Partida Rol por web

Como cada mañana del entrenamiento, al abrir los ojos y ver donde te habian mandado, deseaste estar en la carcel.

El trato para los reclutas negros era lo mas inhumano que habias visto en tu vida. Te recordaba a las historias que contaban los viejos de como era el trato en los campos de algodon y te hacia pensar que los alemanes no podian ser peor.

Como siempre, al toque de diana se sumaban insultos de rigor.

- ¡Arriba, perros!.- Era el mas frecuente, siempre acompañado de algun grito mas.

Aquella mañana gris comenzo como todas las anteriores pero algo te decia que era distinta. Algo en el aire, una presion, algo que podias llamar intuicion.

Os hicieron saltar de las camas de golpe. Un general nuevo irrumpio en los barracones, chulesco y altivo, con un ojo de cada color, igual que los malditos perros pero vuestro capitan se afanaba en besarle el culo, de un modo tan rastrero que ni los chuchos del peor barrio negro lo harian por un trozo de carne fresca.

- Asi que estos son los famosos soldados morenitos.- dijo el General paseando entre vosotros, con ese aire de superioridad que solo tenian los blancos ricos, mientras la mayoria de vosotros aun se encontraba en calzoncillos.

Su tono condescendiente era peor que llamaros negros abiertamente.

- ¿Es este?.- pregunto señalando a uno de tus compañeros.

- No señor, es...- quiso responder tu capitan, un niñato culo blanco al que papi le habia comprado los galones.

- No, no me lo diga, lo descubrire yo.- Afirmo el gordo general, como si se tratase de un juego.

El general os miro como al ganado, sin saber que buscaba entre vosotros. A algunos los pasaba de largo, a otros los observaba con detenimiento. Llego tu turno, se paro ante ti y paso su vista desde los tobillos hasta tu cogote.

- ¿Como te llamas, hijo?.- pregunto fingiendamente.

Otro maldito día en aquella porqueriza para negros, eso fue lo primero que pensó cuando empezó a escuchar los gritos y las bravatas de los instructores, por supuesto, blancos aquellos gilipollas que no se habría atrevido a meter su culo blanco en la noche más tranquila de Harlem se pavoneaban con sus galones por los barracones como si fuesen los reyes del mambo, solo porque era blancos y el mundo era para los blancos.

Saltó de la cama uno de los primeros y se puso firmes frente a su camareta,de nuevo otra inspección sorpresa se dijo. Pasó mentalmente inventario de todo lo que había en ella y todo le parecía estaba correcto y ordenado como debía. Así que aguardó la mierda de cada día. 

Solo que la mierda de aquel día tenía más estrellas de lo habitual, aquella vez entró un tipo con suficientes estrellas como para ser el jodido presidente de los Estados Unidos, observó con el rabillo del ojo como avanzaba el viejo canoso entre los soldados. Buscando a alguien al parecer. Apretó las cuadradas mandíbulas en un silencioso rezo para que no se fijara en él, aunque sobrepasar en un palmo a la mayoría de sus compañeros no acostumbraba a ponerles las cosas fáciles. Maldijo en silencio cuando el general se puso justo frente a él.

¡Señor! ¡Cabo Jeremiah Brown, Señor! Gritó ante su demanda como un buen perrillo amaestrado.

El general sonrio. Supiste que habia encontrado lo que buscaba por la forma en la que te miro.- Bien cabo Brown, ¿Hasta que punto ama a su pais?.- te pregunto por sorpresa. Era una pregunta tonta, como las que les hacian a las mises en los concursos de belleza.

La tension podia cortarse con un cuchillo mientras esperaba tu respuesta.

Se hizo la eterna pregunta de  ¿Porque yo? e inmediatamente se preguntó que coño querría o lo que más temía hasta donde sabía o llegaba a intuir. Desde que regresara de su unidad se habían escuchado centenares de historias sobre lo que le había pasado, ninguna de ellas buena. Entrecerró levemente los ojos, aquella pregunta era una trampa, el cabrón del general le colocaba en una situación en la que no había solución buena. 

El de las estrellas quería joderle y bien. Si callaba sería aún peor así que era momento de contestar algo. 

¡Señor! ¡Lo necesario Señor!

¡Lo necesario! ¿Solo lo necesario? ¡Un soldado debe amar a su pais mas que a su padre!.- Te grito con enfado. Tomo aire antes de hablar mas calmado.- Seguramente tu no sabras quien es tu padre, asi que imagino que puedo pasartelo por alto, por esta vez. Ponte el uniforme y presentate en oficinas. Te va a encantar tu traslado, hijo.- dijo escupiendo las ultimas palabras.

El general se marcho y el capitan se quedo a solas con vosotros, supiste que estaba enfadado contigo pero solo dijo.- ¡Ya lo has oido, muevete!

Se abstuvo de decir cualquier cosa o hacer comentario alguno, dijese lo que dijese solo lograría empeorar su situación, tocaba callar, seguir firmes, saludar y empezar a vestirse siendo un buen negrito y vistiendose en pocos minutos. Si algo enseñaba la instrucción militar era a actuar sin apenas pensar.

