, literalmente, hacerlo sagrado.
(**) Chiste intraducible del inglés, en el que Red hace una asociación entre el nombre de la maestra de
Blue, llamada Bridget, y "bridge", que
Llora en silencio mi alma solitaria, excepto cuando esté mi corazón unido al tuyo en celestial alianza de mutuo suspirar y mutuo amor. Es la llama de mi alma cual aurora, brillando en el recinto sepulcral: casi extinta, invisible, pero eterna… ni la muerte la puede mancillar.*
Las palabras del poeta vinieron a su mente con la suavidad con la que un gato se cuela en la falda y uno solo lo percibe cuando su calor invade el regazo, la diferencia fue que esta candorosa y agradable sensación se irradió en ambas direcciones y llenó a Vesper de su tibieza que exhaló un suspiro. Luego parpadeó un par de veces, como queriendo recapitular; últimamente las camas rondaban las conversaciones entre ellos, no de una anera burda, tampoco sutil... sino más bien ineludible desde que habían despertado de aquel beso y no lo habían hecho en el mismo lecho -cosa que hubiera sido por demás factible-, y desde que él había dormido en su cama.
Dejó salir una sonrisa complacida, voluptuosa, cuando el mago mencionó la comodidad de los brazos de ella. Quiso hacer algún chiste, pero luego decidió que no quería quitarle hierro al asunto, al contrario, quería tenerlo al rojo vivo para oldearlo.
Las palabras de Red sobre los espejos la hicieron reflexionar no solo sobre el destino, la energía que movía al universo y nuestro camino por las estrellas, sino sobre sí misma. Ella y Red habían bailado sobre sí mismos y uno alrededor del otro como estrellas binarias desde que se habían conocido, habían revelado al otro partes de sí mismos, habían regalado otras piezas en un rompecabezas divino, y escondido las restantes en nombre del misterio y de la precaución que alberga todo mago que quiera preservarse un día y una noche más sobre esta tierra, o cualquier otra.
Sin embargo, había algo que le daba vueltas a la cabeza de Blue y en su interior sintió que tal vez había llegado el momento de hablarlo porque al sentir que los espejos de los anteojos de Red le devolvían su imagen por primera vez no pudo evitar preguntarse si había sido sincera del todo con él, inclusive sobre el reflejo que la estaba interrogando en aquel mismo momento.
-Interesante hipótesis -manifestó sobre la teoría del doble de antimateria, se levantó para guiarlo hasta el espejo en silencio. A simple vista era evidente, al menos lo sería para él, que los engranajes de la cabeza de ella estaban trabajando a toda máquina. Súbitamente, cuando debería haberse puesto en movimiento, no lo hizo.
Permaneció con la mirada fija en él sin decir palabra alrededor de tres segundos enteros -Antes de que lo veas... Hay algo que necesito decirte sobre mí -manifestó y se juntó las manos delante de sí con mesura formando un triángulo, primero para arriba pero luego empezó a mecer las manos con suavidad hacia arriba y hacia abajo, flexionando un poco los dedos, algo ansiosa -Es algo que debes saber antes de que... vuelvas a estar cómodo en mis brazos.
Porque quizás después de saberlo se lo piense dos veces.
*Lord Byron (1814). "Acuérdate de mí". Antología: los trabajos de Lord Byron.
Blue había estado a punto de levantarse para enseñarle el espejo. Pero se había detenido, casi antes de empezar el movimiento. Algo inquietaba a la mujer, y era evidente que necesitaba revelarlo. Un secreto, un misterio, una pieza del puzzle que formaba la imagen completa de Vesper Blue Proctor.
- De acuerdo. - dijo Red, observando a la hechicera con intensidad y mirada calculadora. - Si lo necesitas decir y yo lo debo saber... - El pintor se llevó las manos a sus gafas y se las quitó, con un movimiento suave. Sus ojos quedaron al descubierto, esos ojos marrones y rojos, de color ultraterreno.
Unos ojos muy sensibles a la luz, y la marca de fuego que le dejó su Despertar. Una marca indeleble en su alma que se manifestaba en el plano mortal a través de ellos.
Sonrió, mientras dejaba las gafas sobre la mesa. El hogar de Blue estaba siempre en penumbra, una oscuridad acogedora, como la del interior del útero materno. - Estoy listo para conocer tu secreto.
