Todo era calma a su alrededor. Una calma sólo interrumpida por un suave y monótono sonido que parecía envolverle y le transportaba a un lugar lejano lleno de sosiego y armonía. Parecía estar flotando en medio del espacio y del tiempo, sin nada alrededor. Se creía rodeado de la más completa nada y no obstante, no tenía miedo, sino que se sentía en paz.
Cleon estaba en paz consigo mismo y con el universo por primera vez desde hacía mucho tiempo. No recordaba cómo había llegado a ese lugar inmaterial en el que parecía estar suspendido y flotando hacia una dirección indeterminada. No sabía dónde estaba, ni porqué y no obstante agradecía poder abstraerse de todo lo vivido en los últimos tiempos.
¿Había muerto? Suponía que sí. ¿Era ese el paraíso? ¿La tierra prometida? Desde luego la paz que desprendía aquel lugar lo hacía digno de ser el premio que sólo unos pocos alcanzan tras abandonar su cuerpo mortal. No le importaría pasar una eternidad en aquel lugar si de esa manera podía olvidar sus penas y entonces…
Entonces la recordó a ella. Helga, su amada esposa había muerto. Él la había matado en una acción de piedad que le condenaría al Gran Abismo como asesino que era. Recordó el momento en que rasgó el cuello de su amada y recordó como ésta le miró. Un dolor intenso se apoderó de todo su ser tras aquel recuerdo que le sobrevino. Un dolor que resquebrajó su alma de arriba abajo y que acompañó con un grito sordo que salió de lo más profundo de sus entrañas.
Entonces abrió los ojos, pues recordó que no estaba muerto. Las paredes de roca viva resplandecían con el reflejo de un fulgor procedente de unas hogueras que no alcanzaba a ver Un olor a azufre le envolvió y observó cómo estaba siendo llevado en volandas a través de un angosto pasadizo que se internaba en la tierra. Pasaba de mano en mano de centenares de aquellos demonios como si el mismo fuera un pesado fardo flotando en un río embravecido.
Y los demonios gritaban de una forma ensordecedora que se colaba a través de sus oídos y se incrustaba en su cabeza. Llegó a pensar que aquellos agudos chillidos harían que su cerebro estallase en un mar de sangre y materia gris. Pero no sucedió así y finalmente su viaje a través de aquel mar de garras y aullantes fauces plagadas de babeantes colmillos, llegó a su fin.
Fue depositado sin demasiado cuidado en el interior de una celda. La temperatura era muy elevada, casi insoportable y le costaba respirar. Las paredes ardían, el suelo quemaba y no quería ni comprobar la temperatura a la que estarían los barrotes. Suerte que habían tenido la decencia de otorgarle un catre sobre el cual podía situarse para evitar las quemaduras.
Los aullidos de los demonios, eufóricos por alguna razón que se le escapaba a su entendimiento, cesaron de golpe y entonces vio acercarse a una figura esbelta cubierta por una túnica de color rojo carmesí. Caminaba sin caminar, pues parecía más bien levitar. Se acercó rápida y directamente hacia Cleon y cuando estuvo a su lado se detuvo del otro lado de los barrotes incandescentes.
- Cleon… - Dijo con una aterradora voz el mago. - ¿Estás preparado para servirme con devoción? – Le preguntó.
Con este epílogo se cierra la partida. Si quieres responder al Mago Rojo o añadir algo más adelante. Sino por mí cerramos así definitivamente.
Un saludo y hasta la próxima!
En cierto modo Cleon admitía todo lo que le estaba pasando. No merecía ni la paz ni el descanso. Había matado a su mujer, sabía que era lo correcto, pero aún así era culpable y merecía el castigo.
Pero no había mayor castigo que su propia consciencia.
Vio entrar al mago rojo. Lo esperaba. Una oleada de intenso odio llenó su espíritu, pero aún le quedaba la suficiente cordura para comprender que atacar al mago era un acto absolutamente inútil, ni le mataría ni éste le mataría a él.
Ante la afirmación del mago no respondió... no le serviría, jamás... aguantaría toda la tortura y todos los pesares como su penitencia, pero nunca le serviría.
Pues aquí acabamos... enhorabuena por la partida y a ver si nos vemos en la próxima y el mago rojo consigue doblegar a Cleon
Nos vemos