-Vos debéis ser su divinidad Crabtas, del que tanto he podido conocer en el transcurso de mi espera...
Hizo una reverencia con la cabeza,manteniéndose tan serio y decoroso como era capaz, puesto que no todos los días uno se topaba cara a cara con una deidad.
-He crecido toda mi vida con el mar como compañero... si bien no tuve conocimiento de vuestro culto mi presencia en el mundo de la superficie ha estado ligado al océano, puesto que este me ha provisto de alimento y de modo de vida, y como tal lo he venerado... a mi manera, supongo.
Se mesó la barba buscando las palabras.
-Desconozco si soy digno de tal honor, pero puedo afirmar sin temor a mentir que en vida amé el mar con todo mi ser.
Aquel ser de extraño aspecto y severa mirada permaneció en silencio algunos segundos. Miraba con rigor a aquel hombre para el que debía encontrar un veredicto. No debía ser fácil ni siquiera para un dios juzgar a un ser que no le veneraba, pero no obstante tratar de ser justo con él. El porqué de haber acabado frente a aquel dios del mar y no frente al gran oso gris, era todo un misterio.
Podía ser que lo que dijo Douglas fuera cierto, pero Khorvin no las tenía todas consigo. No le quedó más remedio que decir la verdad. Ésta era que desconocía si era digno de entrar a formar parte del Vergel. Al fin y al cabo, se juzgaban sus actos en vida mediante una ley que desconocía, la del dios Crabtas.
Aquel enorme ser se puso en pie descendiendo de su tribuna y abandonado el trono. Lo hizo flotando y sin necesidad de utilizar los múltiples tentáculos que asomaban por debajo de su túnica dorada. Entonces se puso junto a Khorvin menguando su tamaño de forma instantánea, para mirarle como un igual.
- Yo tampoco lo sé, amigo. – Dijo mientras los tentáculos que asomaban donde debería estar su boca se movían de lado a lado. – No sé qué debo hacer contigo. Es algo que a un dios no suele escapársele.
Entonces aquel ser de poder casi infinito pasó por encima de su hombro y también por su cintura varios tentáculos que abrazaron al humano de forma sutil y le invitaron a caminar con él alrededor de la sala de juicios. No le quedó más remedio a Khrovin que aceptar aquella propuesta y comenzó a caminar guiado por Crabtas.
- Ayúdame a decidir, Khorvin. – Habló entonces. – Demos un paseo.
El dios Crabtas condujo a Khorvin a través de la sala mostrándole las imágenes con las que estaba decorada. En una de estas imágenes se podía ver como un cangrejo ermitaño cambiaba su la caracola donde vivía por otra más grande. Pero ante de marcharse recuperaba las anemonas que portaba sobre su antiguo hogar y las colocaba sobre el nuevo. En otra aparecía un pequeño pez nadando tranquilamente junto al fondo marino y de pronto, un pez mayor surgía de la arena donde estaba enterrado y se lo zampaba de un bocado. Acto seguido ese segundo pez era engullido por un tercero.
- El mar nos enseña que se pueden encontrar en cualquier parte, alianzas entre seres muy diferentes. – Explicó Crabtas señalando el primer mosaico. – También nos enseña que por muy listo que seas y muy grande que te creas, siempre habrá alguien más listo y más grande que tú.
Crabtas miró a Khorvin y asintió con su pulpicea cabeza. Entonces gesticuló de forma muy expresiva, al menos de la forma más expresiva que podía llegar a ser el rostro de un pulpo. No obstante y pese a todo, Khorvin detectó que algo acababa de pasar por la mente de aquel extraño dios, del que nada sabía anteriormente a su llegada a aquel plano submarino.
- Sé que haré contigo, Khorvin Azote Marino. – Exclamó. – Te dejaré regresar a la vida, con la condición de que te conviertas en mi heraldo. Si aceptas esta oferta, volverás a acabar aquello que dejaste atrás. Si no aceptas sólo el Gran Abismo del Olvido será tu destino. ¿Qué me dices? – Aunque lo cierto era que poca opción le dejaba.
-¡Sea pues! ¡Con honra me convertiré en el tridente de Crabtas!-proclamó
-¡Y si no soy digno, que la marea se me lleve!
- Sea... - Dijo la poderosa voz octópeda de Crabtas y de pronto la oscuridad envolvió de nuevo a Khorvin.
Fin del Anexo I, regresas a la escena principal.