Post: 09/07/2012, 19:22
Escena: 2. Nadie simplemente en Moth
Como un susurro en la oscuridad que las nubes y la lluvia le brindaban, como un destello en la negrura Quint realizó un movimiento magistral. Casi como nacidas de la nada, un trío metálico mortífero surgió de entre sus ropas.
El propio sino sonrió ante la acción del cazabrujas. Una accion tan maestra, tan bien ejecutada tenía que tener recompensa, y aunque los hados no lo quisieran, merecía un premio.
Y aquellos aceros brillantes que rompían las gotas de agua en su paso iban a ganarlo. Con creces.
Un relámpago a lo lejos iluminó las
facciones de Quint, centelleando
en un brillante carmesí.
Los dos puñales también
resplandecieron, azotados
por una luz tan intensa como la del mismo
sol. Su filo pulido giraba a gran velocidad mien-
tras se acercaba a su objetivo. La mortal arma
se acercaba y los hilos del destino de los violadores
no tardarían en ser cortados.
Hasta tres destellos se pudieron contar antes que el primer grito
llenara la llanura.
Dolor, mucho dolor.
Un halo negro surgía de las heridas, como si la misma existencia fuera desgarrada
cuando aquellas armas impactaban. El hombre grotesco, aquela burla de la realidad
dio un paso hacia atrás cuando la primera daga penetró su carne, y soltando un grito ahogado, hincó su rodilla en el suelo, mientras su sangre comenzaba a bañar su raída ropa.
La segunda daga no tardó en llegar, clavándose exáctamente en el entrecejo del ser. Nola dio su último suspiro mientras caía hacia atrás, azotado por una fuerza que no entendía y que ya no tendría forma de comprender.
No fue el único, su compañero que escrutaba el horizonte en busca de posibles enemigos recibió el impacto del cuchillo en pleno vientre. Vetas negras crecieron desde la hierida, cubriendo el cuerpo del bandido sin apenas darle tiempo a soltar un bramido.
Y a pesar de eso, tuvo un instante para bajar las manos mientras berreaba, sacar la daga de su cuerpo y ver como una sangre negra surgía de su cuerpo y caía al suelo dejando un reguero de muerte. Esa daga había corrompido el alma de Thomas, y con ella en la mano, caía al suelo, perdiendo el aire y la fuerza para seguir viviendo.
Sólo uno quedaba en pie, sólo uno que miraba a su alrededor asustado, temiendo lo peor y sin querer, sabiendo que su destino no era otro que enfrentarse de cara a una muerte casi segura.
Es gracioso cómo cambian las tornas en apenas segundos.
Post: 11/09/2012, 02:57
Escena: 2. Nadie simplemente en Moth
Y con un sonoro relincho, los tres caballos comenzaron a galopar hacia la dirección que Conrad había deducido.
El tercer caballo había sido ocupado por Quint, Alice y Nahia. Era la ex-música la que llevaba las riendas de la bestia, siendo la que mejor podría dominar de los tres a aquel animal, que sin duda acabaría rendido. Lo cierto es que la idea no le resultaba cómoda, pero ya que había cuorum decidió no decir nada y seguir a la mayoría. Tenía tantas ganas de llegar a Koven como el resto.
Moth...
Una tierra hermosa, llena de peligros.
La tarde comenzaba a caer en torno a los viajeros, que galopaban por las severas tierras del norte tratando de alcanzar su objetivo. ninguno de los caballos había mostrado signos de cansancio ni de agotamiento, por lo que las habilidades mágicas del grupo puede que no fueran necesarias, más el trayecto sólo acababa de comenzar, y quedaban muchas horas por delante.
De vez en cuando, muy de vez en cuando, algunos animalillos surgían de los matorrales y contemplaban el pasar furioso de la compañia. El caballo blanco, gobernado por Faliar yba siempre en cabeza, a pesar de que el negro que montaban Pierre y Aaron llevaba mucho menos peso. En cambio, el caballo de Alice iba siempre un poco más atrás.
El viento silbaba mientras avanzaban y en ocasiones dejaba mensajes inconexos en sus cabezas. Palabras incoherentes perdidas en el aire, mensajes sin sentido llegado de ningún sitio en particular. Pero ya lo sabían, aquel lugar era Moth, y lo inesperado poblaba todas las esquinas. Nunca estás a salvo de lo que no se conoce y en esas tierras, lo que no se conoce supera a lo real.