Espero que este conocimiento numinoso no me haga enloquecer, sino que me permita aprender a apreciar la belleza de una estrella.
Vesper se sentía como si fuera a relevar algo que fuera parte de un plan complejo o como si fuera a entregarle una llave maestra... En parte era todo eso, y en parte no era gran cosa. Las palabras de él la hicieron dudar, otra vez: ¿Era necesario que lo supiera? ¿Debía saberlo? La respuesta vino clara a su mente: sí. Por la misma razón que él se había sacado los anteojos y la miraba con sus ojos tan peculiares y arrebatadores, tan especiales. él había desnudado una parte de su yo verdadero delante de ella y ella tenía que ser sincera.
De pronto, no supo cómo encararlo. ¿Científicamente? Nah, qué aburrido. Tampoco se lo iba a decir directamente, ¿Qué tenía eso de divertido? -Nosotros, los que vemos de verdad, los que estiramos la mano para correr el velo -comenzó tomando cierto aire teatralidad -Sabemos más que nadie en el mundo que nada es lo que aparenta ser y que inclusive lo que es algo puede llegar a ser otra cosa gracias al impulso de la voluntad -su voz tomó un cariz más voluptuoso y rico.
-Todos los días ves mi rostro, mis ojos y mi sonrisa, este cuerpo -tomó asiento con elegancia, recuperando el talante -y podrías creer que es mi verdadera faz -hizo un gesto con las manos juntándolas en espejo delante de su rostro, tocando las puntas de los dedos mayores entre sí y las bajó
hasta que se perdieron en el borde de la mesa -Pero, ¿Y si no me conocieras y vieras esto? -subió sus manos otra vez unidas en espejo con las palmas hacia adentro y su imagen cambió a la de un muchacho, muy parecido a la Blue de la pista de baile de aquella noche pero definitivamente este era masculino; aunque mantenía el vestido debajo su cuerpo también había cambiado -Si me vieras todos los días con esta imagen pensarías que soy hombre, al menos tendría la apariencia física de uno -musitó con una seductora voz varonil.
Se mordió el labio y se rió -Pero la verdad es que soy ambos -hizo un gesto con el brazo al chasquear los dedos de una de sus manos y volvió a su apariencia física de siempre. -Cuando nací el médico le dijo a mi madre que había tenido un varón, pero enseguida se dio cuenta de que algo no estaba donde tenía que estar y que había otros detalles... "genitales ambiguos al nacer" creo que les llaman, resulta que poseía partes de ambos aparatos sexuales -su mirada de azul zafiro se clavó en la de él -A pesar de los consejos del médico, mi madre optó por no decidirse por ninguno y no me operó: dejó la decisión, si es que había alguna, a mi criterio para cuando fuera mayor -extendió la mano sobre la mesa siguiendo una veta de la madera con el dedo y puso sus ojos allí con suavidad tratando de no pensar en los problemas que eso le había traído en la infancia. Alzó la mirada sin levantar la cabeza -Necesitaba que lo supieras, no quería que te llevaras sorpresas si alguna vez me veías desnuda entrecerró los ojos pícara -Bueno, en realidad, la sorpresa puedes llevártela igual, pero quedas advertido.
Sonrió de lado queriendo poner el pecho a las balas, pero el brillo trémulo en sus iris demostraba que se sentía profundamente vulnerable delante de él en ese momento en el que quizás estaba más desnuda de lo que podría estar nunca.
Se ha desvelado el gran secreto! :-P
Red escuchó atentamente el comienzo de la revelación de Blue. Asintió ante su comentario de que las cosas no son siempre lo que parecen y de que la voluntad puede ejercer cambios en la realidad. Esa creencia (no; ese axioma) era la base de la magia. Sin el profundo convencimiento de que la realidad era maleable a la voluntad, ningún mago podía hacer lo que hacía.
El truco del cambio de apariencia le gustó. Ya había visto antes a Blue ejercer su poder para provocarse cambios físicos. Igual ella pensaba que no se había fijado. Pero sí lo había hecho. Red sonrió, pero aún no dijo nada.
Cuando Blue le habló de sus geniales ambiguos y de la decisión de su madre, Red mantuvo la sonrisa y asintió una vez; había sido la decisión correcta por parte de su progenitora.
