Sintió alivio cuando escuchó a su hermana. Le había dicho otras veces que necesitaba estar cerca suya pero ahora se había ido a otro lugar imposible de alcanzar y ella se lo había tomado bien. Automáticamente pensó que la podía enviar a espiar a algún sitio, pero eso no tenía sentido pues ahora mismo estaban a salvo.
"Ha ido bien. Aunque ha dado un poco de miedo. He conocido a Caronte, el barquero de los muertos, ya te lo presentaré algún día". Pensó con cojosidad. Todo eso seguro que le sonaba un poco raro. "Ya pasó. Ahora con suerte podré dormir y mañana llamar a los abuelos. Les voy a pedir un ingreso porque he perdido la ropa." Sería mejor engañarles porque lo del móvil iba a costar convencerles y total, no sabían lo que iba a hacer con el dinero. Un poco después respondió a Averno.
- Y cómo es que fuíste a ver a tu padre. No creo que sea alguien que destaque por su simpatía.
Porque claro, lo primero que pensó es que sería un demonio. Un demonio verde. No entendía porqué ese color.
- Sí claro, voy contigo.
Sonrió pero no cogió su mano, ya que ese gesto se le antojaba un poco íntimo.
- Averno y Estigia, vaya combinación la nuestra.
Volvió a sonreir pero sólo con medio labio, mostrando lo extraño de aquello. Echó a caminar en esa dirección esperando que ya no pasara nada más.
Sara podría tener una tarjeta de prepago y con ella podría tratar de sacar dinero en efectivo para comprar el móvil. Lo que no sé es si va a tener opción de ir a algún sitio donde comprarlo. Lo mismo tiene que ir a hablar con Moussa si es que está por aquí.
Parece más interesante rolear eso que la llamada a los abuelos.
- Pueees… - comenzó Averno, alargando la palabra para ganar algo de tiempo.
¿Cómo explicar aquello?
- Cuando llegué aquí yo también quería saber… más. De dónde venía, por qué tenía estos poderes… Supongo que casi todo el mundo aquí hace lo mismo.
Se encogió de hombros, dándose por explicado.
Al ver que Estigia no le daba la mano suspiró.
- Espero que no te marees – dijo mientras le tocaba levemente el hombro a Sara.
El mundo se deformó a su alrededor en un estallido. Una nube de humo rojo los envolvió. Sara sintió una sensación similar a cuando Moussa la teletransportaba.
Cuando el humo se disipó se encontraban en su pasillo, donde se encontraban las habitaciones de los novatos.
- Bueno, ¡que descanses! ¡Ya nos veremos! – se despidió Averno apresuradamente mientras se alejaba un par de pasos de Estigia.
Me parece perfecto que se compre el móvil de estrangis. Si Sara no está muy cansada podría ir ahora, y si no pues podríamos hacer un fast forward hasta el día siguiente (aunque puede que no estén resueltas todas las consecuencias de los interludios del resto de personajes, eso tendremos que obviarlo hasta que hayan acabado todos).
Moussa ahora mismo está un poco liado con sus cosas. Pero no es el único teleportador del Liceo ;)
Sara enrojeció levemente algo avergonzada porque no había entendido el gesto aquél de darle la mano hasta que se teleportó. Con las emociones se había olvidado de que Averno era una especie de Rondador Nocturno.
- Espera...
Dijo con suavidad esperando llamar su atención sin sobresaltarlo.
- ¿Te gustaría ir a un centro comercial? A comprar un móvil... cualquier tienda me vale en realidad.
Lo mejor sería tratar de ocultar el motivo por el que no tenía uno, aunque seguro que era evidente que notarían que era cosa de sus tutores y sus manías.
La verdad es que no sabía cómo hacía Averno para ir a lugares públicos. Quizá ni quisiera acercarse por temor a que lo vieran. Cayó en la cuenta entonces de que podían verlos juntos y hacerles fotos y salir en algún periódico y que los abuelos se acabaran enteranos. No iban a tardar en llevársela si descubrían que estaba por ahí con un demonio. Así que esa expedición aunque no lo parecía era bastante arriesgada.
Si asumimos que ya tiene el dinero pues puede ir ya.
Parecía que Averno se disponía a esfumarse de nuevo tras una de sus extrañas nubes, pero el reclamo de Sara captó su atención.
- ¿Un móvil dices?
