Tras reunirse el grupo grupo a Ashville, subieron en un automóvil que el FBI ha puesto a su disposición. Una carretera estrecha y mal asfaltada se bifurcó desde la principal, recorriendo varias millas hasta llegar al pueblo. Mientras se acercaban, podían ver las extensas plantaciones de maíz que rodeaban la localidad, y muchas granjas pequeñas entre ellas. Después de varias curvas más, el asfalto mejoró de repente, un cartel a la orilla de la carretera anunció su destino: «Ashville, población 429», unos minutos después el vehículo se adentró en el pueblo.
A ambos lados podían verse los viejos edificios que componían la parte más popular del pueblo: un restaurante de estilo ranchero, una vieja tienda de comestibles, la vieja iglesia, un pequeño edificio con banderas en su fachada que parece ser el ayuntamiento, y una oficina del sheriff que parecía sacada de una antigua película de vaqueros. Ahí detuvieron el coche. El primer paso era contactar con la Sheriff del condado, Joanne Baker, que serviría para poner al grupo en antecedentes de lo ocurrido y que les echaría una mano en la investigación.
—Hemos llegado. Gracias John, excelente viaje —digo mientras me bajo para estirarme un poco—. Sullivan, me gustaría que supiera, aunque ya le hemos contado, nuestro encuentro con Lewis... es raro que supiese de este caso, sabía que estaba haciendo las autopsias y nos dijo que la muerte del padre hay que revisarla, aunque fuese una muerte natural, o eso creemos —digo dudando un poco de mis palabras.
—Mientras... cuéntenos, ¿cómo fue el viaje al Hospital St. Peter? A parte de ese informe tan detallado que nos envió, ¿hay algún otro dato que debamos saber? —mis palabras se escuchan un poco directas y centradas en el tema. No quiero que piense que estoy siendo amable, solo deseo la mayor cantidad de información posible y sé que en un correo a veces pueden faltar datos.
Sumido en oscuros pensamientos había conducido la mayor parte del trayecto en completo silencio. Aquel no era un viaje que se fuera a caracterizar por sus paisajes ya que lo único que alcanzaba a ver, a medida que nos acercábamos a Ashville, eran más y más campos de maíz. Monótono y aburrido. Pero aún así eran otras las preocupaciones que ocupaban mi mente y sentía que, una vez más, empezaba a obsesionarme con ese nuevo caso. Solo esperaba que no acabara como el anterior.
Aparqué delante de la oficina de la sheriff y, una vez bajé sintiendo cómo todos mis huesos protestaban después de tantas horas de viaje, miré a ambos lados de la calle para hacerme una primera composición del lugar.
—Deberíamos hablar con la sheriff para que sepa que ya estamos aquí —dije, asintiendo con la cabeza a la felicitación por el viaje que me había hecho Peter—. O si lo preferís podemos ir antes a tomar un café para despejarnos y charlar un poco sobre el caso —añadí, señalando con la cabeza hacia el restaurante de esa misma calle.
No estaba muy convencido que eso fuera lo mejor que pudiéramos hacer en esos momentos, pero quizás mis compañeros necesitasen un pequeño refrigerio antes de meternos de lleno junto a la sheriff en la investigación. Además... un rápido café nunca estaba de más.
Baje del coche completamente apelmazada, había sido un viaje largo y después de las revelaciones del asesino de la polaroid no demasiado agradable...ahora las opciones que se nos planteaban eran ir a hablar ya mismo con la sheriff o tomar un café previo para departir con los compañeros nuestra perspectiva inicial del caso...
—Yo si os da igual necesitaría un café para ordenar lo que tenemos hasta el momento y mientras tanto Sullivan nos puede poner al día en persona de las autopsias —dije mirando a John que era quien lo había propuesto.
—Nunca digo que no a un buen café. Vamos a la cafetería más cercana, nos ponemos al día y aclaramos ideas.
