Ullanor fue el gran triunfo de la Humanidad: la mayor concentración de orkos jamás derrotada por las fuerzas imperiales. Gracias a los esfuerzos de los ejércitos del Emperador, la raza orka sufrió un golpe de gracia del que ya nunca se recuperaría.
La caída del imperio orko de Ullanor supuso el cénit de la Gran Cruzada. Para marcar este punto de inflexión, el Emperador en persona organizó una celebración, una celebración en el planeta, en el que se reunieron sus dispersas huestes en una parada triunfal como nunca antes se había visto.
Fue en Ullanor Prime, con los cuerpos de los caídos todavía calientes. El Adeptus Mecanicus allanó un continente entero empleando maquinaria industrial del tamaño de titanes. Aquel acto, por sí solo, ya hablaba del poder que manejaba la Humanidad, poder para hacer y deshacer a su antojo, una simple pero brutal muestra de hasta donde llegaban sus capacidades como especie.
También se construyó una enorme avenida a lo largo del continente subyugado: tan larga que cruzaba de un extremo a otro del horizonte y tan ancha que millones de soldados imperiales, cientos de tanques, legiones astartes enteras y docenas de titanes podían marchar por ella a la vez desfilando frente a un gigantesco palco de cientos de metros de altura. En ese palco había una reunión de primarcas como nunca se había visto antes: Magnar Vulkor, Duncan Thorne Brodie, Uliq deNugnat, Radius, la Montaña, Nekriam, Hantei. Había algunas ausencias evidentes pero había representantes de sus legiones: el Príncipe Pirata llevaba tiempo perdido y sus hermanos Ark´sul y Aegror habían estado buscándole infructuosamente. Seguía sin haber noticias de Nimrod Arcturus.
Era un momento solemne pues allí se decidiría quién sucedería al Emperador al mando de sus legiones. Mientras los titanes de la Legio Mortis marchaban frente al palco, los hijos del Emperador estaban sumidos en sus pensamientos.
La imagen no es del todo precisa pero, en fin, son primarcas: el segundo es Nephleim (lo que tiene su coña porque justo él no está presente), el quinto es Radius y los dos últimos de la derecha son claramente Nicola y Hantei.
Bien. Hoy resolveremos la votación pero sois libres de discutir un poco más por aquí. Al fin y al cabo, es la ÚLTIMA vez que vais a estar todos juntos... Voy cerrando el Consejo de Guerra.
Magnar se dirigió al representante de los Segadores para entregarle un mensaje para Nephleim.-Cuando veas a tú señor entrégale esta misiva de mi puño y letra, como bien dijo él hemos tenido nuestros choques pero creo que es algo normal entre hermanos. De esos choques hemos aprendido y avanzado, además de la misiva dile que no tengo palabras para la confianza que ha depositado en mi.-sin más se retiró a su lugar en el gradería viendo pasar el desfile.
Te lo pongo por aquí por el Consejo se cerró. En la carta pone "Valoro enormemente el que dejemos rencillas atrás, se que eso siempre es difícil pero no dudes ni por un momento que estaré a la altura de tú confianza"
Por si la visión de los primarcas no fuera suficiente, el Emperador en persona acudió a Ullanor Prime para celebrar su gran victoria.
Su abrumadora presencia empequeñecía la de sus hijos en el balcón e incluso los enormes titanes que pasaban frente a la construcción parecían insignificantes en comparación. Su aura de luz dorada era cálida y cegadora a la vez. A un gesto de su mano enguantada la interminable columna de tropas que desfilaba incansable se detuvo. Tres latidos de corazón más tarde, todos los soldados cuadraron filas, se giraron hacia el palco y presentaron sus armas.
El Emperador sonrió lentamente. Estaba lleno de orgullo ante la majestuosidad de todo lo que habían conseguido. Miró por turnos a cada uno de los primarcas presentes haciéndoles sentir como si estuviera asomándose a lo más profundo de sus almas.
Finalmente, se detuvo en uno de ellos.
-Tú eres para mí como un hijo y junto a tus hermanos has conquistado casi por completo la galaxia. Ahora ha llegado el momento de que me retire a Terra. Mi trabajo como soldado ha terminado y ahora recae en ti, pues yo tengo grandes tareas que completar en mi sanctasanctórum terrenal. Te nombro Señor de la Guerra y a partir de este día todos mis ejércitos y generales obedecerán tus órdenes como si vinieran de mi propia boca. Pero también tengo palabras de cautela para ti, pues tus hermanos Primarcas son fuertes de voluntad, de mente y de acción. No busques cambiarlos, antes bien, usa sus fuerzas adecuadamente. Tienes mucho trabajo por delante, pues quedan aún muchos mundos por liberar, y muchas gentes por rescatar. Mi confianza está contigo. ¡Viva Duncan Thorne Brodie! ¡Viva el Señor de la Guerra!
Oh, yeah. Oh yeah. Oh yeah.
MAGNAR VULKOR
DUNCAN THORNE BRODIE
Noventa y tres votos para Magnar Vulkor y NOVENTA Y CUATRO para Duncan, que gana POR UN VOTO. He hecho la suma como doscientas veces porque pensaba que había un empate.
¡Felicidades, Señor de la Guerra!
Un cargo como el tuyo pesa mucho incluso para los hombros de un primarca así que pásate por tu escena privada en cuanto puedas que tienes un paquetito envuelto para regalo...
Me sentía orgulloso del trabajo en Ullanor, pese a que mi legión solo había intervenido en la gran batalla final. A fin de cuentas es importante saber acabar con el trabajo.
