En el exterior de la casa estaba cayendo una tromba de agua. Al parecer, las nubes oscuras habían decidido finalmente descargar sobre el pueblo y lo estaban haciendo con fuerza. De camino a la granja, la Sheriff Joanne comenzó a relatar todo lo que había sucedido con Lucile Stevenson. Una historia de esas con las que se puede construir una telenovela de más de cien episodios.
—Les pongo en antecedentes, agentes —dijo la Sheriff mientras conducía lo más rápido que le era posible—. Lucile Stevenson estaba casada con el médico del pueblo, el doctor Stevenson que es la oveja negra de su familia… toda familia tiene una, supongo… Aunque existe una razón para que siga viviendo en la casa de su exmarido.
El todoterreno de la policía local ya no levantaba polvo del camino a causa de que la tierra comenzaba a compactarse en el suelo a causa de la lluvia. Un relámpago se pudo ver en el horizonte iluminando la totalidad del camino.
—Al doctor Stevenson se le iba un poco la mano con sus pacientes y tocaba donde no debía… ya saben… pero gracias a su hermano, bastante influyente y adinerado, pudo salir casi ileso del asunto —obviamente, como mujer y responsable del orden, algo así le asqueaba profundamente—. Lo malo es que después de aquello se ganó la enemistad de su hermano, que le obligó a abandonar la mansión familiar. Desde entonces vive en la pequeña consulta que tiene y se apaña como puede. Vamos, que no sería la primera vez que atiende a un paciente en bata de casa si se diera el caso.
Dwight miró intensamente a la Sheriff mientras en su mente iba construyendo elucubraciones cada vez un paso más complejas según iba conociendo los detalles.
—Pero las consecuencias no acabaron ahí —siguió, muy seria, la mujer—. Aunque lo intentó, no pudo evitar que su esposa se enterara de lo ocurrido y pidiera a gritos un divorcio fulminante. Ella pudo quedarse en la mansión de su familia con el apoyo de George… su cuñado, nuestro alcalde… y perdió la custodia de sus dos hijos, a los que no puede ver directamente, aunque sí que los ve de vez en cuando por el pueblo. Dicen que odia a su ex y piensa que su hermano es un traidor, que debería haberle apoyado y defendido más… no echarle de su propia casa. En fin, no pretendo que tengan ideas preconcebidas, pero así es como ha ocurrido.
Cuando llegaron a la puerta de la casa vieron mucha actividad. Siendo ya de noche, en los exteriores se podían ver haces de luces en el maizal que van arriba y abajo. Se trataba de las linternas de los trabajadores de la granja, movilizados por el alcalde para que busquen al asesino. Se oían las voces de unos y otros bajo la lluvia, llamándose y haciéndose indicaciones de por dónde van o lo que ven.
En la mismísima puerta, abierta, se habían reunido un grupo de sirvientes de la mansión, atemorizados y que hablaban en susurros. Estaban muy asustados y la tormenta no ayuda a calmar los ánimos. Les indicarán que todo ha ocurrido en el piso superior, y uno de ellos los acompañará hasta una habitación en la que se encuentra el alcalde junto a su esposa, que llora desconsolada. Los dos hijos menores del alcalde, Mark y Linda Jr., estaban en una esquina, consolando al pequeño Lucius, de 11 años e hijo de Lucile, la fallecida. La hija pequeña, Amanda, de 5 años, está acostada en su cuarto. En ese momento aún no ha tenido ocasión de saber nada de lo ocurrido.
—Les dejo a ustedes al cargo de todo esto —dijo, con plena confianza en los investigadores—. Voy a unirme a mi ayudante Fred y al resto para organizar un poco mejor los grupos de búsqueda en los alrededores. Todo es muy confuso y necesitamos poner orden para controlar la situación. Por favor, entrevisten a quien sea preciso: el alcalde, su mujer, el personal de la casa… y no olviden al niño, que ha visto al asesino.
—De acuerdo Sheriff... lamento que estén teniendo tantas pérdidas en el pueblo en tan poco tiempo, además de que hayan sido asesinatos... nadie desea nunca eso. Sin embargo, y con todo el respeto del mundo, ¿qué tiene que ver esta muerte con nuestro caso? No me importaría echar un ojo, si encontramos una prueba que demuestre el mismo modus operandi del asesino que buscamos nosotros... —Jules hablaba de forma calmada mientras bajaba del coche, se estiraba la camisa y ponía su chaqueta. Se abrochó los dos botones de la misma con sumo cuidado y sacó de su bolsillo un pequeño pañuelo que usó para desempolvarse los hombros y mangas de la chaqueta.
