Sullivan fue a la morgue de Ashville, donde se encontraba el cuerpo de Arthur Benson. Allí fue recibido por el ayudante del forense, un chico demasiado joven y carente de experiencia como para servir como verdadero forense. Tras las presentaciones, John Edwin ayudó al experto forense a ponerse la bata para realizar la autopsia al hombre cuyo cuerpo descansaba en una de las dos neveras que tenía el lugar. En caso de desastre, iban a tener un problema con los cuerpos. El de Arthur Benson era el propio de un hombre maduro de 58 años, con el cabello gris y un fino bigote que asemejaba a una procesión de hormigas.
—Antaño vivía en Los Ángeles, agente —dijo el joven mientras ayudaba a Sullivan a ponerse los guantes—. Vino buscando una especie de retiro espiritual… ya sabe cómo es la ciudad. Aquí conoció a Mary Wright, con la que se casó años después. Tuvieron un hijo, pero creo que no es tan creyente como sus padres… no obstante es un buen chico. Ahora lo está pasando algo mal de que rompió con la Sheriff.
Escuchando con atención, pero sin perder detalle de lo que estaba haciendo, Sullivan abrió al hombre en la clásica forma de «Y». Tras pesar sus órganos y llevar a cabo las comprobaciones fundamentales, tuvo que convenir que la muerte por infarto era, en efecto, real. Sin embargo, los niveles de cortisona en los órganos y en la sangre y una serie de rigideces en algunos músculos indicaban algo más. El hombre había fallecido de un infarto causado por un ataque de puro miedo. Una sensación de terror tan fuerte que detuvo su corazón.
—Es curioso, además, que ese día habían dejado en un cepillo de la Iglesia una foto del pobre hombre que la viuda recogió pensando que era una señal de Dios… —comentó el joven como si tal cosa—. Qué extraña es la vida, ¿verdad?
Jules no hacía mucho caso a la mosca becaria que revoloteaba alrededor suya. Suerte que le había echado una mano y parecía tener la lengua algo suelta como para no esconder cosas que pudieran tramar como la autopsia del día anterior a los otros dos chicos.
—¿Foto? —se sobresaltó al escucharlo— ¿Qué tipo de foto? —volvió a preguntar al chico ayudante—. Además, ¿a quién tenéis metido en la otra nevera? Espero que no tenga ninguna relación con el párroco... le echaré un ojo igualmente.
El joven ayudante cogió una fotografía de Polaroid de un mueble y se la tendió al forense del FBI. En ella se ve al párroco, muy diferente al cuerpo muerto que ahora yace en la camilla de autopsias, desde cierta distancia. No está sacada por un profesional, ni siquiera por un aficionado a la fotografía, ya que está en movimiento y un poco desenfocada. Sullivan la observa con mucha atención y lo relaciona, inmediatamente, con el caso.
—Oh, en la otra "nevera" no hay nada, doctor Sullivan —dice el joven abriendo la puerta para demostrar que lo que dice es cierto—. Por suerte no hay otro cadáver, no. ¿Por qué lo pregunta?
Increíble... también este párroco parece haber sido víctima del desgraciado que perseguimos —se dijo Jules a sí mismo mientras echaba un vistazo a la foto y cambiaba su objetivo al cuerpo que yacía sobre aquella fría mesa metálica. Era hora de ir cerrando el chiringuito, pero antes tenía que terminar de interrogar a aquella mosca que le había iluminado con aquella fotografía.
—Lo pregunto por curiosidad, simplemente. Dime, joven, esta fotografía estaba con las pertenencias del párroco, ¿qué más llevaba en ese momento? Sácalas que les eche un vistazo por favor.
El joven parecía confuso, incluso de alguna manera despistado. Se afanó en acercarse a un cajón y mirar en su interior. Sullivan pudo ver cómo negaba con la cabeza, probablemente contrariado por no poder atender a la petición que acababa de hacerle.
—Lo siento, doctor Sullivan, pero no llevaba nada más en los bolsillos —dijo, e inmediatamente añadió—. No obstante, siempre puede ir a hablar con su viuda, que está en la iglesia. Quizá ella pueda darle más detalles que yo desconozco. Soy un sencillo aprendiz del oficio y... bueno... no me cuentan mucho —afirmó, avergonzado, con la cabeza gacha mirando al suelo.
El chico no fingía, eso estaba más que claro. De haber mentido en algo o haber tratado de ocultar algún detalle, Sullivan se hubiera dado perfectamente cuenta de ello. Nunca ha sido un hombre a quien fuera fácil embaucar y, mucho menos, por un joven que lleva medio mes afeitándose, como mucho.
—No se preocupe, chico —dijo con algo de compasión en su voz, notando que no se había portado del todo bien con el joven becario.