Julles se puso en marcha directo a la cafetería, entendiendo que todos querían lo mismo. Una vez entraron pidió un café solo, corto y cargado. Tomó unos primeros sorbos y comenzó.
—Supongo que os llegaron los informes de las autopsias... además de todo el apartado técnico —Hizo una pequeña pausa buscando contacto visual con sus compañeros de mesa—. El Dr. Gulavson, encargado del hospital St. Peter, ya hizo las autopsias cuando yo llegué. Cosa que no me gustó nada. Igualmente las repetí al llegar y más o menos coincidíamos en el informe.
Terminó de otro sorbo su vaso y continuó.
—¿Cómo os ha ido a vosotros? ¿Ese maldito preso sigue igual de loco?
El local que el grupo escogió para tomar un café fue el Bar Familiar Simpson. Por lo que podía verse, el local era toda una institución en el pueblo. Su dueño el ranchero) fue hace tiempo un vaquero de la vieja escuela, de los que apenas quedaban en América. Un accidente le hizo abandonar su antigua profesión, y llegó a Ashville con un buen puñado de dólares en los pantalones. Abrió primero un bar que a los pocos meses se transformó en el Bar Familiar Simpson, con el que ha conseguido mucho más éxito.
El local es tradicionalista hasta más no poder: interior rústico, lleno de adornos de estilo rural y vaquero (muchos de los cuales son del propio Tom), una cocina especializada en comida sureña, una gran bandera de la Confederación adornando más de un rincón del lugar, fotografías en blanco y negro de verdaderos vaqueros, cornamentas de ganado en las paredes, ruedas de carro y todo lo que Tom estimó necesario para dotar al bar de la atmósfera óptima. Cuando el grupo entró en el local, lo primero que les impactó fue el penetrante olor a comida que debía existir a cualquier hora.
La joven que les atendió, de nombre Taddy Smith, les había recomendado su famosa «parrillada ranchera» y sus jarras de cerveza de a medio dólar. Es una jovenzuela de 16 años que trabaja en el Bar Familiar de Tom Simpson. Es una belleza sureña de pelo rubio y ojos castaños que debía traer locos a todos los jóvenes de Ashville y alrededores. El lugar era bastante cálido a causa de la cocina y por ello la chica les atendió sudorosa, con una camisa de cuadros anudada y unos shorts. Todo un espectáculo juvenil para los hombres del local.
El lugar elegido para tomar el café parecía salido de una vieja estampa de la América rural y profunda. No le faltaba de nada a la decoración, desde los útiles usados por los vaqueros, hasta la bandera confederada y las cornamentas. Incluso el olor que salía de la cocina y que a mí me revolvió el estómago era lo típico que se podía esperar de semejante sitio.
Me senté a una mesa y no pude evitar observar a la adolescente que nos atendió. Quizás me estuviera volviendo viejo, o quizás demasiado sensible a ciertas cuestiones pero ver su atuendo y su juventud, sin contar con las miradas que le echaban a su paso, consiguió que sintiera pena por ella. Una pena que tal vez no estuviera justificada y seguramente la joven Taddy estaría encantada de recibir esas atenciones.
Pero no estábamos allí para degustar, por el momento, la comida lugareña ni mirar a jovencitas que enseñaban más que mostraban. Estábamos allí por un asunto demasiado serio y preocupante; un asunto que a mí ya empezaba a afectarme al sueño y a mi estómago.
—Solo café, gracias —pedí para mí. Si mis compañeros tenían ganas de comer no les iba a impedir que lo hicieran, al fin y al cabo había sido un viaje largo y seguramente aparte de cansancio podrían tener hambre. Por mi parte con el café tenía bastante para acompañar el cigarrillo que desde hacía horas tenía ganas de fumar. Porque toda aquella tensión había traído consigo el que volviera a fumar.
Mientras escuchaba al forense encendí el cigarrillo, saboreando el humo de la calada como si fuera el mayor manjar. Cerré los ojos un instante cuando Sullivan hizo las preguntas que menos me apetecía contestar.