Quint, y Faliar si no hubiera sido desmemoriado, podían dar fe que pasar la noche a la intemperie en esas tierras podría contarte la vida. Incluso con su potencial bélico, con su potencial sobrenatural podría ser peligroso. Quizá era incluso un aporte más al peligro, un faro de luz dentro de la oscuridad del lugar. Un faro que sólo los espíritus más pérfidos serían capaces de observar.
Moth...
tierra de leyendas...
Y ya se sabe lo que suele ocurrir con las leyendas.
No son verdad...
...pero tampoco son mentira.
Tengo un problema con mi nuevo Photoshop, no me deja copiar el texto que escribo, este te lo he copiado a mano. ^^
Post: 17/09/2012, 15:31
Escena: 2. Nadie simplemente en Moth
Extrañado, confuso, quizá un poco perdido, pero sobre todo, cansado, el grupo se adentró en la ciudad de Koven. Aquella luminaria del interior del poblado era llamativa, y su fuente era una verdadera incógnita. Además, si querían encontrar al alcalde tendrían que acercarse hasta allí, por lo que no sería una pérdida de tiempo.
Despacio, pues habían decidido bajar de los caballos y llevarlos de la mano, comenzaron a atravesar aquel lugar tan lúgubre. Sólo cuando los edificios comenzaban a escasear, y las calles se volvían más rectas el tono de la ciudad cambió.
De hecho, todos sus sentidos pudieron notarlo.
Una música que surgía de ningún lado llegaba a los oídos de los caminantes. unamúsica capaz de eliminar los malos augurios, una melodía que calmaba los cansados corazones de aquellos que se acercaban. Pero sobre todo, una canción celestial, un sonido divino.
Y no era para menos, allí, ante ellos, se podía ver el ofigen de aquella luz. Un hombre de unos treinta años, quizá menos arrodillado en el centro de la plaza, sobre un pedestal de madera rezaba con una voz que no era la suya. Con sus manos en forma de la señal de l iglesia, apuntaba las palmas al cielo al tiempo qe sus ojos miraban el infinito cielo, suplicando su ayuda. Su cuerpo emitía un suave resplador dorado, y a su alrededor peuqueñas cruces doradas flotaban en la nada, compuestas de poco más que luz.
El público, la gente del pueblo, miraba absorta la demostración de aquel hombre. SI bien en Moth cualquier tipo de habilidad natural es tachada de brujería al más mínimo destallo, y su usuario acababa en la hoguera en poco más de lo que se tarda en decir la palabra magia, ahí estaba ese hombre, en pleno centro de todo el pueblo edesembocando su magia.
¿Pero qué estaba haciendo? En breve sabrían el motivo de su oración.
Una luz que parecía provenir del mismísimo firmamento partió la noche, alcanzando al hombre que levantaba la plegaria al cielo. Sus ojos se cerraror, y la cruz marcada en su frente se iluminó en un tono dorado.
Poco a poco, su cuerpo fue llenándose con aquel deslumbrante milagro, haciendo que sus facciones fueran enterradas bajo la cegadora luz, consiguiendo que el brillo hiciera parecer que el día había llegado.
Pero lo que había llegado era otra cosa... otro... ser.
De entre aquella masa de luz surgió otra figura humana. Una figura embutida en una armadura dorada con símbolos de cruces y leones, con alas angelicales y tonos púrpuras en las telas que surgían de entre los pedazos de metal.
Un pelo blanco cubría la cara más bella que hubieran podido ver en mucho tiempo, unas facciones varoniles marcadas, pero que resultaban armónicas y deliciosas.
Y en sus manos, un arma que cualquiera podría reconocer. Alas angelicales recorrán la empuñadura y la base de la espada, demasiado grande para ser empuñada con la facilidad con la que la portaba.
Ángelus, la espada de Abel.
Y si esa era su espada, aquel ser no podría ser otro que...
Post:19/10/2012, 20:20
Escena: 3. Koven
El combate estaba siendo realmente encarnizado. Los arcos que las dagas de Quint describían en el aire eran fácilmente detenidos por el elemental mientras su cuerpo cambiaba de forma constantemente. Por otro lado, los intentos de aquel ser de sangre de dañar a Quint fueron en vano después de aquel lanzazo certero.
Como si ignorara el dolor, como si aquella sangre que se derramaba por su costado pudiera ser ignorada sin prestarle la más mínima atención, el cazabrujas continuaba sus ataques asediando a la Rosa de Sangre con cada vez más ímpetu y velocidad. Y sin embargo, el elemental no parecía ceder terreno.
