El grupo de agentes del FBI, con la excepción de Sullivan que se ha separado del grupo para realizar la autopsia del párroco, fue acompañado por la sheriff de Ashvile a la tienda de alimentación que regentaba el difunto James Elmore.
—Lo cierto es que en la tienda no hay gran cosa que ver —dice la mujer moviendo la cabeza, negando—. Con una excepción…
Al abrir la verja metálica que cubría la entrada se armó un pequeño estrépito. Joanne usó una llave para abrir la puerta de madera de la tienda. No había demasiados productos en las estanterías y, en la parte de atrás, sólo había un pequeño almacén ocupado por cajas de alimentos, algunas caducadas, y objetos personales de James.
—El señor Elmore llevaba toda su vida vendiendo alimentos al pueblo a un precio bastante razonable, si quieren mi opinión —cogió un bote y miró su interior mientras reflexionaba—. Lo cierto era que el negocio llevaba ya un tiempo yendo mal, concretamente desde que Comestibles Rose abrió, donde también vendían prensa, accesorios y diversos útiles. Pero de todas formas el hombre estaba pensando ya en jubilarse, así que no hubo mala relación entre ellos.
Dando unos sonoros pasos en el suelo de madera de la tienda, la sheriff se acercó al lugar de la caja registradora.
—Observen el suelo, por favor…
Allí, frente a la caja y en el lugar que ocuparía un cliente, había una misteriosa mancha oscura que manchaba un par de láminas de madera.
—Aún no sabemos qué es, pero no querría descartar nada, por eso se lo muestro.
Guiados por Joanne Baker salieron de la tienda y se dirigieron al que fue el hogar de Elmore, donde vivía solo. Nuevamente la sheriff sacó una llave para abrir la puerta de la casa.
—Este era su hogar, parece mentira que ya no esté… —murmuró mientras mostraba el salón de la casa a los tres investigadores del FBI.
El lugar mostraba signos de forcejeo, ya que algunos muebles están rotos, hay cristales en el suelo y rastros de paja. ¿Podría ser que el asesino fuera un granjero? Una de las mesas del salón muestra una de las esquinas de madera desportillada.
—El móvil no fue el robo, desde luego, porque no parece faltar nada. El asesino entró, mató al señor Elmore y se fue por donde vino… Su cuerpo fue descubierto por el cartero, que miró por una ventana de la casa.
No desconfiaba del trabajo que la sheriff pudiera realizar, pero necesitaba ver con mis propios ojos los lugares donde habían sucedido los asesinatos. No era suspicacia, solo quería hacer bien mi trabajo de manera metódica y cuidadosa. Lo último que deseaba era que sucediera lo ya vivido y que, si se trataba de un imitador, los cuerpos se fueran acumulando uno tras otro hasta que consiguiéramos dar con el asesino.
Cuando la sheriff nos llevó hasta la tienda de comestibles, el negocio de uno de los muertos, y nos enseñó la mancha en el suelo, me agaché para mirarla con más atención. Toqué ligeramente con las yemas de mis dedos para ver si se quedaba alguna sustancia impreganda en ellos. También aspiré, de manera quizás un poco exagerada, por si deterctaba algún olor característico que me pudiera dar a entender de qué podía tratarse.
Pero solo parecía ser una mancha. Una simple sombra en la madera.
—¿Han analizado los objetos personales? —pregunté poniéndome en pie y recordando lo visto en el almacén—. Me imagino que no habrán encontrado nada que mereciese la pena investigar ¿verdad? —Al fin y al cabo si así hubiera sido seguramente la mujer se lo hubiera comentado.
Nada más parecía haber de interés en aquel lugar y solo el dato de una tienda que parecía hacerle la competencia al fallecido Elmore podía ser considerado digno de mención.
Caso distinto fue el hogar del difunto. No había lugar a dudas que alguien se había peleado allí dentro y con trágicas consecuencias. Por lo menos para uno de los contendientes.
—¿Nadie escuchó nada? —Si Elmore tenía vecinos me resultaba muy extraño que nadie hubiera oído la pelea.
