Lope vio como el viejo clerigo se derrumbaba frente a él, su reacción instintiva fue empujar al giganton que zarandeaba a su amigo moribundo y tratar de curarle con la magia de su cinturón, solo un milagro podria salvarle en mitad de ese desierto sin mas a
le lanzo varias descargas de mi cinturón mágico si eso le puede salvar la vida
Cleon observó estupefacto como Mester caía desmayado al suelo. Maldijo por lo bajo... no llegarían nunca al sanatorio ese ni rescatarían a su mujer.
No sabía que hacer. Observó como Lope intentaba reanimarlo.
La magia de la varita de Loperick se hizo efectiva sobre el cuerpo de Mester iluminándolo por un instante. No obstante, no recuperó su aliento, ni su latido volvió a aparecer en su pecho. Muy posiblemente los años de aquel clérigo en el plano material para reunirse con el dios al que sirvió durante tantos años. Asthar se encargaría de recoger en persona el alma de Mester Frelaand.
Droguil alzó los brazos en dirección al cielo con gran rabia y con los ojos inundados en lágrimas. Justo después golpeó el suelo con ira doblándose sobre si mismo y haciendo levantar el polvo rojizo que les rodeaba por todas partes. El gran trasgo cargó contra todo objeto inanimado que encontró por delante. Primero fue el firma que pisaba, luego su propia maleta a la que golpeó contra el suelo en repetidas ocasiones antes de lanzarla muy lejos y finalmente se ensañó contra el pecho de su querido maestro, hasta que provocó que sangrara por la boca debido a la paliza que le dio al cadáver.
Mester era un anciano muy debilitado por el paso de los años. Posiblemente el sobre esfuerzo realizado durante el combate contra los gusanos del desierto y las larguísimas jornadas de viaje por aquel árido, desolado y mortal territorio. Fuera como fuera se habían quedado sin guía y también de algún modo sin el líder en que aquel sacerdote se había convertido para ellos.
Tras un buen rato Droguil pareció tranquilizarse y finalmente recogió el cuerpo sin vida de su maestro echándoselo al hombro y comenzando a caminar en una dirección cualquier alejándose del grupo sin articular palabra. El gran trasgo aún con los ojos enrojecidos había decidido continuar el viaje, con o sin compañía, lo único cierto era que sería muy difícil detener su determinado avance.
- ¿Qué hacemos ahora? - Preguntó Edzard. - Quizás Droguil sepa llegar al sanatorio. Quizás vaya en esa dirección ahora mismo. - El veterano guardia miró hacia el cielo llevándose la mano a la barbilla y reflexionando en silencio unos segundos. - ¿No dijo Mester que Droguil era natural de este plano? Quizás sepa orientarse en éste mucho mejor que nosotros. De eso no tengo duda alguna...
- Si eres capaz de comunicarte con él. - Una vez muerto Mester, la cosa se había complicado bastante. Quizás fiera imposible localizar el sanatorio ese.
O quizás había que hacerle caso al moribundo y dejar de buscarlo, para poder encontrarlo.
El batidor contempló como el gigantesco ser lloriqueaba y golpeaba el cuerpo sin vida del que seguramente era su único ser querido, tras dejar una amasijo de huesos y carne machacadas tras de sí comenzó a caminar en ninguna dirección que conociesen.
-Es mejor seguirlo, aunque esté igual de perdido que nosotros, mejor contar con su fuerza si nos atacasen.
Antes de comenzar a caminar tras aquel estúpido ser, Lope rebuscó entre la amalgama de carne, tela y hueso que unos minutos antes era el cuerpo sin vida de Mester en búsqueda de cualquier objeto que encontrase, diarios, armas, objetos varios,... cualquier cosa que le diera información sobre el plano o alguna ayuda en este.
De entre todo lo que rescató un objeto tenía un valor sentimental para Loperick, el amuleto de Ashtar que aquel clérigo cargaba como símbolo de porqué había acabado en ese hostil sitio.
-Cuando vuelva a nuestro plano enterraré esto en un lugar alto para que vuelvas a ver tu tierra amigo mio, ahora descansa en paz. dijo Lope en un tono inaudible para sus compañeros que comenzaban a alejarse.