Los ojos de la Rosa se fijaron en los de Quint, siguiendole con la mirada, tanta furia desatada, tanto poder en un solo cuerpo. Hubiera deseado fírmemente poder poseer aquel cuerpo. Era una invitada de honor en cualquier lugar, de hecho, podría decir que no había recibido ninguna carta y su presencia era más bien desafortunada.
Pero es lo que tiene jugar con la realidad en ese lugar, la separación es muy ténue y por menos de nada puedes tener un percance, un percance como era ella en aquel momento.
Sonrió. Sonrió al mirar a Quint y comprobar como un ser como él, débil, se aferraba tanto a la vida y a sus consignas. Sonrió cuando comprobó que sus palabras guardaban algo más de verdad de lo que esperaba.
Una de las dagas asesinas del inquisidor consiguió atravesar la férrea defensa que imponía el ser, entrando hasta casi rozar su pecho y obligando a la Rosa a elevarse en el aire para evitar aquel embite. Pocos centímetros faltaron para que aquel pinchazo hubiera impactado contra sus pechos sangrantes, pero las grandes batallas, se pierden en los detalles pequeños.
Así que se elevó, dejando en el suelo a Quint que la miraba rojo de ira. No se iba a quedar así. Flexionó las piernas, y un halo negro surgió a su lado, como si la energía de la nada se aliara con él. Era el momento de darlo todo. De no dejar nada en su cuerpo, de encomendarse a Dios y rezar por su intervención.
Pero cuando se reza a un Dios inexistente, lo único que consigues es esperanza.
Sólo que quizá es suficiente.
Quint se elevó de un salto dejando un rastro de sangre, de su propia sangre buscando precísamente destruir la de su enemiga.
Un par de escudos surgieron en su camino, escudos de vitae coagulada, escudos que fueron reducidos a meras costras rotas en el suelo tras las dagas de Quint. Ahora era su hombro el que encabezaba el vuelo, dejando su otra daga guardada esperando el momento justo.
Y aquel momento llegó cuando estaba ya al lado del techo, usando su otra pierna para impulsarse en la parez quedó totalmente en el aire, sintiendo como la velocidad enredaba sus cabellos enviándolos hacia atrás y limpiando la expresión de su cara. Sus ojos rojos expresaban determinación y furia, y los del elemental.
Diversión.
Más quizá pecó de confianza, pues las dagas de Quint volvieron a superar sus defensas y la que más peligro tenía se dirigía con autoridad hacia el cuello de la Rosa, que la miró asustada. No había previsto un ataque tan fuerte y hábil, y menos de un adversario en inferioridad.
Sólo que los reflejos de la elemental eran demasiado rápidos para Quint. Giró su cuerpo rápidamente para sólo recibir un pequeño "corte" en la mejilla. Al igual que en su combate contra Émil, Quint lo había dado todo y cayó en el suelo de rodillas.
La Rosa sonrió y se acercó a él.
Pero no estaba derrotado, a pesar de no tener ni una gota de energía en su cuerpo, el Némesis le abastecía de lo que necesitaba. No tenía que comer, no tenía que respirar.
No podía agotarse.
Sólo la Muerte podía arrebatarle el derecho a luchar.
Post: 21/10/2012, 16:04
Escena: 3.Koven
Sonrió de nuevo.
Ni siquiera puedo saber cómo lo hizo, si tan sólo hubiera algo en su cara que pudiera mostrar ese gesto lo hubiera tenido mucho más claro. Pero al igual que cuando miró a Conrad y algo mágico surgió en su oscuro rostro, estaba muy claro que era una sonrisa.
Pero ahora estaba sólo en la habitación, ¿Por qué realizaba ese gesto? ¿A quién estaba sonriendo? Quizá a si mismo, quizá a alguien que le estuviera viendo... Sí y no, la respuesta es mucho más complicada que eso. Y creedme que incluso yo tengo mis dudas. Ese ser no tendría que estar ahí, su presencia significaba que algo se había descontrolado.
Al igual que la Rosa de la otra habitación.
De hecho la intención de quien fuera que los hubiera encerrado allí no sería salvarle la vida a uno de ellos, no sería enseñarle a usar sus habilidades con raciocinio y rigor. No. Él era otro invitado no deseado. Un ser capaz de entrar en las pesadillas de los demás, o en sus sueños. ¿Era malvado? Muy buena pregunta, la responderé cuando vea sus acciones, pues ahora no soy capaz de responder. Lo siento, estoy siendo muy vago, pero este ser me fascina e inquieta a partes iguales. Lo siento de veras.
