OFICINA DEL DIRECTOR ADJUNTO SKINNER DEL FBI - MARTES, 12 DE OCTUBRE DE 2005
El Director Adjunto Walter Skinner, un hombre de estatura superior a la media, calvo y con gafas redondas que le daban un aspecto intelectual, era uno de los peces gordos del FBI. Tras una corta reunión con sus superiores, hizo llamar a su despacho a cuatro agentes de perfiles muy variopintos pero con una característica en común: eran lo mejor que la agencia estatal a la que él había dedicado toda su vida podía ofrecer. Y allí estaban, en respetuoso silencio frente a la mesa y, dado que solo había dos sillones en los que sentarse, todos permanecieron de pie. Skinner tenía sus dossiers frente a él y los había hojeado antes de recibirles.
John Dwight, agente especial del FBI con gran experiencia. Un hombre de 38 años de edad, natural de Nueva York que ingresó en la agencia tras cursar estudios de psicología en la universidad de su ciudad natal a los 24 años. A los 31 años fue destinado a la Unidad de Análisis de la Conducta (que por aquel entonces recibía el nombre de Unidad de Ciencias del Comportamiento).
Peter Johnson, agente especial de 28 años. Tras servir en los marines, ingresó en el FBI a la edad de 24 años después del brutal asesinato de su novia Tracy a manos Arthur D. Lewis, el “asesino de la Polaroid” (apodado así por su costumbre de dejar fotos realizadas con una Polaroid en el lugar de los hechos). Su juventud debería conllevar cierta impulsividad, pero jamás la ha mostrado.
Doctor Jules Sullivan, médico forense del FBI. Era un varón afroamericano de 32 años natural de Washington DC, doctorado en Medicina por la universidad de Massachusetts, que ingresó en el FBI a los 26 años y un año después fue destinado a la Unidad de Análisis de la Conducta a petición propia. Todo el mundo era consciente de su macabro humor y su interés por los cadáveres, que parecía ser su forma de vida.
Y Selina Sparks, agente novata del FBI de 28 años de edad, oriunda de Boston. Obtuvo plaza bastante joven como policía en Boston y recibió varias condecoraciones en su etapa de patrullera, ascendiendo rápidamente al rango de Teniente. Tiempo atrás solicitó el ingreso en el FBI, objetivo que logró gracias a su brillante expediente policial. Además era una tiradora excepcional, con un talento innato, a media y larga distancia.
—Les diría que se sentaran —comenzó Skinner con su voz modulada y sempiternamente tranquila—, pero es obvio que no es posible. Me temo que no tengo la oficina preparada para tantos agentes. Así pues, vamos a ir directamente al grano, caballeros. Quisiera aclarar que no hubiera contado con el agente especial Dwight para esta operación si no lo considerara absolutamente imprescindible. Uno de sus casos anterior puede ser de gran utilidad en esta ocasión.
John Dwight levantó la cabeza. Su rostro reflejó una cierta apatía, o quizá depresión dado que no era muy expresivo, pero quizás también una cierta curiosidad por lo que acababa de oír. Se echó el cabello azabache hacia la derecha con la misma mano en un gesto automático.
—Ashville es un pequeño pueblecito a unas dos horas de Joshua Tree, la ciudad más cercana reconocible en el mapa de California. Hasta hace unos tres días no había habido más problema que la marcha de su población, pero ahora tenemos una complicación infinitamente mayor entre manos. Imagino que todos ustedes estarán al corriente del caso de Arthur D. Lewis, resuelto por el agente especial John Dwight.
El hombre palideció como si la sangre hubiese abandonado su rostro para no volver y murmuró que le dieran permiso para sentarse. Skinner no dijo nada y Peter Johnson apoyó en su hombro una mano una vez que se hubo sentado, mareado y, en realidad, al borde del desmayo.
—Hace tres años fue detenido Arthur D. Lewis, conocido en todo el país como el asesino de la Polaroid. Arthur mantuvo en vilo a toda la población durante dos años en los cuales asesinó a un total de cuarenta y dos personas: hombres, mujeres y niños —el director adjunto Skinner negó con la cabeza mientras continuaba hablando—. La falta total de un patrón y la aparente aleatoriedad de las muertes hicieron casi imposible su captura, hasta que una serie de circunstancias fortuitas lo hicieron posible. Ahora está confinado en el sanatorio de River Side, de donde no saldrá jamás. Desgraciadamente ha surgido en Ashville un imitador del asesino que usted detuvo. En poco tiempo han fallecido tres personas importantes y, aunque una de ellas ha sido de muerte natural, las otras dos han sido asesinadas —dudó un segundo antes de continuar, pero sabía que debía hacerlo—. Sobre sus cuerpos han dejado dos fotografías hechas con una cámara Polaroid, lo que ha hecho que suenen todas las alarmas entre los altos mandos. Los superiores están preocupados por un posible imitador que quiera igualar o superar la trágica cifra de Arthur D. Lewis. Imagino que tendrán muchas preguntas...