Restos de cristales hechos añicos, muebles rotos,... Alguien tendría que haber escuchado aunque fuera un golpe, un grito... lo que fuera.
Me acerqué a la mesa que se veía astillada en una de las esquinas, observándola con minuciosidad, preguntándome si aquello había sido producto de algún instrumento o arma,
—¿Han analizado la paja? —No entendía nada de hierbas ni frescas ni secas, pero quizás por ahí pudiéramos encontrar alguna pista—. El hombre que amenazó al banquero… Hill ¿verdad? —me tuve que esforzar para recordar el nombre que la sheriff nos había facilitado en su oficina—. ¿Trabaja en una granja? Nos dijo que había amenazado a muchos en el pueblo y que está considerado un pendenciero… ¿También amenazó al señor Elmore?
Quizás solo se tratase de un viejo loco pero no podíamos omitir ningún detalle y que la sheriff no hubiera conseguido hablar con él era un mayor motivo para que nosotros lo hiciéramos.
—El cartero… ¿Por qué miró por la ventana? ¿Elmore esperaba alguna carta o paquete? —Eran tantas las preguntas que tenía en mi cabeza—. Y si es así… ¿Lo tiene usted?
Cuando llegamos a la tienda vi que la sheriff tenía razón, no había nada interesante en la tienda.
—John, esa mancha ¿es... algo? —le pregunto antes de salir de la tienda pero como me lo esperaba, su respuesta fue negativa.
Cuando llegamos a la casa de Elmore se veían signos claros de pelea. No faltaba nada entonces fue algo que habían planeado. Seguido a las preguntas de John, realizo las que tengo en mente.
—¿La puerta o alguna ventana estaba rota y entraron por la fuerza? O si no, implicaría que Elmore lo conocía y confiaba en él o lo dejó pasar por algún motivo. ¿El señor Elmore tenía amigos cercanos o recibía muchas visitas?
—Conocían su horario por lo visto, para saber que estaba en casa y que podían hacer ruido nadie se enteraría. ¿Podríamos hablar con los vecinos? —John tiene razón al insinuar que era imposible que nadie escuchase nada.
Empecé a buscar con más detalle sobre el suelo y la zona donde se veía que tuvo lugar el encuentro para tratar de encontrar algo que hubiesen pasado por alto al revisar la casa antes.
Supuse lo de la mancha por el post de John xD
Estábamos viendo el escenario del primer asesinato, no parecía que de primeras hubiera muchas pistas, tan solo una mancha que aun no que era con total seguridad, pero no parecía que fuera a ser una cosa que nos ayudara a empezar a encauzar la investigación.
Habíamos visto tanto su casa como su lugar de trabajo y no habíamos avanzado aun nada, de momento me mantenía en un segundo plano intentando colocar toda la información que habíamos recopilado desde la llegada al pueblo y sobre todo desde que habíamos ido a ver el hogar del primer hombre asesinado.
Pensaba también en si nuestro forense habría averiguado algo estudiando el cadáver del párroco local... tal vez ahí estuviera la llave para empezar a saber por donde empezar a dirigir la investigación.
Ashville siempre fue un pueblo tocado, de una forma poco perceptible, por la tragedia. Antaño una fuente de riquezas por sus minas pasó a ser productora de maíz y trigo y, con el tiempo, fue cayendo en el olvido. Si los lugares fueran personas, el pueblo se encontraría enfermo y en una larga fase agónica a un paso de la muerte.
Dentro del local de Elmore, John Dwight olfateó lo poco que su dedo pudo arrancar de la mancha del suelo. Demasiado tenue, demasiado liviano… era imposible poder saber de qué se trataba. Lo que sí podía afirmar apoyándose en su larga carrera como investigador federal, era que no se trataba de sangre. Más tranquilo por su descubrimiento no confirmado, comenzó a interrogar a la sheriff sobre lo que sabía.
—¿Han analizado los objetos personales? —preguntó—. Me imagino que no habrán encontrado nada que mereciese la pena investigar ¿verdad?
—Los revisamos con detenimiento mi ayudante y yo, agente Dwight —respondió la sheriff—. No encontramos nada de interés, por desgracia. No hay nada reseñable.