Poco a poco, Davinel fue retrocediendo hasta topar con una pared, en la que apoyo su pie derecho, doblando la rodilla hasta dejar su pierna paralela al suelo. Tras esto, miró al techo, o al menos alzó la cabeza. Sus ojos, al igual que toda su faz estaban ocultos tras un velo de oscuridad, y es realmente complicado entender sus movimientos.
-No sé si ha sido buena idea, Laguna. Te has precipitado. Y yo que pensaba que hubieras podido ayudarme. Poderoso, mas muy joven. No has podido resistir la tentación de encerrarlos aquí, sin evaluar lo cerca que estamos de mi verdadero reino... y del reino de mi gran enemigo.
Lo habrá notado, estoy seguro. Y convocar la mente de Nathaniel a este lado del mundo no ha sido brillante. Poco queda de mi, y precísamente atraes a los dos fragmentos que son capaces de extraer mi esencia. Sólo te ha faltado traer al otro, incauto.
La figura bajó la cabeza e incluso pudo escucharse una carcajada.
-Tienes suerte de que no sepan quién eres, ni cómo lo haces. Tu labor en ese pueblo es brillante, te lo digo sinceramente, pero no lo es así en la Vigilia. No entiendes como funciona este lugar, no entiendes lo poderoso que puede ser un sueño.
Al lado del ser comenzaron a formarse figuras extrañas, cuerpos sin vida levantándose del suelo con una clara intención, luchar contra ese ente. Davinel los miró, y no pudo más que reir de nuevo.
-¿Con esto crees que vas a conseguir algo? No me hagas reir. Te daré un último aviso, pues tu patético intento me ha hecho hasta gracia, y tus conatos de resistencia me vienen bien. Émil Zolt, el fiel perro faldero de mi enemigo parte hacia tu "ciudad". Si no la proteges pronto, sus huestes acabarán con sus cimientos. De hecho, tengo entendido que lleva a un conocido. Te vas a reir...
Y diciendo esto, su cuerpo se fundió en la nada, desapareciendo poco a poco. La luz tenue que iluminaba la sala desapareció con él, envolviendo en oscuridad a las criaturas que el soñador había convocado para él.
Mas antes de desaparecer del todo, unas palabras resonaron en la habitación, y en la mente del arquitecto de todo eso.
-Un sueño es capaz de todo...
Post: 24/10/2012, 21:28
Escena: 3. Koven.
Es asombroso el poder de la magia.
Cómo es capaz de alterar la realidad. Desde hacer crecer la la vida, sanar heridas, o crear los más maravillosos objetos, hasta devastar con su poder. Maremotos, huracanes, tifones y volcanes son meros ejemplos de lo destructivo que un hechizo puede llegar a ser.
Pero dentro de esa magia destinada a destruir la creación hay una rama mucho más poderosa que las demás. Una rama estudiada sólo por aquellos que buscan el daño directo, el dolor. Aquellos que piensan que la mejor defensa es un buen ataque.
Mas en ocasiones, ese conocimiento viene innato y saber convivir con él es lo más complicado. Sabéis a quién me refiero, por supuesto que lo sabéis.
El mago acababa de convocar aquel poder antiguo. Sus palabras arcanas habían traído al mundo no una, sino tres manifestaciones de esa fuerza destructiva, capaz de devorar el alma. Y la Rosa de sangre lo sabía.
La elemental cerró los ojos un momento para suspirar.
Sentía su fin muy cerca.
Pero ese temor a la muerte, esa ansia por aferrarse a la vida le hizo potenciar sus reflejos. La primera de esas tres energías mortales iba a impactar contra ella y en un gesto amplio, detuvo toda la descarga. Toda la sangre que tenía reservada para crear escudos se concentró delante de aquella manifestación de la muerte, impidiendo que la energía fuera capaz de dañarla.
Y aún así, con toda su defensa concentrada en un punto, la magia hecha ira consiguió acercarse. Lo suficiente para hacer una quemadura en su alma, no más que un rasguño.
Lo peor vendría después.
La segunda ráfaga no sería tan piadosa. Mucho más fuerte que la primera, impactó contra su cuerpo sin que la Rosa pudiera hacer absolútamente nada para defenderse. Sus ojos siguieron la trayectoria justo antes del impacto, sabiendo muy bien lo que le esperaba. No en vano, se cerraron instantes antes del golpe, tratando de evadir su mente del bestial impacto.
¡JA!
Imposible ignorar ese golpe.
