Partida Rol por web

Era la hora del desayuno. Ese día la cantina de Befehlgard estaba más llena de lo normal, de hecho llevaba ya un par de días así. Desde que hacía un par de semanas la Resistencia Rebelde sabotease el primer viaje del tren marino, el comandante Rand había hecho un llamamiento para que toda la tropa regresara a la base. Sólo se habían mantenido aquellos puestos imprescindibles.

El motivo del llamamiento era simple, después del fracaso del tren marino, los héroes de la Gloriosa tenían que dar su propia respuesta. Tenían que demostrar con sus actos y no con palabras o glorias pasadas que ellos eran el bastión de la justicia en el archipiélago de Plundertörung. Que sin ellos, la región estaba condenada al caos y la destrucción. Porque esa era la verdad.

Esa misma mañana dos buques habían zarpado con un sólo objetivo. Una razia pirata. Una incursión arriesgada, arrojada y violenta de caza de piratas. Que el comandante hubiera organizado una misión como esa era una buena muestra de como estaban los ánimos. Sin duda lo que le esperaba a los valerosos soldados que aguardaban su turno, no sería de menor envergadura. Pero mientras llegaba ese momento sólo les quedaba esperar y apaciguar los nervios.

En una de las mesas estaban sentados los sargentos Tunad y Jester, y los cabos Xen, Margaret, junto a unos cuantos marines más. No lo hacían porque hubiera entre ellos una relación especial, simplemente habían ido llegando escalonadamente a la cantina y posteriormente se habían sentado en los huecos libres que había. Aunque sabiendo lo que iba a venir, uno diría que se trataba de un guiño del destino.

Uno de los soldados levantó la cabeza y miró a izquierda y derecha.

—Ni el comandante, ni comodoros, ni capitanes—le dijo al compañero que tenía delante de él—. Exactamente igual que ayer. Seguro que están preparando la próxima redada.

Este es vuestro primer post, así que simplemente de momento limitaos a charlar con vuestros personajes y haceros con ellos. Si necesitáis cualquier tipo de ayuda o consejo para escribir (típico síndrome de la hoja en blanco) podéis contar conmigo.

Tunad estaba bebiendo un vaso de refresco con una sombrilla, estaba tranquilo, no era la primera ni ultima vez que esperaba ser asignado a una misión que seguramente iba a ser peligrosa, ya llevaba unos cuantos años enlistado en la Gloriosa y había estado en cada berenjenal que venga Winston Glooveball y lo vea, parecía que la cara más reconocible en la mesa para él era Xen, así que le miró y le guiñó el ojo de manera entusiasta.

Le llamó la atención lo que dijo el marine que estaba sentado junto a él, no le sonaba de nada, pero miró para comprobar la gente de la sala.

-Que raro, tiene razón, no está ni la capitana Lars- Echó para atras la silla y dió un sorbo sorprendido a su vaso -Parece que se va a liar parda -Sonrió y de un balanceo volvió la silla para adelante golpeando los brazos sobre la mesa, algo fuerte, la sombrilla del refresco salió volando, darramó algo de refresco y un cubito salió deslizando hasta el suelo- Bueno, con suerte me toca en el siguiente buque y puedo ejercitar un poco, que esto no se entrena solo -Se echó para atras de nuevo y se dió un golpe en sus "músculos abdominales", fardando de ellos- Hay que mantenerse en forma Grogrogrogro - Rió mientras seguía dándose palmadas en su tonificada panza

Xen sonrió ante la actitud de su amigo. Con el tiempo se había aconstumbrado a esa actitud tan directa y animada que presentaba el piscido. De echo no iba a negar que la empezaba a coger cariño.

-Ya le digo yo, Sargento, que no creo que tengamos que esperar mucho para salir a la mar. Después de lo del tren marino el comandante estará ansioso de demostrar lde lo que estamos hechos en Befehlgard. Lo que si sería un golpe de suerte es que nosotros fuéramos los que nos encarguemos de esos rebeldes- Xen estira uno de sus brazos hacia arriba mientras aprovecha para apoyarse sobre el respaldo del asiento- no estaba la cosa ya jodida por aquí para que viniera un puñado de terroristas a explotar el puñetero tren ¿y luego? se esconden de nuevo, como ratas. Ya me gustaría tener a uno de esos desgraciados a distancia de lanza, a ver si son tan valientes al descubierto.