—Ese cabrón se ha reído en nuestra cara —dije, consciente de que Lewis había disfrutado con nuestra visita—. Pero hemos sacado algunos datos un tanto inquietantes. El hecho de que sepa más de la investigación en curso que nosotros me preocupa mucho... Él fue el que dijo que se hiciera la autopsia al sacerdote y no voy a mentir que tengo curiosidad por saber a qué conclusión llegas tú —dije apuntando con el cigarrillo a Sullivan—. Necesitamos encontrar algún nexo de unión entre las muertes, algo que nos indique que es un imitador aparte de las putas fotografías.
No mas entrar en el Bar Familiar, me relaja un poco, el ambiente es agradable y acogedor, me hace olvidar un poco todo el peso que llevo por dentro, por Sandy y ver a la camarera que se acerca a la mesa me hace sonrojar un poco, pues su belleza resalta bastante.
—Un café por favor, gracias. - Le digo centrándome de nuevo en lo que nos preocupa en este momento.
—Es cierto Sullivan, concuerdo con el agente John —le digo mirando serio a John pues desde que salimos desde donde Lewis he tenido ganas de preguntarle sobre algo que dijo Lewis en aquel momento—. Lamentablemente será necesario hacer lo que ese psicópata dice y revisar el cuerpo del sacerdote.
—Agente Dwight —le digo con tono serio pero con mucho respeto, como dirigiéndome a un superior cuando estaba de servicio y solicitaba permiso para hablar—. Lewis nombró a Sandy y dijo algo que está rondando mi cabeza, ella... —Hago una pausa para mantener mi calma y hablar sereno—. Ella ¿estaba embarazada? —Pareciera que el lugar quedara en silencio rotundo para mi, espero la respuesta de John, espero será sincera.
Hemos entrado en una cafetería lo mas sureña posible, por haber hay hasta una bandera de la confederación, dejo de pensar en lo sureño que es todo cuando una chica muy joven, poco mas que una niña sale a atendernos, con mas carne que ropa puesta, me doy cuenta de que alguno de mis compañeros se fija en ella... pobrecitos que simples son los hombres... pienso sin poder dejar de esbozar una sonrisa...sonrisa la cual se me hiela cuando escucho a Peter preguntar a John si su novia estaba realmente embarazada como nos dijo el asesino de la Polaroid...
Jules apartó la taza vacía un poco de su sitio y volvió a estirarse escrupulósamente las mangas del traje. Fue entonces cuando comenzó.
—¿Así que el párroco, ¿eh? —Se quedó pensativo un momento—. Bien, pues pediré permiso al Director e información sobre dónde se encuentra el cuerpo y veremos si fue realmente ese ataque al corazón o no.
Se quedó unos instantes mirando al techo, como buscando las soluciones a aquel rompecabezas de la muerte del párroco que pudiera parecer un ataque al corazón y no lo fuera en realidad... - Puede que sí haya sido un infarto, pero... puede darse por agentes externos o por algunas sustancias que le hayan hecho ingerir... habrá que revisarlo - dijo para sí mismo.
Dejó el dinero en su mesa y dijo:
—Señorita y caballeros, creo que yo ya no hago mucho aquí. Ustedes son los especialistas en averiguar qué ocurre en la mente de esos depravados y de discernir las pruebas, yo en cambio soy quien debe aportároslas, así que a ello voy. ¿Creen que deba haber algo más que deba saber?
No quiso perder más el tiempo. Al salir del establecimiento, cogió su teléfono móvil y tecleó el número del Director.
—Sr. Skinner —comenzó—, supongo que el grupo le informará mejor que yo, pero parece haber una conexión con el párroco que sufrió el infarto. Me gustaría pedir permiso para realizarle la autopsia y saber dónde se encuentra, no creo que debamos demorarnos mucho.