—No soy bueno con los niños, John, ¿crees que podrías encargarte tú de hablar con él? deberemos preguntar quien es su tutor legal ahora mismo que ha fallecido su madre... espero que sea el alcalde, me huelo que su padre querrá aprovechar para ser el Padre del Año y proteger a su hijo de unos federales —guardó su pañuelo y continuó con la Sheriff—, la madre, la fallecida. ¿Sabemos si la han llevado ya a la morgue, o su cuerpo sigue ahí? mientras yo puedo hablar con el servicio o el alcalde y su mujer.
La Sheriff se giró a toda velocidad sobre sí misma y miró a Jules Sullivan como si no diese crédito a sus palabras. En cierta medida era probable que no lo hiciese.
—Agente Sullivan, este es un pueblo muy pequeño —dijo en un tono normal para luego ser aún más insistente—, demasiado tranquilo quizá, para el gusto de las nuevas generaciones. Aquí nunca sucede nada. Si ha habido otro crimen, todo me lleva a pensar que tiene que ver con los tres que ya arrastramos. Sí, tres —aclaró sin que nadie le preguntase nada—. Es más que obvio que la muerte del párroco Benson fue otro asesinato... sea como sea que lo hicieran para provocarle un infarto.
La mujer miró al agente Dwight durante unos segundos y luego comenzó a alejarse de los agentes.
—¿Quiere ver si los casos están relacionados? —preguntó aludiendo a las últimas palabras que le había escuchado al experto forense del FBI—. Pues busque usted esa relación, que para eso han venido aquí. Tiene el cadáver aún caliente en la cama, por el amor de Dios... El padre no será un problema, ya les dije que estuvo a punto de entrar en la cárcel. ¡No discutamos ahora de jurisdicciones y ayuden!
Escuchaba lo que la sheriff les tenía que contar por encima del ruido de la lluvia en los cristales. Dada la historia que relataba lo más lógico sería pensar que había sido el doctor quien, en un ataque de locura, había acabado con la vida de su esposa, la causante de todas sus desgracias. Pero yo, a esas alturas, poco creía ya en la lógica.
Que en un pueblo tan pequeño, tan apartado de la mano de dios, hubieran sido asesinadas ya cuatro personas no podía ser fruto de una mera casualidad. Allí había algo que se nos escapaba; alguien había comenzado su propia vendetta particular y no iba a parar hasta acabar con cualquier que le supusiera un peligro o hasta que nosotros diéramos con él.
Pero el único que parecía encajar; el único que parecía haber discutido con todos, o casi todos, los fallecidos; el único al que las pruebas parecían apuntar era el granjero Hill... Y yo no dejaba de preguntarme si ese pobre desgraciado, por muy huraño y rencoroso que pareciera, sería capaz de provocar tanta muerte y dolor.
De lo que no tenía ya ninguna duda era que aquel lugar, o quizás simplemente como reflejo al bochorno anterior a la tormenta y el estallido de ésta, aquel pueblo era una caldera a punto de estallar. Porque la sensibilidad estaba a flor de piel, al igual que la ira, y cualquier palabra malinterpretada podía hacer saltar todo por los aires.
Prueba de ello fue la exagerada reacción de la sheriff ante las palabras de Sullivan. De acuerdo que el forense era un tanto seco y que a veces podía resultar indiferente, pero ella era una profesional y ese tipo de desavenencias solo podían traer problemas, en especial para nosotros que al fin y al cabo éramos los forasteros allí.
—Está bien sheriff, nosotros nos encargamos —dije, manteniendo una calma que empezaba a perder a cada segundo que pasaba—. Encárgase de los grupos y cualquier detalle, por mínimo que sea, que le parezca fuera de lugar no dude en comentárnoslo.
»Sullivan, usted vaya a ver el cuerpo y no se preocupe, ya me encargo yo de hablar con el chaval.
Hablar con un niño que había presenciado un asesinato, y sobre todo siendo la muerta su propia madre, no iba a ser una tarea fácil. Iba a pasar un mal trago pero esperaba comportarme con la delicadeza que la situación requería.
Una vez en el interior de la casa no me resultó difícil imaginarme quién era el hijo de la víctima. Me acerqué hasta él, no sin antes relajar el gesto de tensión en mi rostro, y me agaché para quedar a su altura.
—Hola Lucius —por suerte alguien había tenido el detalle de comunicarle el nombre del chaval—. Soy el agente Dwight, y estoy aquí para coger al que le hizo daño a tu mama. Pero no puedo hacerlo solo... ¿Quieres ayudarme a resolver el caso? ¿Quieres ser mi ayudante para coger al que le hizo esto a tu mamá?