Todo el hombro derecho de la criatura quedó totalmente deformado, sudando lágrimas de sangre. El fuego verde aún consumía la zona de la colisión, causando más daño si cabe a la elemental. El líquido vital que componía al ser salpicó en las paredes, el suelo y el techo. No había recibido un golpe tan fuerte nunca, y más si tenemos en cuenta el hecho de que aquel ataque... también impactaba en el propio alma.
Su vuelo se detuvo y cayó al suelo, herida y casi desarmada. Medio cuerpo trataba de recomponerse mientras el otro luchaba por sobrevivir. No le quedaba mucho tiempo de vida, y lo sabía. Observó la habitación buscando una manera de huir, una ruta de escape por la que su cuerpo pudiera desaparecer.
Mas otra ráfaga llegó. Eran tres desde un principio, y la segunda había resultado casi mortal. Pero, al caer al suelo y por un golpe de "suerte" consiguió que la tercera representación del dolor sólo le pillara "de refilón". El daño fue grande, también más del que el inquisidor le había provocado hasta ahora... con la única salvedad de hace un sólo segundo.
Escupió. Escupió parte de su cuerpo al suelo. Estaba tendida sobre un charco de ella misma, pero toda esa "ella" del suelo no podía ser controlada. Ya no pertenecía a su cuerpo.
Desenfocó la mirada.
Ya no quedaba nada...
Post: 28/10/2012, 16:35
Escena: 3. Koven
El destino se dedicaba a gastarles bromas pesadas.
No sólo habían tenido que sobrevivir dentro de una pesadilla, en un lugar dónde los miedos nublaban cualquier tipo de percepción, un lugar donde las pesadillas tomaban forma real y donde lo real y lo ilusorio se mezclaban.
Pero lo habían logrado, con más o menos éxito, con revelaciones interesantes nacidas de su propio subconsciente o con al menos la sensación de poder salir de aquella locura. Sin embargo el precio por salir de allí era extraño.
Separación.
Cada uno por su lado, cada cual tendría que recorrer su camino por sí mismo. Quizá salieran cerca unos de otros, o tal vez la distancia que les separaba fuera tal que el punto de encuentro en Koven fuera poco más que una utopía.
No lo sabían.
El viaje no fue exáctamente agradable. Si bien la llegada a ese lugar había pasado casi inadvertida, lo cierto es que la salida fue como poco tortuosa. Una sensación de caída libre se apoderaba de todos y cada uno de los corazones de los caminantes de planos. La cabeza se embotaba, los pulmones no querían llenarse y el estómago se daba la vuelta, deseoso de tomar ya el suelo.
Un aire que no pertenecía a ningún mundo les rozaba la cara, con mucha más intensidad de lo que sería adecuado. Y no era lo único, según se "acercaban" a su destino, los elementos reales parecían interponerse en su camino, como si supieran que no deberían estar ahí. Árboles, ramas, herramientas, el propio fuego... todo trataba de eliminar de su "realidad" aquellos sueños recién llegados.
Pero ellos eran reales, y eso el mundo sabía sentirlo.
Un golpe seco, la cabeza contra el suelo y todo se volvió negro. Tanto su mente como su cuerpo necesitaba descansar. Incluso los cuerpos más resistentes necesitaron tomarse un rato de alivio para reponerse de aquel viaje. No era fácil y habían ido y vuelto en poco tiempo.
La realidad tendría que acostumbrarse a ellos de nuevo.
Mientras tanto, allí donde quiera que se encontraran, en el lugar más peligroso conocido por el hombre o en la situación más apacible que te puedas imaginar, sus cuerpos reposaban, dormidos. Quizá incluso con una sonrisa en sus rostros.
Lo que me resulta realmente curioso de pensar es...
¿Acaso estarán soñando con algo?
¿Tendrán alguna pesadilla?
Post: 28/10/2012, 21:10
Escena: 3.1 No es fácil Huir.
Oh... cruel destino. ¿Acaso no iban a tener ni un maldito segundo de paz?
No quería narrar esto, no quería de verdad. Pero tengo que hacerlo, tengo que hacerlo para el bien de la historia. Los héroes mueren, pero eso no lo pone en los libros de cuentos. Los buenos pierden la mayoría de las veces. Sus empresas son complicadas, y sus victorias... pírricas.
Hay muy pocas veces en la historia que una victoria sea realmente eso, una victoria. Siempre el precio es alto y los dos bandos son derrotados. Es lo que ocurre en las guerras, y ahora mismo aquel desafortunado grupo estaba metido en varias a la vez.