El agente Johnson se giró hacia su superior.
—John, esa mancha ¿es... algo? —le preguntó antes de salir de la tienda, pero tal y como el joven esperaba, su respuesta fue negativa. Salina estuvo atenta tanto a la pregunta como a la respuesta negativa de su superior, ya que era algo que le había llamado la atención desde el primer momento, si bien no preguntó nada.
El traslado del grupo de investigación a la casa del difundo Elmore dio más frutos que la visita a la tienda de alimentación. Al menos en apariencia.
En el caos de destrozo del hogar, Dwight comenzó a preguntar.
—¿Nadie escuchó nada?
—En realidad, sí —respondió Joanne—. Hay unos vecinos en la casa del lado que escucharon ruidos y algún grito que otro. Si le parece bien, agente Dwight, cuando acabemos aquí podemos ir a hablar con ellos.
El astillado de la mesa parecía fruto de haber sido golpeada con un objeto contundente. Rápidamente Dwight pensó en el efecto de un arma, pero en seguida razonó la posibilidad de que Elmore cayese de espaldas y estrellase en ella su cabeza. Bastante probable.
—¿Han analizado la paja? —preguntó Dwight.
—Verá, agente… aquí se cultiva muchísimo maíz. Esas briznas de paja son claramente de maíz, así que barajamos que el autor del crimen pudo ser un granjero —hizo una pausa antes de seguir—. O alguien que acabase de pasar por algún terreno de cultivo, lo que en este pueblo “significa todo el mundo”.
—El hombre que amenazó al banquero… Hill ¿verdad?
—Sí, Martin Hill.
—¿Trabaja en una granja?
—Sí, desde luego —la mujer se aparta el pelo de la cara—. Tiene su propia granja y trabaja en ella desde hace tanto tiempo que nadie se acuerda.
—Nos dijo que había amenazado a muchos en el pueblo y que está considerado un pendenciero… ¿También amenazó al señor Elmore?
—Pues fue curioso: el viejo Hill acudió al almacén de Elmore. El primo de mi ayudante Patty, Matt Wilson, dijo que, según le contó después el propio Elmore en el bar Simpson, Hill le pidió que le fiara la compra de alimentos que hacía cada mes. Pero James ya estaba pensando en jubilarse y sabía que el viejo tardaba mucho en pagar sus deudas, y siempre lo hacía a regañadientes. Así que se negó, contándole que el negocio no le iba nada bien y que no podía permitirse el fiar a nadie —miró a los investigadores uno a uno—. Martin se puso hecho una furia y comenzó su retahíla de maldiciones y amenazas. De hecho, en un momento dado cogió un gran bote de cristal que había en el mostrador y lo estrelló contra el suelo, llenándolo todo de mermelada.
Tanto Dwight como Johnson asintieron inconscientemente. Ahora la mancha tenía una clara explicación mucho menos misteriosa de lo que podría parecer en un principio. Salina Sparks se sintió aliviada de que aquello no fuera sangre. Se había derramado mucha ya y sólo faltaba tenerla en dos sitios distintos para la misma víctima. Eso sí hubiera sido todo un enigma.
—El cartero… ¿Por qué miró por la ventana? ¿Elmore esperaba alguna carta o paquete?
—En realidad el señor Elmore no esperaba nada. Verán, esto es un pueblo pequeño… todo el mundo se conoce de alguna manera. Fred Foss… aunque los de aquí le llaman “Doble F”, vio que la tienda estaba cerrada y, extrañado dada la puntualidad de Elmore, se acercó a ver qué sucedía —hizo un gesto de desagrado—. Fue cuando se encontró con la horrible escena.
Peter Johnson, que ha esperado respetuosamente a que Dwight terminase con su batería de preguntas, considera que ha llegado su turno de preguntar algunos aspectos que no le han quedado claros.
—¿La puerta o alguna ventana estaba rota y entraron por la fuerza? O si no, implicaría que Elmore lo conocía y confiaba en él o lo dejó pasar por algún motivo.