Sullivan avanzó por el interior de la casa en dirección al dormitorio, anticipando lo que podía encontrar. La tragedia siempre es directamente proporcional al número de coches de policía y ambulancias que se puedan contar en la casa donde se ha producido un crimen. Y aunque en este caso había menos, eso se debía únicamente a que Ashville era un pueblecito perdido de la Norteamérica profunda. Unas escaleras condujeron al forense del FBI hasta el piso superior. La segunda habitación a la derecha estaba abierta. El escenario del macabro crimen del que habían avisado a la Sheriff.
Cuando entró, no pudo evitar una exclamación de asombro. La lluvia seguía repiqueteando en los cristales como la fúnebre banda sonora de una muerte que no debería haberse producido. Pero hay una ventana rota en la habitación y, allí, no suena la lluvia. Sobre la cama, en una mancha de sangre grande como un océano de muerte, estaba Lucile Stevenson. Las sábanas antaño blancas de la cama estaban tintadas de una roja coloración que goteaba hasta el suelo. La ventana del dormitorio yacía en mil pedazos en el suelo, y por todas partes había salpicaduras de sangre.
Sullivan se puso rápidamente a tratar de captar todos los detalles y el conjunto de estos. El cuerpo inerte de la mujer presentaba una terrible herida en la garganta que casi le separaba la cabeza del tronco. En el pecho había otra perforación que dejaba al descubierto parte de las costillas en un charco sanguinolento. Sobre la cabeza de la víctima había una fotografía Polaroid en la que se veía a Lucile saliendo de la tienda de Elmore. ¿Era una casualidad esto último o era un elemento que relacionaba la muerte del dueño de la tienda con la exmujer del médico de Ashville?
Los detalles… La herida del pecho estaba causada por un arma curva, como en el resto de los casos. Como la guadaña que tenían en el coche patrulla de la Sheriff. Eso no era nada nuevo. El asesino debía poseer una gran fuerza dada la profundidad de las dos heridas que Sullivan logró contar heridas y su contundencia. No había señales de resistencia, así que lo más probable era que el atacante estuviese escondido esperando a que entrase su víctima para atacarla. El corte en el cuello pudo haber sido hecho para que no pudiese gritar y pedir ayuda al resto de miembros de la casa.
Sullivan miró a su alrededor. La presencia de vidrio en grandes cantidades en el suelo daba a entender que se había roto la ventana desde fuera para entrar. Pero, más desconcertante que todo eso, eran los rastros de paja que había en varios sitios. Había restos en los cuerpos de Bale y Elmore y allí también. Probablemente podría haberlos encontrado en la iglesia si no la hubiesen limpiado, cosa que habrían hecho al considerar la muerte del párroco un fallecimiento natural. No iba a tener tiempo de hacer una autopsia adecuada, aunque, en todo caso, ya tenía cuanta información era útil.
Mientras, el agente especial Dwight se había quedado en el piso inferior para tratar de interrogar a Lucius. Conocía perfectamente las complicaciones de tratar de hablar con un niño y que pudiera dar detalles válidos, pero no debía perder la esperanza tan pronto. Con un rostro serio, pero sin tensión, se acercó hasta el niño. Unos momentos antes, George, el alcalde, le había contado que estaban todos adormilados después de merendar cuando entró en el cuarto Lucius, despertándoles a gritos diciendo que su madre estaba muerta. Le acompañaron corriendo al cuarto de esta, y encontraron el cuerpo sangrante de Lucile sobre su cama. Mandó llamar a todo el mundo para buscar al responsable, y él mismo telefoneó a la Sheriff.
—Hola Lucius. Soy el agente Dwight, y estoy aquí para coger al que le hizo daño a tu mamá. Pero no puedo hacerlo solo... ¿Quieres ayudarme a resolver el caso? ¿Quieres ser mi ayudante para coger al que le hizo esto a tu mamá?
El niño respondió inmediatamente.