Y algunas de ellas no se las habían ganado a puslo.
Faliar abrió la puerta lentamente, con una clara certeza de lo que estaba hablando el cochero. Sólo que admitirlo era duro. Demasiado duro. El olor de la sangre podía percibirse desde fuera del carruaje, y era como si una daga se clavara en el corazón, una daga empapada en rojo brillante. No se lo merecía, no... él no.
Les había salvado, había dado todo lo que tenía por Quint, y había vuelto a Karlsrude por ellos, para hacérselo más fácil. No... no podía ser.
La puerta terminó de abrirse, y en el interior el mago encontró lo que no había deseado ver. Una imagen mucho más triste de lo que esperaba en ese nuevo y bello día. El mundo está lleno de ironías y contrastes y últimamente estaba especialmente "gracioso". Aquel viaje se componía de una bofetada tras otra de realidad, golpes de tristeza que llegaban al pecho y casi dejaban sin respiración.
Sí. Dentro del carruaje, recostado sobre un enorme baúl estaba el cuerpo de Julius, con una herida circular en el corazón y varias marcas de filos por el cuerpo. La sangre reseca cubría el asiento así como su ropa, y sus largos cabellos rubios descendían hasta el piso, donde se empapaban también de su vitae.
Muerto.
Demasiada sangre estaba viendo el mago en muy poco tiempo. Y la mala suerte es que solía ser de sus amigos.
Se escuchó un sollozo. François lloraba, y no era para menos. Si él estaba herido pero vivo sólo había una posibilidad razonable. Julius había luchado para mantenerle con vida, le había protegido y había entregado en su empresa el mayor de sus bienes.
Y, al menos, esperaba que lo que había hecho ayudara en la tarea de liberar a Selten. Incluso después de muertom había cumplido su palabra y estaba entregando lo acordado. Quizá llegara tarde, o puede que los otros se hubieran adelantado...
Pero había llegado, vivo o muerto, su cuerpo estaba allí, y aquel baúl, en teoría tenía que contener las posesiones que cada uno de los compañeros de Faliar habían pedido. La misión estaba cumplida.
El cuerpo de Julius estaba totalmente inerte. No quedaba nada de vida en él. Sus ojos, cerrados, trasmitían una paz que nunca hubiera podido compartir en vida. Sus labios habían perdido el color y su expresión, en contra de todo lo que pudiera parecer era una sonrisa.
Sólo había algo especial en él.
En su mano derecha, aferrada con fuerza, como si no quisiera perderla nunca, siquiera en la otra vida, había una carta.
Una carta que llevaba escrito el nombre de Quint en un lado, con una tinta que no era otra que su propia vida hecha líquido.
En ella, un dibujo de dos personas abrazadas, bajo un sol radiante y hermoso, enmarcando un número.
El VI.
Una carta del tarot.
Los enamorados.
Post: 06/11/2012, 02:32
Escena: 3.1 No es fácil huir.
Faliar había lanzado la carga.
Había atravesado madera y hierro, sangre y dolor, ira y despecho. Su carrera iba directa a la asesina, quien volvió a clavar la mirada en su atacante. Era tiempo de una nueva defensa, de evitar a toda costa que el imponente arma de aquel guerrero enfundado en una brillante armadura lograra siquiera alcanzarla.
Pero eso se convertiría en una tarea imposible.
La furia del mago fue devastadora y los ojos de Tsuki fueron incapaz de seguir los movimientos de aquel hombre. Primero su parapeto desapareció, convertido en un montón de astillas que se clavaron en cortinas, suelo e incluso en su piel creando un dolor punzante. Aunque leve, fue una distracción suficiente como para que sus siguientes movimientos no fuera acertados.
Pero es injusto decir que fue culpa de la asesina. No, no fue que fallara en su defensa, no fue cosa de un dolor inesperado, o un mal gesto en un segundo. No. Fue la grandiosa habilidad de Faliar, fue su instinto destructivo. Fue el sentirse de nuevo completo, su arma, su armadura... sus enseres.
Y, ¿por qué no decirlo? El hecho de saber que aquella mujer había matado al hombre que les había devuelto todo aquello. Una muerte innecesaria.
Pero una muerte que pesaría en los corazones del grupo, sobre todo en uno de ellos.
El primer hachazo descendió con violencia, haciendo que la asesina saltara hacia atrás para evitar aquel imponente tajo. Interponía su arma y todo lo que veía a su lado. Tiró una silla en la trayectoria pero el hacha y la habilidad del guerrero hacían pedazos cualquier cosa que pusiera delante. Tenía que confiar en su habilidad para esquivar los golpes, en su pericia para no ser dañada...