No podía negar que me encontraba tenso. Eran tan pocos los datos y las pistas que teníamos en ese nuevo caso, que unido a todo lo ocurrido durante la entrevista con Lewis, me producía cierta desazón. Por eso me dedicaba a escuchar a mis compñaeros fumando todo lo tranquilamente que podía mi cigarrillo y bebiendo el café, más caliente de lo que sería conveniente.
Pero el momento que temía y que esperaba que no se diera llegó. Johnson me hizo aquella pregunta cuya respuesta era mejor que no supiera. De nada serviría causar más dolor del que ya tenía encima. Miré a mi compañero con una mezcla de compasión, tristeza y angustia, preguntándome si había hecho bien ocultándole ese dato. Pero había muerto tanta gente, había visto sufrir a tantos que en su momento había preferido causarle más dolor.
Iba a hablar cuando el forense nos dejó de manera un tanto abrupta. Con un asentimiento de cabeza le mostré mi conformidad con lo que tenía pensado hacer y, una vez desapareció por la puerta, volví a enfrentarme a la mirada de Johnson.
—Sí Peter, estaba embarazada —dije por fin con un tono cansado y preocupado en la voz—. La autopsia así lo confirmó. Fue mi decisión que no te lo dijeran... Ya habías sufrido demasiado y saber la verdad solo causaría más dolor
Prefería que volcara su rabia en mí al haber callado ese secreto a que Johnson se perdiera él mismo en su sed de venganza.
Esperando la respuesta de John, sentía que los segundos fuesen horas y en ese momento Sullivan se retiró rápidamente. Dijo algo sobre el Párroco pero no presté mucha atención en ese momento, estaba concentrado en Jhon y lo que pudiese decirme.
Sí estaba embarazada... dijo. Aunque me esperaba que esa fuese la respuesta, confirmarla me dejó bastante mal. Mi cara cambió de color, palidecí y volví a sentir la tristeza de saber que Sandy no estaba conmigo, que no había podido protegerla de ese malnacido.
Entiendo las razón de John para ocultarme ese dato en el momento de enterarme de la muerte de Sandy; no reprocho su decisión, es algo que pasó y de haberme enterado en ese momento, creo que mi sed de venganza se hubiese despertado y lanzado todo por la borda.
Hubiese golpeado a ese asesino cuando lo tuve en frente de mi —pensé y recordé el momento en el que vimos a Lewis.
Me quedo unos minutos en silencio tratando de organizar mi cabeza.
—Gracias John, entiendo por qué me lo ocultaste en ese momento, agradezco ahora tu sinceridad. Continuemos, debemos atrapar a un imitador antes de que dañe a alguien más —digo serio, sin mostrar un atisbo de emoción en mi cara. El entrenamiento marine me ha servido para enfrentarme a muchos momentos difíciles, o será que el vació es tan grande que ya no importa más?
—Dijiste que fuésemos a hablar con el sheriff, cierto? Vamos, yo invito el café. No se preocupen, adelántense que voy a la caja a pagar. Salina, no pediste nada, ¿deseas algo?
Me levanto de la mesa para dirigirme a la caja pero antes espero que Salina me responda. Al hacerle la pregunta y mirarla, me recuerda a Sandy, lo cual me hace bajar la mirada. Necesitaba ese camino a la caja para organizar mi cabeza, estar esos instantes solo con mis pensamientos.
Tras haber intercambiado el grupo la información acerca del desagradable encuentro con Arthur D. Lewis en el Centro Penitenciario de Blackrock y la nueva autopsia de los cuerpos de las dos víctimas oficiales del imitador del «asesino de la Polaroid» (realizadas con mucha más profesionalidad de que lo que el Dr. Gulavson pudiera llegar a hacer jamás) comienzan al fin a tomar un café.
La mirada de contrariedad de John Dwight hacia Taddy, la camarera, contrastaba con la indiferencia de Sullivan y la curiosidad de Salina por ver quién era el que se dejaba engatusar por los encantos de la joven quinceañera. Pero todo pasó a un segundo plano cuando la conversación se volvió tan seria que todo el alrededor se difuminó durante unos minutos.