Por las palabras del Director y al ver los demás agentes y sobre todo a Dwight (al cual le estoy muy agradecido por atrapar al asesino de mi prometida), veo que el asunto es bastante grave. Me siento emocionado al estar aquí, porque quiero actuar rápido para que nadie pase por lo que yo pasé cuando me enteré de la muerte de Sandy.
Estaba pendiente del estado de Dwight que se ve bastante afectado por lo que estaba sucediendo pero aprovecho para preguntarle al director.
—Director, sí tengo una duda, qué tan importantes eran esas personas? Estaban relacionadas? Podríamos mirar las personas cercanas y ver quién quería hacerles daño. Por qué la tercera víctima se relaciona con el caso si fue de muerte natural?
Busco en la oficina para saber si hay agua y llevarle a John.
Tres o cuatro veces se ajustó Jules su corbata y el largo de los brazos de la chaqueta mientras escuchaba al Director Adjunto. Mientras tanto, se le iba notando ya cierta curiosidad en el caso. Pensaba que al habiendo resuelto un compañero de su nuevo equipo un caso similar, podrían darle carpetazo lo antes posible. Al fin y al cabo los imitadores suelen ser admiradores o familiares con algún que otro trastorno mental que han decidido seguir los pasos de aquella figura ahora aislada en un sanatorio mental. Al seguir los mismos patrones y motivaciones que el primer agresor, solía ser algo más sencillo dar con los imitadores.
—Director Adjunto. Me gustaría, si no hay problema, tener acceso a los informes de los forenses del caso anterior que tuvo que ver con Arthur D. Lewis. Además, le ruego que me permita realizar de nuevo (si es que la han hecho ya) la autopsia a los cuerpos encontrados —La incógnita del cómo pudieran haber muerto aquellas tres personas le erizaba el vello de los brazos—. Estaría bien revisar esa muerte natural. Si la habéis relacionado con las otras por algo será. ¿Qué tenéis en mente Director?
Salina Sparks escucho muy atentamente lo que el director adjunto había estado contando...vaya así que nos tenemos que ver ahora con un imitador del asesino de la polaroid...realmente estar en el FBI le sitúa a una en situaciones casi cinematográficas...
—Señor Dwight que podría contarnos del caso del asesino de la polaroid para que podamos intentar extrapolarlo a este nuevo caso.
—¿Sería posible hacerlo una visita a Arthur D. Lewis en el sanatorio en el que se encuentra para ver si tiene algo coherente que nos pueda empezar a orientar, director adjunto y podría contar como ha dicho mi compañero porque la muerte natural se relaciona con los dos asesinatos?
Salina esperaba causar muy buena impresión en este caso, no en vano llevaba poco tiempo en el FBI y este podría ser su bautismo de fuego.
Aquello no podía estar pasando. Sentí cómo se me encogía el estómago y el corazón al escuchar lo que el director Skinner nos contaba y todo el horror vivido, toda la tensión que creía empezar a superar me golpeó con tanta fuerza que sentí como la sangre dejaba de correr por mis venas y mis piernas temblaban. Tenía que tomar asiento si no quería caer allí mismo haciendo el ridículo más espantoso. Pero no podía evitarlo. Lo sucedido hacía unos años me había dejado marcas demasiado profundas que jamás desaparecerían.
Y ahora un puñetero imitador rondaba las calles.
Nunca me había considerado alguien débil de carácter. Creía firmemente en lo que hacía y siempre había cumplido con eficiencia y buen ánimo mi trabajo. Hasta que Lewis apareció en el tablero arrasando con todas las fichas que se encontró por el camino, incluidos mis compañeros.
Las heridas de mi alma que nunca desaparecerían.
Agradecí con un gesto de la cabeza la atención de Johnson mientras escuchaba al resto de agentes con sus preguntas y elucubraciones.
