Partida Rol por web

Nada raro parecía sucederle a aquella sopa. Nada que Cleon pudiera detectar a simple vista. Se trataba de un caldo de color verdusco, posiblemente cocinado a base de algún tipo de hortaliza. Lo que su anfitrión había dicho acerca del caldo, podía concordar perfectamente con lo que realmente era.

Aquel ser no dudó un solo instante en satisfacer a Loperick y volvió a llenar su cuenco con dos cazos más bien humeantes. Lo cierto era que el sabor del brebaje no era el mejor que había probado en su vida, pero parecía reconfortante para su estómago y sin duda aparentaba tener muchas vitaminas que aportarle.

- ¿No lo prueba, señor? – Preguntó el presunto dueño de la granja. – Le ayudará a recuperar fuerzas.

Markku y Edzard no dudaron ni un solo instante más y comenzaron a  sorber la sopa. El más joven de los guardias pronto hubo vaciado su recipiente, mientras que por su parte, Edzard bebía con bastante más lentitud debido sin duda a la fatiga que portaba sobre sus espaldas. Tenía la sensación de que el hambre se había marchado para siempre, pues le costaba tragar los primeros sorbos de aquella sopa. No obstante a medida que iba ingiriendo el caldo, fue empezando a pasar mejor y aunque fuera muy pronto para cantar victoria, empezaba a sentirse algo mejor de lo que estaba hacía apenas unos instantes.

- Verá, llevamos habitando este plano desde hace más de dos siglos. – Empezó a contar Drandhosaell. – Aunque lo cierto es que el tiempo exacto es una incógnita para nosotros. Podríamos llevar aquí medio milenio y muy posiblemente no lo sabríamos. El tiempo en el plano en el que nos encontramos discurre de una manera caótica.

Que llevasen tanto tiempo en aquel lugar confirmaba que como mínimo sus anfitriones eran elfos, pues su esperanza de vida era larga. La duda que les asaltaba era ahora la edad del niño de la pareja. No aparentaba tener más de siete u ocho años, por lo que de ser miembros de la raza élfica, muy posiblemente hubieran tenido al niño ya una vez asentados en aquella granja.

- Me estoy yendo por las ramas. - Drandhosaell sonrió para acto seguido suspirar. – La pregunta era otra. – Se dijo a sí mismo. – Es lo que tiene tener todo el tiempo del universo. – Volvió a sonreír mostrando su blanca dentadura. – No fue fácil encontrar este reducto de paz. Phyada, Nyëlyn y yo tardamos muchos años, calculamos que casi un siglo en hallar este lugar apartado de la vista de los seres demoniacos que habitan el plano y del mago que trata de reunirlos para gobernar este caótico lugar. Una vez encontrado éste lugar, en el cual el tiempo parece comportarse con normalidad, el aire es puro y el entorno no parece querer matarnos, santificamos la zona y de esa manera logramos que ninguna de las alimañas que se retuercen alrededor de nuestro pequeño santuario, se acerquen demasiado. ¿Respondo así a tu pregunta? – Miró complacido a Lope, pues estaba convencido de que muchas nuevas incógnitas quedaban ahora por resolver.

Lope disfrutaba de aquel alimento que si bien no era del mejor de los gustos, le estaba revitalizando cuerpo y mente. Escuchaba con interés la historia de esa gente, sin duda tenia muchas mas preguntas, no abundaban las fuentes de información amistosas, y convenía exprimirlas en lo posible sin parecer agobiante.

-Y si no es mucha indiscreción, ustedes parecen elfos, o como mínimo de alguna especie similar, en nuestro plano gentes como las vuestras viven en paz y armonía, y me parece como mínimo extraordinario que voluntariamente alguien se desplace hasta aquí a "prosperar". Perdone mi impertinencia pero nosotros somos viajeros forzados, buscamos a nuestros amigos los cuales han sido arrancados de sus cuerpos para servir a ese dichoso mago, y la empresa está siendo mucho mas dura de lo esperado, perdemos compañeros, otros se trastornan, no encontramos el lugar al que nos dirigimos, se nos muere el guía de camino... Por suerte les hemos encontrado y esperamos poder compensárselo de una manera coherente.

