En el momento en que oyó hablando a Juanjo pensó en volverse visible, pero decidió esperar un poco, quizá para hacerlo más dramático, pero lo cierto es que realmente estaba dolido, y no era algo que le hubiera pasado nunca... Dídac no era esa clase de chicos.
Cuando el chico-demonio comenzó a cubrirse de su característica nube rojiza, vio aparecer frente a sí a un Dídac cabizbajo, mordiéndose el labio como normalmente haría Diana cuando se ponía nerviosa y con las manos metidas en los bolsillos.
- Aquí estoy .- Dijo tras tragar saliva sonoramente.
Realmente hay gente rara en el Liceo, lo que no es decir poco teniendo en cuenta la media de sus estudiantes. Reina Alien de momento se llevaba la palma. Desde su punto de vista aquel que le hubiera puesto el mote había sido un tanto cruel, porque él había visto la peli de Alien y aquellos bichos eran malos y feos hasta decir basta.
En cualquier caso, una vez resuelta la "entrega" de la estudiante alienígena a la Sala de Peligro y tras la visita a la enfermería, las cosas parecían bastante más en orden que cuando había comenzado todo el desbarajuste de poderes, aunque quedaran un par de incógnitas en el aire.
─Ponche. Siempre el agua de fuego... ─dijo seriamente el piel-roja para, al segundo, perder la compostura y mostrarles una sonrisa bien amplia de dientes blancos y bien colocados─ Es broma... pero no tanto. Lo del ponche no parece descabellado. Hay que ser cabrón, con lo bien que nos lo estábamos pasando, ¿no?
Moussa le pidió hacer un recuento, pero el nativo americano negó con la cabeza: era demasiado nuevo y no conocía a todo el mundo. Además, si lo que querían era crear una cortina de humo, ya lo habían hecho. El lugar sensible, por lo que le habían contado, no estaba encima del suelo, sino bajo él y ahí no tenía permiso para entrar. Tal vez podría hacerlo, pero se convertiría el mismo en un problema de seguridad y, además, por tiempo muy limitado. No, ellos ya habían hecho todo lo posible y si no había una amenaza activa a la que enfrentarse directamente, sería mejor que los asuntos adultos los llevasen ellos. Si uno metía sus narices en ese tipo de cosas tenía muchos puntos de salir escaldado.
─Ondia, pues tienes razón, Rudy. Yo también estoy muerto de hambre. Te acompaño a la Sala de Peligro y luego nos comemos una vaca... Hasta luego, chicos ─dijo Ignatius, despidiéndose de los que quedaban, dirigiéndose ya hacia el comedor.
Ver a Laura en aquella situación hizo que el joven amerindio se apenara profundamente. Aunque inicialmente Laura parecía una chica destinada a no marcar su paso por alguien como Ignatius, lo cierto era que sí le estaba dejando huella.
─¿Puedo hablar con ella? ─preguntó a la paloma, o a E.S.T.H.E.R., no lo tenía muy claro, con intención de que le hicieran llegar un mensaje de su parte a Laura. Aquellas paredes especiales no podían levantarse alegremente por el peligro que supondría tal cosa. Pero seguro que había alguna manera de que E.S.T.H.E.R. le hiciera llegar un mensaje de su parte.
─Laura, soy Crazy Crow ─dijo utilizando su nombre indígena, con el que se sentía más a gusto en la intimidad─ Aquí fuera las cosas se han calmado y ya están trabajando en saber qué ha pasado y cómo solucionarlo. Pronto podrás salir, ya lo verás. No eres la única que ha roto algo, he tenido que poner una columna en el gimnasio antes de que se le cayera el techo a alguien encima. Un día de locos. Quieren que me vaya a descansar y les voy a hacer caso, pero luego vuelvo, ¿vale? A ver si han hecho algo para que podamos hablar...
Aquella comunicación de un solo sentido, a través de robots, no satisfacía para nada a Ignatius. Igual que la ventana, más un visor de una celda que un sitio por donde pudiera conversar con la "prisionera". Y todavía estaba por ver cómo iban a solucionar el tema de la comida e ir al baño. No, si tenían un buen problema allí montado...
Luego el muchacho, algo cabizbajo, fue a comer con Rudy y a descansar. Después volvería a la Sala de Peligro para estar con Laura, aunque no pudiera hacer nada más que mirarla. Incluso se plantearía si meterse en su celda aunque fuera unos cuantos segundos para decirle que todo estaba bien...
Sonrió a su chico con dulzura. Incluso cuando no tenía su aura era un auténtico amor. Pronto sus labios se unieron, de manera que el momento supo a gloria.
Tras besarse, miró a los ojos de Alberto, pensando qué iban a hacer ahora.
- Si tus poderes no han vuelto mañana iremos a hablar con los místicos, incluso con Hécate. No sé, podría ser que nos hubieran intentado anular de varias formas diferentes.
El supuesto atacante sabía que los alumnos tenían poderes de distintas naturalezas, quizá activó diferentes estrategias. Mas todavía era pronto para saberlo y lo único que podían hacer era esperar y vigilar.
- Te quiero mucho.
Le dejó otro beso. Alberto era un chico tan atento y tan sofisticado, algo así como el joven que todas las chicas "decentes" querían como novio. Ya las más atrevidas quizás lo encontraran demasiado modosito, pero para Sara estaba siendo el chico perfecto.
