CONSULTA DEL DOCTOR SIMONS - JUEVES, 10 DE SEPTIEMBRE DE 2008
La consulta está en penumbra, sus únicos ocupantes son el doctor Simons y el agente Dwight, que permanecen tenuemente iluminados por una lámpara de pie que alumbra desde un rincón. Tras la mesa, el facultativo revisa las anotaciones de sesiones anteriores con su paciente actual. Sobre la mesa hay un teléfono que nunca suena, solo se ilumina, un cuaderno de cuadros con una pluma estilográfica sobre él y un pequeño reloj de manecillas en tonos dorados. Tras el doctor, un gran mueble contiene obras y ensayos de psicología y psiquiatría de todos los autores más importantes y algunos que no lo son por el momento.
Toda la estancia resulta ya familiar para el agente Dwight, que lleva varios meses de terapia sin especiales resultados o avances significativos. Sigue teniendo horribles pesadillas. En ellas revive una y otra vez los últimos momentos del caso de «El imitador del asesino de la Polaroid». Tres años antes de eso ya pasó por una situación parecida, pero el caso del imitador fue completamente diferente. Lo ocurrido en Ashville no será olvidado jamás. El doctor Simons se coloca las gafas en un gesto repetido cientos de veces antes de comenzar a leer sus notas:
—Bien, en las últimas consultas hicimos grandes progresos. Ha aprendido a recordar lo ocurrido sin caer en una crisis de ansiedad. Hoy me gustaría avanzar un paso más y escuchar por su boca qué fue lo que ocurrió realmente en el caso del imitador del asesino de la Polaroid. Será un paso muy importante en su tratamiento.
Dicho esto, el doctor se echa mano al bolsillo de la chaqueta y extrae una larga cadena plateada en cuyo extremo puede verse una pequeña esfera metálica.
—Vamos a probar un método nuevo en su tratamiento —dice mientras contempla la esfera—. Recordará que ya hablamos con anterioridad de las posibilidades que ofrecía la hipnosis en los casos de bloqueo emocional.
El agente Dwight asiente con una sensación de nerviosismo incapaz de aplacar.
—Pues ha llegado el momento de que usted los experimente. Por favor, no ponga esa cara, fue usted el que acudió a mí cuando tuvo su crisis tras la detención de Arthur D. Lewis, y ya le dije que haría lo que fuera necesario para que lo superara. En esta ocasión el shock emocional ha sido más fuerte. Ahora es el mejor momento para probar la eficacia de la hipnosis en usted. Espero que también recuerde los ejercicios de relajación que hemos efectuado las últimas semanas.
—Sí, lo recuerdo —dice el paciente con un hálito de voz—, pero no pensé que era algún tipo de preparación para otra cosa.
—Bien, pues aparte de funcionar como excelente terapia, los proyecté como preparación para este momento. Y no, no le dije nada para que su efectividad fuera mayor, así que no comience a desconfiar de mí a estas alturas —esboza una ligera sonrisa—. Ahora quiero que se relaje tal y como le enseñé. Cuando lo esté mire al péndulo y concentre toda su atención en él y en mi voz.
El péndulo se muerte lenta e hipnóticamente de lado a lado trazando arcos de luz que dejan un rastro plateado en el aire frente al agente Dwight.
—Déjese llevar por el movimiento del péndulo y el tono de mi voz… Solo escuche mi voz, mi voz le guía, déjese llevar por mi voz… Ahora va a recordar. Recuerde, recuerde y cuénteme qué ocurrió en el caso de «El imitador del asesino de la Polaroid».
CONSULTA DEL DOCTOR SIMONS - JUEVES, 10 DE SEPTIEMBRE DE 2008
La consulta sigue en penumbra, el doctor Simons y el agente Dwight permanecen tenuemente iluminados por una lámpara de pie que alumbra desde el rincón. El psiquiatra revisa sus notas mientras comprueba que el agente del FBI sigue en estado de hipnosis. Las últimas palabras del paciente le han dado una pista por donde seguir.
—Así pues —comienza con tono profundo y lento—, hablaron con el asesino de la Polaroid, el verdadero, y les dio una pista acerca de otro de los fallecidos. Le dijo a sus compañeros y a usted que podría tratarse de otro crimen, ¿lo he entendido correctamente?
Dwight, sin abrir los ojos, responde inmediatamente.
—Sí —confirma John y calle durante unos segundos antes de seguir—. Quise comprobar si el cuerpo del sacerdote estaba en Ashville y, cuando me dijeron que así era, decidí que lo mejor era ir a ese lugar lo antes posible.
El doctor se sienta en una silla situada algo más cerca de su paciente.
—¿Cómo viajaron a Ashville usted y sus compañeros?
Se hace de nuevo una pausa.
—El FBI nos proporcionó un vehículo civil —prosigue John—. Y fuimos hacia Ashville. Conduje yo mismo la mayor parte del camino. Me gusta conducir.
—¿Y qué sucedió entonces? —pregunta el psiquiatra.