—No creo que lo conociese, agente Johnson —le respondió la sheriff con el mismo respeto y seriedad que a John Dwight. Se veía que era una mujer que respetaba mucho la autoridad—. De hecho, si siquiera creo que intentase entrar por las buenas. La ventana de la cocina, que fue por la que Fred vio al señor Elmore estaba forzada.
—¿El señor Elmore tenía amigos cercanos o recibía muchas visitas?
—Era un hombre ya con ganas de retirarse y estar tranquilo… —pensó durante unos instantes—. No, que yo sepa al menos no era una persona con un círculo social precisamente amplio.
—Conocían su horario por lo visto, para saber que estaba en casa y que podían hacer ruido nadie se enteraría. ¿Podríamos hablar con los vecinos?
—Sí, está claro que alguien sabía su horario a la perfección. En cualquier caso, como ya le he dicho al agente Dwight, pueden hablar con sus vecinos. O podemos ir a ver el segundo escenario, el de la muerte del señor Bale. Incluso podemos acercarnos a la granja del viejo Hill, si es que sospechan que ese gruñón puede tener algo que ver… aunque difícil lo veo.
Se giró hacia Sparks esperando alguna pregunta por parte de la mujer, pero ella permaneció en silencio pensando sobre todo lo que acababa de escuchar. Levantó una mano indicando que, por el momento, no tenía nada que consultar. Lo que sí tenían que decidir, entre todos, era el siguiente lugar a investigar.
Mientras decidían el curso de actuación a tenor de lo que habían visto y oído, Dwight recibió una llamada de teléfono de Sullivan. El doctor parecía tan jovial en su tono de voz como de costumbre a pesar de las circunstancias.
—Chicos, ya he acabado con el párroco. Parece que sí era un infarto, lo tenéis en vuestros correos también el informe. Pero parece que instantes antes del ataque al corazón sufrió un ataque de miedo o de nervios, provocado por Dios sabe qué. Y otra cosa... la viuda encontró una fotografía tipo polaroid en el cepillo de la iglesia. La he catalogado como prueba, ya que guarda relación con el caso. ¿Queréis que me acerque yo a hablar con la viuda?
Salina que habia estado muy callada de repente irrumpe con un hilo de voz.
—Bueno chicos donde diríais que es mejor ir a investigar ahora que hemos terminado aquí y que Sullivan ha llamado... yo por mi parte pienso que el mejor sitio por donde podríamos continuar la investigación es hablar con los vecinos mas cercanos para ver si vieron u oyeron algo inusual, como si hubiera algo usual en este caso, y a ver a donde nos lleva eso.
Después de la llamada de Sullivan y que John nos cuenta la conversación, escucho a Salina hablar y pienso que hace mucho no la escuchaba. Me alegra saber que está bien concentrada en el caso y analizando en todo momento.
—Tienes razón Salina, deberíamos ir a hablar con los vecinos y que Sullivan se encargue de la viuda, yo podría ir a una casa y ustedes a otra si les parece, para luego ir a la otra escena del crimen.
Teníamos varios frentes abiertos para investigar y yo no quería dejar ningún cabo suelto. Iríamos a todos y cada uno de los escenarios aunque, como era lógico, siguiendo un orden.
—No descarte ninguna opción, sheriff Baker —comenté antes de salir de la vivienda—. El señor Hill debe ser considerado tan sospechoso como cualquiera de este pueblo.
Tal y como mis compañeros proponían, la mejor opción en aquellos momentos era visitar a los vecinos del fallecido. Si habían escuchado algo, tal y como la sheriff nos comentaba, quizás pudieran arrojar algo de luz en aquel asunto; cualquier cosa que a ellos pudiera parecerles intrascendente a nosotros podría darnos una pista importante.
—Hablemos con sus vecinos entonces —dije, cogiendo de nuevo el teléfono para llamar a Sullivan—. Después podríamoss acercarnos al escenario del segundo asesinato.
Marqué el número del forense para indicarle los pasos a seguir y, mientras escuchaba los tonos de llamada, seguía dándole vueltas a la paja encontrada. Si como decía la sheriff en aquel pueblo era habitual las granjas o que la gente se pasara por ellas, aquella pista no les iba a servir de nada.