—Claro que sí, señor —alzó ligeramente la cabeza, contento de poder ayudar y de que alguien le tomase en serio—. Por supuesto… Verá… Yo estaba jugando con unos trenes eléctricos mientras mis tíos y mi hermana dormían un ratito. Estaba empezando a llover y no había mucha luz. Entonces escuché un ruido fuerte… como de cristales... en el piso de arriba, donde estaba durmiendo mi mamá —dudó unos segundos. ¿Por qué parecía que estaba recordando una historia más que un hecho real?—. Pensé que el cristal de alguna ventana se había roto por el viento... y estaba seguro de que mamá lo recogería, ¿sabe?, así que no me preocupé —respiró entrecortadamente—. Después hubo un grito. Sí, un grito. Salí corriendo hacia el cuarto de mamá. Subí las escaleras muy rápido y llegué hasta su cuarto. Ella estaba allí… y había mucha sangre… y alguien salía por la ventana a toda prisa. El hombre que huía la había matado.
—Dile al agente cómo era ese hombre —pidió su tío, el alcalde del pueblo, todo lo dulcemente que fue capaz.
El niño dudó unos instantes.
—Era un hombre de… hum… de hojalata… —se quedó en silencio unos segundos antes de volver a hablar—.¡No, de hojalata no, era un hombre de paja!
—¿Cómo? —preguntó su tío—. ¿Un hombre de paja?
El niño comenzó a mirar a su hermana pequeña. En ese momento Dwight se dio cuenta de lo que verdaderamente habría ocurrido: la niña, Amanda, era la verdadera testigo de lo ocurrido, pero estaba demasiado asustada y era muy pequeña para atreverse a hablar delante de tanta gente y con el miedo que debía estar sintiendo. Ella había visto todo lo ocurrido y no se atrevía a contarlo. Su hermano había contado la historia por ella, lo que recordaba, para ayudarla.
Si Sullivan habla con Dwight (es cosa vuestra decidir si ha ocurrido o no), llegarán a la conclusión de que fue era imposible que el niño escuchase gritar a su madre dado que esta tenía la garganta cortada, tal y como se describe en el post anterior dedicado a Jules Sullivan exclusivamente). Ese fragmento de su historia forma parte de algo que ha inventado para justificar el descubrimiento del cuerpo de su madre.
—Cuanta violencia... —al inspeccionar el cuerpo, Jules se echó una mano a la cabeza pensando en la pobre mujer que había sido casi decapitada y cercenada hasta desangrarse. Parecía un final demasiado trágico y sangriento como para aparecer incluso en una de las novelas de Stephen King.
—Dwight —buscó a su compañero una vez acabó con el cuerpo—, hablemos un momento en privado —se apartaron un momento del niño para comenzar a susurrar entre ellos lo acontecido—. La mujer presenta una laceración impresionante en la garganta, macabro... casi le arrancan la cabeza. Del mismo modo estamos buscando a alguien que deshecha paja. ¿Quizás algún trabajador o algo de la granja de Hill? Puede que fuera alguien que quiso incriminarle, ya que se encontraba con nosotros cuando recibimos el aviso... no sé qué pensar de todo esto, pero me huele a chamusquina. Quizás las fotos tengan algo que ver. ¿Y si las juntamos todas y buscamos algún patrón en ellas?
La aparente seguridad que mostraba el niño cuando comenzó a hablar, poco a poco se fue desinflando. Dudaba, pensaba demasiado en sus palabras como aquel que recuerda una lección memorizada; y sobre todo no dejaba de lanzar miradas a su hermana pequeña. Aquello me resultaba curioso y, aunque lo achacaba a la preocupacion del pequeño por su hermana, algo me decía que había más detrás de todo ello.
Pero había algunos detalles que me resultaron curiosos, en especial la descripción del presunto asesino. Paja... De nuevo el elemento común en todos los asesinatos. No es que fuera a creer que un hombre de paja hubiera cometido tales crímenes, pero sí que pudiera llevarla encima de alguna forma.
—Lo estás haciendo muy bien —dije, justo antes de que Sullivan nos interrumpiera—. Eres un gran ayudante... ¿Me esperas aquí un momento? —pregunté antes de ponerme en pie para hablar con el forense.
A medida que Sullivan iba hablando, mis ojos se desviaban del niño a su hermana, entendiendo por fin parte de lo que realmente había sucedido.
—Dices que le cortaron la garganta... Entonces sería difícil que pudiera gritar ¿verdad? —Cada vez estaba más convencido de que había sido Amanda la que había presenciado el crímen y no su hermano—. Paja de nuevo... El niño dice que quien mató a su madre era un hombre de paja... ¿Sobre qué hora crees que murió? ¿Podemos descartar a Hill directamente?
Me pasé la mano por los ojos para aliviar un poco el cansancio. Aquel caso empezaba a resultar muy extraño y temía que algo malo, algo tan terrible como en el caso pasado fuera a suceder. Necesitaba encontrar al asesino... por las gentes de ese pequeño pueblo, por mis compañeros y por mí mismo.