Jules tomó la foto como prueba del crimen, en su bolsa pertinente y la catalogó para su equipo. Entonces terminó de rellenar su propio informe, donde además del infarto aclararía el estado de miedo o nerviosismo que sufrió el párroco antes de ser atacado por su propio corazón. Hizo lo mismo que en la autopsia anterior: al tener rellenado el informe y revisado, mandó un correo electrónico junto con el archivo adjunto tanto al Director como al resto de su equipo. Sin embargo esta vez pensó que era momento de llamarles, la viuda requería de algo de atención (atención sentimental no podría prestarle Jules, pero sí por dudas que habían surgido durante la autopsia). Llamó a su equipo.
—Chicos, ya he acabado con el párroco. Parece que sí era un infarto, lo tenéis en vuestros correos también el informe. Pero parece que instantes antes del ataque al corazón sufrió un ataque de miedo o de nervios, provocado por Dios sabe qué. Y otra cosa... la viuda encontró una fotografía tipo polaroid en el cepillo de la iglesia. La he catalogado como prueba, ya que guarda relación con el caso. ¿Queréis que me acerque yo a hablar con la viuda?
—Sullivan... —contesté cuando el forense respondió mi llamada—. Vaya usted a hablar con la viuda del sacerdote mientras nosotros entrevistamos a los vecinos del primer fallecido. Si necesita apoyo avísenos.
—Hecho, nos vemos más tarde —se despidió Jules por teléfono. Recogió sus bártulos del hospital y se despidió de su temporal y joven compañero de autopsia. Pidió que la fotografía la catalogasen como prueba y lo incluyó en el archivo del informe.
Al salir del hospital, cogió su coche y tomó dirección de la casa de la viuda del párroco - Parece que todo el mundo sabe donde vivía este hombre - donde al llegar aparcó, esperó unos instantes en el coche antes de salir apresuradamente y pensó en cómo iba a dirigirse a la mujer. - ¿Sobre qué debería preguntarle? no es mi especialidad... la mía es examinar cuerpos - dudaba de sus habilidades, aunque sabía que debía entablar conversación - bien pues... le preguntaré sobre las relaciones que tenía en la iglesia, si había alguna persona que últimamente frecuentara más de lo normal la iglesia, si había notado algo raro en el comportamiento de su marido los últimos días... ya se me ocurrirán más.
Bajó del coche, abrió la puerta trasera para sacar su chaqueta del traje gris marengo que vestía, se la puso y ajustó las mangas. Miró a uno y otro lado de la calle y se dirigió hacia la puerta, donde tocó el timbre esperando respuesta.
Tras llamar a la puerta en un par de ocasiones, una mujer se acercó a paso lento y, tras descorrer una pequeña cortinita y comprobar que quién estaba al otro lado de la puerta era un hombre de color atractivo, elegantemente vestido y con aspecto serio, abrió de inmediato.
—Buenos días, caballero. Que la paz del Señor esté con usted —le bendijo la señora con un tono de voz extremadamente triste—. Dígame, por favor, ¿quién es usted y en qué puedo ayudarle?
A pesar de sus circunstancias personales, la muerte de su marido de la que era imposible que no había sido natural del todo, su tono fue todo lo solícito, amable y afectuoso que fue capaz de poner.
—Muy buenos días, señora, disculpe que le moleste esta mañana. Mi nombre es Jules Sullivan y he sido el forense encargado de realizarle la autopsia a su marido... mi más sentido pésame por lo ocurrido —Esperó unos segundos a ver la reacción de la mujer, esperando un ofrecimiento a entrar y charlar tranquilamente—. Si no es mucha molestia, me gustaría poder hacerle unas preguntas que serían de gran ayuda para esclarecer lo ocurrido con unos crímenes en los que creemos que está relacionada la muerte del Sr Benson, su marido.
La mujer seguramente estaría consternada en el momento en el que un desconocido llega a su puerta y comienza a hacerle preguntas sobre la muerte de su marido. A ella le habían dicho que fue por un ataque al corazón y ahora que podía estar relacionado con algunos crímenes, debe causar mucha frustración. Sin embargo, Jules continuó su entrevista a la señora Benson.
—La foto que encontró en el cepillo sigue el mismo modus operandi de un asesino en serie que mi equipo está investigando. Nos sería de gran ayuda su colaboración con unas pocas preguntas: la primera querríamos saber si últimamente habían aparecido nuevos feligreses en la iglesia y si su marido se lo había comentado, sobre alguno en especial —Intentó no hacer las preguntas muy premurosamente para no abrumar a la mujer—. ¿Su marido llegó realmente preocupado por algún caso algún día de las últimas semanas? Entiendo que, siendo un hombre de Dios, el secreto de confesión se mantiene firme en su devoción. Sin embargo, también sé que la intuición de una pareja hacia su compañero de vida va más allá del entendimiento humano, y conocemos cuando nuestros familiares pasan por algún mal momento aunque no nos lo quieran decir.
La mujer miró con amabilidad al agente Sullivan, con esa ternura propia de quienes consideran que están al cargo de todo el mundo y todo el mundo es su responsabilidad. Resultaba evidente que la mujer del pastor estaba muy al tanto del estado de toda su parroquia, casi tanto como su marido.