Lope sin duda estaba cansado como para irse por las ramas, tenian gente amigable delante, y sin duda era el mejor momento para sonsacarles lo que sabian.

Cleon comenzaba a relajarse al ver que sus compañeros tomaban el caldo sin reticencias. Estaba bastante bueno y con el hambre que tenía le sabía a gloria bendita.

Observó callado a los elfos y escuchaba la conversación. Estaba preocupado por Edzard, cuyo agotamiento había hecho que no pudiera continuar por sí solo. Necesitaban un descanso y el sitio parecía idóneo para ello, pero Cleon no tendría descanso mientras su mujer siguiera esclava en este plano.

- Nos hablaron de un lugar, un monasterio, un refugio para gente como nosotros y que está regentado por una orden que lucha contra el Mago Rojo. ¿Sabéis algo?

Al momento, Cleon se arrepintió de pedir información. En este plano de locura no hay direcciones ni forma de indicar cómo ir a ningún sitio. Cualquier explicación que pudieran darles no serviría de nada.

- No mi querido amigo. – Sonrió su anfitrión. – Una vez fui un elfo, pero ya no. Llevo más tiempo perteneciendo a mi nueva condición que la que pasé siendo elfo. Cierto es que mi apariencia es la de un elfo y que en mis maneras, mi forma de ver la vida y la muerte y en general todo lo que soy, tiene mucho peso mi raza de nacimiento. Pero mucho he cambiado desde entonces. – Hizo una breve pausa que aprovechó para suspirar y coger aire. - Conozco lo que es morir. – En ese momento hizo de nuevo tora pausa. Era evidente que quería parecer ser enigmático en su respuesta y que le gustaba crear expectación. – Si, morí. Mi cuerpo mortal se descompuso sobre la tierra de Gea. Ascendí al semiplano donde moraba mi dios patrón Elvander. Fui juzgado por como viví y pese a que mi destino hubiera sido el Gran Vergel, Elvander me eligió para servirle como uno de sus soldados celestiales. Soy un ángel, un servidor eterno de Elvander.

- ¿Un ángel? – Preguntó Edzard aparentemente recuperado.

El veterano guardia acababa de servirse el segundo cuenco con aquella extraña y humeante sopa. Sin duda, ya fuera por el simple hecho de llevarse algo caliente al estómago o porque realmente aquel brebaje tuviera alguna propiedad curativa, aquel hombre que momentos atrás estaba totalmente desfallecido, parecía haber recuperado toda, sino parte de la vitalidad que le caracterizaba pese a su avanzada edad.

- ¿Qué hace un ángel, que se supone que son todo bondad, en un lugar como éste? – Preguntó Edzard.

- No todos los ángeles son buenos por naturaleza. – Drandhosaell miró desafiante a Edzard, pero acto seguido esbozó una sonrisa. – Los dioses malignos también poseen fieles esbirros para llevar a cabo sus menesteres.

Edzard y Markku se miraron a los ojos. No necesitaban palabras para comunicarse entre ellos tras tantos años de servicio juntos. No obstante, a Cleon y a Lope no les costó tampoco discernir en aquella mirada cierto recelo y cierta temor a que el ser que les había acogido tuviera alguna oscura intención oculta. Aunque la explicación más simple a la forma que tenía de hablarles no era otra ganas de asustarles por pura diversión.