El muchacho se frotó la barbilla mientras miraba a Sara de arriba abajo. ¿Qué estaría pensando al respecto?
Esbozó una leve sonrisita.
- Claro, claro que me gustaría ir – admitió divertido -. Pero no se lo digas a Bosch, no le gusta que salgamos del recinto. Es… “peligroso” – acompañó el énfasis haciendo las comillas con los dedos.
Averno se acercó a Sara y alzó una mano, parecía que iba a tocarle el hombro.
- Conozco un sitio, seguro que encontramos un teléfono móvil para ti.
Antes de darle tiempo a responder siquiera, el demonio entabló contacto con Sara y los teletransportó a través del espacio.
Sara pudo ver como la nube rojiza los envolvía, y sintió la ingravidez asociada al traslado. Sin embargo la nube no se disipó al instante. Aquel viaje era un poco más largo de lo habitual. Averno tenía los ojos cerrados, se estaba concentrando.
Cuando el humo se disipó, Sara se encontró en un gran centro comercial. El centro estaba abierto al aire libre, y sus numerosas tiendas se repartían en tres pisos conectados por pasarelas.
Bajo sus pies se extendía la amplísima superficie de la planta baja del centro. El sonido típico de un lugar público los envolvió. Las conversaciones, las risas, los niños pequeños corriendo, jugando o llorando.
El lugar estaba repleto de gente. Una pareja pasó junto a Sara y Averno, pero ni siquiera les miraron.
- Bienvenida a La Maquinista. Es grande, tiene de todo – aseguró Averno con su mejor voz de anuncio -. Aunque el cine es algo caro… - se rio.
Discúlpame. Te quería responder ayer a la noche pero volví muy cansado a casa.
En un momento habían llegado hasta ese centro comercial y sin problemas de atasco o aparcamiento. La gente adoraría tener ese poder de teleportarse. Sara sonrió contenta por ver el lugar tan animado. Después, pasó esa gente cerca de ellos dos y se inquietó pensando que darían un grito o llamarían la atención, pero no parecieron fijarse en el aspecto de Averno.
- ¿Acaso somos invisibles?
Preguntó algo indecisa porque no le había parecido normal.
- En fin. Dime si te vienes conmigo o si tenemos que quedar en algún sitio.
Claramente indicaba que el aspecto de él podía causarles problemas pero eso ya lo debería de tener asumido el joven y quizá sí tenía algún recurso para pasar desapercibido.
Mientras pensaba en aquello pudo ver una tienda que le servía. La pena es que no podría comprarse algo demasiado caro para no llamar la atención de sus abuelos si repasaban las cuentas. Entonces pensó que tendría que comprarlo al contado así que mejor iría primero a sacar dinero y luego al local. Con ese plan en mente esperó la respuesta de su acompañante.
La pregunta de Sara arrancó una carcajada a Averno.
- No, no somos invisibles – informó con una sonrisa -. Es sólo que no damos ningún motivo a la gente para que se fije en nosotros.
Aquella afirmación resultaba extraña pues, a los ojos de Sara, su compañero seguía siendo un demonio verde con los ojos rojos y un par de cuernos enormes.
- Aquí fuera me puedes llamar Juanjo – dijo con tono misterioso mientras le guiñaba un ojo a la muchacha -. Averno es un nombre demasiado raro para un adolescente completamente normal.
Tras las curiosas palabras del chico demonio, éste metió las manos en los bolsillos y echó un vistazo al centro comercial de forma despreocupada.
- Te acompañaré, no me gustaría que te perdieses por aquí el primer día. Vamos, te sigo. ¡Tú mandas!
La gente seguía paseando a su alrededor sin fijarse en ellos. Sara pudo ver como un niño pequeño los miraba al pasar. Al cruzar su mirada con la de Sara el pequeño sonrió.
No, definitivamente no eran invisibles.
Sara se encogió de hombros y miró su tienda objetivo echando a andar hacia allá.
- Es muy extraño porque si fuera algo tecnológico también me afectaría a mí. Pero como no lo hace, es algún tipo de poder mágico que tienes. La verdad es que es curioso.
Le gustaría saber si era parte de sus poderes o alguna cosa que había preparado Hécate para que los alumnos pudieran pasar por normales. El caso es que no tenía que preguntarlo porque era algo que se acabaría entendiendo tarde o temprano. Sólo tenía que ver si a los demás alumnos de apariencia extraña le pasaba lo mismo.