Luego, se rió bajito cuando Blue le dijo lo de que no quería que se sorprendiera si algún día la veía desnuda. - Antaño, si te encontrabas a una bruja desnuda, bañándose en un lago, lo normal es que te convirtieran en sapo o en tritón. - dijo Red, con un tono e voz cuidadoso y calmado. - Os estáis ablandando con el paso de los siglos... - añadió, con un tono ligeramente divertido.
Después, puso frente a sí sus manos y formó con ellas un triángulo, con sus dedos apuntando hacia arriba. - Masculino. - dijo. Era la pirámide, el falo. A continuación, giró las manos despacio y formó un triángulo invertido con respecto al primero, como había hecho Blue hace un momento. - Femenino. -
El monte de Venus, la vulva. La simbología era evidente y la hechicera le había dado la pista antes de empezar a hablar.
El mago juntó sus manos. Luego las separó y se encogió de hombros. - Siguen siendo las mismas manos. - apartó la mirada de los ojos de Vesper y recorrió su cuerpo. - Y a mi me gustan tus manos...
Los ojos de Red se volvieron a centrar en los de Blue. Casi parecía que el rojo se había intensificado en ellos. Ardían. La sonrisa no había abandonado los labios del pintor, pero ahora estaba cargada de una intensidad que antes no estaba presente.
Con esos ojos, con esa sonrisa, el hombre parecía un demonio. Uno tentador. Uno de esos que se aparecían en los aquelarres, en las noches de luna llena y danzaban con las brujas.
La atmósfera de la sala había cambiado.
Se estaba llenando de deseo.
- Me he quitado las gafas, desnudándome, para compensar el velo del que te has desprendido - dijo el hechicero. No era tan normal que se quitara las gafas. Aunque ya lo había hecho antes, estando con Blue. - Dime, ¿te quitarías tú alguna prenda a cambio de un secreto mío? - Preguntó, con expresión de diablo tentador.
Una bruja desnuda bañándose en un lago... Solo había una imagen más sensual que esa y era la de un demonio emergiendo de la encrucijada ígnea del Aquelarre con todo el esplendor de las llamas a sus espaldas y el ardor del fuego vivificante y a la vez destructor centelleando en sus ojos; ambas imágenes se colaron de inmediato en la cabeza de Vesper que empezó a imaginar una danza, o mejor dicho, comenzó a vislumbrar el cénit del baile que había comenzado hacía semanas aproximándose vertiginosamente como el ojo de un tornado. -No te convertiría en un animal anfibio -sonrió malvada mordiéndose la punta de la lengua suavemente -Serías la estatua en la que colgaría la ropa cada vez que me desnudara -lanzó con una sonrisa pícara y sus ojos volvieron a entrecerrarse brevemente.
Quiso decirle que no se estaban ablandando, era solo un defecto personal... que sucedía cuando la situación lo involucraba a él. Se obligó a cerrar la boca.
Estuvo atenta a cada gesto, palabra y silencio del mago, leyéndolo sin pudor quizás porque las respuestas eran demasiado importantes: aquel secreto no solo era la revelación de una discrepancia física sucedida en un tiempo y lugar determinados en un cuerpo específico, sino el símbolo encarnado de la unión de dos polos opuestos metafísicos, espirituales -cósmicos- y de todo lo que ellos podían significar por separado... Ni ella se había atrevido a indagar demasiado en aquel misterio, por eso agradeció la delicadeza por parte del mago al tratarlo.
Chasqueó la lengua deleitada en que hubiera notado ese detalle en sus gestos y alarmada en que a ella se le hubieran escapado tan evidentemente, lo que dijo a continuación sin embargo hizo que su atención se desviara de la lección gestual y que sus ojos se empañaran brevemente ante una suave sensación de peligroso afecto y delicioso abandono que se dignó a invadir lánguidamente su pecho. -Y a mí me gustan tus ojos -exhaló como un suspiro, a media voz. No estaba segura de que dejarse llevar por ese sentimiento fuera prudente, pero ardía en deseos de hacerlo.
En contrapartida, una risa sonora y cantarina, bastante grave, salió de entre los labios de la sacerdotisa que inclinó la cabeza hacia atrás deleitada por unos instante ante la pregunta del pintor -Qué tramposo eres, ya te habías quitado las gafas antes de que te contara -repuso ampliando la sonrisa y riendo un poco más -Me gusta -afirmó destilando voluptuosidad, evidentemente estimulada -Y es por eso que voy a responderte que sí, que lo haría por conocer un secreto tuyo -apoyó ambos codos en la mesa y entrelazó los dedos de sus manos para apoyar su mentón allí y -de paso -esconder sus pezones que la estaban delatando a través de la tela del vestido.