Marlene estaba dedicándose a engullir de su plato sin especial interés en lo que sucedía. Desde que habían llegado las noticias del asalto al tren, cualquiera con dos dedos de frente habría estado esperando la respuesta de la Gloriosa. No era ya tanto una cuestión de reparación de daños o la seguirdad de la zona, era más bien una cuestión de imagen y de honra. En un nido de rebeldes y maleantes como este, dejar un acto criminal sin respuesta sienta un mal precedente. Si los encargados de mantener el orden no dejan bien claro lo inaceptable de semejantes actos, enseguida el resto de ovejas del rebaño vendrían atraídas por el caos y se nos subirían a las barbas.

Palo largo y mano dura, es lo único que funciona con la gente. Hay gente como mi padre que piensa de otra forma, y ya hemos visto lo bien que eso funciona. Tolerancia cero, y el que crea que las leyes son una broma, que se encuentre de repente con un recordatorio brutal y directo de que son algo a tomarse muy en serio...

...aunque haya incluso aquí quien parece que se crea más que estamos en un resort que en una base de los encargados de mantener la paz en el mundo. Por qué alguien es capaz de tomarse en serio a alguien como el sargento Tunad es algo que se me escapa por completo, aunque supongo que algo debe de haber. Dicen que ese bate suyo ha visto tanta acción fuera de las pistas de béisbol acuático como dentro, y que es bueno colocando sus bolas de agua exactamente donde quiere. Dicen.Ojalá dijesen también por qué no puede tomarse un poco más en serio a si mismo.

El siguiente en hablar no me suena de haber coincidido con él. Pero aún así le conozco. Como casi todo el mundo. Es imposible no conocer a alguien de los suyos en casi cualquier sitio, simplemente destacan. En mi experiencia, casi siempre para mal, aunque no puede dejar de aprobar el celo que hay en sus palabras.

Por supuesto que no lo son. Si fueran valientes de verdad estarían aquí. O por lo menos estarían viviendo honradamente, no defendiendo a los piratas o esos rebeldes que creen que pueden montar una sociedad en la que todo el mundo pudiese hacer lo que le dé la real gana y no ardería el mundo en menos de un mes. Si tanto quieren libertad, les daremos libertad. Libertad de caída desde la roca más alta que encontremos.

Savant alzó un dedo y la música empezó a sonar. 

Así es como tiene que sonar una cantina en una época tensa - pensó. 

Estaba tumbado en la silla con las piernas sobre la mesa. Aparte de su (in)oficial uniforme, llevaba unas teashades y tenía retirada la parte inferior de la máscara para poderse tomar una gran taza de café. 

- Sin duda una lástima lo del tren marino. Me invitaron a la inauguración pero la rechacé porque me dijeron que no era seguro montar un espectáculo en el techo de un tren en movimiento. Resulta curioso que al final hubiera sido el sitio más seguro...

- A mi la verdad, es que solo me importa salir de esta base. Este edificio tiene demasiadas paredes. - dijo mientras se incorporaba - Pillaremos a los rebeldes, posiblemente los mataremos, y con un poco de suerte el mes que viene el mundo volverá a arder. - Savant se bajó levemente las gafas para dirigir directamente la mirada a Marlene - Me ha gustado la metáfora ¿señorita?

Marlene vuelve la cabeza al oír como empieza a sonar música. Cuando ve la dirección en la que viene y a la figura semienmascarada y vestida con... menos que la dignidad militar esperable, su cabeza hace "click" rápidamente. El sargento Savant es famoso en la base por este tipo de patochadas. También es famoso por traer mucho dinero a los cofres de la Gloriosa con sus espectáculos, lo cual sospecha que tiene que ver con que sea sargento y con que se le permitan ciertas licencias. La cabo personalmente los encuentra demasiado gauche para su gusto, pero según su ex-compañera y amiga de intendencia, Nina, realmente es indiscutible que Savant tiene un peso en el flujo de dinero hacia la base.

En fin, supongo que cada uno tiene su forma de contribuir. Y supongo que si vende, es porque hay quien lo compre. Otro motivo de más para pensar que el mundo se va al cuerno en carretilla y cuesta abajo.

Al advertir que el sargento se dirige hacia ella, responde por hábito, más que porque tenga ganas de conversación. Nunca las tiene.

Cabo Hatcher, señor. Me alegra que le guste. Me alegrará aún más llevarla a cabo en directo.