El comentario de Daniel consiguió arrancar una carcajada en Malina, que rápidamente se convirtió en una mueca de dolor.
- Uf… - se quejó, sin abandonar su sonrisa, mientras se llevaba una mano al abdomen -. Mi secreto es que soy un peligro… para los demás.
Malina respiró profundamente, se la veía débil. Su largo cabello rubio caía a los lados de la almohada, como un gran halo dorado alrededor de su cabeza. Al llevarlo siempre recogido, era difícil apreciar la verdadera longitud de su melena.
Parecía una Tesla completamente diferente a la habitual.
- Podría estar mejor… pero estoy bien. Los demás… ¿están bien? - preguntó, casi suplicando con sus profundos ojos claros.
Trató de acercar una mano a Daniel, pero un pequeño arco voltaico surgió de su dedo, estrellándose contra la piel del londinense y provocándole un pequeño calambre. Malina retiró rápidamente la mano, frunciendo el ceño.
- Lo siento… - se disculpó tras respirar hondo de nuevo -. Gra-gracias por lo de antes…
Al ver aparecer a Dídac, la bruma roja no dejó de envolver a Juanjo. El chico demonio tragó saliva y agarró la mano del metamorfo, transportándolos a ambos a través de su poder.
Aparecieron en el tejado de la escuela. Durante aquellas horas de la noche, la luz de las estrellas los iluminaba por completo. A pesar de la proximidad con Barcelona, el firmamento se veía claramente sobre el Liceo.
Juanjo se sentó al borde de la azotea y, con un gesto, invitó a Dídac a acompañarle.
- Tengo que explicarte por qué he estado tan ausente últimamente, por qué he llegado tarde hoy…
El chico demonio tomó aire, compungido.
- Tengo problemas… problemas familiares.
Con dificultad y alguna que otra lágrima, Juanjo habló a Dídac de su legado, de su familia.
Él era hijo de un humano y de una Señora Demoníaca. No ahondó en los detalles de su concepción, pero su lazo de sangre con su madre lo obligaba a obedecerla cuando ésta requería su ayuda con asuntos… extradimensionales.
Explicó cómo se sentía ahogado por las responsabilidades que su madre ponía en él. Cómo, a pesar de ser un teleportador y poder ir a cualquier sitio, se sentía atrapado como un ratón en una caja diminuta.
Sus cometidos como hijo de su madre tampoco eran agradables, pues incluían cosas que difícilmente podrían catalogarse como aptas para héroes.
Por si fuera poco, su madre le había dado un ultimátum. En su decimoctavo cumpleaños tendría que abandonar el mundo de los mortales, para siempre.
- No soy bueno para ti… - dijo con una amarga sonrisa -. Ni para nadie…
Allí, a la luz de la luna, mirando a las estrellas con los ojos llorosos, Averno se veía de la forma más vulnerable que había mostrado jamás.
Sentado a su lado, Malina parecía mucho más frágil e inocente, aunque el inglés sabía bien que no era el caso. Ver en su rostro la sincera preocupación que la joven tenía por el estado de sus compañeros hizo que Daniel sonriera cándidamente.
—Están bien, todos —no hacía falta dar muchos detalles —Sospecho que ha sido algo en el ponche que ha descontrolado vuestros poderes, y la Doctora lo está analizando para confirmarlo. En ningún momento ha sido culpa tuya, Malina. Pero mírame, nadie ha salido herido. Eso es lo que importa.
Salvo que ella está ahora en una cama con un hematoma en el abdomen por mi culpa. ¿Podría haberlo hecho de otra forma?
—Te he golpeado, Malina. Te he golpeado sin ser un entrenamiento ni nada parecido. ¿Cómo puedes darme las gracias?
Dídac se dejó llevar, no opuso resistencia alguna a la teleportación de Juanjo... no sabía porqué, pero verlo tan vulnerable le hacía confiar en el al doscientos por cien.
En el momento en que el chico demonio le ofreció asiento a su lado, lo tomó, pero no mirando hacia la cornisa, se sentó con las rodillas en cruz, mirando hacia su amigo. Escuchó su historia con el corazón encogido, y aguantándose las lágrimas... Dídac/Diana siempre se mostraba como un ser duro - o lo intentaba - pero no podía evitar sentirse sentimental cuando una persona que le importaba le contaba algo como aquello. De verdad le importaba Juanjo.
- No vuelvas a decir eso en la vida .- Replicó a la última frase del compungido chico -. De verdad que me encantaría poder odiarte ahora mismo... de verdad que me encantaría. ¡¡Merda!! .- Gritó enfadado.
Aquellas frases las dijo con cierto ira en los labios, pero al segundo se lanzó sobre el chico y le dio el que probablemente fuera el beso más largo, húmedo y profundo beso que habría dado Dídac en la vida. Lo que pasara luego se queda a imaginación de cada uno, pero un buen rato más tarde, en el mismo lugar, siguieron con la conversación.
- Y... ¿no hay nada que puedas hacer para que no tengas que irte? Nunca podrás desvincularte de tu madre, supongo, pero... ¿no habrá algo que quiera más que separarte del mundo mortal?.
Hasta que todas las preguntas de Dídac no fuera resultas, no saldrían de allí, pero lo más seguro era que aquella conversación diera para otro capítulo entero.