Partida Rol por web

La mujer vociferaba algo mientras tu intentabas sacudirtela de encima. Se notaba que le costaba decidir cuando clavarte el cuchillo porque seguir aferrada a tu espalda ya era un sobreesfuerzo para ella. Vislumbraste su cuidada manicura, su piel cuidada, el olor a perfume caro... No, no era striper. Esa mujer era rica.

Tu mano, grande y fuerte la cogió por el tobillo y como si fuera un simple insecto, tiraste y la estampaste contra el suelo logrando que soltara su arma, quedando ella bocarriba, con las faldas del camisón alzadas y arrugadas en torno a la mitad de sus muslos, como una amante que estuviera incitando a su hombre a montarla.

Alzó las manos como si pudiera reterner el avance de tu motosierra, pero así solo logró alargar su agonia cuando comenzó a morderle la carne, desde la palma de la mano hasta el pecho. Su grito desgarrador reverberó al compás del sonido del motor mientras que los cuerpos que colgaban de la rama cercana parecian observar aquella escena desde sus ojos muertos. Incluso uno de ellos parecia perfilar una sonrisa en sus amoratados labios....

Si te acercaste donde Candy, la verías atar con verdadera maestria a uno de los hombres que estaba incosciente - Se me ha escapado el otro tio. Esa es para ti - te dijo con un movimiento de cabeza señalanado la mujer que yacia a un lado, sobre la hierba. Estaba sangrando por la cabeza pero aún respiraba quedamente.

Olía a perfume. Y debía ser del caro porque él nunca había olido nada así. El aroma traía reminiscencias de sensualidad y femineidad, de una mujer con un vestido largo de noche taconeando bajo las luces de neón de la ciudad. Una risa de cristal, champagne, limusinas, sábanas de seda y cortinas de terciopelo. El perfume despertaría el deseo de cualquier hombre. Pero él estaba muerto. Y furioso. Furioso porque esa Brenda había tratado de engatusarle. ¿Aún seguía encaramada a la espalda?

La tomó del tobillo y la arrojó contra el suelo con total desprecio. Su desnudez le resultó flácida, desvivida. Había perdido todo el color, todo el atractivo. Solo el miedo, clavado en el sus ojos como una pieza de metal afilada, lograba despertar en él un sentimiento de atracción.

—Crees que el dinero manda, crees que el dinero te da poder. Pero el dinero no es nada cuando los monstruos salen —le sierra estaba en marcha, el motor ronroneaba como una drogadicta a la que hubiera prometido más dosis si se portaba bien —. Querías saber lo que se siente al matar. Querías emociones fuertes. Para ti la vida es un juego. Siempre lo has tenido todo. Pero no era real. Una jaula de oro. Y ahora, ahora…ahora te daré algo real.

Su voz sonaba como la de un cadáver desecado; ronca y áspera, cargada de odio.

—Querías bailar, ¡Baila para mí Brenda!

Y bailó, como bailaban todos, al ritmo de la sierra.

Cuando terminó con ella se acercó a No-Brenda. Ella brillaba como debía brillar el infierno. El esfuerzo al que había sido sometida apenas había levantado en ella una o dos gotas de sudor. Eso era un verdadero perfume.

Señaló al cobarde que corría.

—¿Lo quieres? —él no tenía interés en cazar a esa basura, pero si No-Brenda lo quería, lo tendría*.

Miró a la otra mujer. Otra Brenda, gris y sin conocimiento. No merecía la pena. Quizás, de estar solos, pero con No-Brenda al lado, no podía tener ojos para otra mujer. Así que negó con la cabeza cuando se la ofrecía, hosco y bruto. Quizás ella entendiese, quizás no. Si era una historia de amor para dos él se vería traicionado y moriría. Porque el amor siempre ha sido la estaca, la plata, el crucifijo para monstruos como él. Pero ¿Qué otra cosa podía hacer?

—¿Al circo?

Con una rodilla clavada en las lumbares del tipo que estaba incosnciente terminó de atar sus manos a la espalda. Su rostro se elevó hasta ti cuando denegaste el regalo de dar muerte a la otra mujer, mientras su minifalda mostraba un par de gotas de sangre reseca. Su pecho ascendió una vez de forma densa, como si no terminara de creerse aquella respuesta tuya.