-Pero cuidado, creo que tenemos muchos secretos tú y yo y en algún momento nos quedaremos sin ropa... Porque si quieres saber más tendrás que hacer lo mismo.
El comentario sobre convertirlo en una estatua y dejar sobre el la roca hizo que ensanchara su sonrisa.
Oh, sí. Una gran parte del atractivo de Blue residía, sin duda alguna, en esa corriente subterránea de magia peligrosa que era capaz de detectar en su interior. Sí, serías capaz de hacerlo. Muy capaz.
¿Disfrutarías de ello?
Vesper Blue le acusó de hacer trampas, y Red respondió, inclinándose un poco sobre la mesa antes de hablar: - Me he quitado las gafas antes, me las he quitado después... ¿importa tanto cuál fue la causa y cuál el efecto? Son solo momentos que bailan en torno a un punto en el tiempo. – Le gustaba su risa. Le excitaba su risa. Y el modo en el que le miró cuando susurró "Me gusta". La forma en la que lo dijo, que provocó una respuesta inmediata en él. La bruja se inclinó también hacia Red, poniendo los codos en la mesa, y allí se quedaron, mucho más cerca el uno del otro, mientras el aire se llenaba de un sutil pero inequívoco olor a excitación. - Trato hecho. Predigo que sí, nos quedaremos sin ropa antes que sin secretos, y no es necesario ser un vidente tan bueno como tú para saberlo. -
Los ojos de ella eran arrebatadoramente hermosos. ¿Espejos de agua? ¿Pozos fluidos que llevaban a otros mundos? - Te contaré un secreto.
- La persona que me enseñó magia se llamaba Brittany. Me encontró cuando no era más que una piltrafa drogadicta recién Despertada que no atinaba ni a bajarme la bragueta para mear. – Red ya no sonreía, pero examinaba a Blue, en busca de reacciones, de un modo similar a lo que había hecho ella antes. - Desperté por mi cuenta, sin preparación, sin nadie que me dijera lo que estaba pasando. Me ardían los ojos, me asolaban las pesadillas y solo encontraba paz en las drogas.
Brittany me encontró y me ayudó. - Asintió. Era cierto que le había salvado, y que, al menos al principio, le ayudó. - Y viajamos juntos por todo el país, e hicimos cosas malas. Y cuando me cansé de que mi educación mágica fuera una mierda, y que mi vida se hundiera más y más en los tejemanejes de ella, intenté irme. - Red levantó su mano lentamente, estiró el dedo índice y lo llevo despacio hasta su frente. - Pero ella no me dejó. Tejió una red sutil y elegante alrededor de mi mente. Dejó una semilla que eclosionó - abrió su mano y la movió como si fuera una araña de cinco patas que reptaba por su cabeza. - y, como una planta parásita y enfermiza, colonizó toda mi cabeza y me hizo serle leal y también ser su juguete y su esclavo. Un día el control se rompió, - hizo como si su mano arácnida sufriera un ataque y se la quitó de la cabeza. - y logré huir. Y por eso siempre estoy atento a los trucos mentales. Protejo mis ojos detrás de gafas de espejo y tengo varios talismanes y fórmulas preparadas para avisarme de cuando alguien trata de trastear con mi coco.
Porque he sido un esclavo, y no quiero volver a serlo.
Sonrió, y miró a Vesper, inclinada hacia él, mirándolo. - El nombre de Brittany no lo conoce mucha gente en la House of Yes. Te pido dos cosas: que lo mantengas en secreto... - de nuevo, la sonrisa se ensanchó, mientras su mirada recorría el cuerpo de ella. - y que te quites la prenda que me has prometido.
El aire temblaba, trémulo de excitación. Vesper a veces se preguntaba cómo podía ser que algunas personas transitaran sus días sin notar los detalles de las muchas capas, de los velos, que conformaban este escenario singular que llamábamos mundo. Porque la realidad, la realidad era otra cosa. A la muchacha siempre le había parecido que hacer algo así -ignorar voluntariamente lo que estaba oculto, pero podía vislumbrarse -era como pelar una fruta deliciosa y comerse la cáscara.