—No se preocupe agente Sparks, pondré a su disposición toda la información que recuerdo sobre el caso de Lewis —conseguí por fin decir, reconociendo en el ímpetu de la joven agente el mismo que había dominado a muchos otros antes que a ella—. Una cosa director Skinner, aparte de la fotografía ¿qué más elementos en común con el caso original existen? ¿Qué les hace suponer que se trata de un imitador y no solamente de un lunático que ha leído en prensa lo de las fotografías?
Mis ojos se dirigieron al director mientras respiraba hondo para recobrar la calma perdida. Si de nuevo iba a estar en un caso tan parecido al de Lewis tenía que mantener la cabeza centrada y evitar recordar todo lo sucedido anteriormente. Lewis estaba encerrado y ya no haría daño nunca más. El imitador tenía que ser mucho más fácil de capturar y nuestro trabajo consistía en evitar que el número de víctimas creciera.
El director adjunto Skinner solía ser un hombre calmado que explicaba todos los detalles de los casos con cierta parsimonia que podía resultar enervante para los agentes más nerviosos e impacientes. Para el resto, acostumbraba a ser un hombre didáctico y cercano, al menos desde lo que la distancia de su cargo le permitía. Las dudas se habían acumulado en torno al caso como era normal y llegaba el momento de tratar de despejarlas tanto como fuera posible, lo que en opinión de Skinner quizá no fuera todo lo completo que a él le gustaría. Mientras escuchaba las preguntas, el agente Johnson se acercó solícito a la máquina de agua para llevar un vaso a John Dwight, que aún parecía enormemente alterado por las noticias recibidas.
—Director, sí tengo una duda, ¿qué tan importantes eran esas personas? —preguntó el joven agente.
—Eran personas de gran reputación en Ashville, hasta donde sabemos: un comerciante y un banquero. No eran sospechosos de mala conducta —respondió Skinner.
—¿Estaban relacionadas?
—Hasta donde hemos logrado descubrir, lo único que tenían en común era vivir y trabajar en Ashville. No hay parentescos familiares ni nada que se le parezca.
Johnson insistió.
—¿Podríamos mirar las personas cercanas y ver quién quería hacerles daño?
—Naturalmente, agente —respondió el director adjunto—. De hecho, es lo que espero que hagan ustedes cuando les envíe a Ashville. Quiero que interroguen a todo el mundo, aunque de manera discreta.
—¿Por qué la tercera víctima se relaciona con el caso si fue de muerte natural? —concluyó el agente.
—No está relacionado. No por el momento. Sencillamente me veo obligado a destacar ese hecho por si, en medio de la investigación, tuviese importancia —respondió pausadamente, tal y como acostumbraba a hablar—. Por el momento, no la tiene. Los dos asesinados fueron golpeados y acuchillados hasta la muerte, mientras que el tercer fallecido, el párroco del lugar, sufrió un ataque al corazón.
Con un comportamiento propio de un gentleman, Sullivan colocaba compulsivamente su ropa para proporcionar una imagen impecable hacia todo aquel que le mirase. La imagen era una de las partes más importantes de cualquier trabajo. Desafiante pero moderado, como siempre, tuteó a su superior.
—Director Adjunto. Me gustaría, si no hay problema, tener acceso a los informes de los forenses del caso anterior que tuvo que ver con Arthur D. Lewis. Además, le ruego que me permita realizar de nuevo, si es que la han hecho ya, la autopsia a los cuerpos encontrados.
—De hecho los cuerpos están en la morgue, agente Sullivan. Hemos dado orden de que no sean tocados hasta que usted realice las autopsias correspondientes —el director adjunto asintió en silencio, como para sí, antes de seguir—. Confiamos en lo que usted haga más que en la escabechina que realice un forense provincial.
—Estaría bien revisar esa muerte natural —sugirió el agente de color—. Si la habéis relacionado con las otras por algo será. ¿Qué tenéis en mente director?
—En realidad no hay ningún problema en que revise ese fallecimiento. Incluso se lo agradecería. Lo que sí tengo que advertirles a todos es un pequeño asunto muy importante: hemos conseguido contener a la prensa por el momento. Si se supiese que tenemos tres cadáveres en Ashville, aunque uno de ellos haya sido por muerte natural, la noticia de un asesino en serie nos explotaría en las narices. Y mis superiores no quiere eso. Y si ellos no quieren eso, no tampoco. Lo que significa que ustedes tampoco quieren eso.