Sara llegó hasta la caja primero y extrajo todo el dinero que tenía.
- Esto es lo que hay, así que a ver qué consigo. Salvaré un poco para que nos podamos tomar un llaollao.
Le daba casi igual el móvil que fuera, el caso era tener uno y no ser la rara desfasada.
- Entonces, veamos, ¿cuánto tardarías en ir a los EEUU? Imagina que podrías hacer un viaje y conocer a Rondador Nocturno.
Sacó el tema de conversación a ver dónde llevaba.
Juanjo se permitió reír ante las elucubraciones de Sara.
- Caliente caliente - dijo divertido -. ¿Cómo crees que hacen los demonios para engañar a los mortales?
El muchacho siguió a Sara sin cuestionar nada. Se quedó varios pasos atrás cuando ella usó el cajero.
- Tranquila, ¡no miro! - comentó con tono jocoso mientras le daba la espalda.
Cuando Sara mencionó lo de tomar yogur helado Juanjo esbozó una gran sonrisa.
- Oh, ¡qué amable! Me encantan esas cosas - le dio un ligero codazo en el brazo -. No estarás intentando camelarme para que os deje ganar en la competición de equipos, ¿verdad?
Averno, igual que Gata Lunar y Hermes, dirigía uno de los equipos de recién llegados al Liceo. Sara tenía entendido que los equipos se enfrentaban normalmente en competiciones amistosas de deporte, combate y rescate.
La pareja se dirigió a la tienda de teléfonos móviles más cercana mientras tenía una distendida discusión sobre las capacidades de teletransporte de Averno.
- Me costaría más de un salto, eso seguro. Pero creo que en pocos minutos lo tendría - admitió el chico demonio con cierta suficiencia -. Aunque, ¿para qué iría a conocer a ese tío? Ni siquiera estamos emparentados. No, no. Me parece más interesante la gente de nuestra escuela - le guiñó un ojo.
Entraron en la tienda y comenzaron a mirar los distintos modelos que había. No todo eran smartphones de última generación. También había teléfonos más sencillos y baratos, al abasto del presupuesto de Sara.
- ¿Y por qué quieres un móvil? - le preguntó Juanjo distraídamente mientras leía las especificaciones de uno de los modelos, con la mirada fija en la caja del mismo.
Sara no podía saber qué hacía cada uno de esos aparatos. Se tenía que guiar por el precio y por la estética. Lo malo es que sólo le sonaban las marcas Apple y Samsung. El resto eran un tanto extrañas y ya que no tenía demasiados fondos lo mejor sería optar por un Samsung bonito.
- Lo quiero porque necesito uno para llamar a mis abuelos en caso de emergencia. Lo mismo ni lo llego a usar. Aunque para mí que acabaremos compartiendo el número entre nosotros.
Aparte estaba el deseo de evitar quedar mal diciendo que ella no tenía móvil. Sería la rara del grupo y eso no lo iba a permitir. Esperó que la contestación fuera suficiente para Averno, aunque no fuera completa pero era parte de la verdad y tampoco era una nimiedad.
- Entonces puedes recorrer el mundo en minutos. Eso tiene que ser muy divertido. Vaya, que podemos ir a tomar el yogur helado a Grecia si nos apetece.
Sonrió porque tampoco iba eso en serio, era una constatación divertida.
- Y lo de conocer a Rondador Nocturno. Es un demonio muy simpático. Le gusta mucho el tema de la navegación, porque a veces se le ha visto con espadas. Es también guapo y debe tener un amor en cada puerto. Eso también te gustaría a tí, ¿verdad?
Se rió en plan bromista pero eso era un anzuelo lanzado con doble intención. Sara se quedó pendiente de él a ver cómo reaccionaba ante esa frase de los varios amores. Las mujeres tenían que tantear a los chicos en ese aspecto para saber quién era de fiar y quién no. El caso era que Averno al principio le había parecido un tanto feo pero luego al verlo llevar la ceremonia la pareció que estaba muy bien considerado entre los demás y eso era algo importante, así que había pasado a resultar interesante.
Averno asintió y se dio por satisfecho con la respuesta de Sara. Viendo que la muchacha no se decidía del todo por un modelo pidió ayuda a uno de los dependientes. Éste les recomendó un Samsung bonito y bastante sencillo – a petición Sara – que entraba dentro de su presupuesto. Era algo.