- Dejalo marcharse - dijo al fin. Se incoporó y metió su mano en el bolsillo abotonado de su cazadora para sacar un móvil - Nos llevamos a los dos a la feria entonces - te mostró el teléfono - voy a llamar a un amigo, que es quien transporta las mercancias - le dió un suave puntapie al fardo que era su presa

- ¿O tienes coche? Mi moto no es muy práctica para esto - una leve risa divertida mientras esperaba tu respuesta. Casi parecia que te estaba pidiendo permiso de forma velada

Se encogió de hombros cuando No-Brenda dijo que dejase marchar a ese infeliz. Al parecer tenía todo lo que necesitaba.

No le hacía mucha gracia incluir a un sujeta velas en la velada de aquella noche pero tampoco se veía cargando con los dos cuerpos por todo el parque. Se encogió de hombros por segunda vez.

—Llama.

Buscaría a algo para atar a la mujer. En sus largar sesiones de ocio nocturno había aprendido que un buen nudo corredizo es lo mejor para mantener a una chica en el lugar que debe estar.

La mano que no sostenia el teléfono se introdujo por el interior de su cazadora para acceder al bolsillo que allí se ocultaba. Sacó unos grilletes desechables y te los tendió, esperando que los recogieras, como si ya no temiera que te acercaras a pesar de llevar tu motosierra ensangrentada con trozos de carne y huesos enganchado en algunos de los dientes.

- ¿Porque no has querido matarla? - solo habia sincera curiosidad mientras marcaba el número y podias sentir sus ojos detrás de la mascara observandote expectante - No tienes que contestar si no quieres, pero me ha llamado la atención... -

Se puso el móvil en la oreja pero no se alejó ni se volvió. Simplemente permaneció de pie..

"Hola. ¿Como llevas la noche? Yo y un amigo hemos conseguido dos buenas piezas. ¿Podrias venir por nosotros para llevarlos a la feria? Sin compromiso, ya sabes. Si no puedes nos buscamos la vida" 

¿Por qué no había querido matarla? Una pregunta que se retorcía como una anguila dentro de un saco. Espasmos de ideas, convulsiones de pensamientos. Sacudieron sus sienes. Era su noche. La Gran Noche. ¿No era acaso el momento de exorcizar sus demonios a través del metal y la sierra? ¿No era su pequeña dosis de salud mental? ¿Su liberación? Sangre y carne desgarrada, un slasher de los 80 en la actualidad. Una noche real al año, lejos del mundo gris de la oficina y del vacío que sentía todas las noches al caer rendido sobre su cama. Una noche para él. Y, sin embargo, allí estaba con No-Brenda.

Tomó los grilletes. No dijo nada. ¿Qué podía decir? Era un monstruo. No por la máscara. Lo esencial de él era invisible; su cicatriz. Supuraba veneno, desidia, tristeza, odio, flema y furia.

Ató a la mujer con fuerza, los grilletes dejarían unas feas marcas moradas alrededor de sus muñecas.

—…

Escuchó como ella hablaba por el teléfono. El tercero en discordia. Cuando ella terminó él quiso saber.

—¿Tardará mucho tu novio?

"Necesitamos un coche para transportarlos y mi moto... va a ser que no. Vente para Central Park. Si no, robaremos algún coche" rió mientras ladeaba la cabeza mirandote. Escuchó la respuesta y tras despedirse y colgar se guardó con tranquilidad el móvil en el mismo sitio de donde lo había sacado

- Ya te he dicho que era un amigo. Yo no tengo novio. Siempre te joden, y no en el buen sentido - ahora hablaba en serio. Alzó el mentón levemente, aguantando estoica hasta ver tu reacción. Después de todo eras un tio y a saber como te sentarian aquellas palabras.

Si veia que no hacias ningún movimiento brusco pondria sus manos en las caderas, quedando así abierta su chaqueta vaquera y mostrando el blanco sosten, y observaria los fardos que teniais a vuestros pies.

