Khorvin alzó su mano, mostrando la palma en dirección a Lope.
-En ningún caso pretendo hablar por todos, viejo amigo. Soy yo el que rechaza las vestiduras por un asunto personal. Vosotros sí deberíais retomar vuestros puestos.
Dijo en tono mediador.
-Más únicamente rechazo la túnica. Sigo necesitando reponer las fuerzas como el que más
-Dialogar con los líderes y explicarles lo acaecido es imperativo, pero no faltaremos a vuestros amigos por esperar a hallarnos limpios y clarificados. - Monjes, donde almacenasteis los cuerpos sin vida de la Paladina de la muerte y los demás? Por si existiese la posibilidad de devolverles al Reino de los Vivos, siempre será más fácil que sus cuerpos se encuentren en buenas condiciones y yo como Clérigo de la Diosa Muerte puedo conjurar para mantener los cuerpos sin que la corrupción les alcance, pero debe ser lo antes posible. llevadme pues!
El ladrón permaneció en silencio, asimilando toda la información que circulaba entre sus compañeros. Aunque era bien cierto que los dueños de las almas perdidas le daban igual, sí que lamentó la muerte de la esposa de Cleon. No por nada, sino porque Markku tenía razón y si Helga había muerto, Cleon también habría fallecido. Y el explorador había sido un excelente compañero, uno que merecía la pena salvar. Lástima que él no hubiera querido ser salvado.
Cuando Khorvin y Lope empezaron a hablar de hábitos, descansos y regresar a resucitar a Cleon y Helga, Serge Leblanc levantó la mano.
-Yo voto por el descanso sans hábito. No me malinterpretéis, pero mi lealtad religiosa está con una deidad diferente de la que se adora aquí. Y el camino del monje jamais ha sido la elección de ningún Leblanc que se precie. Y si nuestra presencia incomoda a los monjes y residentes de este lugar, podemos acampar fuera de los terrenos de la torre. Pero dormir y comer es algo que, como humaines, necesitamos. Cuando eso esté cubierto, podremos hablar detenidamente sobre lo que hacer a continuación. Porque eso de ir a buscar a Cleon suena intéressant.
-Oh amigo mio! dijo con una risotada el batidor. Cuando digo vestir los hábitos me refiero a darnos un buen baño, ponernos ropa cómoda,limpia y que no apeste a locura, pues como puedes ver, toda nuestra indumentaria está llena de rasgones, sangre seca y desgarros varios, y al ser un templo de Gorant, lo único que encontraremos aquí serán sus uniformes, por eso digo lo de los hábitos.
- No te preocupes que nadie intentará convertirte en un monje de la orden de Gorant, eso no se consigue tan rapidamente, conlleva unas pruebas y trabajos específicos que tardariamos meses en que realizaras, es solo una forma de hablar.
-Pues eso, yo voto por descansar, asearnos y cuando estemos listos comunicar a nuestros superiores lo ocurridos para buscar la forma de devolver a nuestros amigos a la vida, o al menos traerlos del lado oscuro de la locura a Gea, que descansen en nuestro plano.
-Serge, si te parece muy grotesco ponerte temporalmente esta ropa, no te preocupes, creo que tengo alguna muda de mi tiempo anterior en Vilerres. es toda tuya.
Y así fue. Los recién llegados fueron atendidos con honores tras su retorno, incluido Serge y Breko, quienes pese a ser ajenos a aquella organización, fueron tratado como uno más. Pudieron asearse después de mucho tiempo. El agua fresca y el jabón era algo que tenían casi olvidado. La sensación de higiene y pulcritud les llenó de gozo una vez se sacaron de encima toda la roña adherida a sus cuerpos.
Ropa limpia y suave les fue entregada. No olía de forma hedionda ni estaba pegajosa o acartonada por los fluidos vertidos sobre ella, como la sangre o el sudor. Limpios y aseados aguardaron a que estuviera lista la comida. Quisieron relajarse y algunos lo consiguieron en mayor medida que otros. lo cierto era que llevaban demasiado tiempo sin tener que estar en alerta constante y aquel mecanismo automatizado les era complicado de obviar.
Una buena comida les fue servida poco después de sus respetivos baños. Un menú sencillo, sin excesivas pretensiones. Un caldo de verduras con pollo y liebre con patatas fueron los manjares con los que pudieron deleitarse. Nada que no comieran de forma habitual antes de su extraño viaje, pero que ahora que degustaban de nuevo, les sabía a gloria bendita.