- Suerte que no es el caso. – Desveló finalmente la incógnita. – Soy un ángel caído. Al igual que Phyada y Nyëlyn. No es que sea realmente mi esposa y el pequeño no es fruto de nuestro amor. No obstante, su alma abandonó muy pronto Gea, demasiado pronto y no acaba de entender su nueva naturaleza pese a los muchos siglos que lleva siendo un celestial. Conozco ese sanatorio. – Cambió de tema de forma radical dirigiéndose a Cleon. – No está demasiado lejos de aquí, si conoces el camino y lo sabes caminar.

Si el dia de Lope había sido pésimo, a punto de morir de hambre o carcomido por un sol caótico, este no hacia mas que tornarse mas extraño y confuso; seres celestiales caídos en un mundo de caos y desolación viviendo con un ascendido con la mentalidad de un niño de pocos años que a pesar de llevar siglos ahí no había madurado ni entendía lo que ocurría...

-Si sois ángeles, como puede ser que se ascienda a un joven que no entiende lo que ocurre? no creo posible que una deidad cometa un fallo así o que al menos no pueda darle una solución, dijo el batidor ante su curiosidad en aumento.

-Me parece genial que seáis ángeles, no me malinterpretéis, y si tenéis una misión que se acerque a la nuestra podríamos ayudarnos mutuamente, creo que os lo debemos por vuestra hospitalidad. Pero antes nos podéis indicar que significa que seáis ángeles caídos? eso escapa de mi comprensión. Nuestra única meta es recuperar a nuestros familiares y amigos, arrebatárselos al Mago y salir de aquí si es que es posible.

- Aunque pueda resultar irónico, un dios no es perfección. – Dijo Drandhosaell. – Comete fallos como cualquier otro ser que pertenezca a Ella. Piensa que un dios, un ser adorado por mortales, no es más que un mortal que cayó en gracia a los dioses primigenios y fue ascendido a dios. Uno de los llamados Preferidos. – El supuesto ángel abrió las manos de par en par, como apoyando la simplicidad de su explicación. – Un ángel caído es un ser celestial que por alguna razón ha perdido el favor de su dios patrón. Elvander me envió a éste lugar y junto conmigo también envió a mi actual familia. En cuanto al pequeño Nyëlyn… - Hizo una pausa. - …ni yo sé por qué fue ascendido. Se supone que cada dios tiene un plan y cada uno de sus ángeles forma un papel en éste. No sé cuál es el papel del pequeño, pero sí sé que él también fue rechazado por Elvander. Es posible que no cumpliera con su misión. No lo sé, pero ya no estamos ligados a Elvander y no tenemos misión alguna que cumplir, más allá de hacer lo posible por redimirnos. – Drandhosaell tragó saliva y suspiró. – No sé si quiero hacerlo. Cuando estaba al servicio de Elvander, mi existencia se basaba en acompañar a las almas de los difuntos hacia su juicio final con nuestro dios y a combatir a las fuerzas de otros dioses que se entrometían en los asuntos del dios élfico de los bosques. Ahora soy mucho más feliz.

Cleon escuchaba interesado la conversación, pero él no entendía de dioses, ángeles y todas esas cosas que estaban hablando. Él era un hombre sencillo y si algo había que adorase era a la naturaleza en sí misma. Estos seres, desde luego, no tenían nada de naturales, pero Cleon los aceptaba al igual que aceptaba que en la naturaleza hay diferentes seres y cada uno hace lo que hace por su naturaleza, no por maldad expresa.

Es fuera de la naturaleza donde Cleon había encontrado la maldad.

Por tanto, entendía muy poco de lo que se hablaba, pero le daba igual. Estas gentes les había acogido y para él eso era suficiente. En este plano de caos había lugar para encontrar gente dispuesta a ayudar.

- Perdonadme si no entiendo de estas cosas, soy hombre de campo y poco tengo que ver con dioses y ángeles. Pero sí entiendo que nos habéis ayudado y que si hay algo en nuestras manos que podamos hacer por vosotros, sólo tenéis que pedirlo y haremos lo que podamos.

Le caía bien esta gente y si tenía un apuro, quizás le podría ayudar.