—¿También había fotografía? —Miré al forense esperando no escuchar una respuesta afirmativa, aunque mucho me temía que mis esperanzas se desvanecerían rápidamente—. Sí, podemos unir las fotografías, ver si hay algún patrón o... No lo sé... Algo, necesitamos encontrar algo.
Con el día a punto de finalizar, los agentes del FBI se apartaron del niño de los Stevenson para buscar un patrón definido entre todos los crímenes, si es que había alguno. Si algo se aprende en la base de Quantico, en Virginia, durante el entrenamiento en la Academia, es que prácticamente ningún asesinato carece de razón para haber sido cometido. Que esa razón sea injusta o incluso una enorme locura no significa que no sea razonable en la mente del asesino. Dicho de otro modo: siempre hay una razón. Los detectives decidieron no hablar con la niña, verdadero testigo de los crímenes. ¿O tenía eso alguna utilidad? Los agentes se encontraban ante su cuarta muerte…
James Elmore, propietario de una tienda de comestibles, asesinado justo cuando estaba a punto de echar el cierre y jubilarse. Un hombre del que nadie tenía una queja y que no despertaba ninguna animadversión y cuya única competidora, Rose con su propia tienda de comestibles, ya había ganado todo el mercado existente en el pueblo para su tipo de negocio.
Robert Bale, director de la sucursal de Ashville del Banco Agrario Benk. Otro ciudadano sin antecedentes ni enemigos conocidos, amable, viudo desde hacía quince años y con aire solitario. Gran parte de la supervivencia del pueblo y sus gentes se debían a las gestiones de Bale, que concedía créditos en condiciones increíblemente ventajosas y negociaba constantemente los pagos con la central.
Terence Benson, párroco del pueblo de 58 años, con buena salud y dedicado a sus fieles. Un hombre respetado en la comunidad y más aún por lo que aún recuerdan con cuanto cariño y sacrificio cuidó del anterior párroco en sus últimos meses. Muerto por una impresión, un susto, un sobresalto tan grande que su corazón se paró en el acto y un rictus de horror se grabó en su rostro.
Y ahora Lucile Stevenson, una mujer ultrajada por su marido que sólo quería vivir en paz con sus dos hijos. Por si lo que había hecho su marido abusando de algunas pacientes no era suficiente, alguien la había asesinado de la misma forma que a Elmore y Bale. Propietaria de una pequeña granja, sólo quería que la gente la dejase tranquila y su exmarido ni apareciese por la puerta de la casa.
Dwight sacó del bolsillo izquierdo interno de su chaqueta las fotografías Polaroid que la Sheriff le permitió llevarse de la carpeta del caso. Ahora tenían una nueva, la de Lucile, saliendo de la tienda de Elmore. Parece llevar prisa y unas gafas de sol oscuras de gran tamaño. tapan buena parte de la mitad superior del rostro. Sullivan cogió las cuatro fotos y trató de buscar en ellas algún elemento en común, algo que pudiera relacionarlas de alguna forma o proporcionarle alguna pista, pero tuvo que admitir, aunque fuera para sus adentros, que no había nada llamativo… ¿O sí?
La única diferencia se hallaba con respecto a las fotos del caso original. En él, las fotografías habían sido tomadas postmorten y a escasa distancia del cuerpo. En este caso, todas ellas estaban tomadas antes de morir, como si tratasen de enseñar a alguien un aspecto normal y corriente de la vida de esa persona. Como si quisieran que otra persona pudiera identificarlas posteriormente. ¿Alguien había contratado a un sicario y las fotografías eran una forma de tener información sobre la víctima? ¿O se trataba de algo más macabro?
—¿Han encontrado algo en las fotos, agentes? —preguntó la Sheriff, que estaba situada detrás de ellos. Su aspecto mostraba fatiga, aunque seguía estando tan atractiva y juvenil como cuando la habían conocido al comienzo del día—. Los acompañaré a la pensión Norm, donde pasarán la noche. Me temo que hasta mañana no podremos… —paró su discurso a causa de alguien que se acercaba gritando.
Empapado, manchado de barro y muy enfadado, llegó el doctor Stevenson gritando de manera ininteligible que nadie le había avisado de lo sucedido y que había tenido que enterarse por un amigo del grupo de buscadores voluntarios al que se le ocurrió llamarle.
—¡Maldita sea, Sheriff! ¡Se trata de mi esposa y no voy a…!
—Su exesposa, Richard, tú te encargaste de que así fuera —dijo Joanne directamente, sin delicadeza alguna—. Y si nadie te avisó fue por la confusión del momento, todo ocurrió muy rápido.