—Sullivan... —contesté cuando el forense respondió mi llamada—. Vaya usted a hablar con la viuda del sacerdote mientras nosotros entrevistamos a los vecinos del primer fallecido. Si necesita apoyo avísenos.
Suspiré para aliviar la tensión que amenazaba con estrujar mi pecho. No podía quitarme de la cabeza la angustiosa sensación de que volvería a pasar lo mismo que en el caso anterior, y eso era algo que no me podía permitir.
—Vayamos a hablar con esas personas...
Con la decisión tomada por parte de la mayoría del grupo de ir a visitar a los vecinos del difunto señor Elmore, la sheriff Baker les llevó a que pudiesen hablar con ellos. Según les informó por el camino, en esencia no es que hubieran presenciado nada especialmente revelador, pero quizá hubiera algún detalle que pudiera resultar de cierta importancia. La sheriff los reunión a todos en la calle, un matrimonio de edad mediana de apellido Smith (que, según les aclaró la sheriff eran los padres de Taddy, la chica que trabajaba de camarera en el Bar Familiar Simpson) y Mario Rose Bruce, una anciana solterona y, curiosamente, siempre sonriente y de buen humor.
—Buenas noches y perdonen que les moleste —comenzó Joanne con una amable sonrisa sólo esbozada—. Estos señores que me acompañan son del FBI y quisieran escuchar de su propia boca lo que me contaron a mí el otro día. ¿Serían tan amables?
El hombre se adelantó en responder. Tenía el pelo aún oscuro, pero una incipiente calva que brillaba como si hubiera estado lustrada. Su aspecto era serio, pero no resultaba antipático. En su juventud, debió haber sido un hombre muy atractivo.
—Pues verán, serían las once de la noche, poco más o menos. Mi señora, Tabitha, me despertó para decirme que estaba escuchando unos gritos o algo así.
—Él me trató de convencer de que era la televisión —apostilló Tabitha mientras se colocaba un poco el cabello—. Así que me asomé a la ventana y le pedí que hiciese el favor de bajar el volumen. ¿Verdad, Edward?
El hombre asintió con la cabeza.
—De hecho, me levanté de la cama y yo también le pedí que bajase el volumen. Mi mujer es muy persuasiva para que le ayude con estas cosas —afirmó con un tono que no pudo evitar sonar irónico—. El caso es que pensamos que no nos oyó, o que si nos había oído no pensaba hacernos caso.
—Y era algo raro en él, la verdad, porque nunca ponía la televisión tan alto que pudiera molestar.
—En efecto, no era su costumbre —confirmó el marido—. Por supuesto que… cuando descubrimos lo que de verdad estaba pasando quedamos consternados… Ese pobre hombre, bueno y decente, gritando por su vida y nosotros pensando que era el televisor.
La mujer volvió a hablar, su tono se había vuelto más grave y se la veía visiblemente emocionada. También para ella había supuesto un golpe desolador descubrir la verdad.
—Para colmo nuestra hija Tabby no estaba… quizá ella hubiera podido darse cuenta de todo. Pero fuimos muy torpes…
La sheriff intervino para restarle importancia a su carga de culpabilidad.
—Era imposible que ustedes supusiesen que podría haberse cometido un asesinato. Este es un pueblo muy pequeño y tranquilo —y sentenció—: Si alguien es responsable de lo ocurrido soy yo. La seguridad de todos ustedes recae en mí. Es mi obligación —se giró hacia la otra mujer—. ¿Algo que quiera usted agregar, Marie Rose?
—No mucho, hija —contestó la mujer con un intento de sonrisa—. Verán ustedes —y miró a los agentes uno por uno—. Yo estaba leyendo en mi butaca cuando escuché unos gritos muy extraños. Bajé las escaleras y me asomé al porche de casa, creyendo que quizá sería algún tipo de alboroto sin importancia. Pero una vez abajo dejé de escuchar el ruido, así que regresé al piso superior a leer. Me paso muchas horas leyendo, ¿saben? Es de las pocas compañías que tengo pasadas las seis de la tarde.
La sheriff habló en ese momento.