La agente Selina Sparks comenzó su turno de preguntas.
—Señor Dwight. ¿que podría contarnos del caso del asesino de la polaroid para que podamos intentar extrapolarlo a este nuevo caso?
El agente Dwight giró su rostro pensativo y respondió al instante.
—No se preocupe agente Sparks, pondré a su disposición toda la información que recuerdo sobre el caso de Lewis.
La agente siguió.
—¿Sería posible hacerlo una visita a Arthur D. Lewis en el sanatorio en el que se encuentra para ver si tiene algo coherente que nos pueda empezar a orientar, director adjunto, y podría contar como ha dicho mi compañero porque la muerte natural se relaciona con los dos asesinatos?
—Es una excelente idea —respondió el director adjunto con una voz que no sonó muy sincera, y menos cuando le dirigió una mirada furtiva al agente Dwight—. Si alguno de ustedes, o todos, desean hacer una visita a ese maniaco sólo tienen que decírmelo y la concertaré lo antes posible. Incluso antes de su marcha a Ashville si fuera preciso. Hace años que ningún agente visita a ese trastornado de Lewis.
— Una cosa director Skinner —comenzó Dwight, que se hallaba bajo una fuerte tensión emocional que controlaba con aplomo—. Aparte de la fotografía ¿qué más elementos tiene en común con el caso original existen? ¿Qué les hace suponer que se trata de un imitador y no solamente de un lunático que ha leído en prensa lo de las fotografías?
El director adjunto le miró y bajó la mirada antes de hablar,
—Verá, Dwight, si quiere una respuesta totalmente sincera, creo que estamos dando palos de ciego. Lo único cierto es que dos personas han muerto asesinadas. Les necesito allí investigando el caso e impidiendo, aunque sea con su mera presencia, que la cifra aumente. Por otro lado, debemos admitir que la forma de asesinarlos, dejando una foto de ellos cuando estaban vivos encima del cadáver, resulta idénticamente macabro. Sea un mero lunático, un familiar del asesino o lo que quiera ser, lo cierto es que está imitando el modus operandi de Lewis. Eso, oficialmente, lo convierte en un imitador.
Se hizo de nuevo un incómodo silencio.
—¿Van a ir directamente a Ashville o prefieren visitar primero a Lewis?
Me había bebido de un trago el agua que Johnson me había traído y, mientras escuchaba lo que el director adjunto tenía que decir, mantenía la vista fija en el vacío interior del vaso.
Nada. No había nada a lo que pudiéramos agarrarnos. Solo divagaciones, humo que podía llegar a enturbiar la visión de aquella nueva investigación que para mí suponía abrir unas heridas que aún no habían cicatrizado.
Tenía claro que debíamos ir a Ashville, hacer preguntas, buscar pistas, completar nuestra investigación y esperaba, por nuestro propio bien y el de todo el mundo, que lo que allí encontráramos no fuera el inicio de una nueva pesadilla.
Debía reponerme cuanto antes, dejar atrás un pasado que esperaba y deseaba no se fuera a repetir. Aquella era una buena oportunidad para retomar las riendas de mi vida, las mismas que Lewis me había arrebatado dejándome a la deriva. Pero por muy buenas que fueran mis intenciones aún había mucho peso en la mochila que cargaba y, ante las intenciones de hacer una visita al psiquiátrico, la ansiedad volvió a dominarme.
Me levanté del asiento mientras mi mano estrujaba con fuerza el vaso hasta dejar mis nudillos más blancos que el plástico que tenía entre los dedos. No podía negarme a aquella visita pero ¿estaba preparado para enfrentarme una vez más a Lewis? No creía tener el valor suficiente para volver a entrar en los macabros juegos de aquel psicópata que tanto me había arrebatado, que tanto había arrebatado a demasiada gente.
Respiré hondo y aflojé la presión sobre el plástico del vaso antes de dirigir mi mirada al director adjunto y a mis nuevos compañeros.
—¿De verdad eso es lo que queréis? —pregunté con la duda marcando cada una de mis palabras. Lewis era peligroso, más de lo que la mayoría creía, pero lo era no tanto por todos los crímenes que había cometido sino por su retorcida inteligencia—. Si decidís ir a hablar con Lewis solo me queda haceros una advertencia: mucho cuidado con lo que decidís delante de él. Alguien así de retorcido le encanta jugar con sus adversarios —pronuncié al fin, intentando no ceder ante el miedo de caer una vez más en el pozo de la depresión del que aún no había salido del todo—. Vosotros decidís.
