Aquellos dos intrusos en la noche no eran otro que el joven Valdar, un monje pelirrojo que llevaba cuatro inviernos sirviendo en la Torre, quien iba acompañado de Adalbert, un novicio que todavía no había adquirido el rango de monje al cual se le estaba instruyendo para convertirse en un nuevo guardia de la prisión.
Darik, Sveren y Majson. – Fue Urnul quien pronunció muy seguro los nombres de tres monjes de mediana edad que debían llevar cada uno más de una década al servicio de la prisión. – Est
Norbert. – Creo que todo es real. Demasiado real diría yo.
Aquel veterano monje parecía realmente afectado con todo lo que había sucedido recientemente. Sus ojos aún estaban enrojecidos y sus manos se mostraban temblorosas. Lo cierto era que desde la última vez que vio a aquel monje parecía haber envejecido más de lo normal, aunque lo cierto era que tampoco podía realmente estimar el tiempo que había pasado desde entonces. De lo que no cabía duda era que la vida como carcelero de ese nivel profundo de la mina era demoledora para la mente.