—¡Eso no te da derecho a ignorarme, Baker!
La joven se volvió hacia los agentes.
—Si me perdonan, voy un momento a mi coche patrulla.
El doctor Stevenson se quedó allí parado, sin saber muy bien qué hacer. Sus manos, en las que debía tener una herida porque estaban manchadas con sangre, temblaban de nerviosismo. Estaba completamente mojado y la ropa estaba además llena de barro.
—Se me ha quedado el coche a la entrada de la granja y he tenido que hacer todo el trayecto andando. ¿Es que nadie me va a informar de nada? —preguntó mirando alternativamente a Sullivan y a Dwight.
—Ud. debe ser el Dr. Stevenson. Un placer conocer a un colega de profesión. ¿Se ha hecho algo en las manos? ¿Quiere que le eche un vistazo a ver si podemos arreglarlo?
Jules se interesó por lo que podría ser una herida en la mano de un sospechoso. Le interesaba ver si hubiera quedado alguna prueba (rastro de paja, posible interpretación con el arma homicida...). Intentó ser amable para no levantar sospecha.
—Lamento lo ocurrido con su exmujer. Estamos encargándonos del caso, yo soy el Dr. Jules Sullivan. Por lo que he podido percibir con su "conversación" con la Sheriff, sigue usted queriendo a su exmujer, ¿cierto? ¿o a qué se viene tanto alboroto?
El doctor Stevenson estrechó de manera automática y desganada la mano ofrecida por el doctor Sullivan, musitando algunas palabras que, a buen seguro, eran un formalismo surgido de manera mecánica. Sus ojos se movieron hacia los del agente del FBI y esperó a que éste le hablase. Cuando le preguntó acerca de las heridas sangrantes de la mano, se explicó rápidamente mientras trataba de disimular un tic nervioso que le obligaba a mover el cuello inconscientemente con cierta frecuencia.
—Al dejar el coche en la entrada de la granja he tenido que venir andando —puso las palmas hacia arriba para que Sullivan pudiera examinarlas visualmente—. ¡Me he caído en el barro y me he clavado de todo en las manos! ¡Fíjese! Laceraciones con piedras y algunas otras cosas del suelo… Pero, en fin, eso ahora no es importante.
Ciertamente, su ropa y sus manos estaban manchadas de barro y las heridas coincidían con pequeñas incisiones, aunque algunas fueran ligeramente profundas, pero no parecía que hubiese mentido. Al menos no en opinión de Sullivan, que hubiera detectado rápidamente un engaño tonto de ese calibre.
Cuando comentó a Stevenson sus condolencias por el fatídico destino de su mujer y realizó las preguntas cuya respuesta deseaba conocer, el tono de voz del hombre sonó tremendamente sincero.
—Claro que sigo queriendo a mi mujer —confesó mientras las lágrimas se le escapaban—. Todo lo malo que ha ocurrido en nuestro matrimonio ha sido por mi culpa… yo era un hombre muy feliz a su lado… —calló de nuevo, consciente de que, quizá, hubiera contado más de lo que solía hablar debido a su estado de nervios—. Me molesta que la Sheriff no me haya avisado sólo porque estemos divorciados. ¡Me he tenido que enterar por terceras personas! ¡Me hubiera gustado ayudar a atrapar a ese malnacido de mierda!
—Tranquilícese doctor Stevenson —dije tras escuchar la corta conversación entre el hombre y Sullivan—. Soy el agente Dwight.
Mi rostro no mostraba ninguna emoción. El arrepentimiento que pudiera mostrar aquel hombre llegaba muy tarde para la pobre desgraciada que yacía muerta en el interior de la casa. Su enfado, su indignación me resultaron demasiado exagerados y trágicos. Sentirse culpable en esos instantes era mucho más fácil que haber intentado cambiar las cosas mientras ella estaba con vida.
—Doctor, ¿ha tenido usted o su ex esposa algún trato con el señor Hill? —No podía quitarme de la cabeza la cantidad de conincidencias y pistas que llevaban directamente al granjero—. ¿Algún tipo de discusión o enfrentamiento?
Era consciente que Hill estaba con nosotros mientras nos comunicaban la muerte de la señora Stevenson, pero por algún motivo que no sabía cómo explicar, tenía la sensación de que de una forma u otra estaba relacionado con las muertes. Tal vez él no era el asesino, pero sí debía ser el punto central del cual partía todo.