Y allí estaban ella y Red, casi saboreando ya la fruta, rozándola con los labios, sintiendo su perfume, salivando. Uno de los tantos frutos del árbol del conocimiento, el de sí mismo, el de otros. Nosce te ipsum.
El mago se inclinó sobre la mesa como ella y por un instante a Blue le pareció que la mesa era casi tan molesta como la ropa, siempre tan impaciente. Se imaginó subiéndose a la mesa, caminando como un gato hasta el otro lado, atacando. Luchó consigo misma en prestar atención a las palabras del pintor pero sus pensamientos la traicionaron y se mordió el labio inferior exhalando un leve jadeo. ¿Qué dirían sus hermanas ancestrales si la vieran? Inclusive si sabes que vas a entregar tu alma, aun cuando para eso estés haciendo la invocación, hazte desear.
Pero era difícil, tan difícil... Las llamas de esos ojos le lamían la piel y sentía su cuerpo inclinarse un poco más hacia adelante mientras sus labios se entreabrían un poco. Una voz de alarma en su cabeza le indicó que era vergonzoso que él tuviera ese poder sobre ella tan rápido.
Carraspeó. El secreto. Prestó atención.
Inmediatamente, apenas las palabras de Red la fueron alcanzando filtrándose por sus oídos no pudo evitar que antes de llegar a su mente hicieran un pequeño desvío hacia su corazón. Este brujo va a ser mi perdición, se dijo. No tenía claro que aquello fuera bueno o malo, solo la asaltó la certeza.
Se lo imaginó consumido, acabado, solo. Recordó las veces que ella había experimentado aquella soledad, lo que se sentía luchar contra un Goliat que no tenía rostro, o peor, que tenía el rostro de uno mismo. No comprenderse y ver cómo eso que parecía tan certero -la epidermis de este mundo- se rasgaba para dejar ver los músculos, los huesos y la sangre de ese tapiz que era el universo, el tiempo, la existencia.
Su espíritu vibró y se encendió contra la maestra de Red y se preguntó qué cosas terribles habían hecho. Cuando le explicó la manipulación que había sufrido fue incapaz de desviar su mirada de la de él mientras sentía que se le ponía vidriosa. Corazón idiota, deja de mostrar mis debilidades... pero qué bien se sentía permitirse ser así delante de él.
Amainó una risa cuando la instó a sacarse la prenda que la sacó de aquella intensa y dolorosa expectación. -Será nuestro secreto, como todos los que digamos aquí hoy -deslizó con voz sedosa en un suspiro cálido. Luego de eso en su rostro solemne se dibujó una sonrisa de lado y se llevó el dedo índice a la mejilla -Me preguntó qué prenda será -frunció el ceño fingiendo duda.
Decidió que había una prenda que le estaba resultando completamente inútil y se llevó las manos a la espalda, con parsimonia se desabrochó el sujetador, luego bajó los breteles por las mangas cortas de su vestido veraniego y se lo sacó por un lado, prácticamente sin inmutarse. Dejó la prenda, de satén y encaje azul eléctrico sobre la mesa, primorosamente doblado y le dio una mirada desafiante y juguetona, completamente consciente de que lo que tanto se había cuidado de ocultar estaba más que evidente y a la vista tras la tela del vestido que ahora lucía llena y menos compuesta en la parte del pecho. Claro que ahora había otra cosa que ocultar y cruzó disimuladamente las piernas bajo la mesa.
Parpadeó un par de veces y juntó las manos delante de sí sobre la mesa, estirando un poco los brazos y los dedos como si quisiera alcanzarlo. -Mi madre murió en un accidente de auto cuando tenía 7 años -hizo un breve silencio, se mojó los labios -Yo estaba en la escuela pero lo vi todo como si hubiera estado ahí. Salí corriendo de la clase y del edificio... Tenía que verlo, saber si era un sueño o una realidad -de pronto las imágenes se agolparon en su mente inconexas y supo que las había evitado desde hacía muchos años, se llevó instintivamente las manos a los ojos y los tapó con sus
palmas, pero aún así no podía dejar de ver aquel horror. Cuando bajó las manos todavía permaneció unos segundos con los ojos cerrados, aspiró aire sonoramente y los abrió de golpe como quien abre las cortinas a un cielo limpio estival -Llegué minutos después de que muriera, muchos años más tarde supe que en ese momento marcó mi despertar y que lo que había visto había sido una premonición, pero que no había podido llegar para evitarlo.