Dwight propuso a Sullivan realizar la autopsia del sacerdote fallecido, según le sugirió Lewis en la breve entrevista que tuvieron, idea que apoyó Peter. Sullivan aceptó y llamó al director adjunto Skinner para solicitar permiso para realizar la autopsia y, de paso, averiguar el lugar donde guardaban el cuerpo. Según le informó su superior, la morgue de Ashville guardaba el cadáver.
La revelación que había realizado el macabro asesino acerca del estado de Sandy, la prometida de Peter asesinada por Lewis volvió a salir a colación sumiendo al joven ex militar en un estado de depresión del que sabía que tendría que recuperarse pronto, pero que durante unos minutos le hundió como una losa de una tonelada sobre su cabeza. Precisó de unos minutos en soledad y silencio antes de poder incorporarse a la investigación, cosa que todos respetaron.
Una vez fuera del Bar Familiar Simpson, volvieron a cruzarse con la gente de la localidad en dirección a la comisaría. Las miradas dejaban traslucir una mezcla de curiosidad y descaro, estando poco acostumbrados a las caras nuevas. A los agentes les llamó la atención el estilo anticuado de sus ropas, pero no resultó nada extraño teniendo en cuenta que se encontraban en la llamada “América profunda”.
La oficina del sheriff estaba situada en el centro del pueblo. Era de los lugares más antiguos de Ashville, y había quien aseguraba que ocupaba el mismo lugar desde los tiempos del salvaje oeste, cosa que era difícil de averiguar, aunque sí que parecía llevar allí mucho tiempo. Para aumentar el rumor, la fachada era calcada a cualquier fachada de oficina de sheriff sacada de una película de John Wayne.
La sheriff Baker, de 36 años, pelo moreno y rizado y una estructura atlética, les estaba esperando en la puerta acompañada de un joven que debía tratarse de su ayudante, un joven rubio de 26 años que ya de lejos parece bastante activo. La sheriff les da un apretón de manos.
—Bienvenidos agentes. Soy la Sheriff Joanne Baker y este es Fred Willis, el ayudante de Sheriff —dijo de manera amable, pero seria—. Tenemos mucho de qué hablar y poco tiempo si queremos coger a —en este punto bajó la voz— ese bastardo antes de que siga asesinando. Acompáñenme al interior para hablar con tranquilidad —dijo mirando a su alrededor.
Les hizo pasar a la oficina, donde la secretaria Patty, una mujer de mediana edad, sonriente y regordeta cogió las chaquetas de todos los agentes. Quizá quedándose más de la cuenta para poder escuchar lo que se hablaba.
La sheriff les invitó a sentarse y fue directamente al grano. Les contó parte de la información que ya sabían por sus superiores y el pequeño dossier que habían ido leyendo durante el viaje: hacía ya una semana que apareció el cadáver de James Elmore, dueño de una pequeña tienda de alimentación, en el salón de su casa. Hacía sólo un par de días apareció el cuerpo sin vida de Robert Bale, el director de la sucursal bancaria del pueblo. Se le encontró en el jardín trasero de su casa, a las afueras del pueblo.
Lo que alertó al FBI fue la forma de asesinato: en ambos casos los cadáveres presentaban heridas de arma blanca, y junto a cada uno de ellos apareció una foto Polaroid. No hacía falta decir que es el mismo modo de asesinar que tenía Arthur D. Lewis, el asesino de la Polaroid que tantos quebraderos de cabeza trajo al FBI hacía unos años.
Después de salir del Bar Familiar Simpson, ya un poco más calmado por la confirmación de Jhon sobre el embarazo de Sandy, veo el lugar bastante agradable y tranquilo. Pienso que es un poco extraño un sitio así para cometer asesinatos porque el pueblo se ve acogedor y todo a donde mire bastante similar. Por las miradas de los habitantes del lugar, se nota que todos se conocen entre todos o que detectan a alguien que no es nuevo por aquí.