Aunque tampoco podía dejar de dar vueltas a las fotografías que, para mi alivio, erea un punto que difería del caso anterior. En esta ocasión no estaban hechas tras la muerte sino antes, en algún momento de sus vidas cotidianas. Algo que me decía que el asesino tenía que ser un habitual del pueblo, tal vez no alguien que viviera de continuo allí pero sí alguien que no llamaría la atención si apareciera. Un extraño con una cámara fotográfica sería alguien quer levantaría sospechas.
Pero debía centrarme en esos momentos en el hombre que tenía ante mí cubierto de barro de pies a cabeza. Ahora que la sheriff no estaba junto a nosotros, quizás el doctor quisiera ser algo más elocuente con sus comentarios.
Ante la pregunta de John Dwight, el doctor Stevenson se quedó en silencio durante un momento, pensando, en apariencia tratando de recordar algo que parecía que ya tenía olvidado en algún rincón de su cabeza. Parpadeó un par de veces e, ignorando el dolor que siente en las manos, respondió casi balbuceando.
—Pues… sí. Por lo que me dijo el cartero del pueblo hace cosa de una semana discutió con mi exmujer —tragó saliva de forma sonora, asustado—. Parece ser que quería comprar los terrenos de mi granja… bueno, de la granja de mi mujer… y se plantó aquí con un impresionante fajo de billetes sucios y andrajosos. Debía haber una verdadera fortuna. Por lo visto insistió mucho en comprarla… pero Lucile acabó por echarle de la granja porque el hombre se estaba poniendo insistente y muy nervioso. Se fue gritando y amenazando, como siempre, pero es lo normal en él y…
Entonces sus ojos se abrieron como platos.
—Esperen… no creerán que ese viejo mató a Lucile, ¿verdad?
A pesar de los intentos de los dos agentes por tranquilizar al doctor Stevenson, este comienza a hacer aspavientos con los brazos evitando ser sujetado. No había pensado que una discusión como esa pudiera ser el detonante del asesinato de su exmujer pero, tras esos breves intercambios de frases con los agentes del FBI, lo tiene claro como el día y está al borde de un ataque de ansiedad.
La Sheriff estaba regresando en ese momento del coche patrulla y se queda asombrada con el comportamiento del doctor.
—Richard… ¿qué demonios estás haciendo? —pregunta de manera retórica.
—¡Ese viejo asqueroso de Hill ha matado a mi mujer! ¡Le voy a volar los sesos!
A pesar de que no parece un hombre violento, las circunstancias podrían hacerle reaccionar de manera muy poco acertada.
—Richard, no estamos seguros… De hecho, en el momento en que el que tu mujer estaba siendo asesinada nosotros estábamos interrogando a Martin Hill —Joanne Baker empleó deliberadamente el término «mujer» en lugar de «exmujer» para tratar de empatizar más con el doctor—. ¡No ha podido ser él! ¡Es imposible!
El hombre pareció desistir en su actitud violenta y cayó al suelo llorando como un niño en medio de una lluvia que comenzaba de nuevo, lo que compuso una estampa bastante patética.
—Como les decía antes —siguió la Sheriff—. Les recomiendo que vayan a dormir al hostal Norm. Mañana a primera hora seguiremos con la ronda de interrogatorios. Tanto ustedes como yo necesitamos descansar. Mandaré a mi ayudante a que hagan las pruebas pertinentes a la guadaña que conseguimos en la granja de Martin Hill y cualquier otra cosa que ustedes me digan.
- Coincido, Sheriff. Deberíamos descansar un poco. Hemos hecho muchos viajes y tenemos mucho en lo que pensar ahora mismo.- dijo Jules hacia la Sheriff y su compañero.
Entonces anotó las pruebas y conclusiones que había ido recogiendo en la escena del crimen mientras salía de la casa y se acercaban al coche. Guardó su libreta en el bolsillo de su chaqueta, se aseguró de cerrar el bolígrafo correctamente y de que se quedaba dentro de su protector de bolsillo de cuero para la chaqueta que había mandado a hacer a posta en la sastrería para que acoplase grácilmente dentro del hueco y sobresaliera lo suficiente como para mostrar las pequeñas solapas adornadas de unos motivos pirograbados sobre el cuero.