La compañía también era grata. Aquellos monjes estaban muy contentos y orgullosos por el regreso triunfal de sus compañeros. Brindaron una y otra vez por todos ellos y escucharon sus historias hasta altas horas de la tarde. Mucho era lo que tenían contar y todos permanecieron atentos a cada detalle sobre aquel pervertido plano de caótica destrucción.
Pocos eran los que sobrevivían al plano de la locura y menos los que conservaban la cordura una vez habían regresado. Ciertamente sus mentes habían sufrido algo indescriptible en aquel viaje, pero habían logrado sobreponerse a todo y volver a su hogar.
Sin duda, aquella proeza había sido posible por un motivo principal. La unión de todos ellos. La amistad que se profesaban los unos con los otros y desde luego la lealtad. Todos ellos eran leales a sus amigos y también a sus convicciones. Tesón, aguante y esperanza fueron las cualidades que más necesitaron para sobrevivir e iban a ser las mismas que necesitarían para salir adelante si es que finalmente, como Loperick decía, planeaban regresar a aquel horrible lugar en busca de venganza y justicia.
A última hora de la tarde, fueron recibidos por la alguacil. Tras una larga espera finalmente atendió a los recién llegados. Se trataba de una mujer de mediana edad con el cabello canoso y recogido en un moño sobre la cabeza. Lucía una coraza plateada y una capa color carmesí a la espalda. Aquella mujer se mostró cercana y quiso conocer de primera mano los pormenores de lo sucedido. Les invitó a tomar asiento en su despacho y a ponerse cómodos mientras les servía un licor ligero a todos los que lo desearon.
Junto a ella se hallaba Adalbert, el que fuera un novicio a su partida, se había convertido en todo un hombre digno de admiración. Su expresión denotaba mucha seguridad y su mirada de niño había cambiado hacia la de todo un señor cargado de responsabilidad. No obstante y pese a su nuevo cargo, se alegró mucho de ver a sus antiguos compañeros. Se acercó a ellos y les dio la mano acabando en un sentido abrazo cargado de sonrisas. Por suerte, el cargo no parecía habérsele subido a la cabeza.
Por último se encontraban junto a un tercer hombre. Se trataba de un hombre rudo y algo más distante que la alguacil y el antiguo novicio. Fue presentado como Julius Var-nahen, el capitán de la guardia de la prisión. Prácticamente no abrió la boca durante toda la conversación, pero quedó claro que para Larissa aquel hombre era de su total y absoluta confianza.
- Ciertamente estamos muy orgullosos de lo que habéis hecho. – Dijo entonces la alguacil. – No os conocía y quizás por ello dudé de vuestro regreso, pero ahora que estáis de vuelta... – Sonrió entusiasmada. - ¡Qué gran noticia vuestro regreso! – Soltó una carcajada de alegría que no pudo contener. - ¡Brindo por vosotros!
Larissa alzó la copa de licor que acababa de servirse y la chocó contra la de sus invitados. Acto seguido probó su contenido. Se trataba de un licor suave, casi sin alcohol. Su sabor era afrutado aunque ninguno de los presentes podía reconocer el sabor de aquella dulce fruta. Larissa paladeó el licor y acto seguido soltó un leve suspiro de satisfacción.
- Tengo entendido que pretendéis volver… - Dijo entonces mucho más seria.
- Vuestro valor es envidiable. - Intervino Adalbert. - No conozco a nadie que haya querido regresar a ese plano, salvo quizás... - Chasqueó la lengua disgustado. - Samiam Araverick... - Tomó aire. - Pobre diablo... - Murmuró.
- Creo que el corregidor querrá saber de vuestro regreso. - Intervino de nuevo la alguacil. - Lleva años luchando contra el poder del Gran Mago Rojo. Muchos han sido los esfuerzos invertidos por tratar de recobrar el caótico equilibrio el plano. - Negó con la cabeza. - Son cosas que yo no entiendo. Se escapan a mi comprensión... - Sonrió. - Soy solo una humana que trata de gestionar de la mejor manera esta organización. - Tomó otro trago de aquel licor. - Mi mente no alcanza a comprender las reglas por las que se rige el espacio, el tiempo, los planos...
- Si así lo desea, iré a mandar un mensajero a Herbar por tal de dar la noticia al Corregidor. - Intervino por primera vez Julius Var-nahen.