—Muchas gracias Sheriff por su recibimiento, soy Peter.
Dentro en la oficina escucho atentamente a la Sheriff y cuando termina de hablar le pregunto:
—¿Tienes alguna idea de por qué querían a estas personas muertas? ¿Algún enemigo en común o se juntaron con las personas que no debían?
Mientras recorríamos el trayecto entre el bar y la oficina del sheriff no pude evitar tener la sensación de encontrarme, de forma bastante anacrónica, en medio de una vieja película del oeste. Sensación que se acrecentó al llegar ante el edificio donde se encontraba la oficina.
Estreché la mano de la sheriff Baker observándola con ojo apreciativo. Parecía una mujer decidida y con aplomo, aunque me preguntaba hasta qué punto estaría preparada para un caso como el que teníamos entre manos. Dudaba que en aquel pueblo perdido de la mano de dios, aparte de peleas de borrachos y algún que otro robo, pocos actos criminales debían padecer.
—Soy el agente John Dwight —saludé a la sheriff y a su ayudante—. Gracias por el recibimiento —corroboré las palabras de Peter.
La oficina no era muy grande, algo normal siendo aquel un pueblo pequeño, pero resultaba cómoda y lo suficientemente íntima para hablar sobre el caso. O por lo menos eso quería pensar.
—Al hilo de lo que dice mi colega —dije, una vez Peter puso sobre la mesa las preguntas que quería realizar—. No solo enemigos comunes sino también asuntos o negocios que tuvieran ambas víctimas. Algún asunto del pasado que los pudiera relacionar... A ellos dos y al sacerdote. Cualquier detalle puede ser importante, aunque usted crea que pueda ser una tontería.
Salimos del restaurante después de que el forense se despidiera para ir a hacer una autopsia al cura, recorrimos el camino entre el restaurante y la oficina de la sheriff, tanto ella como su ayudante eran jóvenes, esperaba que así nos fuese mas fácil tratar el tema que nos ocupaba.
De momento iba dejar hablar a mis dos compañeros así que me limite a presentarme y después me limite a escuchar.
La sheriff les hizo pasar al interior de la oficina, donde la secretaria se hizo la remolona intentando ordenar los ficheros para no perder detalle de la conversación. Al menos en apariencia. Allí, la joven comienza a hacer un breve resumen de la situación.
—¿Tienes alguna idea de por qué querían a estas personas muertas? —preguntó Peter— ¿Algún enemigo en común o se juntaron con las personas que no debían?
La mujer se atusó el pelo, más práctica que coquetamente, antes de hablar.
—Lo cierto es que ni el señor Bale ni el señor Elmore tenían enemigos en el pueblo… —parece dudar antes de seguir—. Aunque recuerdo que el director Bale fue amenazado por el viejo Hill, según dijeron los trabajadores de la sucursal del Banco Agrario que estaban presentes ese día. Pero el viejo Hill, que creo tiene más de setenta años, tiene fama de pendenciero y medio loco, y ha amenazado a medio pueblo, por lo que no parece una pista muy concluyente. Intenté hablar con él, pero me cerró la puerta en las narices y amenazó con recibirme a balazos la próxima vez.
—Al hilo de lo que dice mi colega —dijo Johan Dwight—. No solo enemigos comunes sino también asuntos o negocios que tuvieran ambas víctimas. Algún asunto del pasado que los pudiera relacionar... A ellos dos y al sacerdote. Cualquier detalle puede ser importante, aunque usted crea que pueda ser una tontería.
—Me temo que hay poco por donde empezar, agentes —comentó la Sheriff—. A pesar de lo ocurrido, estamos hablando de personas muy queridas en el pueblo desde hace tiempo. El director Bale ha ayudado a los agricultores de la zona hasta el punto de empobrecerse él mismo y en cuanto al señor Elmore, prácticamente todo el pueblo le debía dinero en su tienda. Es algo muy extraño.