Pero no pudo hacerlo.
Tras varios vaivenes, el acero se incrustó en su pecho, creando una gran herida sangrante. Por suerte para ella sus reflejos la salvaron de una herida mortal, alejando su cuerpo en el último instante. El daño estaba hecho, pero no era mortal. Podía seguir combatiendo, sólo tenía que sobreponerse al dolor.
Pero el baile de terror que el hacha había comenzado no se iba a parar tan sólo en el primer compás.
Tras un segundo de silencio, coloreado tan sólo por la sangre de la asesina y el grito de su garganta, al arma volvió a girar dirigida por las poderosas manos del mago. Esta vez describía una trayectoria vertical ascendente, tratando de cortar en dos a Tsuki.
No lo dudó un instante, saltó. Saltó tratando de evitar aquel arco mortal que acabaría con ella... y ese salto fue su perdición. El hacha cambió su trayectoria mientras subía, haciendo un pequeño lazo para cortar de manera horizontal.
Sí, el tronco había salido ya de la trayectoria del arma, pero no su pierna derecha.
El grito de la asesina reverberó por la habitación a la vez que a la altura de la rodilla el afilado acero penetraba en su carne, cortando músculo, tendón e incluso hueso. El pesado sonido de un cuerpo sin equilibrio cayendo al suelo acompañó al momento, justo cuando Tsuki cayó al suelo. Con un miembro menos.
Sus ojos se entornaron y su garganta era casi incapaz de emitir ningún sonido. Tan sólo unas palabras se formaban en sus labios, unas palabras que salían como un susurro...
Lo...
El hacha dejó de moverse, impregnada de la sangre de Tsuki. El cabello de Faliar ondeaba en la dirección del movimiento mientras observaba a su presa caída.
...siento.
Una lágrima, quién sabe si de dolor o de tristeza comenzó a aflorar de los ojos de Tzuki.
-Te he fallado.
Post: 11/11/2012, 03:25
Escena: 3.1 No es fácil huir.
Sin energías.
Desangrándose por tres lugares a la vez.
Superada en número.
Gravemente herida.
Pero con el espíritu tan fuerte como al principio.
Mani no estaba dispuesta a dar la batalla por perdida. Sentía como su vida se escapaba por cada poro de su piel, como sus energías la abandonaban y cómo los músculos quemaban cada vez que quería forzarlos. Alice la ganaba en velocidad, y Conrad había logrado dañarla. De hecho, había sido ese el comienzo de aquella batalla perdida. Se había cegado, se había dejado llevar por la ira que le producía escuchas las palabras de aquella traidora. No había pensado en consecuencias, no había evaluado el riesgo que suponía ignorar a aquel enemigo que la acosaba por la espalda. Y ese fue su error. Desde que aquel estoque entró en su cuerpo sus movimientos fueron más torpes, menos acertados... era superada en velocidad y obligada a ponerse a la defensiva...
No. No iba bien. Sería ella quien rompiera la promesa.
Pero no iba a ser todo en vano, obligaría a su cuerpo una vez más, quemaría hasta la última energía que quedara en su pequeño cuerpo. No podía dejar que la batalla terminara sin saber que podía haber hecho algo más. Simplemente no podía. No era cuestión de honor, no era cuestión de fanatismo. Se lo debía. Y TENÍA que hacerlo.
Sin más.
Una expresión de determinación tintó la mirada y la postura de Mani que comenzó a avanzar lentamente hacia Alice. Sí, la traidora había anticipado sus movimientos y había lanzado un ataque mortal hacia ella. ¿Y? No era en ese momento la clase de ser que se detiene ante una amenaza así.
Levantando las manos con parsimonia, casi con indiferencia capturó el brazo de Alice con uno de sus cabellos y lo obligó a doblarse hacia un lado, errando en la trayectoria y dejando a su objetivo demasiado cerca de ella. Los ojos de Mani brillaron en rojo, al tiempo que todo su cuerpo se teñía del mismo color. Llamas de ki surgían de su contorno, entrelazándose entre ellas creando un baile terrorífico que ensalzaba su figura y empequeñecía la de Xerine, haciendo que inspirara verdadero terror.
Sus palabras sin embargo no tronaron por la sala como las de un antiguo demonio. Ni siquiera auguraron la muerte de Alice con una frase directa y lapidaria. Parecían dichas al aire, al destino. Parecían susurradas a alguien que no estaba allí.