- No creo que nada que estén vuestras manos pueda ayudarnos en algo. – Dijo el elfo celestial con mostrando media sonrisa en sus labios. – Tenemos todo lo que necesitamos en éste pequeño trozo de tierra. La compañía de los viajeros perdidos, llega en rara ocasión, pero es bienvenida siempre.

En ese preciso instante la puerta por la que habían entrado se abrió. La mujer elfa penetró en el interior de la casa. Iba sola y no había ni rastro de Dorguil o del pequeño elfo que les había encontrado husmeando entre el huerto de lechugas.

- ¿Todo bien Phyada? – Preguntó entonces Drandhosaell.

Recibió como respuesta un leve asentimiento con la cabeza. Acto seguido se sentó junto al que se había convertido en cierta manera en su marido y padre del pequeño celestial que vivía con ellos. Drandhosaell le sirvió algo de sopa a la mujer y esta le sonrió agradecida cuando aceptó el cuenco.

- ¿Alguna pregunta más o preferís descansar? – Preguntó finalmente. – Estaréis agotados.

-Creo que es hora de que descansemos, mañana supongo que podemos retomar la conversación. dijo el batidor bastante abatido por el cansancio. 

Se levantó en dirección a su anfitrión a fin de ser llevado al lugar de reposo que le ofrecieran pero antes reparó en la falta de su compañero. -Droguil aun no se nos une? supongo que debe estar en igual condición de hambruna que nosotros. Dijo contrariado por la falta del gigantón-

- Os acompañaré a un lugar donde podréis descansar a gusto. – Dijo Phyada y en ese momento le sorprendió la pregunta de Loperick acerca de su compañero el gran trasgo. – Ha querido quedarse junto al difunto. Le he enseñado un rincón en nuestro terreno junto a un viejo árbol donde ha decidido dar sepultura al anciano. Le he preguntado por si deseaba ayuda, pero me ha dicho con gestos y gruñidos que no… - Dudó un instante. - …o eso he entendido…

Unas escaleras conducían al segundo piso de la granja. Una vez en el piso superior se encontraron frente a un estrecho pasillo que llegaba hasta una ventana a cuyos lados se encontraban una serie de puertas cerradas. Phyada caminó hasta la segunda puerta de la derecha y se detuvo frente a ésta abriéndola y permitiendo el acceso al interior al grupo.

Se trataba de una pequeña estancia con una sola ventana que daba al exterior. El mobiliario era escaso, tan solo dos grandes camastros en los que fácilmente cabían hasta dos personas y un baúl bajo la ventana. El estado de la habitación estaba algo dejado, pues estaba tanto el suelo como las sábanas estaban polvorientas, como si la habitación llevara muchos años cerrada.

- Perdón por la suciedad… - Dijo enseguida Phyada. – No esperábamos visitas hoy… - Sonrió encogiéndose de hombros. – Fácilmente los últimos visitantes que tuvimos pasaron por aquí hará seis o siete años. ¡O qué sé yo cuanto tiempo! Los días, los meses los años… - Negó con la cabeza con gesto de cierta melancolía. – Pasan cada vez más rápido. Os subiré unas sábanas limpias. – Concluyó antes de salir por la puerta.

Ciertamente estaba todo muy descuidado, aunque lo cierto era que acostumbrados como estaban a dormir a la intemperie y expuestos a los elementos, que por otra parte parecían ansioso por matarles, agradecían mucho aquel pequeño descanso que la providencia les había otorgado.

Fue en ese preciso momento cuando Edzard se acercó a la ventana y observó el patio trasero de la granja. Efectivamente allí se alzaba un retorcido y ennegrecido árbol con escasas hojas. Bajo este se hallaba el gigantón que les había acompañado hasta ese lugar. Droguil estaba cavando un agujero y junto a él, cerca de la zanja se encontraba el que sin duda era el cuerpo amortajado de Mester Frelaand.