La Sheriff hizo una pausa y miró a su secretaria, que no dejaba de poner la oreja:
—Patty, tesoro, ¿por qué no traes unos tés y unas pastas para los señores?
Obediente, la mujer dejó lo que estaba haciendo y salió rápidamente para traer lo que la Sheriff le había encargado y, con suerte, poder seguir escuchando a su regreso.
—Les pediría que indagasen en los lugares donde hallaron los cuerpos… los dos sitios no están muy lejos uno de otro… a los que yo misma puedo acompañarlos mientras mi ayudante se hace cargo de la oficina. Respecto al párroco… hasta donde yo sé falleció de un infarto, pero si tienen sospechas de que puede haber una relación, no duden en pasarse por la iglesia para hablar con la ayudante del párroco o el nuevo párroco incluso, que ha llegado pocas horas antes que ustedes.
Jules cruzó unas pocas palabras con el Director hasta que este finalmente le dio luz verde para realizar la autopsoa al párroco. Al darse cuenta, un poco tarde, de dónde le dijo que estaba el cuerpo - en la morgue de Ashville - se repitió para sí mismo. Entonces debería ir con el grupo y llegar a la comisaría junto al grupo.
Al llegar fue directo a preguntar dónde se encontraba la morgue, ya que quería quitarse de la cabeza aquella mosca que le obligaba a pensar que algo raro se tramaba en aquel caso... - aquellas muertes, asesinatos más bien, ¿tienen relación con un infarto? ¿y qué tendrá que ver un párroco en todo esto? .
Llegó a la entrada de la morgue, donde tuvo que identificarse y pidió que en caso que fuera necesario, confirmaran su asistencia con el Director Skinner.
—Soy Julles Sullivan, forense del FBI y vengo en orden de realizar la autopsia al párroco que trajeron. Pueden confirmarlo llamando a este teléfono —cedió el teléfono de la oficina de su jefe—. Requeriría de algo de equipo y de los datos y enseres personales del párroco, por favor.
Escucho atentamente lo que la Sheriff nos dice sobre lo que sabe de estas personas.
Después de terminar de hablar, no veo algo que nos diese una pista sobre la relación de las tres muertes y lo que propone me parece lo más acertado, ir a la escena del crimen.
Espero que a Sullivan le esté yendo mejor que a nosotros.
—Estoy de acuerdo en ir a donde se encontraron los cuerpos, ¿qué piensan ustedes? miro a mis compañeros—. No veo una conexión entre las víctimas.
Nada nuevo. Eso era lo que estábamos consiguiendo de la sheriff. Todo demasiado normal... gente normal. Nadie que los quisiera especialmente mal, ningún comportamiento sospechoso, ni trapos sucios que se supiera. Pero ahí era donde yo no estaba de acuerdo con la mujer. Todo el mundo, sin excepción, tenía algo que ocultar. Pero en un pueblo tan pequeño y rural como en el que estábamos dudaba mucho que fuéramos a tener mucho apoyo por parte de la gente.
Suspiré resignado. Tendríamos que andar con mucho ojo y, sobre todo, con mucho cuidado si empezábamos a indagar en las interioridades del pueblo.
—Si no tiene más que añadir sheriff entonces deberíamos hacerle caso —comenté con voz cansada—. Iremos a investigar los lugares del crímen así que agradeceríamos que nos pudiera acompañar.
Empezaba a sentirme ligeramente agobiado por el peso que tenía que soportar sobre mis hombros. Y eso me preocupaba porque lo último que deseaba era volver a cometer los mismos errores del caso anterior. Tenía que centrarme y no obsesionarme, pero sobre todo no podía dejarme influir por la sombra de Lewis.
—Amor y dinero, los dos grandes motores de la mayor parte de crímenes —añadí, pensando si en el caso actual sería tan fácil el móvil de los crímenes—. Habrá que profundizar en la vida de las víctimas.