Xen miró a ambos sujetos. Por un momento trató de ubicarles hasta que por fin se dió cuenta. Ha escuchado algunas cosas de ellos, la mayoría de ellas provenientes de rumores y chivatazos que le ha dado Robbie. Si bien de Marlene no sabía demasiado más que sobre la (mala) reputación de su abuela, se había interesado más por lo que contaban del otro, el llamado sargento Savant Jester. No todos los días un artista de éxito se unía a la Armada y llegaba al rango de sargento. Y encima en Befehlgard, ni más ni menos. Todo eso demostraba una unica cosa: que era alguien interesante. Y mientras que de Hatcher, con esa ligera mirada de desprecio que ella creía que no había notado, no le había caído demasiado en gracia, con un tío como Jester como conocido al menos quizás la cosa se pusiera divertida
Xen, dirigiendose exclusivamente a Jester,  le dice con una sonrisa:
-Nosotros tampoco nos hemos presentado. Soy el Cabo Wu Xen, y aquí al lado tengo al sargento Tunad. Me alegra ver que no soy el único al que le molesta estar encerrado en este sitio.

¡Je je je! Como narrador que soy tengo que reconocer que es muy divertido escuchar las bravatas de los soldados de la Armada. ¡Si supieran la batalla épica que vivieron los rebeldes! ¡Golpes terribles en una lucha contrarreloj contra un arma viviente! ¡Un dramático final in extremis! Estos valientes guerreros de la Gloriosa no habrían tenido muchas posibilidades, no. ¡Pero no os equivoquéis! Yo soy un auténtico DJ Marine, esos rebeldes son pura escoria. Lo peor de lo peor. Y por su culpa muchos buenos reclutas van a poner sus vidas en peligro.

—Ojala me asignen a mí en la misión que vaya a buscar a esos malditos rebeldes—dijo otro de los marines uniéndose a la conversación.

—Yo no contaría con ello—dijo otro soldado con aspecto más veterano—. Los rebeldes no son piratas, no se los captura con fuerza bruta. Y parece que el comandante ahora lo que quiere es dar un buen puñetazo.

Algunos marines empezaron a reírse con el juego de palabras usado por su compañero.

Savant realizó un pequeño saludo con sombrero cuando los distintos comensales se fueron presentando. 

- Pues por si no se habían dado cuenta, aunque dudo que eso sea posible, yo soy el ¡AUTÉNTICO COMPOSITOR! Ampliamente imitado, pero nunca duplicado ¡SUPER SAVANT JESTER!.

Cuando Savant terminó su bravata había acabado de pie encima de la mesa y realizó una reverencia como si hubiera acabado un concierto, rodeado de pequeñas formas de humo parecidas a flores azules cuyos pétalos eran manos que aplaudían desapareciendo instantes después de aparecer. 

- ¡Y TRANQUILOS TODOS! - exclamó proyectando su voz por toda la cafetería - pillaremos a los rebeldes ¡Y DESPUÉS MONTAREMOS UNA BUENA FIESTA! ¡Así que salid ahí fuera y demostradles de que estamos hechos en Befehlgard!

Las palabras resonaron por la cantina antes de hacerse el silencio.

- Que carajo seguís aún sentados ¿ACASO SOIS MIEMBROS DE LA PUTA ACADEMIA? ¡LEVANTAD EL TRASERO Y A TRABAJAR! - después de aquellas palabras sacó uno de sus revólveres apuntó al techo y el sonido de un disparó atronó la cantina. 

- Una pena que no me dejen disparar más al techo, pero paso de pagar más facturas - pensó. 

Volvió a sentarse como si no hubiera pasado nada y volvió a pegarle un nuevo buche a la taza de café. 

Sleut Louckford pasaba en esos momentos junto a la mesa donde estaba el sargento Jester mientras buscaba un lugar donde sentarse. Cuando escuchó el disparo no pudo evitar sobresaltarse y su bandeja saltó por los aires cayendo precisamente en la mesa en la que él estaba sentado manchando y salpicando a todo el mundo.

—Pe...pe… perdón—dijo mientras se ponía colorado.

Sin embargo, la reacción de Sleut pasó desapercibida porque varios marines se levantaron molestos ante la reacción de Savant que se acercaron a él con cara de poco amigos. Estaba claro que mandar a la gente a trabajar cuando todo el mundo estaba a la espera de ser asignado no era muy buena idea. Sobretodo cuando por muy sargento que fuera, acababa de llegar a Befehlgard.