Llevaban un rato caminando tras esa mole y Lope seguía pensando en las últimas palabras del clérigo, "Debes convencerte de que no quieres llegar al sitio al que realmente quieres llegar", esas palabras sin sentido le rondaban en la cabeza. ¿Como se convence uno de no querer ir a donde quiere ir?. El batidor, aun a pesar de lo absurdo de esa idea comenzó a esforzarse en autoconvencerse de que ir al sanatorio era lo único que no quería hacer.
-No quiero ir al sanatorio, No quiero acabar en el sanatorio, el sanatorio es a donde no queremos ir, para que ir al sanatorio si podríamos llegar a la ciudad, el sanatorio es el peor sitio del mundo donde ir, No me gustaría llegar al sanatorio, No vamos al sanatorio, me niego a ir al sanatorio, que no voy al sanatorio leñe, no, no voy al sanatorio, que me aspen si quisiera ir al sanatorio, no iría al sanatorio ni loco, no me obliguéis a ir al sanatorio, para que querría ir al sanatorio,... Lope parecía un loco hablando sólo de manera casi inaudible, sus compañeros le miraron extrañados durante horas, las que paso repitiendo como un mantra esas palabras, intentando autoconvencerse de que no quería hacer algo, lo cual era su finalidad.
- No quiero ir al sanatorio. – La mirada de Markku estaba fija en el horizonte. – No quiero ir al sanatorio. – Repitió mientras pestañeaba y notaba la sequedad de sus ojos a juego con la de sus labios. – No quiero ir al sanatorio… - Volvió a repetir de forma rítmica.
Llevaban horas caminando bajo aquel aterrador sol rojizo. Si bien Lope había empezado con ganas a tratar de auto convencerse de que no deseaba ir a donde realmente quería llegar, era ahora el guardia quien le había sucedido en con su monótona verborrea. Loperick no tenía más saliva en la boca y sus ojos empezaban a entrecerrarse agotado por el calor, la deshidratación y su propio discurso.
- No quiero ir al sanatorio. – Dijo de nuevo Markku a quien empezaban a fallar las piernas. – No quiero ir al sanatorio… - Gimió y hubiera empezado a llorar de quedarle alguna lágrima en sus ojos.
Una tregua era lo que necesitaban y aquel sol eterno se la concedió. Sin haber hecho ningún tipo de ademán a moverse un ápice de lo alto del firmamento en muchas e interminables horas, de pronto y en pocos minutos se escondió por la línea del horizonte dejando de nuevo paso a la oscuridad que parecía emanar de aquel inmenso orbe oscuro que seguía encontrándose hacia lo que se podía considerar el centro de aquel plano demencial.
Frío era lo que ansiaban desde hacía tiempo y frío fue lo que obtuvieron. Un frío que contrastaba con su enrojecida y ampollada piel producto de los efectos de la larga exposición al infernal calor imperante hasta el momento. Todos sin excepción comenzaron a tiritar sintiendo que enfermaban por momentos. La desesperación empezaba a hacer mella en ellos y los lamentos y las lágrimas eran lo único a lo que podían aferrarse.
Tan sólo Droguil parecía mantener el ánimo para seguir adelante. Gracias a él no se habían rendido ya a la muerte y seguían avanzando casi por inercia. Sin embargo, la muerte les alcanzaría pronto, pues las provisiones finalmente se les acabaron y los pocos víveres que Lope y sus objetos mágicos podían proporcionar al grupo, parecía que tan sólo serviría para alargar su agonía.
Edzard cayó de rodillas como ya había hecho en varias ocasiones anteriormente. De hecho no era el primero del grupo en caer rendido por el agotamiento. Sin embargo, de todos era en él en quien más se apreciaban los efectos de la inanición. Aquel veterano de mil batallas había perdido mucho peso y se notaban sus huesos a flor de piel. Incluso su rostro tenía ahora un aspecto cadavérico, el mismo aspecto que adquieren los ancianos al morir tras pocos minutos.
- No puedo seguir. – Dijo finalmente Edzard. – Mis días acaban aquí y ahora. Ha sido un honor servir a…
En ese momento aquel monje guerrero fue interrumpido mientras recitaba las que creía serían sus últimas palabras. Se trataba de Droguil. El gran trasgo acababa de soltar el cadáver de Mester mientras señalaba con el dedo en una dirección indeterminada. Cleon se puso en pie tratando de observar lo que los ojos de aquel grandullón habían detectado, pero la profunda oscuridad se lo impedía a todas luces.