Desde el palco contemplaba la magnífica avenida que se había construido en Ullanor Prime. Avenida por la que normalmente van a transitar colones y astartes de la Tempestad Imparable pero que ahora estaba plagada de astartes de todos los sitios.
Sin embargo la presencia de Padre llenaba todo. Me encontraba prendado de la capacidad que el Emperador tenía, la fuerza que emanaba, el conocimiento, la capacidad de concordía, su poder... pero cuando Él me miró, sentí que desaparecía y que estaba desnudo, de cuerpo, de mente y de alma, por suerte rápidamente pasó a otro hermano.
Asistí al nombramiento de señor de la guerra de Duncan. Sin duda había sido mi candidato favorito en todo momento. Sonreí al escuchar las palabras.
—¡Viva! —respondí al cántico iniciado por el Emperador, hice una pequeña reverencia a padre y me acerque a Duncan, estrechando su mano y poniendo la mía sobre su hombro. Mi ojo biónico relució fuerte en rojo, —hermano, estoy orgulloso de tu nombramiento. En verdad te mereces estar ahí y confío en que sabrás llevarnos a donde debemos y merecemos —.
El día había llegado, finalmente, aunque Duncan preferiría que no hubiera sido así. El triunfo de Ullanor les encontraba más divididos de lo que jamás habían estado, y puede que aquella votación no ayudara a solucionar eso.
Candidato a Señor de la Guerra... Cuando estaba reinando en Argyle Primus nunca se imaginó que acabaría liderando algo como una legión a started, mucho menos la posibilidad de ser el mando supremo de un esfuerzo como el de la Gran Cruzada, solo por debajo del mismo Emperador. El solo pensamiento daba vértigo. Pero debía hacerlo, y en el fondo lo sabía. Sólo alguien que creyera en la unidad de un modo tan firme como él podría tener posibilidades de sellar las fisuras surgidas entre ellos.
Y aún con esos pensamientos en mente, le costó creerse lo que vino a continuación. Las bellas palabras del Emperador, reconociéndole como un hijo y nombrándole Señor de la Guerra, incluso coreando su nombre. Duncan no pudo evitar derramar un par de lágrimas, emocionado por aquel despliegue de majestad y el reconocimiento que le brindaba.
-No te fallaré, Padre. Lo daré todo por tu sueño, si tal cosa es precisa-respondió, para después recibir la felicitación de Uliq con una sonrisa-muchas gracias por tu apoyo, hermano. Puedo prometer que daré lo mejor de mi para lograrlo. Y me gustaría aprovechar la ocasión para dirigirme a todos vosotros. Da igual lo que haya ocurrido anteriormente. Ante nosotros se abre una época llena de promesas de prosperidad, una nueva etapa que quiero que afrontemos juntos, como hermanos. Pues esa es mi intención, que nuestra unidad se restablezca, y estar ahí por y para todos vosotros.
Radius evitó a duras penas unas lagrimas ante la augusta presencia del emperador y permaneció callado, embelesado por su presencia. Sin embargo, no por estar emocionado dejó e prestar atención a sus palabras.
El mensaje había sido claro. Ahora eran los presentes, liderados por Duncan, quienes deberían llevar la paz al universo, mientras el emperador se retiraba y permanecía en segundo plano. Como si se pudiera evitar que su presencia, que sus ideas, fueran el motor de la cruzada.
- Duncan, sabes que tienes mi apoyo. Ya hemos combatido juntos y será un orgullo volver a hacerlo. Solo dime donde puedo ser mas útil para seguir con la cruzada que el Emperador empezó y que hoy te delega - pronunció orgulloso - Sea combatiendo para eliminar los pocos reductos orcos que quedan, o simplemente consolidando las posiciones que nuestros compañeros han obtenido para la gloria del Emperador estoy a tu disposición -
- De cualquier manera no puedo menos que felicitar, también a Magnar por sus esfuerzos. Quizás la forma en que planteaba especializar a las legiones no era de mi agrado, pero si el Emperador lo tomó en consideración para liderarnos es porque el, en su sabiduría, lo consideró una alternativa viable para hacerlo. Espero que, bajo el mando de Duncan todos podamos seguir haciendo crecer el imperio. Tanto la XIV, como el resto de las legiones, deberemos seguir trabajando para que el imperio crezca y los enemigos de la paz del Emperador no tengan capacidad de dañarnos. Se que podemos hacerlo. Más allá de algunas discusiones que todos hemos tenido, la paz, creo, siempre ha sido nuestro objetivo -
Hasta que se armen los bandos se supone que todos somos aliados... o mas o menos ;-)
Junto a los Señores del Relámpago habían acudido un puñado de Corsarios, los únicos miembros de la XVI presentes. Su salvoconducto, garantizado por el propio Duncan, les mantenían lejos de las sombras de los Custodios. Entre ellos estaba Iliyan el Joven Halcón, el mejor piloto de la XVI y, tal vez, de todas las Legiones Astartes. Apodado así por los eldar, el marine espacial era ya un anciano, aunque había sido uno de los miembros más jóvenes de la banda de Eon cuando este sólo era un pirata en Sycorax.
El mejor amigo del Rey Pirata fue uno de los primeros en arrodillarse ante Duncan ante la proclama, y junto a él su puñado de astartes de bronce. Todos ellos hicieron el gesto del Aquila sobre el pecho y vitorearon al Rey de la Tormenta.
-¡Salve Señor de la Guerra!