Escuchar a Salina, tan directa y sin tacto por John, me hizo hacer una mueca extraña de desagrado pero sabía que tenía razón en sus palabras. Es mejor tener toda la información posible antes de llegar a Ashville, no podríamos ir y volver fácilmente. Si no era un imitador, igual necesitamos hablar antes con Lewis.
—Agente Jhon, creo que lo mejor es ir a hablar con Lewis. Podríamos sacar información bastante útil para le caso. Espero entienda y tendré muy presente su advertencia. No me agrada ir a verle la cara a ese asesino pero por el bien de los demás y evitar que pase nuevamente lo de mi querida Sandy, siento la obligación de ir.
Si están de acuerdo, debemos ir de inmediato a ver a Lewis para llegar pronto a Ashville y que el agente Sullivan revise los cuerpos.
Salina ya había dado su parecer en cuanto a ir a ver al asesino de la polaroid se refería asique ahora permaneció callada esperando que los demás se pronunciasen convencida de que lo mejor para todos era viajar a Ashville con la máxima información posible sobre el caso y en este caso debido a la relación que tenia con el asesino de la polaroid ello implicaba ir a verle al centro donde se encontraba recluido.
—Bien, pues si les place, señorita y caballeros, yo insisto en hacer antes las autopsias. Necesitaré los informes de los agentes y forenses que trasladaron los cuerpos desde la escena del crimen a la morgue. ¿Y esta morgue es la nuestra o se encuentra en Ashville?
Jules realmente solo quería abrir aquellos cuerpos por mera curiosidad. El resto vendrá solo, se decía. Una vez visto y estudiado cuales fueron los hechos, es lo que les dará la clave para resolver el crimen. Y nada mejor que restos de la víctima y posible agresor serían de ayuda.
Todo lo que el director adjunto Skinner tenía de calmado lo tenía de pragmático. Miró a los dos grupos que se acababan de formar sopesando lo que debían ser muchas opciones al mismo tiempo. Observó el infinito a través de los grandes ventanales durante unos segundos mientras respiraba profundamente.
—De acuerdo —comenzó—, vamos a hacer lo siguiente: agente Dwight: usted, el agente Peterson y la agente Sparks irán a entrevistarse con Arthur D. Lewis inmediatamente. Avisaré a la prisión federal de Blackrock para advertir de su llegada y que les proporcionen la intimidad necesaria para hablar con el prisionero —negó con la cabeza antes de seguir—. Si quieren mi opinión, es una pérdida de tiempo. El agente Dwight les ha hecho una sabia advertencia; él lo conoce mejor que nadie. Aunque quizá pueda darles alguna pista de lo que está sucediendo.
Revisó unos papeles antes de volver a hablar.
—Agente Sullivan, los cuerpos de los dos asesinados se encuentran en el hospital St. Peter, en Joshua Tree, a doscientas millas de Ashville. Allí tendrá que hablar con el médico forense Mark Gullavson, al que también voy a dar aviso de su visita.
Skinner se sentó de nuevo y miró al grupo a través de sus finas gafas redondas.
—Me gustaría ofrecerles más información pero, precisamente, son ustedes los encargados de conseguirla. No hemos avisado a nadie más y, como ya les he dicho, mucho menos a la prensa. Les rogaría que fueran rápidos y certeros. Me están presionando desde arriba, como ya les he dicho.
Con un suspiro de resignación acepté la propuesta de la mayoría. No me hacía ninguna gracia ir al psiquiátrico a entrevistarme con Lewis, pero quizás mis nuevos compañeros tuvieran una visión más neutral que la que yo tenía. Había que intentarlo aunque, al igual que Skinner, para mí también sería una pérdida de tiempo.
—De acuerdo. Nos pondremos en marcha en cuanto tengamos el permiso para visitar a Lewis —dije, notándose en mi voz el cansancio acumulado—. Gracias director adjunto. Y tranquilo, la prensa no se enterará de nada por nosotros.
Otra cosa muy distinta sería que lo hicieran a través de cualquier otro. Siempre había gente dispuesta a vender a su madre por tener un minuto de gloria.
- De acuerdo, director. Me pondré en marcha hacia el hospital St. Peter esta misma noche.
Entiendo que si se ha abierto ya una conversación en el hospital puedo comenzar a postear ahí no? como si ya hubiera llegado
En efecto, así es. ¡Adelante!