- Tendremos que arrastrarlos hasta la salida. Éste está a tomar por culo, en Greenwich Village, en el bar de Jessie, y tardará en venir - por la forma de hablar de ese bar se notaba que era famoso, pero ¿un bar abierto la noche de la Purga? ¿Quién estaria tan loco como para eso?

Carne, pensó cuando No-Brenda adquirió aquella pose tan llamativa. ¿Era modelo o simplemente jugaba a provocar? Sus ojos se volvieron locos, prisioneros de la lujuria. El resto de él permaneció inamovible. Seguía siendo él. En parte. Si es que acaso recordaba qué o quién era él. Ella dijo que carecía de novio, pero seguro que había algún ex que aún iba detrás de ella. Y las mujeres mentían. Mucho. Bendra usaba la mentira como quien se fuma un cigarrillo; después y durante las comidas, cuando salía de trabajar, tras una noche de sexo. Una parte de él no terminaba de fiarse. Otra, estaba deseando que aquella situación saltase por los aires para perder el único nexo que tenía con la realidad y perder del todo la cabeza.

—...

Miró los trofeos. No-Bendra iba a hacer negocio. Tenía un compinche. Y había un bar. Iba a ser cuanto menos interesante. La madeja de piel y sangre se iba deshilando dejando tras de si un reguero escarlata de sufrimiento y agonía.

Se acercó al árbol de los ahorcados y descolgó a uno cortando la cuerda. Se la quitó del rígido cuello y se acercó a los sacos de carne. Los ató por los brazos y comprobó que la soga aguantaba cuando tiraba de ella. Podía llevarlos encima, pero sería un gasto de energía enorme. Los llevaría arrastrando.

—Tú marcas el camino.

Resopló bajó su máscara al ver que no le respondias nada y escuchaste perfectamente su murmullo

_{"Hombres. Todos igual"}

Te siguió con la mirada, expectante, cuando fuiste hacia el árbol y al percatarse de lo que pretendias te colocó los cuerpos para que al volver te fuera más fácil. Se acuclilló a tu lado para ayudarte con los nudos - Buena idea - habia girado el rostro para mirarte, esperando que le devolvieras la mirada y así poder hacer un escrutinio de tus ojos. Los ojos siempre decian más que cualquier otra cosa

La notabas tranquila, sin miedo de la cercania, pero también era porque habias dejado la motosierra algo apartada de ti para poder centrarte en aquello. - Parece que te ha comido la lengua el gato... - dijo sin atisbo de broma antes de seguir centrada en las ataduras

- Debería ir por la otra cuerda. No quiero que tires solo tú. Además... tendrás que llevar a tu amiga - sabías que se referia al arma. Se acercó al árbol y trepó con agilidad por las ramas hasta alcanzar de la que pendia la otra soga y desenfundó su machete para cortarla.

—No fue...el gato...—contestó, no muy convencido de lo que iba a decir, pero, ¿Qué diablos? Aquella era su noche. No habría otra igual. No con esa compañía.

—Fue Brenda. Yo era entonces...normal. Yo la quería, con todo mi ser. Pero ella me mató. Se rio, me hirió, y donde antes había un jardín, ahora solo hay un yermo, dolor y agonía. Por eso veo a Brenda en todos los rostros que me cruzo...menos en el tuyo.

Sabía como terminaban aquellas historias, lo había visto un millón de veces. El monstruo era asesinado, de la forma más ridícula e improbable posible, y el héroe, ese tipo de mentón cuadrado, se llevaba a la chica, mediante un esperado beso tras los créditos de "The End". Fundido en negro. Todos se acordarían del héroe, pues querían ser él. Y de la chica, pues siempre era llamativa. Pero todos olvidaban al monstruo. Daba miedo y, bueno, había asesinado a un montón de gente. No podía gustar a nadie. Salvo a él, quien había comprendido que esa clase de criaturas tenían sentimientos, emociones, que no cabían en la pantalla y que requerían una lectura profunda para entender el concepto del personaje.

Pinhead fue humano una vez y sus ansias de azotar la carne no era más que el castigo que se infligía por su vida pasada. Leatherface era un niño grande que perdía a su familia, con valores arraigados que nadie llegaba a comprender. Kruger...bueno, ese era un cabrón, pero también había en él un clásico sentimiento de venganza. Y si el Conde de Montecristo podía ser alzado como un reputado héroe, ¿Por qué el otro no? 