- ¡Hazag, ningara su hazag! – Gruñó el gran trasgo insistiendo en señalar hacia las tinieblas más absolutas.
El batidor optó por hacer caso a ese irracional ser, a pesar de las condiciones límite en las que se encontraban optó por levantar la vista con la esperanza de ver la Plaza del mercado de Vilerres hasta arriba de puestos de frutas, verduras y vino.
Motivo: avistar la plaza de Vilerres
Tirada: 1d20
Resultado: 11(+11)=22
Cleon se acercó a Edzard. Él mismo estaba al límite de sus fuerzas, pero con gran esfuerzo le ayudó a levantarse e hizo que se apoyara en su hombro para continuar.
Droguil decía algo ininteligible, pero a Cleon le daba ya igual. En este plano de locura era imposible seguir un rastro o una mera dirección, tan buen sitio sería el que indicaba el gigante como cualquier otro.
Animó a Edzard a continuar y siguieron a Droguil.
Desesperanzados siguieron al gran trasgo a través de la oscuridad de aquel helado desierto nocturno. Avanzaron a través de una extraña bruma que casi se podía coger con las manos. Se trataba de una neblina densa que se pegaba a su piel, en su pelo y en su ropa de una forma muy similar a lo que lo haría una tela de araña.
Las cosas empezaban a pintar mal, pues a través de aquella bruma era imposible que Dorguil hubiera visto nada y por la mente de los que le seguían empezaron a surgir ideas acerca de las posibles explicaciones a aquella neblina. Ninguna de ellas resultaba beneficiosa para ellos teniendo en cuenta la naturaleza que aquel plano les había mostrado hasta el momento.
Sin embargo, en un punto concreto del espacio que habían recorrido entre el desierto helado y la zona brumosa, la oscuridad cesó dando paso a una porción de terreno iluminada por una extraña luz artificial que no obstante parecía provenir del astro rey, el cual sin embargo no se encontraba en lo alto del firmamento ni en ningún otro lado.
Aquella luz era muy similar a la de un día soleado en Gea. Lo más parecido a un día despejado que habían encontrado desde su llegada. La temperatura era agradable y el cielo azulado, ni negro ni rojo. Ya casi no recordaban como era un cielo tan abierto como aquel. Lo más curioso y lo llegaron a experimentar por ellos mismos realizando pasos adelante y atrás, era que allí donde acababa la oscura y fría zona brumosa, comenzaba aquella temperada y soleada zona diurna. Era una sensación muy similar a la que se experimentaba al correr una cortina y salir al exterior diurno, desde un edificio en penumbra.
Lo más curioso era que descendiendo una colina moderada, se observaba un signo de vida. Algo que no habían podido captar hasta el momento. Una edificación se alzaba ante ellos a escasos dos kilómetros de distancia. Se trataba de una especie de granja de madera. Sus paredes llenas de ventanales estaban pintados hasta media altura de rojo y el segundo piso era de un tono blanco marfil. Mientras el techo en pendiente era de color negro. Alrededor de aquella granja se encontraban campos de cultivo en los que brotaban plantas de un verde intenso similares a lechugas o coles.
Lo que parecía un espejismo de era simplemente el paraiso para aquellos aventureros, Lope ayudó a cargar con sus compañeros que a duras penas podían caminar, ya que los pocos kilometros que les separaban de su destino podían ser demasiado para ellos.
Siguieron al trasgo que parecía reconocer el lugar, esperaban que ese fuera el ansiado sanatorio, donde les darían comida y agua y lecho donde descansar antes de seguir su camino.
-Aguantad! queda muy poco!
Cleon se sintió mejorar al ver aquella granja o lo que fuera... un refugio, esperaba. Tensó los músculos aguantando el cuerpo de su amigo Edzard.
- ¡ Vamos compañero ! ¡ Un esfuerzo más y tendremos descanso y refugio !
Aún así Cleon no las tenía todas consigo... nada indicaba que fueran amistosos o belicosos, pero cargando con Edzard estaba totalmente indefenso, sin poder desenvainar ni tensar el arco.