¡Perdona! Mañana antes de las 18 tienes subido el resumen. Hoy no pude, que estuve con mis peques todo el santo día.
Sarum le restaba muchísimo tiempo, las primeras semanas era incapaz de hacer más de dos tareas con él, pero según él crecía y ella se adaptaba las obligaciones eran completamente más fáciles.
Obligaciones y deberes.
En los tiempos libres cosía tranquilamente, sus ojos observaban a su pequeño dormir junto a la lumbre, cubierto con pieles que mantenían su calor. Tiernas sonrisas aparecían en el rostro de Éire, desde que él estaba en su vida era más feliz. Incluso la relación con su marido había mejorado completamente, aquel niño los mantenía unidos y por mucho que lo negase, ella era feliz.
Ensimismada en el pequeño, sintió como la aguja se clavaba en su dedo haciéndola brincar un poco, se llevó el mismo a los labios y lo humedeció, intentando calmar el dolor. Lentamente bajó la mirada hacia lo que hacía y dio las últimas puntadas. Durante esos meses había estado haciendo un tipo de "mochila", el poder llevar consigo al pequeño mientras hacía sus labores lo agradecía, pues de normal solo podía estar en la tienda y pedir a su hermana que la ayudase con los cuidados. Cosa que a fin de cuentas, no le gustaba demasiado, pues separarse de su primogénito era la peor de las condenas.
Levantándose se acercó al pequeño, tomándolo en brazos, él solo abrió un poco los ojos, pero pareció caer dormido al sentir la cercanía de su madre. Suavemente lo colocó dentro de esa mochila que tan bien cuidada había hecho Éire y lo cubrió con su "manta" para protegerlo del frío, ahora empezaba otra vez sus labores. Tenía tantas cosas por hacer que... No sabía siquiera por donde empezar.
Las enfermedades, las batallas entre otras muchas cosas... Siempre eran noticia y algo que mantenía ocupada a la joven celta.
Una noche mientras estaba sentada junto a la hoguera, un hombre entró alterado hacia donde estaba ella acunando a su hijo, ella lo miró sorprendida y confusa. Pero al escuchar sus palabras solo sonrió con tranquilidad a la par que hacía un suave gesto. Se levantó de donde estaba mientras dejaba acostado al pequeño que desde hacía minutos estaba dormida. Mirando a su marido le dijo que mirase por el pequeño, que una de las mujeres se había puesto de parto. No era el primero que atendería, y esa mujer había sido seguida por la joven Éire durante todo el embarazo.
El parto duró varias horas que fueron alargadas por los problemas que salían al camino. Cuando el primer pequeño había nacido, vio que no era el único, si no que otro más quedaba dentro ¿Gemelos? Era un caso raro. Arrodillándose limpió las manos en el agua, secándolas después sobre las telas, nuevamente empezó su intervención. Merla que era quien la acompañaba en ese momento se encargaba de limpiar al primer recién nacido mientras Éire se ocupaba cada vez más preocupada por que naciese el otro niño. En el rostro de la joven se veía el sufrimiento, por más que hacía por ella parecía que las cosas se complicaban.
En su interior oraba un milagro y pareció ser escuchada. Finalmente el siguiente niño nació y fue tomado en brazos por Éire. Sus ojos se llenaron de lágrimas de ilusión, pero eso apenas duró unos instantes pues ahora era la madre la que debía ser intervenida. Merla tomó al otro niño, haciendo lo mismo que con el primero. Ambos pequeños estaban en perfectas condiciones, por lo que toda su atención recayó sobre la joven madre. Éire usó todo cuanto sabía, sus remedios como habilidades para la sanación se vieron relucir esa noche cuando tras muchas horas, pudo sentarse cansada junto a la otra mujer, felicitándola por los nuevos niños, así como por la fuerza que había mostrado. Acercó la mano acariciándole la mejilla.-Os felicito, ya sois madre.-Éire cerró los ojos lentamente, dejando ver su agotamiento, pero esa noche no la pasó junto a su marido e hijo, si no que esperó hasta el alba para ir a descansar. Primero eran sus "pacientes" y después ella.
Pero esa no fue la única vez que usó de su sabiduría para ayudar a los demás. En más de una ocasión había asistido a los heridos, curándoles las continuas heridas que decoraban sus cuerpos.
A lo largo del año, también aprovechó para hacer algunas salidas a los campos o bosques. Acompañada de su pequeño, buscaba las distintas hierbas, hojas y raíces que daban vida a su "Don". En más de una ocasión se había pasado largas horas recorriendo los bosques mientras llenaba sus bolsas de cuero de esas místicas plantas; Brebajes, ungüentos , tés.. Cualquier cosa se podía hacer con aquellas finas hierbas que con tanto esmero y mimo recogía cada primavera y otoño. Aunque otras muchas debían ser buscadas en las épocas más duras como Invierno o Otoño, en esas pocas veces llevaba a su hijo por miedo a que enfermase, en esas ocasiones era su hermana la que se ocupaba de vigilarlo mientras ella salía.
Los primeros pasos vinieron tomados de la mano de los siete meses de Sarum, fue toda una sorpresa, como también un nuevo mundo por descubrir. Éire pasaba tiempo con él, jugando y enseñándole nuevas cosas. Una tarde mientras estaba en el patio, vio como un guerrero se acercaba a ella, cosa que la puso nerviosa. Levantándose, tomó en brazos a su pequeño y lo observó. Al principio solo eran palabras, pero ese hombre la quería para algo más. Unos pasos acelerados la alejaron de él.-¡Largáos! No déis un paso más, mi señor.-Quizás sus gritos o su buena suerte, provocaron que en ese instantre apareciese uno de los "amigos" de batalla de su marido. Observando la escena se acercó a la mujer con una gran sonrisa, mientras la invitaba a irse con él. El hombre miró al otro de manera desaprobatoria y amenazante. Éire fue hacia el interior cargando al niño que lejos de entrarse de lo que ocurría solo jugaba con una cuerda que había encontrado.
Los días pasaban, y ella solo se dedicaba a las tareas del hogar, recolección de hierbas, el bienestar de su hijo y marido, así como también a atender a los hombres o mujeres que lo necesitaban. Pero ese año también lo había dedicado a algunas labores en el castillo, sirviendo al conde siempre que lo necesitaba. Después de todo era una dama obedente y de buena educación que jamás negaba nada a nadie.