El mundo no estaba hecho para los monstruos.

Por supuesto no dejó que No-Brenda recogiese la soga. Lo hizo él porque, más allá de las palabras, las criaturas tenían presencia, actos. Con eso se expresaban aunque no todo el mundo lo supiera.

—Cargaré con los dos.

A él no le costaría.

¿Qué vio No-Brenda cuando miró a sus ojos? Dolor, un cuchillo de dos filos que, cada vez que lo clavaba en un cuerpo, se hundía más y más en el suyo. Pero a esa agonía era muy difícil llegar. Él lo sabía y no se engañaba. Por eso se conformaba con lo único que sabía que estaban a su alcance; su compañía. Pues ella era el paraíso y él, un ángel caído en desgracia.

Inclinados ambos sobre los cuerpos que estaban atando para poder arrastrarlos, tu abriste tu corazón y ella te miraba através de la máscara que la protegia. Podias notar su atención sobre ti, la sorpresa que reflejaban sus ojos azules, como si no pudiese creer que alguien como tú sufriese de aquella manera.

Clavó una rodilla en la hierba para poder girar su cuerpo hacia ti y colocó una mano sobre tu mejilla, como si tuviera la necesidad de consolarte. No podia acceder a tu rostro y de hecho, no sentias el contacto de su piel, pero aquel gesto parecia sincero.

- Quizás es porque hoy no soy yo - dijo llanamente sin explicarse mucho más - Así que hoy puedes estar tranquilo a mi lado - su mano bajó hasta apoyarse en tu hombro y usarte de impulso para incorporarse. Luego extendió el brazo para que pudieras agarrarte a ella y ayudarte a levantarte.

Comenzasteis a andar. Ella iba pendiente de vuestro alrededor. Quizás por eso pudo retenerte por el brazo logrando que una bala cruzase por delante vuestra desde vuestra derecha. Tras uno de los monumentos del parque habia un tipo con una pistola.

Una mano en la mejilla, el toque de un ángel capaz de resucitar a un muerto. Pero él estaba mucho más allá de la muerte. Era un condenado, un prisionero de su propio infierno. El suave roce de los dedos de No-Brendra no llegó a tocarle. Murió en su máscara, su verdadero rostro, su verdadera fuerza. La barrera que había eriguido para no desaparecer en una vorágine de lágrimas, dolor y soledad. Aquel ancla para la vida era ahora un lastre, un impedimento. Así que hizo todo lo podía hacer; contemplar el momento como un niño que observa atento el truco de un mago sabiendo que hay una mentira en ello, pero que es incapaz de descubrirla.

Las palabras de No-Brenda escondían veneno. Puede que ella, otro día, hubiera sido tan letal como su amor pérdido. Pero hoy, era diferente. Esa noche era la purga, el momento de los monstruos. Hoy todo era posible.

—Lo único que se nos permite a veces es un momento para atisbar el paraíso —doloroso, pero mejor que la nada vacía de la rutina diaria.

La tranquilidad del paseo no duró mucho. La magia del momento se rompió cuando un disparo de bala por poco les alcanzó. Sabía que había pistoleros en aquel juego. Él había preferido algo más tradicional. Loco, suicida. El juego solo podía sentirse real si uno ponía toda la carne en el asador. Soltó su carga y buscó con sus ojillos de carnicero al tirador. Y lo encontró.

Con cierta parsimonia, se giró hacia él y empezó a caminar. Su paso era firme y decidido, su máquina empezó a silbar una tonada agridulce de muerte y dolor. No corrió, caminó. Un gesto dramático apropiado de las películas de serie B. Una locura en la vida real. Pero eso es lo que había decidido ser.*

Empujaste a Candy con contundencia, con fuerza, y ella no se lo esperaba, así que cayó de culo a varios pasos de ti, profiriendo un grito de sorpresa.