- Dwigth, deberíamos hablar de lo que tengamos en mente. Es cierto que Hill estaba con nosotros cuando sucedió, no mentira, nos llamaron de lo ocurrido con Lucile Stevenson. Eso me da que pensar, ya que Hill es sospechoso por tener armas que coinciden con las que serían las armas homicidas, a falta de aclararlo con las pruebas científicas, y también es poseedor de un móvil: ha tenido discusiones con todo el mundo en el pueblo. Pienso que en un alarde de senilidad y demencia ha contratado a alguien o ha engañado a algún pobre chaval que haya querido sacarse unos dineros, le ha provisto de armas y seguramente le haya prometido el Cielo cuando acaben. - hizo una pausa para quitarse la chaqueta, sacar la percha plegable que lleva siempre en la guantera y usarla para sostener la chaqueta del traje en los asientos traseros del coche. En cuanto la colgó, cerró la puerta teniendo cuidado de no pillarla y prosiguió con su discurso - son solo suposiciones, pero puede caber la posibilidad de que haya otra persona y hayan querido incriminar Lewis, que, a todo esto... ¿crees que pueden tener relación Hill y Lewis de alguna forma?
El arranque de furia del doctor primero y su posterior decaimiento me encogieron el corazón. Tenía la corazonada de que el pobre desgraciado no había tenido nada que ver con la muerte de su ex mujer; había sido un tanto exagerado y teatral en sus demostraciones de dolor e ira, pero aparte de eso no había nada que indicara que él quisiera muerta a la mujer que ahora yacía en su cama sobre un gran charco de sangre.
Pero nos había dado una información que me parecía de gran importancia.
—Tenéis razón. Lo mejor que podemos hacer ahora es descansar un poco —dije, pinzándome el puente de la nariz con los dedos en un claro gesto de cansancio.
Había comenzado a llover de nuevo y mis ropas se encontraban ya empapadas. Apenas habíamos comido y, al menos por mi parte, apenas conseguía dormir. Una buena ducha de agua caliente, un bocadillo y un vaso de whisky seguro que me ayudaría a relajarme lo suficiente para intentar ver las cosas de otra forma.
Mientras me dirigía hacia el coche junto a mis compañeros, iba escuchando lo que el forense contaba. Sullivan tenía razón, tenía que haber otra persona que fuera la mano ejecutora. Por mi parte no quedaba ninguna duda de que Hill tenía algo que ver y, ante la imposibilidad de haber matado a la mujer del doctor, tenía que tener un cómplice.
Sin embargo, no dejaba de darle vueltas a algo que había dicho el doctor Stevenson pero, antes de exponerlo a mis compañeros, las últimas palabras de Sullivan me dejaron petrificado, como siempre que oía nombrar a Lewis.
—Habría que investigarlo. Saber si Lewis ha estado en este pueblo alguna vez o si Hill ha viajado en alguna ocasión... También podrían mantener contacto por carta... Deberíamos preguntar a los agentes de prisiones sobre la correspondencia de Lewis.
Pero seguía pensando el las palabras del doctor y en el motivo de la discusión entre el granjero y su ex esposa.
—Hay algo que no entiendo... Si Hill se había enfadado con el dueño de la tienda de alimentos porque no le iba a fiar más; si había tenido un altercado con el banquero, supuestamente porque le denegaban un crédito... ¿Cómo consiguió Hill tanto dinero para comprar los terrenos de la señora Stevenson?
Llevé la mano al bolsillo para sacar el tabaco, humedecido por la lluvia, y el mechero. La primera calada al cigarrillo fue intensa, disfrutando de esa imaginaria sensación de relajación que solo los fumadores conocen, antes de arrancar el coche.
—¿Os apetece un bocadillo y una copa antes de dormir? —preguntó a sus compañeros. Muchas veces desligarse de la investigación aunque fuera por una horas era lo mejor que podían hacer.
—Lo de cómo consiguió Hill el dinero no creo que sea tan complicado: normalmente la gente mayor no recurre a los bancos para guardar todo su dinero. Suelen desconfiar de estos sistemas y guardarse grandes cantidades debajo del colchón o en algún otro lugar de su casa.
—Acepto con gratitud la oferta del bocadillo, Dwight. Tengo bastante hambre, y la copa tampoco la negaré.
No condujeron mucho hasta encontrar un sitio que parecía adecuado para la misión que querían completar: tener una cena decente y poder tomarse alguna copa antes de dormir. Al llegar a aquel garito lo primero que pidió Jules fue un whisky solo y pidió que le hicieran un bocata de panceta y pimientos, gustos un tanto peculiares pero que le daban un nuevo sabor a la vida.
Al comenzar a comer y poder saciar aquella hambre atroz que le rondaba durante toda la tarde, pudo despejar su mente y para distraerse comenzó a revisar el local, buscando gente con la mirada, como queriendo leerlas y ver si alguna pudiera estar relacionada con el caso.