Ladeó la cabeza y tomando la botellita en su mano se bebió la mitad de la cerveza de un tirón, necesitaba algo fuerte.
Volvió a mirarlo sintiéndose más vulnerable que antes -si acaso era eso posible -y también más libre.
Sonrió suavemente. Ser un Despertado era, después de todo, llevar un camino de soledad hacia la sabiduría o hacia la destrucción, y Vesper pensó que esa tarde, en su vivero, los dos a la mesa, estaban gozando de la oportunidad única de, de alguna manera misteriosa (o no tanto), unir sus voluntades y sus soledades, de estar finalmente en compañía. -Te toca.
Observó con indisimulado deleite cómo Blue se quitaba el sujetador. Lo hizo despacio, sin prisa. Red disfrutó de cada uno de los movimientos: la manipulación inicial, el modo en el que los tirantes bajaron por los hombros de ella y, sorprendentemente, la forma delicada en la que dejó la prenda interior bien doblada sobre la mesa. Sentir que el vestido ahora rozaba de forma directa sus pechos... le excitó.
Después, escuchó su historia. Notó de forma clara cómo le afectaba el contarla, y el dolor tanto de la pérdida como del fracaso. ¿Hay algo peor que ser un vidente, vislumbrar el futuro y no poder hacer nada para cambiarlo? - Despertar a los siete años no es algo común. No me extraña que seas tan buena en tus predicciones. - Él tenía también el don de la visión, pero ni se acercaba a la maestría y el control de Blue. Todos en la House of Yes, incluyendo las dueñas, tenían claro que era la mejor, y que sería aún más extraordinaria en el futuro.
Por supuesto, todo tenía un precio. Tanstaafl: there are no such thing as a free lunch. Que tu primera visión, el momento que lo cambia todo y transforma para siempre el modo en el percibes la realidad, venga acompañado de la visión de la muerte de tu madre... parecía un precio muy alto que pagar con siete años. Era evidente que ella lo habría ido aceptando: que era muy pequeña para haber podido hacer nada, que su madre no la hubiera creído aunque hubiera tenido la visión antes, que... en fin, mil y un pensamientos.
No era el momento de analizar algo a lo que ella le habría dado ya una y mil vueltas, y que aún le dolía.
Solo era el momento de mostrar empatía. Dejó que terminara de darle su largo trago a la cerveza y alargó su mano despacio, cogiendo la suya y apretando. - Lo siento, Blue. - dijo, simplemente.
Sostuvo su mano tanto como ella quiso. Al fin, la bruja le cedió el turno, con una suave sonrisa. Sonrió a su vez, acercó su mano a sus labios y la besó en los dedos, tres veces, antes de soltarla. Se fue hacia atrás, y pensó qué secreto contarle. - He robado. - Se puso de pie. Echó mano a su camisa y comenzó a desabrocharse sus botones, de arriba abajo. Cada botón, un crimen. - He participado en orgías nada sagradas. - Otro botón. - He fabricado drogas con las que he enganchado a jóvenes que eran casi niños. - Otro botón. - He engañado y llevado a la ruina a gente ingenua. - Otro pecado. – He ayudado a torturar a un hombre y no he impedido su muerte. - Otro peso en su conciencia. – He disparado a un par de personas y a lo mejor he provocado la muerte de algunaa de ellas. – Todos los botones estaban desabrochados, y Red se quitó la camisa, dejando su torso al descubierto. Era delgado y no tenía mucho vello corporal. Dejó caer la camisa al suelo y se puso al lado de Blue, poniendo una rodilla en el suelo. - Podría decir que Brittany me hizo hacer todas esas cosas, pero al fin... las hice yo. No soy inocente, Vesper Blue. Salió de mi, y aún sigue en mi. La capacidad de ser despiadado y cruel. Y me he ganado enemigos, que algún día podrían venir a buscarme.
Se quedó mirando a la mujer, cerca, sus rostros muy juntos, sus alientos, cercanos, mezclándose. La deseaba, deseaba poseerla, amarla, tenerla en sus brazos y fundirse con ella. Y se estaba desnudando no solo física sino también espiritualmente.