Una maldición brotó de detrás de aquel árbol cuando te vió acercarse. No esperaba que aquella inmensidad que eras tú, con tu delantal blanco impregnado de sangre y visceras, no temieras a una bala en la distancia. Sin apartar los ojos de tu presa, avanzabas inexorable.

Percibiste que al tio la mano le temblaba mientras te apuntaba, pero quizás el miedo no le permitió apretar el gatillo ni tampoco huir. Cuando llegaste ante él alzó el rostro, con una mirada que decia a las claras que se había arrepentido de cometer la estupidez de atacaros.

- Por fa... - antes de terminar la frase, le golpeaste con fuerza en la cabeza, provocando que cayera a plomo sobre la hierba.

Candy se habia levantado y se limpiaba el trasero  - Joder Bubba. Que delicado eres... - 

—Imagina como trato a las que no me caen bien —contestó el grotesco gigante con una voz que más parecía un corrimiento de tierras que palabras humanas.

Cogió el arma del tirador, y sin saber muy bien porque, la colocó debajo de su delantal, oculta. Era un loco. Nunca se iba a una fiesta de pistolas con un cuchillo. O una motosierra. Hasta ahora habían tenido suerte. La mayoría de locos no sabían empuñar un arma. Él tampoco. La motosierra era más efectiva. Tarde o temprano darían con alguien que fuera letal. Siempre sucedía; un tipo apuesto de mandíbula cuadrada y músculos marcado. La misma historia de siempre. Miró a No-Brenda. Esta vez, pensó, tendría otro final.

Registró el tipo, vacío sus bolsillos y le quitó el cinturón o cualquier cosa con la que pudiera atarle. Suponía que un tercer cuerpo no supondría mucho esfuerzo para él.

—¿Se viene de fiesta con nosotros?

Si No-Brenda no lo necesitaba podían dejarlo ahí. Aunque entonces lo desnudaría y trataría de dejarle atado a una farola o algo similar. Dispararle a él tenía un pase, aunque le cabreaba mucho, pero nadie disparaba a su No-Brenda.

- Gracias entonces - dijo en tono de burla pero sin parecer molesta en absoluto. Luego se aproximó adonde estabas esperando que terminaras el registro, donde encontraste una beretta con el cargador lleno menos una bala. Te guardaste el arma y ella no dijo nada.

Un sonoro suspiro de resignación se coló entre los recovecos de la máscara de la rubia cuando preguntaste si os lo llevabais

- Pueden pagar mucho por él - y sin previó avisó, clavó el tacón de su bota en los testículos del tipo. El dolor fue tan devastador que logró que se despertara y empezara a chillar para luego pasar a la súplica. Estaba bien atado aunque se revolveria un poco, pero ella parecia satisfecha.

- Si no puedes con él, lo llevo yo, no hay problema. Aunque también tengo cloroformo si te cansas de sus gritos - habia elevado ligeramente la voz para imponerse al ruido que se había creado a vuestro alrededor.

Si echabais andar, llegariais a las puertas del parque en breve....

Un gesto era más representativo que cualquiere exhortación de la palabra. No-Brenda hundió el tacón de su bota en la virilidad de aquel cobarde haciendo que su grito, uno nacido del alma, rompiera la noche. Para él, que conocía el sufrimiento del corazón de primera mano, aquello era un claro símbolo de que había más de una herida abiera en el interior de No-Brenda. Un odio hacia los hombres. ¿De dónde venía aquel amargo recelo? ¿Quizás había sido rechazada? ¿Le habían roto el corazón, como a él? ¿Le habían humillado, mentido, ignorado? ¿O quizás era más carnal? ¿Estaba mal pensar, aún siendo un monstruo, que quería abrazarla? ¿Y por qué? Eran extraños atrapados en una noche efímera. Halloween, las Hogueras de San Juan, Navidad. Una noche mágica cargada de mentira, delirioso y violencia. La purga; la festividad de los monstruos.

¿Y si quizás no eran monstruos, solo almas heridas que camibana descalzos sobre sus propias heridas buscando alguien que la sanase? Demasiado pensar. En los ochenta no existían este tipo de duas y cuestiones. Era todo más simple. Uno podía refugiarse en la sencillez de un crimen. Uno podía vivir así. Porque, fuera de ese caparazón, todo era complicado, hueco y doloroso. "Pero es es porque siempre he estado solo".