Aquello le ayudo a no retorcer el cuello ne nenaza del capitán, aún empeoraría cualquier mierda fuese en la que se había metido. Una vez con el uniforme se limitó a hacer el petate y largarse a donde le habían ordenado presentarse, no se despidió, no había amigos de quien hacerlo.

La oficina era muy sencilla pero estaba en una zona donde no solian entrar los soldados de tu color. Siempre apartados, pasaste por delante de decenas de miradas inquisitivas.

Llamaste y te hicieron pasar de inmediato.

El general estaba revisando unos informes escritos a maquina. La oficina olia a humo de cigarros puros, de muchos, como si se hubiera celebrado una reunion de fumadores y aunque la ventana estaba entreabierta, el olor se mantenia.

- Pase.- dijo secamente, no hubo invitacion a sentarse pero tampoco la esperabas.- Debo felicitarle, va a tener el honor de servir a su pais como pocos hombres podran decirlo y demostrar que su gente tambien tiene valor.- dijo esperando que te sintieras alagado por ello.- Se trata de una mision secreta, de suma importancia para la victoria y que debe tratarse con el mayor de los secretos.

-Los negros son cobardes...

-Los negros no tienen que estar aquí...

-Los negros solo sirven como dianas...

A medida que cruzaba las salas en las que los negros no podían acceder suponía que serían aquellas las conversaciones que se sucederían al verle pisar con fuerza. Se detuvo, cogió aire y golpeó con fuerza la puerta del despacho en la que se suponía que debía presentar. Se abrió la puerta y entró aparentando seguridad. El olor acre del tabaco le hizo parpadear, se plantó firmes frente a la mesa y se cuadró saludando al general.

Escuchó su peronata, mirando al frente, tampoco podría hacer nada, era soldado y negro, no podía decidir ni opinar.

- Va a tener el honor de ser miembro de un exclusivo grupo especial.- dijo sin darte opciones a negarte.- Se trata de un proyecto de alto secreto, he visto su ficha medica, sus informes, hasta su partida de nacimiento, es perfecto para esto. Se presentara en un punto secreto al que se le llevara con todas las medidas de seguridad. Alli se le daran sus ordenes pero yo voy a darle otra, mas secreta que cualquier otra. Se le reunira con un equipo, en ese equipo se encontrara una mujer con mi mismo apellido. No es casualidad. Ella no debe saber que me conoce pero si ella no regresa con vida, todo lo malo que pueda ocurrirsele le sucedera. ¿Comprende?

Brown entrecerró los ojos, una misión de la que probablemente no saldría vivo pensó en un principio, probablemente por eso habían escogido a un negro al que suponían un cobarde por ser el único superviviente de su unidad, aquello lo entendía y podía imaginarse cualquier mierda que se pudiesen imaginar, ya fuesen pruebas médicas, de equipo o cualquier cosa de aquellas. 

Eso podía asumirlo.

Todo ello se trastocó cuando el general le habló de su hija. ¿Una mujer blanca en el equipo? ¿La hija de un general? Tragó aire completamente sorprendido, no entendía nada. No era nada de lo que se podía imaginar y su secreto estaba a salvo o eso suponía. 

Antes de que su mente pudiese deducir que le acababan de nombrar oficialmente niñera de una cría la instrucción militar cumplió su función. Completamente firmes dijo lo único que encajaba en aquella situación.

¡Señor! ¡Si! ¡Señor!

- Recuerde que ella ni ningun otro debe conocer esta orden. Su mision sera protegerla, del enemigo y de cualquier ataque que una mujer pueda sufrir, ya me comprende. Si alguien le pone una mano encima a mi hija, le hare responsable directo de ello. Si esta orden le ha quedado sufientemente clara, cabo.- dijo tendiendote un sobre cerrado.- Tome sus documentos y acuda a la enfermeria para vacunarle antes de salir.

No dudó, solo podía meterse en más líos si lo hacia así que cogió el sobre sin decir una palabra, como el buen negrito que esperaría el general. Además se tenía que ocupar de que a la mujercita nadie le tocase el culo lechoso. Aquello cada vez tenía mejor aspecto.

Tras pedir permiso para retirarse salió por la puerta directo a la enfermería, de camino no levantó la vista del suelo hasta salir de la zona. Miró el sobre y lo sopesó, aunque lo mirara probablemente no entendería casi nada, suspiró y se dirigió directamente a la enfermería. No sabía que contenía el sobre así que no se lo podía dejar leer a nadie, era de esperar que supiesen los de la enfermería cual debía ser su siguiente paso.

El sobre no pesaba apenas nada, debia como mucho tener una hoja dentro pero el sobre estaba cerrado y tan opaco que no podia verse nada del interior.

En el membrete unos numeros de serie 8009163

El camino a la enfermeria lo conocias, te esperaba el doctor en jefe, el mandamas de los medicos del cuartel, lo cual, para ponerte una sola vacuna te parecio cuando poco excesivo.

Sin hablarte, el medico mas nazi que el propio Hitler, preparo una inyeccion y te ordeno descubrirte la manga. Con ganas te undio la agua en el brazo, tu vena se incho y dolio mas de lo que creias normal.

Tu vista se nublo de inmediato y lo ultimo que viste fue la sonrisa maliciosa del medico.