Sólo faltaba comprar la tarjeta prepago. También la podían conseguir allí.
Mientras el dependiente procesaba la compra Averno volvió a fijar su atención en Sara.
- Pues… Es una posibilidad, sí. Aunque no conozco el idioma, quizá nos iría mejor por aquí – rio un poco.
Finalmente Sara consiguió el teléfono móvil con una tarjeta prepago cargada. Le aguantaría un tiempo si no lo usaba demasiado. La pareja salió de la tienda, encontrándose de nuevo con el aire frío que surcaba el centro comercial a aquellas horas. Averno se estremeció.
El último comentario de Sara acerca de “tener un amor en cada puerto” pilló desprevenido al chico demonio.
Por su actitud cualquiera habría podido suponer que era un ligón, pero la muchacha pudo ver como su compañero tragaba saliva y desviaba la mirada. La pregunta le había puesto nervioso, en el fondo seguía siendo un adolescente.
- E-eh… Es complicado – dijo, sin aclarar mucho, mientras se encogía de hombros.
Se rascó la cabeza y oteó el centro comercial.
- ¿Vamos a por ese yogur? – preguntó, cambiando de tema -. Tampoco deberíamos tardar mucho en volver, o alguien se dará cuenta de que no estamos.
La joven sonrió alegremente al ver la reacción, se lo tomó a broma. Ya ese pequeño tropezón le indicaba que no iba de mujeriego descarado e incluso que había alguna pega. Ella ya se imaginó que ese disfraz suyo no tenía que ser fácil de mantener continuamente así que quizás fueran por ahí los tiros.
- Claro, tomemos el helado. Además si con los teleportadores seguro que hacen la vista gorda.
Como no les pusieran un chip iba a ser imposible garantizar que gente como Averno o Moussa se quedaran en la academia. Sara echó un vistazo a ver si había yogur helado, pues de no ser así tendrían que buscar un establecimiento más típico.
- A lo mejor esta invitación te parece poca cosa, pero que sepas que me estoy saltando mis normas alimenticias, ya sabes a lo que me refiero. La sociedad me obliga a estar delgada y esas cosas.
Sonrió a Juanjo pues le tomaba un poco el pelo, aunque quizá la chica era más suscestible de lo que ella mismo creía. Sabía que tenía que dar buena impresión y para eso, hoy día, había que estar delgada e incluso atlética.
- ¿Te gusta hacerte fotos?
Le preguntó enseñándole el nuevo móvil.
- Nunca me he hecho un selfie con nadie.
Dijo sinceramente. En realidad nunca se había hecho un selfie de ningún tipo pero sabía de sobra que estaba de moda y que luego subían esas fotos a las redes sociales. Claro que en el Liceo no estaría aquello permitido y tampoco pensaba que tuvieran su propia red social. Ella al menos sentía la ilusión de hacer aquello por primera vez.
Juanjo pareció alegrarse al aceptar Sara el cambio de tema. Sonrió ampliamente a virar la conversación hacia los yogures helados.
- Oye, pues yo creo que estás estupenda – comentó con ánimo.
Fueron a comprar el yogur, y a pesar de que Sara se había ofrecido a invitarle Juanjo insistió en pagarse su propio yogur. Tras conseguir el refrigerio, los dos pasearon por el centro comercial hasta que encontraron un banco vacío en el que sentarse.
Cuando Sara le propuso lo del selfie el chico demonio no pareció tener ningún problema.
- ¡Claro, claro! Pero no lo cuelgues en Instagram, ¿eh?
Por el comentario cualquiera habría podido pensar que a Averno le daba vergüenza hacerse fotos o dejar que la gente las viera. Quizá había parte de razón en eso, pues tras hacerse el dúo la foto, Sara pudo ver que la cámara de su teléfono móvil había captado a Averno tal y como ella lo veía, un demonio verde con cuernos.
A pesar de su aspecto intimidante – y bastante fuera de lo común – Sara advirtió que la sonrisa del chico demonio tenía cierto atractivo sobrenatural.
- Hmm, sí – dijo, haciendo su mejor imitación de crítico de arte -. Diría que salimos bastante bien, la luz es estupenda – le guiñó un ojo -. Para ser tu primer selfie no está nada mal.
Averno rió. Sara notó que él parecía bastante relajado, sólo por el hecho de charlar y divertirse con un amigo como lo haría cualquier adolescente de su edad.