Las palabras de No-Bendra atrajeron su atención. Sonrió bajo la máscara.

—No malgastes el cloroformo —pidió.

Se arrodilló delante del tipo. Le miró a los ojos; desde el interior de su podrido rostro de mentiras.

—Calla. Calla y respetaré tu lengua. Vuelve a gritar y te la arrancaré con ésta —dijo palpando la motosierra —. Y haré lo mismo con cada apéndice de tu cuerpo que me incomode. Así que quieto, disfruta de la noche.

Tiraría de él. Incansable, invencible, eterno; un monstruo salido de las pesadillas. Aunque eso era también una mentira, un traje que se ponía con gusto.

—La salida no debe estar muy lejos...

El tipo casi se atraganta con su propia saliva cuando se topó con aquellos ojos que lo miraban. Su pantalón fue humedeciendose levemente en la zona de su entrepierna.

Candy retiró el rostro con disgusto. - Encima es un puto cobarde - masculló entre dientes mientras se ajustaba una de sus coletas y luego la acomodaba sobre su hombro. Luego se puso a tu lado mientras caminabais hacia las puertas de Central Park, las mismas por donde habias entrado.

- Le he mandado ubicación, espero que no tarde. La noche se echa encima y el East Village no está cerca precisamente - te habla con naturalidad, como si no llevarais vidas humanas arrastradas por el suelo. De música de fondo os acompañaba algún gemido o resuello contenido de vuestras presas.

Os parasteis en la acera, ya fuera del parque. Allí no habia nadie, solo más muerte en los alrededores, pero de momento lo suficientemente lejos de vosotros como para tener que preocuparos.

Dejó descansar su brazo liberándolo de la pesada carga. Curiosamente, vivos pesaban menos que muertos. Contempló el paisaje que se sucedía delante de él. Niños jugando a ser adultos, enfermos dando rienda suelta a sus deseos más oscuros. Y, entre ellos, algún monstruo. Como él. Y una heroina, como No-Brenda. Ninguno de esos chalados le preocupaba. Pero ¿El amigo de No-Brenda? Ella parecía confiar en él, pero él no confiaba en nadie. Ella era una excepción. La única que podía hacer.

—¿Para qué lo necesitamos? Podemos conseguir un vehículo y conducir hasta el East Village. Solo pídelo.

Seguramente había algún vehículo estacionado cerca de ellos. Por fuerza, alguno de ellos debía pertenecer a la gente que había ido de "fiesta" al parque. Podían inspeccionarlos, buscar las llaves o hacer un punte. Puede que No-Brenda supiera. Él no. Si esas opciones no eran factibles, siempre podía detener un vehículo, partir por la mitad a sus ocupantes y seguir adelante.

La joven se quedó pensativa, machete balanceandose suavemente al lado de su pierna derecha y la mano izquierda en la cadera. Una pierna ligeramente más adelantada que otra.

- Tienes razón - giró el rostro para mirarte - Busquemos un coche. No podemos perder mucho más tiempo - sacó su móvil para mandar un audio mientras se agachaba para recoger algo que habia visto en el suelo.

"Tiro para la feria, así que si estas viniendo para aquí date la vuelta. Nos vemos luego"

Cuando se incorporó, habia guardado el teléfono para pasarse aquel objeto que no podias ver a su diestra y lanzarla contra la luna de un coche que pasaba a toda velocidad por allí, logrando que perdieran el control y frenaran derrapando muy cerca de allí. Había dos enmascarados dentro

Tras tanto tiempo en silencio, la megafonia vuelve a abrirse dejando percibir la alegre y divertida voz de una mujer que te suena bastante dolorosa y familiar.

"Uo, uo, uo.... Parece que esto se pone intersante... Monstruos disfrazados de caballeros andantes. Acosadoras piradas. Sádicos que se creen médicos... ¿Pero habeis mirado bien al de al lado? ¿De verdad estais seguros que no os van a apuñalar por la espalda? ¿Os fiais de aquellos a quien habeis salvado su patética vida? Bien, bien, bien... Veremos quien rie el último pues.... "