Lope asentía con la cabeza las palabras de su compañero, sin duda su mision principal era salvar a la mujer de Cleon, pero liberar a las almas y cercenar la cabeza de ese mago sin duda se antojaban como necesarias.
-Dinos todo lo que sepas y haremos lo necesario, esto no puede quedar asi o vuestro sacrificio habra sido en vano, dijo el batidor con semblante serio sabiendo que su mision suicida tenia pocas esperanzas de prosperar.
Mester miró a Lope y Cleon con la tristeza impresa en la mirada, además de cierta resignación y resopló antes de abrir de nuevo la boca. Parecía como si viera imposible cumplir el objetivo que aquellos ignorantes geasianos se habían marcado, pese a que en cierto modo apreciarse el valor que demostraban.
- Al exterior de la ciudad tan sólo salen los demonios dominados por el Mago Rojo. - Desveló el clérigo de Asthar. - Lo hacen a lomos de ballenatos demenciales. Unos extraños seres gruesos como elefantes que sobrevuelan los cielos sin necesidad de alas y contraviniendo todas las reglas de la aerodinámica y la lógica en general. No conozco a nadie que haya traspasado el muro montañoso que rodea la ciudad. No que haya sobrevivido y haya regresado. Mi orden fracasó de forma estrepitosa... - Hizo una pequeña pausa para pensar. - Venid conmigo. Os mostraré el monasterio. Quizás Helga se encuentre allí. ¿Qué me decís? No tenéis nada que perder...
Cleon asintió. Cualquier posibilidad de encontrar a su esposa tenía que ser tenida en cuenta.
- Cuando deseéis.
- Creo que es la mejor opción que tenemos en estos momentos. - Intervino Edzard. - Lo cierto es que de no encontrar a Helga o a alguna de las almas atrapadas en este plano de los prisioneros de la Torre, si al menos podremos descubrir algo más de éste lugar. Con suerte nos toparemos con alguien que si sepa como llegar a la ciudad del Mago Rojo, como flanquear la muralla montañosa.
El guardia se puso en pie y empezó de inmediato a recoger sus bártulos preparado para emprender la marcha hacia el monasterio del que Mester les había hablado. Droguil le miró contrariado y le dijo algo al clérigo en un idioma desconocido. Mester emuló una mueca que simulaba una sonrisa triste.
- No podemos salir todavía, amigo. - Dijo el sacerdote de Asthar. - Un tormenta de arena está a punto de azotar la zona. No sobreviviríamos.
- ¿Cómo? - Pronunció Edzard para sí mismo más que para el resto. - ¿Una tormenta de arena?
Markku frunció el ceño extrañado y miró en dirección a la salida de la gruta, pese a que ya de antemano sabía que su vista no alcanzaría a ver el exterior. Hacía poco que habían penetrado en aquel inesperado refugio, pero lo cierto era que no había visto signo alguno de que se estuviera formando ningún tipo de tormenta, aunque lo cierto era que dada la naturaleza del plano nada le extrañaba.
- ¿Cómo sabes eso Mester? - Preguntó. - No he observado ninguna señal que pueda... - Dejó ahí la frase.
- Llevo muchos años por aquí... - Respondió sin aportar más datos. - Créeme cuando digo que una tormenta nos acecha.
- Está bien, no me queda otra que confiar en ti. - Aceptó Markku. - Iré al monasterio, sanatorio... lo que sea, pero tengo una pregunta más, Mester.
- Adelante. - Le invitó a formular dicha inquietud.
- ¿A dónde te dirigías cuando nos encontramos? - Habló el soldado. - ¿Qué hace un anciano desvalido en medio de un lugar tan peligroso?
- Es una buena pregunta... - Mester sonrió complacido. - Lo cierto es que os estaba buscando a vosotros. - Hizo una pequeña pausa ante las miradas atónitas de todos los presentes salvo Droguil. - No concretamente a vosotros, pero si a seres convocados desde el plano Material. Últimamente son muchos los geasianos que recalan en este plano. Creo que el Mago Rojo está preparando algo, necesita una mayor cantidad de prisioneros, soldados o almas para aumentar su poder. Los límites entre el plano material y este son cada vez más difusos... - Se detuvo un momento para pensar. - Es como si se hubieran abierto gran cantidad de portales y el tránsito entre planos a través del plano astral sea más fluido que nunca...
- ¿Para que buscas a esa gente? - Interrumpió Edzard algo receloso.
- Para guiarlos hasta el monasterio. - Respondió Mester. - Creo que es la única forma de preservar el orden cósmico. De mantener la balanza entre ley y caos equilibrada. Por cierto Loperick, eres el único que no se ha pronunciado. ¿Vendrás también al monasterio?
-Claro que iré, me gusta mas escuchar que hablar anciano, se saca mas información así. Nos dirigiremos a ver lo que has conseguido organizar en este plano de la locura, despues nos ocuparemos de ese Mago rojo, con suerte y actuando de una forma diferente a la vuestra, conseguiremos resultados positivos. A veces una pequeña fuerza sigilosa en las sombras consigue mas que miles de soldados en campo abierto.