- Soy así. No te lleves a engaño, Blue. No soy un santo, en modo alguno. No sólo tengo pinta de demonio, sino que lo soy en muchos sentidos. Soy Loki, soy Coyote, soy el Embaucador. - Puso el dorso de su mano en el brazo de Blue, mientras sus rostros se vigilaban de cerca, mientras él ya había empezado a devorarla con el roce de su mirada flamígera. Movió su mano por su brazo, apenas rozándolo, disfrutando de ver cómo su piel se iba erizando.
Y siguió susurrando. - Asústame, Blue. Aterrorízame con lo peor que lleves dentro. Hazme huir despavorido de tu cueva para que tenga una última oportunidad de alejarme de ti. Porque si no lo haces ahora, siento que ya nunca podré hacerlo.
Una corriente eléctrica le arrebató el aliento al toque de su mano e hizo que el aire escapara entrecortado de su boca, asintió pero no supo qué decir cuando Red le dio las condolencias por su madre. Finalmente exhaló un -Gracias -y le sonrió con dulzura. -Era la bruja del clima más buena que conocí en mi vida y la mejor madre que pudo ser.
La mirada de la maga no se perdió de ni un solo movimiento de Red mientras se despojaba de su camisa lentamente, una sonrisa de lado -satisfecha y delicadamente turbadora- marcaba que estaba en tensión junto con sus hombros y su mandíbula, una tensión que ya crispaba el aire alrededor de ellos como brazos invisibles que acariciaban y empujaban. Se tomó del borde de la silla con fuerza como si fuera a caerse, pero fue para no lanzarse encima de él en cuanto clavó su rodilla junto a ella, le picaban los dedos por recorrerlo.
Exhaló un largo suspiro, uno que dejaba ver no solo su deseo, sino su lucha interna. Ella sabía que era capaz de hacer lo que Brittany había hecho, sabía que si algún día Red quería alejarse de ella sentiría la tentación de hacerlo... ¿Cómo no sentirla? Se encontró preguntándose mientras se mordía el labio, ¿Quién ve el fuego de los dioses y no desea arrebatarlo? Ahh, pero ¿No era una maravilla verlo arder libre, incendiándolo todo? Era demasiado hermoso como para privar al mundo de él. Cerró los ojos lánguidamente al contacto del dorso de su mano, esa mano que deseaba que la recorriera por completo, y se preguntó en su fuero interno si no hacía eso porque si usaba sus dedos y su palma se cerrarían sobre ella para ya no dejarla ir.
Giró su cuerpo hacia el de él: movió una pierna, luego la otra con cierto mecanicismo hipnótico pero cuidándose de que quedaran separadas con las rodillas apuntando a vértices opuestos de la habitación, dejándole lugar a él, un lugar implícito que quería que llenara. Su espalda recta y sus manos todavía aferradas al borde de la silla llevaban sus pechos hacia arriba que colgaban llenando con sus formas redondas la tela del vestido, los pezones apuntando hacia adelante como si anhelaran ser tocados, y más abajo una erección inocultable*. Alzó el mentón divertida y desafiante parpadeando suavemente en una mueca que fingía ingenuidad mal y a propósito.
-Cuando tenía 12 años le hice creer a un celador del orfanato que se quería aprovechar de mí que estaba prendido fuego y se arrojó por la ventana, luego de eso me escapé -no tenía en su rostro la más mínima señal de arrepentimiento, comenzó a bajar el cierre que el vestido tenía por el frente -A los 15 hice que el proxeneta que me quería vender le disparara al cliente y se disparara en la boca - entreabrió los labios y soltó el aire despacio, alzó una ceja -Tengo una mala costumbre de hacer justicia por mano propia...
Dejó caer la tela del vestido por los lados y sus pechos se pararon más al contacto con el aire, su entrepierna todavía estaba cubierta por un boxer de seda azul, de la misma tela que el sostén. Se inclinó hacia él y tomó su rostro entre sus manos -Puedo jugar con tu mente si quiero, podría hacer que me ames -lo besó en la frente -Que me necesites- lo besó en los párpados -Que cada momento del día se vea opacado cuando no estás conmigo y que tu corazón solo encuentre paz al pensar en mí, al estar junto a mí... -hundió su mirada en la de él, en esas pupilas en las que crepitaba el fuego sagrado en el que quería consumirse, se mojó los labios sedienta de él, sentía sus sexos palpitando arrastrándola a un estado de anticipación intensa, los dos pidiendo por él -Pero más fuerte que mis ansias de poseerte en cuerpo, mente y alma son mis deseos de que te entregues a mí, cada día, cada segundo, porque así lo quieres -sintió la confusión de estar tremendamente excitada y asustada al mismo tiempo -Ambos podemos ser crueles, pero también ambos podemos elegir aprender a amarnos.