- Oye – dijo Averno de pronto, dejando de reír - ¿Esos no son tus compañeros?
El chico señaló hacia el frente. Habían ido a sentarse frente a una tienda de electrodomésticos. En el escaparate había un televisor que retransmitía el noticiario de la tarde.
Se podían ver unas imágenes en directo de un amplio paseo de Barcelona, tomadas desde un helicóptero. El lugar parecía un campo de batalla. El suelo agrietado por todas partes, coches volcados y farolas derribadas… En el centro del paseo había una figura que le resultó familiar a Sara.
¿Podía ser Rudy?
El chico que salía en la tele estaba estirando de una especie de gomas que iban de lado a lado de la calle. Parecía un tirachinas gigante. En su centro había lo que parecían tres robots, a Sara le recordaron a las construcciones del Doctor Ratchet, aunque sin duda aquellos eran diferentes.
Un examen visual más minucioso permitió a Sara discernir la naturaleza del tirachinas gigante. No eran gomas, eran brazos alargados.
¿Diana?
De pronto el muchacho soltó las gomas, y los robots salieron disparados hacia el cielo.
- Eso es el Arco del Triunfo… - murmuró Averno. El chico demonio se levantó y miró al cielo, girando sobre sí mismo hasta darle la espalda a Sara – No puede ser…
Siguiendo la dirección de su mirada, Sara pudo ver en el cielo tres pequeños objetos que volaban a gran velocidad hacia arriba. Tras pasar unos segundos una gran explosión llenó el cielo, iluminando la ciudad entera durante un instante.
Ahí estaban, sentados tomándose el yogur con cuidado de que la salsa no ensuciara nada, cosa bastante habitual en ese producto. Sonrió ligeramente cuando le soltó el piropo y luego con lo de instagram.
- Pero si también es tu primer selfie.
Quizá se pensaba que no se había dado cuenta. El caso es que no veía a Juanjo yendo por ahí haciéndose fotos.
- No te preocupes que no quiero que mis abuelos sepan que lo estoy pasando bien... o...
En ese instante iban sucediendo las imágenes en la televisión, con toda aquella pelea y Rudy tirando robots con el tirachinas, no sabía porqué, ya que lo suyo sería que los aplastara.
- O que me vean luchando en la tele.
Hizo una mueca de terror exagerado y después abrió los ojos aún más, ya tratando de buscar alguna solución.
- Creo me tendrías que teleportar allí y vemos si hay más robots. Si los hay, me quedo y vas a por refuerzos, ¿sí?
Eso parecía un buen plan para salir a la palestra pero sólo si era necesario, y para contar con el respaldo del resto de compañeros si llegaban a hacer falta.
- Vamos – dijo Averno con seriedad mientras asentía.
Agarró a Sara por el hombro y una nube carmesí los envolvió. En un instante viajaron a través del espacio, directos al encuentro con sus amigos.
Cuando la nube se disipó, Estigia y Averno aparecieron en medio de la avenida de Arc de Triomf.
Tal como habían visto en la televisión, el lugar presentaba signos de pelea. Grietas en el asfalto, e incluso un pequeño cráter. Marcas de disparos de energía en las paredes de los edificios y en los vehículos. Coches volcados y farolas derribadas.
Pero ni rastro de los robots. Tan solo tres adolescentes.
Sara logro identificar fácilmente a dos de ellos.
Diana llevaba lo que parecía una versión del uniforme del Liceo, con un antifaz para proteger su identidad. Rudy llevaba una camiseta azul con el símbolo de Hiperión mal cosido al pecho, unas gafas de aviador derretidas – seguramente por el uso de su Visión Atómica – y la capa de Hiperión colgada a los hombros.
La tercera persona no fue fácilmente identificable para Sara al principio. Parecía una adolescente, como ellos, de piel morena y con un curioso traje azul y rojo con un rayo cruzándole el frente. A Sara le recordó a esos bañadores que usan las mujeres musulmanas.
Le vino a la mente una heroína adolescente americana, pero no logró articular su nombre en aquel momento.
Tanto daba.
En aquel momento no había enemigos a la vista, pero un montón de gente con teléfonos móviles e incluso algunos medios de comunicación ya estaban allí grabándoles.
Rudy se había acercado a una cámara, pero para cuando Sara y Averno llegaron parecía que ya había acabado de hablar.
Pasamos a Cruce de Diana, Rudy y Sara.