—Y me temo que esto es todo. Dado que los tres testigos de los gritos me dijeron que fue sobre las once, quedan pocas dudas de la hora del asesinato del señor Elmore —alza los hombros—. Si quieren preguntar algo, pueden hacerlo y, si no es el caso, podemos visitar el sitio que me digan. Queda la otra escena —no aclaró de qué, aunque era algo que estaba muy claro, para no alterar a los tres testigos—, o ir a hablar con el viejo Hill, aunque ya les digo que no servirá de mucho. Si tienen alguna otra idea, haremos lo que ustedes digan.
¿Debo entender que Sullivan va a hablar con la viuda del párroco o se queda para esta escena que acabáis de leer?
Tal y como me imaginaba no sacamos nada de aquella entrevista a los vecinos del señor Elmore. Si tenía alguna esperanza de encontrar algo que nos ayudara se acababa de desvanecer como el humo.
—Me imagino que su hija —dije, mirando directamente al matrimonio Smith— estaría trabajando a esas horas ¿cierto?
No es que me imaginara a la joven siendo la autora de esos crímenes pero, en el caso de que no hubiera estado en el trabajo quizás hubiera visto algo que nos pudiera interesar. Aunque de todas formas suponía que tampoco tendríamos mucha suerte en ese sentido.
—De todas formas muchas gracias por su colaboración —les dije al matrimonio y a la señora Bruce—. Si recuerdan algo, por mínimo que sea, aunque ustedes consideren que es una estupidez, no dejen de decírnoslo ¿de acuerdo?
Mostré una media sonrisa que intentaba tranquilzar a aquella gente. Al fin y al cabo saber que tu vecino acababa de morir asesinado no era plato de gusto para nadie.
Me volví hacia la sheriff para contestarle cuál sería nuestro siguiente paso. Por algún motivo tenía ganas de hablar con el granjero Hill, algo me decía que algo tenía que ver en los crímenes aparte de un montón de casualidades. No es que pensara que él pudiera ser el asesino, pero tantas coincidencias me hacían sospechar.
Aunque, por otra parte, prefería cerrar la visita a las escenas del crimen para hacerme una composición de cómo pudieron haber sucedido los asesinatos.
—Creo que será mejor que vayamos primero al siguiente escenario —dije, mirando a mis compañeros para ver si estaban de acuerdo—. Pero no sé si antes de irnos los agentes Johnson y Sparks tienen algo más que preguntar.
John Dwight tomó la palabra rápidamente.
—Me imagino que su hija —dijo mirando directamente al matrimonio Smith— estaría trabajando a esas horas ¿cierto?
La madre de la chica, la joven Taddy a la que el grupo de investigadores conoció en la cafetería, fue la que rompió el silencio para responder al agente John Dwight. Su mirada mostraba un cierto alivio, ya que iba a retirar cualquier atención que la ausencia de su hija hubiera podido despertar.
—En efecto, agente, mi hija se encontraba trabajando en el Bar Familiar Simpson —su mirada delataba cierto cansancio—, por lo que la pobre no se enteró de lo sucedido hasta que la noticia se divulgó por todo el pueblo al encontrar el cuerpo.
John Dwight asintió un tanto fatigado también.
—De todas formas, muchas gracias por su colaboración —respondió al matrimonio y a la señora Bruce con poca esperanza pero sinceridad—. Si recuerdan algo, por mínimo que sea, aunque ustedes consideren que es una estupidez, no dejen de decírnoslo ¿de acuerdo?
Murmullos de afirmación se levantaron del grupo.
—Creo que será mejor que vayamos primero al siguiente escenario —sugirió mirando a sus compañeros para ver si estaban de acuerdo con sus palabras—. Pero no sé si antes de irnos los agentes Johnson y Sparks tienen algo más que preguntar.
No veía más camino que seguir e ir a la otra escena. La cara de John lo decía todo: Aquí no hay nada importante.
Muchas gracias a todos por su tiempo.
—Digo mirando a todos los vecinos —Luego miro a John—. No, agente John, no tengo ninguna pregunta por realizar.
—Me parece buena idea ir a la otra escena del crimen.
Miro a Salina por si desea agregar algo diferente.