Dwight traga saliva y sigue narrando su experiencia.
CONSULTA DEL DOCTOR SIMONS - JUEVES, 10 DE SEPTIEMBRE DE 2008
La penumbra de la consulta ayuda a que la atmósfera de confesión creada entre el agente John Dwight y el doctor Simons no se rompa a pesar de las tensiones de lo narrado. Nuevamente, el profesional de la salud mental revisa sus notas y toma unos cuantos apuntes antes de decidirse a hablar. En ese instante se ha producido un brusco giro de los acontecimientos.
—Así que decidieron ir a la casa de la ex mujer del doctor Stevenson —parafrasea el psiquiatra al tiempo que vigila que el paciente sigue en estado de hipnosis profunda—. Se había producido un nuevo asesinato mientras ustedes interrogaban a ese tal Hill, ¿verdad?
Dwight no abre los ojos, pero habla con bastante claridad.
—Así es. Montamos en el coche y nos desplazamos a toda velocidad al lugar del crimen. Sullivan llevaba la guadaña de ese hombre para enviarla al laboratorio.
—¿Qué hacía usted?
—Yo estaba hablando con la Sheriff —dice Dwight con un rictus de preocupación—. Esto se nos estaba yendo de las manos a todos.
El doctor mira su cuaderno.
—Ustedes pensaron que, con agentes federales en el terreno, el asesino dejaría de matar.
—Estaba seguro de ello, pero no fue así —responde el veterano agente al instante.
Se hace el silencio en la sala mientras el psiquiatra consulta su reloj de pulsera y agarra de nuevo con fuerza el bolígrafo con el que está tomando sus apuntes.
—¿Puede contarme lo que sucedió entonces? —pregunta el psiquiatra.
Dwight traga saliva y sigue narrando su experiencia.
CONSULTA DEL DOCTOR SIMONS - JUEVES, 10 DE SEPTIEMBRE DE 2008
La consulta no ha dejado de estar en ningún momento en penumbras para facilitar el estado de hipnosis del agente Dwight, paciente desde hace unas horas del doctor Simons. Sólo una escasa luz procedente de la lámpara de pie ilumina con suavidad las anotaciones del segundo de ellos, que no ha dejado de tomar anotaciones, hacer subrayados y rodear ciertas palabras de su escrito que ocupa ya decenas de páginas. Las últimas intervenciones de los miembros del grupo resultan fundamentales para él.
—Así fue como decidieron ir a esa tienda llamada «Objetos curiosos» —resume el doctor casi como si parafraseara las palabras de John—. Pero usted afirma que estaba en una de las carreteras de Ashville, ¿no es así?
Dwight piensa durante unos instantes antes de responder.
—Sí, así es. Como ya le dije, la anciana señora Norm nos indicó que estaba en las afueras del pueblo.
El doctor Simons revisa sus papeles a pesar de que se acuerda de que fue eso exactamente lo que había dicho minutos antes.
—Sí, lo sé, John… el problema es que la tienda «Objetos curiosos» se encuentra a la salida de Joshua Tree, en la carretera que conduce a Ashville. Por lo tanto, tendrían que haber tardado unas tres o cuatro horas en llegar a ella.
John está confuso y, aunque sigue con los ojos cerrados, frunce el ceño de manera muy notable.
—Pero no estaba ni a dos millas de donde nos encontrábamos… eso no puede ser…
Existe una severa contradicción en los recuerdos de John y la realidad que resulta irresoluble: tanto las declaraciones de personas de Joshua Tree como los mapas sitúan la tienda en este último lugar, no en Ashville. Sin embargo, John parece estar muy seguro y los tiempos de su narración coinciden en su versión de la historia. ¿Cómo resolver esta discordancia? Por otro lado, John parece estar perdiendo la escasa relajación que tenía hasta el momento, por lo que el doctor Simons decide hacerle una última pregunta en este sentido.
—¿Podría describirme al señor…? —Vuelve a revisar sus notas—. Neville Milton. ¿Podría describírmelo, John?
—El Imaginauta.
—¿Perdone? —pregunta el doctor, inseguro de lo que acaba de escuchar.
—Creo que se hace llamar el Imaginauta.
—¿Y podría describirlo físicamente para mí, John?
Se hace una pausa que parece interminable.
—Creo que no —responde al fin el agente del FBI—. Sus rasgos eran… no sabría decirle, pero casi dependía del ángulo desde el que se le mirase… tendría como un metro ochenta, aunque también parecía más bajo… yo… —traga saliva de manera ruidosa—. La tienda estaba oscura y…
—No se preocupe por eso ahora, ni por la localización de la tienda —le tranquiliza el psiquiatra, que tiene miedo a perder su estado de hipnosis que ha funcionado de manera magnífica hasta el momento—. Cuénteme lo que sucedió en la tienda con todo detalle, por favor. No se preocupe si las cosas no parecen encajar, sólo me importa su punto de vista.
Eso parece relajar a Dwight, que sigue hablando…