-Pase... lo que pase...
Y en vez de una expresión de furia asesina. En lugar de unas facciones marcadas estaba una expresión seria, triste. Sus cabellos se movían a gran velocidad alrededor de Alice haciendo cortes y rompiendo su vestido por las mangas y las piernas, acuchillando su vientre y... por un pelo, seccionándole el cuello.
Las gotas de sudor que caían por su cuerpo se mezclaban con las lágrimas que se derramaban desde sus ojos. Lágrimas rojas pues el tinte sangriento se mezclaba con ellas. Mani lloraba, lloraba sangre.
Pero su cara era una completa contradicción, pues las lágrimas bermellonas se filtraban con sus labios rubí, dejando marcas descendentes en la cara de la asesina. Marcas que perfilaban sus facciones. Marcas que dejaban ver alrededor de las comisuras de los labios como los músculos se contraían, como la fina línea que era su boca se hacía más larga poco a poco.
Cerró los ojos.
Cayó al suelo de rodillas.
Y sonrió.
Escena: 3.1 No es fácil huir
Post: 13/11/2012, 20:40
Es difícil decir adiós.
Y mucho más difícil decir adiós para siempre. Por eso lo habían pospuesto, lo habían intentado de todas las maneras para no tener que acercarse a ella... pero había sido inútil. Alice tenía a la par una suerte endiablada y unos compañeros que, no se sabe porqué, le seguían hasta la muerte, y la defendían arriesgando su propia vida. No podían comprenderlo. Y el problema era que ese era el enemigo más difícil al que se enfrentaban. El compañerismo, el que no la dejaran nunca sóla. ¿Quién sabe como habría podido conseguir tal confianza con ese grupo?
Pero estoy divagando. Ahora tocaba decir adiós. Un adiós final. No es un hasta luego, no es un hasta pronto, ni un hasta la vista. Es el adios más certero de todos.
Su ataque había herido a Alice, la había cortado por varios puntos y la sangre manaba a borbotones. Pero no era suficiente. Seguía respirando, su corazón seguía latiendo y su mente funcionando. No. No era ese el objetivo. Y Mani sabía muy bien que su cuerpo ya no daba para nada más. Estaba en el suelo, sonriendo, con la mirada perdida esperando el momento en el que cualquiera de los dos acabara con su vida. ¿Para que intentar resistirse?
Había sentido muy dentro de ella el peso de la parca cayendo sobre Tsuki. No sabía porqué, pero era cierto que lo sabía. Ya no tenía sentido tratar de aguantar, tratar de volver a casa y narrar su derrota, y la pérdida de su... hermana.
No.
La acompañaría en su viaje. A donde quiera que fueran las almas de los muertos, volverían a encontrarse, volverían a abrazarse y a sentir la piel de la otra. O si no es la piel... sí lo que quede al otro lado.
Si es que hay algo.
Recostó la cabeza contra los muros de la iglesia. Su cuerpo chorreaba sangre y todas sus curvas eran recorridas por finos hilos de carmesí. Alzó los ojos y lo vio. Un demonio hecho persona. Conrad, aquel ser al que había dejado de lado, centrándose en Alice se iba a convertir en su ejecutor.
No le disgustaba, al fin y al cabo dentro de lo que podía pasar después de su estrategia era lo menos malo. Imaginaba torturas, interrogatorios... horas y horas de un dolor que quizá no pudiera soportar. Vio como la espada del cartógrafo se dirigía hacia ella, con la intención sincera de atravesarla, de cerrarle la boca para siempre.
No le quitaría ese premio.
De hecho, incluso esa muerte era mejor recibida que el hecho de ser derrotada finalmente por Ghost Note.
Sin siquiera defenderse sintió como el frío acero penetraba en su cuerpo, y susurró sus últimas palabras, mirando fíjamente a Alice. Su tono era frío, congelado.
-Ojala nunca nadie te ame.
Diciendo esto agarró la espada y sintió de nuevo la sangre en sus manos... y fue proyectada hacia atrás, chocando contra el muro, agrietando algunas piedras en el lugar del impacto. Ahora estaba en pie, pero sostenida en vilo por la espada clavada en su abdomen. Sus ojos comenzaban a dar vueltas.
El vacío la reclamaba, y la oscuridad iba a ser su constante aliada.
Antes de perder la vida dejó caer dos palabras inaudibles. Y como en una broma del destino, esas palabras fueron las mismas que las de su compañera.
-Te quiero...