—¿Pero tú estás tonto o qué te pasa?—le increpó el primero.

—¿Quién crees que eres?

—Aquí tenemos al típico recién llegado tonto que quiere llamar la atención—añadió otro respondiendo a las preguntas de sus compañeros—No ves las pintas que lleva.

No parecía que la idea de Savant hubiera sido la mejor. La espera por las misiones que les esperaban ya era demasiado tensa para que alguien llegara a prender la mecha. Si la situación no se calmaba, no se podía descartar que alguien llegase a las manos.

Hubo un brusco silbido de aire, y de súbito, un sable salido de la nada se clavó en la mesa en la qu Savant y los marines estaban discutiendo con un sonido seco  y se quedó ahí un par de segundos, antes de que una cadena enroscada alrededor del mango empezase a retirarse con un leve chirrido metálico y desclavase el arma de la madera para  sostenerla en el aire delante de la cabo Hatcher, con la punta vuelta en dirección a la reyerta. Observando con atención, se puede ver que la cadena ocupa el lugar en el que estaría el brazo derecho de la mujer, y que se retuerce en el aire para acomodarse, de una forma parecida a como lo haría su brazo si estuviese ahí.

La cabo está de pie echabdo rayos y centellas por los ojos, y cuando habla su tono de voz es sobrio, correcto y tan helado que se podrían conservar atunes detro.

Recuerden dónde y con quién están EN ESTE MISMO INSTANTE, marines- dice, marcando la última palabra con clara intención. Amendrentar con la fuerza a alguien cuyas capacidades mentales están claramente disminuidas va contra el espíritu del cuerpo y la Justicia, y agredir a un superior es un delito extremadamente grave contra el Código Unificado de Justicia Militar. Siéntense y vuelvan a comer o les garantizo que van a ver las acciones que lleguen desde el borde de una letrina mientras la limpian con la lengua. Si es que aún la tienen después de que haya acabado con este incidente.

- ¿Yo que he dicho de hacer un ataque? - respondió Savant a Marlene - simplemente he dicho que trabajaran. Si entiende eso como ejercitar la violencia, le recomendaré un buen psicólogo.

Pero parecía que unos cuantos marines y un sargento se habían venido arriba.

- Ni un buche de café. Tortuoso y lleno de dificultades - pensó - así es el camino del héroe.

Savant levantó de la silla, se subió la parte inferior de la máscara y se encaró al grupo de hombres, no sería ni la primera ni última vez que se enfrentaría con hombres como aquellos. Sin embargo, aunque Savant agradeció las palabras de la señorita Marlene, no pudo evitar poner los ojos en blanco.  

- Gracias cabo, pero déjeme que me ocupe yo de este grupo. - el tono de Savant era suave como el terciopelo. 

- Quien soy, pues sentaos mientras pensáis en las posibilidades - respondió cuando le preguntaron quien era.

Cuando en una noche oscura en alta mar, un grupo de piratas se alce sobre ti.
En un pis pas los venceremos,
Te sobra Savant para repartir.

Usando mi poder venceremos por ko,
Soy dinamita apunto de explotar...

Savant acabó su número ante la mirada de los marines, no parecía que estuvieran de humor para un musical. 

- Y solo comprobaba vuestros ánimos. Vuestra moral me parece encomendable ¿Qué quiero llamar vuestra atención? Pues he hecho muy buen trabajo ¿no? Ahora imaginaos cuando vayamos a por los auténticos rufianes. - Savant comenzó a subir el tono de voz ahora más serio - Nos jugamos la vida cada vez que salimos ahí fuera ¿y pensáis que estáis listos para todo el mal que nos encontraremos ahí fuera? Estamos esperando órdenes, pero eso no significa que tengamos que estar aquí parados. ¡No quiero tener que disculparme ante vuestras mujeres, vuestros hijos y vuestros parientes!

Savant dejó que las últimas palabras calaran dejando que el silencio se apoderara del momento.

- Una pausa dramática para un momento dramático - concluyó.

Os veo rápido de reflejos - dijo ya en su alegre tono habitual -  ¿Pero cómo vais en las practicas de tiro? ¡Terminad vuestro café y tostadas! y después venid conmigo a la galería que os voy a enseñar un par de trucos.