- Sin duda le amaba como a un padre. – Dijo Edzard. – Se le ve muy afligido.

Los ojos del veterano monje se centraron en el gran trasgo. Aquel ser enorme tenía los ojos enrojecidos y si bien no había llorado, ni cambiado ni un ápice su intimidante expresión, se hacía evidente para quien le conocía un poco, que estaba triste.

Markku, Cleon y Lope se acercaron a la ventana y observaron lo que Edzard había anticipado. Era cierto que Droguil parecía desolado con aquella pérdida. Cavaba con ganas pero algo parecía indicar por primera vez que sus fuerzas se estaban acabando. Podía ser el cansancio o podía ser su estado de ánimo, pero era evidente que algo le sucedía a aquel hombretón.

Se fijaron que Droguil no estaba solo. Estirado en el suelo boca abajo y sujetando su cara con las manos, apoyando sus codos contra el suelo, se encontraba el pequeño celestial. El niño elfo ascendido miraba con curiosidad al gran trasgo mientras meneaba de arriba abajo sus piernecillas. A Droguil no parecía molestarle su presencia pese a haberle dicho a Phyada que no quería ayuda de nadie y que prefería estar solo.

- ¿Qué os parece éste lugar? – Preguntó Edzard rompiendo el hechizo que les mantenía a todos con la mirada fija en lo que sucedía a través de la ventana. – Demasiado bueno para ser verdad… - Se rascó la barbilla. – Creo que en cuanto descansemos un poco deberíamos marcharnos. 

- Siempre sospecho cuando la cosas son demasiado buenas, nadie suele dar algo por nada. - Contestó a Edzard mientras buscaba un sitio para poder descansar un rato.

- De todas formas, su historia es creíble y quedar varado en este plano tras el abandono por tu Dios tiene que ser horrible. La verdad, me gustaría hacer algo pero no se qué.

Se dirigió hacia uno de los camastros dejando más de la mitad libre y se puso a dormir.

- Tienes razón, Cleon. - Respondió Edzard. - El mal que se encuentra en éste plano es caótico. Si realmente estos seres pertenecieran a éste lugar ya nos hubieran intentado matar. No planearían tanto nuestro asesinato. - Dijo en tono de broma, aunque la reflexión podía tener cierto sentido.

Edzard imitó a Cleon acurrucándose en un rincón de la cama. Su cuerpo había perdido mucho peso y lo cierto era que ocupaba más bien poco espacio, un máximo de un tercio del lecho que les habían cedido. Aquel plano estaba mermando sus fuerzas y le estaba dejando en los huesos. Estaba tan agotado que no tardó ni cinco minutos en empezar a roncar tras caer en un profundo sueño. Sin duda después de tanta penuria aquel descanso se lo tenía bien merecido. 

- ¿Dormimos? - Preguntó Markku al único de los presentes que todavía no se había acostado. - Yo dormiré con Ed, si no te molesta. Sabes que es como un padre para mí y le tengo más confianza que a ti o a Cleon. - Sonrió. - ¡Además, tendré mucho más espacio a su lado! ¡Estaré más cómodo y podré estirarme!

Markku rió de nuevo y se sentó sobre la cama. Se quitó las botas y acto seguido se tumbó junto a Edzard. Tardó varios segundos en cerrar los ojos, pero cuando lo hizo le sobrevino una gran somnolencia. La fatiga también pudo con él y pronto sintió que no resistiría demasiado tiempo despierto y que su mente abandonaría aquel peligroso plano para viajar al plano onírico.

- Dulces sueños... - Susurró antes de quedarse completamente dormido.

El batidor se despojó de su armadura y de sus armas principales, se sentó en el lecho que le habían dispuesto y antes de siquiera enterarse quedó sumido en un profundo sueño, las palabras de sus compañeros se oian cada vez mas a lo lejos, pero no le importaban, había llegado a su límite y no le extrañaría no despertar.