Nahia se sorprendió aún más de su respuesta. Sentía curiosidad, ¿que tendría que ver la música con la pregunta de Xerine?
Bueno, ahora poco importaba no era momento para tales conversaciones, debían ponerse en marcha.
Agitó la mano para despedir a Julius. Y se encaminó hacia donde se encontraba su padre, no sin antes decir unas palabras a la música.
-Entonces, queda como pendiente.
Realmente aquella mujer conseguía intrigarla aunque..bien es cierto que eso, viniendo de Xerine, nunca se sabía si era bueno...o malo.
esta charla en el camino se soluciona...me has intrigado a la chiquilla..y a mi^^
Julius subió a su caballo, y recibió en mano la carta de Conrad. Con expresión decidida en su rostro hincó los talones en los cuartos traseros del animal, que, con un poderoso relincho salió corriendo hacia el oeste.
-¡Nos vemos en Koven!
Es lo último que pudieron escuchar del sacerdote que se marchaba a toda velocidad. Las pezuñas del caballo levantaban la tierra, y las crines y la cola del animal estaban casi horizontales. Sin embargo, en mucho menos tiempo del esperado, un hombre anciano surgió a su lado, le tocó con un cayado de madera...
...y desapareció.
¿Algo más que decir? O ya puedo cerrar?
Cuando el rubio se separó al fin de Quint y subió al caballo, Conrad le tendió la carta desde abajo.
- Hotel "Noche de ensueño", pregunta a mi nombre. François probablemente esté allí, intentando averiguar mi paradero. En el sobre le he dado todas las explicaciones e instrucciones necesarias -le dijo mientras Julius cogía el sobre sellado-. Muchas gracias, por todo. Ten cuidado, y cuida de François, por favor.
El sacerdote salió al galope, mientras se despedía, y un momento después, desapareció, de un modo tan inédito que el cartógrafo se quedó pasmado unos segundos. No hubo explosiones de luz, ni alas brillantes: apareció un anciano con bastón que tocó al jinete, y desaparecieron. De todas las posibles escenas sobrenaturales, Conrad jamás habría esperado ésa.
Reponiéndose con una sacudida de cabeza, agarró con fuerza su bastón y los mapas que le había entregado Julius, y subió a la parte de atrás de la carreta. No era ningún vehículo lujoso, ni siquiera cómodo, pero para lo que lo necesitaban, era más que suficiente. Conrad disfrutaba con los lujos, pero no era adicto a ellos. Acomodándose en un lado, cerca de la parte delantera, para poder guiar si hacía falta a quien llevase las riendas, miró al resto de sus inesperados y extraños compañeros.
- Listo. Cuando queráis.
En sus ojos verdes se vislumbraba el brillo de la determinación.