El ambiente estaba claramente tenso, hasta que...
¡GROGROGROGRO!
Tunad se estaba descojonando de la situación, con la cabeza hacia atrás y llorando de la risa, sentía las miradas de los demás, se secó las lagrimas, dio un suspiro, extendió los brazos hacia delante y dijo:
Venga, vamos a calmarnos un poco, sientensen, no hace falta recurrir a la violencia ni a retar a nadie a un torneo de tiro- Miró a Sevant y le salió otra pequeña risa -Sargento, es usted la monda grogrogro, pero no creo que esa sea la mejor manera de incentivar a gente tan tensa- Se levantó de la silla y le puso la mano en el hombro a el Cabo Sleut- No te preocupes por el estropicio, ahora mismo te traigo algo - Miró al resto de la mesa- ¿A alguien mas le apetece una taza de té? Ahora mismo nos vendria bien a todos una sesión de relajación con un té de por medio.
Invitó a sentarse a Sleut y se dio media vuelta hacia la zona de servicio soltando alguna risa que el creía silenciosa, cuando volvió llevaba una tetera, una bandeja con tazas y algo de comida, la dejó sobre la mesa y se sentó de nuevo sirviendose un té.
Vamos chicos, sin timidez, sentaos y servíos, podemos hablar tranquilamente de tácticas o de lo que sea, eso también se considera una acción útil para la Armada.

Había ocurrido.... demasiado. Por un lado, ese niñato mimado e imbécil llamado Sleut le había salpicado con lo que demonios llevase su bandeja. Después, antes de que pudiera gruñirle, Jester había hecho enfadar a los guardias, despues Hatcher le  había defendido llamandole disminuido mental, luego que si Jester quería entrenar a esta panda de patanes. Y por último, el propio Tunad iba a calmar ánimos con una taza de té y pastas ¡y encima había invitado al niñato de las narices!.

Sinceramente, Xen no sabía que hacer ahora. Sinceramente lo último del mundo que le apetecía era tener que soportar a aquel chaval, pero la tensión en el ambiente hace un rato estaba a punto de acabar en pelea, y si bien hace unos años habría sido el primero en buscar bronca, lo cierto es que ya llevaba unos meses en Befehlgard y, sinceramente, no le apetecía buscarse enemistades allí dentro, o al menos no aquellas que no proveniesen del odio racista que le profesaban algunos allí. 

Mirame, preocupandome por tu propia reputación. Casi me parezco a mi padre. Pensó mientras cogía de una forma delicada la taza de té, como le habían enseñado cuando tenía que ir a comer a la casa de algún opulento noble.

-Caballeros- Dijo un poco en alto tras echar un ligero sorbo- No creo que sea necesario montar una pelea por causas tan banales. Todos estamos ansiosos por partir y se de buena mano que la emoción nos puede poner un poco....nerviosos. Así que por favor sentémonos de nuevo y disfrutemos del té mientras siga caliente. Les aseguro que mi amigo es excelente elaborando las infusiones. A todo esto , Tunad, las pastas las hacías tu mismo, ¿me equivoco?

—Gracias señor—dijo un cohibido Sleut que no tardaría sentarse a la derecha de Tunad en el último asiento que quedaba libre en la mesa ya en la esquina.

Los ánimos empezaron a calmarse con la intervención de Tunad, porque las palabras de Savant no habían servido de mucho. Entonces se escuchó un carraspeó por detrás.

—Ejem...

Todos se giraron para ver al cabo Dan Titán agarrando tanto su bandeja como su famosa pajita gigante. Es lo bueno de tener cuatro brazos. ¿Os he dicho lo mucho que mola tener cuatro brazos? Bueno, lo dejamos para otro momento. Automáticamente, después de ver al cabo, casi todos los marines volvieron a sus sitios. Todo el mundo conocía la historia de Dan, un capitán degradado a cabo después de pegarle una paliza a un comodoro. No era la persona con la que nadie se quería meter. De hecho él seguía comportándose como un capitán y la gente seguía haciéndole caso como si lo fuera.

Con el camino despejado, Dan avanzó hasta encontrarse cara a cara con Savant. Fue a decir algo, pero en el último momento pareció desecharlo como si no le mereciera la pena. El cabo siguió su camino en busca de un sitio al parecer lo más lejos posible del sargento.

De la manera más inesperada todo había vuelto a la “normalidad”. Con una oferta de té con pastas de la persona más amable de la fortaleza y con el carraspeo más amenazante del tío más chungo de la misma.