Amainó una risa que tenía mucho de triste ironía, se acercó a su oído, bajó las manos por su cuello, por la curva de sus hombros disfrutando de su piel y de su calor -¿Es que no lo ves? Esto es lo que me gusta de ti, lo que eres -sostuvo y luego agregó enigmática -Lo que puedes ser... En lo que podemos convertirnos... -giró su cabeza para besarlo -No lo pienses más.
*promedio, ni grande ni pequeña XD
Hija de una bruja. La sangre es fuerte. Sus propios progenitores eran las personas más mundanas de la Tierra. Y seguían vivos, aunque le importaba una mierda. La vida no era justa, quitaba a quien tenía y dejaba a quien no necesitaba.
Se había dado una última oportunidad a si mismo. Cuéntame, Blue, el monstruo que eres. Hazme huir.
Pero era inútil. La mujer se abrió de piernas, y su erección no le produjo rechazo, sino lujuriosa curiosidad. Le contó traviesa cómo había provocado la muerte de varios hombres usando su magia y no sintió horror, sino indiferencia por esos hijos de puta. Matar dejaba una huella en el alma, y más aún matar con magia, pero Blue era una bruja y ellas sabían. Conocían secretos más antiguos que la civilización y hasta la misma magia. Y, ¿por qué no admitirlo? El modo en el que había dicho que los había matado le produjo una perversa satisfacción...
Blue se bajaba el vestido, y hasta el sonido de la cremallera le parecía delicioso. Como un velo rasgándose. Sus pechos, liberados de la tela, eran hermosos, firmes. Abrió sus labios, solo un poco.
Quería besarlos, pellizcarlos... y no hacerlo era una dulce tortura a la que se sometía dichoso.
Le cogió el rostro con las manos. Puedo esclavizarte. Sí, puedes hacerlo... ¿no lo has hecho ya? El beso en la frente parecía ser de fuego. Puedo jugar contigo como quiera. Oh, bella hermafrodita, seguro que es así, aunque yo aún podría presentar batalla. Pero cada beso en sus ojos le convencía de que no lo haría. Soy una diosa, y tú solo eres un mortal, y puedo hacer que me ames y que mueras desesperado pronunciando mi nombre. Red, Red, has vuelto a perder la cabeza. Espejito, espejito, ¿quién es la más hermosa? Abrió los ojos y sus miradas se cruzaron.
Tú, bruja, eres la más hermosa.
Estoy perdido.
La renuncia de ella a dominarlo, aunque pudiera, fue lo que al fin le atrapó con la cadena más poderosa.
Se sentía como en lo alto de un rascacielos, con ambos pies al borde del edificio, sin una barandilla que le diera una ilusoria sensación de seguridad. Notando el irrefrenable deseo de saltar. Sintiendo el temblor en las piernas ante una muerte segura. Era vértigo; vértigo existencial.
Las manos de Blue bajaron por su cuello y hombros, haciendo que su piel y cabellos se erizaran y arrancándole un gruñido de placer. Sus palabras le acariciaron como si estuvieran hechas de seda, y le hicieron suspirar. Su boca se le presentó, tentadora, y eso ya fue insoportable.
La agarró de la nuca y la atrajo hacia él. Hundió su lengua en su boca, con necesidad de probar su sabor, de saciarse con él. Su respiración se aceleró, al igual que los latidos de su corazón. Sentía palpitar su miembro, dolorosamente atrapado aún en sus pantalones. No se les habían terminado los secretos ni tampoco la ropa, pero ahora ya nada de eso importaba.
Se lanzaron el uno sobre el otro. Sin dejar de besarse, sus torsos se juntaron y Red notó los pezones de ella, duros, rozando su propio pecho. Sus senos aplastados contra él. Con sus manos sujetando tanto su culo (por debajo de sus boxers), como también su espalda, la atrajo hacia su cuerpo y después se levantó con ella en brazos, dejando que le atrapara con sus piernas y sintiendo la erección de Blue en su vientre.
No estaban muy lejos de su cama. Y estaba tan lleno de adrenalina que la habría podido llevar en volandas hasta su estudio, si hubiera sido preciso.