Aquel hombre parecía realmente interesado en que se diera cuenta al Corregidor del regreso de los héroes al plano material. Posiblemente fuera algo normal. Su cargo dependía directamente de Larissa, y el de Larissa del Corregidor, por lo que era el superior de ambos y le debían lealtad.
- Buena idea, señor Var-nahen. - Respondió Larissa. - Vaya de inmediato en busca de un escriba. Que transcriba la noticia y que me de el mensaje para firmar. Mañana a primera hora saldrá camino de Herbar.
El capitán asintió con la cabeza y se encaminó hacia la puerta no sin antes dedicarles una seca mirada a los presentes y tras despedirse de ellos con un sutil gesto con la cabeza. Una vez el capitán se hubo marchado Larissa continuó hablando.
- Es un poco seco... - Dijo sonriendo y refiriéndose al capitán. - ¡Venga contadme vuestros futuros planes!
Creo que ya no hace falta decir nada más.
No respondáis a las preguntas de Larissa. Esa ya será otra historia. Eso sí, podáis poner una reflexión final acerca de todo de vuestros pj's. Una conclusión interna de la historia de cada uno... para dejarlo todo redondo y bonito vamos!
Lope escuchaba las palabras de la nueva líder de la prisión sin apenas interés, ya no debía nada a esa orden. Hace años empezó como guardia porque creía en el proyecto de la prisión, pero el escalafón le había fallado, los líderes no habían sido de fiar. Si había ido al plano había sido exclusivamente para enmendar su error ya que se consideraba parcialmente culpable de lo ocurrido en su lugar de trabajo.
Ahora tenía dos nuevos amigos, sus otrora compañeros ahora se podían considerar sus hermanos pero tenía una espinita clavada, habían quedado varios amigos atrás y sabía que tenía una responsabilidad para con ellos, lo sabía en lo más profundo de su ser y lo había confirmado gracias al ser conocido como el amo del tiempo.
No se sentía preparado en ese preciso instante para volver a cumplir su palabra con los caídos, necesitaba más poder, reponer fuerzas y cordura y sabía cómo hacerlo, iría con Breko en búsqueda de lo que quedaba del culto de la muerte, a quien consideraba en ese momento su deidad, ya que el trabajo realizado en Pelati le había impresionado, ese nivel de dedicación era lo que estaba buscando.
Quizás volvería a su pueblo un corto tiempo, caras amigas eran muy importantes en su recuperación, pero luego irian al templo a prepararse.
Pero sin duda antes de marchar quedaría con sus compañeros en una fecha y lugar para emprender la labor de reconquista y asesinato del mago rojo, su diosa lo reclamaba.
-Obrad como creáis oportuno. Por mi parte y si Crabtas no me marca un camino diferente, dirigiré mis pasos hacia esa meta.
Dijo seriamente con los brazos cruzados.
Aliviado por el hecho de no tener que unirse a una orden monástica, el ladrón aceptó de buen grado la ropa nueva, los baños y el descanso que les ofrecieron en aquel lugar.
Y con el descanso y el alivio de haber regresado a su plano, llegó el momento de la reflexión. Cleon estaba perdido, su mujer también y ese rebaño de almas de las que tanto se habían estado preocupando sus compañeros, parecía seguir perdido también. Recuperarles, si es que se podía, implicaba regresar a aquel lugar de locura y perdición. Y muy probablemente no tendrían tanta suerte como habían tenido en esta ocasión. Volver a ese plano significaba la muerte.
Pero… Había algo que se negaba a dejar tranquilo al ladrón. Y era el Mago Rojo. Ese miserable era el culpable de todo lo que había sufrido, de todo cuanto había padecido en ese maldito agujero infernal. Su sangre hervía cuando pensaba en ese miserable. Y aunque sabía que no debería ni pensarlo siquiera, Serge Leblanc estaba dispuesto a ir a vengarse. Aunque implicara volver al más puro de los infiernos. Porque no dormiría tranquilo mientras el Mago Rojo siguiera respirando.
Y para conseguir su objetivo, permanecería al lado de sus compañeros. No porque les apreciara especialmente, sino porque eran los que tenían acceso a la manera de viajar al plano del caos. Aparte, ellos ya sabían lo que se cocía en ese lugar, no iba a encontrar aliados mejor preparados para enfrentarse a aquella misión.
Definitivamente, aunque le fuera la vida en ello, se lavaría las manos con la sangre del Mago Rojo.