—Ah, señor Sullivan, usted debe ser uno de los agentes que nos envían desde el gobierno para ayudarnos —dijo con una absoluta normalidad—. La Sheriff me informó de ello. Daré gracias a Dios por ustedes.
So rostro se puso serio durante algunos instantes y pareció estar pensando detenidamente lo que decir a continuación.
—Las cosas en este pueblo han cambiado mucho desde que llegó la nueva Sheriff …esa arpía… —susurró esto último—. Y mi hijo se enamoró como un tonto de ella —reflexiona durante unos instantes—. Quizá si hablase con personas experimentadas, con un recorrido vital como el de ustedes, que trabajan en el FBI, podría abrir los ojos y darse cuenta de lo que es verdaderamente importante en la vida… —hace una pausa—. Lo siento, sé que no ha venido precisamente por eso… verá, los secretos de confesión de mi marido eran entre Dios, él confesado y él. Nunca me contó nada al respecto. Lo que sí le puedo decir es que tuvo hace como una semana una discusión con Martin Hill, aunque no me comentó la razón.
Unas lágrimas se le escaparon de los ojos antes de seguir hablando.
—¿Sabe? Yo mismo encontré el cuerpo de mi pobre marido cuando fui a buscarle para preguntarle porque estaba tardando tanto en ir a casa ese día —respiró aparatosamente—. Atravesado en medio de la iglesia, con los ojos desorbitados, encontré su cuerpo. Como sabrá, el médico dictaminó que fue un fallecimiento a causa de un infarto fulminante… Anteriormente ya había tenido problemas de corazón. La última crisis la tuvo cuando Terence, nuestro hijo mayor, dejó la relación con Joanne Baker.
"La Sheriff, los hijos, Martin Hill, Joane Baker... demasiadas personas a quien entrevistar uno solo. Debería comunicárselo al grupo y dividirnos la faena", pensaba mientras continuaba su diálogo con la señora Benson.
—Debe haber sido una experiencia horrible el encontrarse con su amado de esa forma. No deseo recordarle más aquellos hechos, pero me gustaría saber dónde puedo encontrar a sus hijos y al señor que usted ha llamado Martin Hill. Me gustaría poder hablar con ellos también —hizo una pausa esperando respuesta—. ¿cree que debería conocer algo más o tiene usted que decirme algo más? estoy seguro que su Dios estará en deuda con usted con la ayuda que nos está prestando en esclarecer lo ocurrido.
—Oh, mis hijos pequeños no tienen ningún interés, agente Sullivan, puede creerme —aseguró la mujer con los ojos enrojecidos por la emoción—. De hecho, suelen pasar más tiempo en la ciudad que aquí, en Ashville. Viven bien, tienen buenos trabajos... aunque no se acuerden de su madre prácticamente nunca. El que me preocupa en realidad es Terence. Le encuentro hundido y lejos del Señor desde la ruptura con la sheriff Joanne y la fatídica muerte de su padre.
Hizo una pausa, pero no porque quisiera pensar sus siguientes palabras, sino por lo delicado de su situación emocional. Todo lo sucedido en estos días, incluyendo la muerte de sus queridos vecinos, le había pasado factura de manera desgarradora y sólo una gran fortaleza interna la mantenía en pie.
—Me temo que no le puedo decir nada más, agente —dijo con convicción—. Le diría que fueran a hablar con ese… con Martin Hill, pero no quiero levantar un falso testimonio o sospecha porque, a pesar de su agrio carácter y su cólera habitual, nunca ha hecho daño a nadie, en realidad.
Sacó un pañuelo y comenzó a limpiarse una lágrima furtiva que escapó a su control. Se estaba empezando a emocionar en exceso y no parecía algo muy positivo en una mujer de su edad y en su estado.
—Si me disculpa, agente, me gustaría regresar a mis oraciones, que es donde encuentro consuelo y abrigo.
- Mis más sinceras condolencias. Que tenga usted un buen día - se despidió Jules de la Señora Benson. Volvió a su coche, miró en derredor, por costumbre, y se subió a él. Conducía sin chaqueta, no quería que se le arrugase más de la cuenta. Y al situarse en el asiento del piloto, antes de encender el coche llamó a sus compañeros para comunicarles la información que había obtenido.
- Hola chicos. He estado hablando un poco con la Señora Benson, mujer del párroco que falleció. Me ha comentado que hará una semana tuvo una discusión con un tal Martin Hill, aunque la señora no sabía la razón. Además anteriormente el párroco ya había tenido problemas de corazón, por lo que encaja en la causa de su muerte. También me ha dicho, desconozco si es de interés o no, que la Sheriff a la que habéis ido a ver tuvo una relación con uno de sus hijos. Cuando comenzaron la relación fue el momento en el que el párroco tuvo otro ataque al corazón. Ahora, ¿cómo váis vosotros? ¿necesitáis que vaya a algún otro lado? suerte sería no encontrar más cuerpos que tengamos que abrir.
Desde este mismo momento, si así lo deseas, ya te encuentras en la escena:
«Banco Agrario Benk y Robert Bale».
Hecho, puedes cerrar hilo si quieres