Partida Rol por web

Mi nombre es Solovar, pequeña homo sapiens. En tiempos fui el señor que gobernaba Ciudad Gorila. Pero fui derrocado por el malvado Grodd, y caí en desgracia. Si me liberas, será el primer paso para recuperar el poder y plantarle cara al usurpador.

La señorita Layton no sabía qué hacer. ¿Y si Solovar resultaba un tirano todavía peor que Grodd? ¿Y si Grodd era el mal menor? Solo había una manera de averiguarlo: dejar a Solovar libre para poder juzgar sus actos. Karen metió con decisión las llaves en la cerradura de la jaula, probando una tras otra en busca de la correcta.

Al escuchar las palabras de Congorila, Grodd supo que sus ojos no le habían engañado. Aquel gorila dorado que tenía ante él tenía que ser un primitivo humano. Y a pesar de todo, el aúreo simio se resistía al sondeo mental de Grodd, lo que frustraba al gorila. ¿Cómo era posible que el humano pudiera estar resistiéndosele?

Por suerte, ni el propio Congorila daba muestras de percatarse de que había resistido al control mental.

-Deberías haber huido mientras podías, humano... -le dijo Grodd a su oponente, resoplando.

Sin dudarlo ni un momento, el rey de Ciudad Gorila se lanzó de nuevo contra Congorila, decidido a golpearlo nuevamente con sus puños.

¡No!

Hubo otro intercambio de golpes. Congorila volvió a fallar, sus ataques se volvían lentos y predecibles. Sin embargo Grodd no fallaba, Grodd no sucumbía, Grodd solo estaba hecho para triunfar. El puñetazo de Grodd hizo que Congorila hincara una de sus rodillas en la arena. Los gorilas del público aclamaron a Grodd. Pero Congorila, a pesar de saber que estaba perdiendo, se volvió a poner en pie para seguir luchando.

No. Mi conciencia no me permitiría marcharme sin dejar a un tirano como tú en el poder.

Ni abandonar a su suerte a la indefensa señorita Layton... ¿Dónde estará?

Se limpió con el dorso peludo de su mano la sangre que brotaba de su boca.

¡Escúchame, Grodd! ¡La historia está de mi lado! ¡Todo tirano tuvo su ascenso y su caída! Es cierto que alguno murió de viejo, claro... ¡Pero ningún reinado del terror dura para siempre! No sé si yo lograré derrocarte, o solo seré una nota a pie de página en tu reinado, pero pienso darlo todo para comprobarlo.

Grodd veía cómo los ataques de Congorila no alcanzaban a hacerle nada. A su oponente se le empezaba a notar cansado, tal vez derrotado, aunque el tirano sabía que el gorila dorado iba a continuar luchando hasta el último aliento.

-La historia solo la escribimos los vencedores -le dijo a Grodd a Congorila, con una sonrisa maliciosa-. Me aseguraré de que no seas más que el pie de página de un pie de página -le aseguró-. ¡Ahora muere, maldito humano!

¡La Historia la escriben los vencedores solo si vencen y si saben escribir, Grodd!

El brazo derecho del simio dorado empezó a levantarse temblorosamente. Congorila giró la cabeza para mirar con horror ese tibio movimiento.

¡¿Qué está pasando?! ¡¿Qué me estás haciendo?!

Congorila se autopropinó un puñetazo. Después se arañó la cara con ambas manos.

¡No! ¡No! ¡Sal de mi cabeza! ¡SAL DE MI CABEZAAAA!

Grodd notaba cómo la mente de Congorila se rebelaba y trataba de resistirse de manera patética. El combate ya estaba ganado: de un uno contra uno habían pasado a un dos contra nadie. Solo faltaba el trámite de golpear al homo idiota hasta dejarle inconsciente o muerto...

Grodd sonrió con malicia escuchaba las exclamaciones de terror de Congorila, el cual ahora se mostraba horrorizado al estar golpeándose a sí mismo sin que su cuerpo le respondiera. Víctima del control mental de Grodd, Congorila no duraría mucho en pie. El tiránico gorila telequinético centró sus esfuerzos en mantener su control mental sobre Congorila.

"Vuelve a convertirte en humano" fue la orden que le dio. Grodd estaba deseoso de asistir a la desesperación de su oponente en su apariencia humana. Ver a un humano sufrir siempre le complacía más.

A la vez, Grodd se lanzó nuevamente contra Congorila para golpearle con sus puños de lleno en el pecho.

-¡Muere! -bramó el gorila tirano, enrabietado.

¿Qué es la violencia? Un espíritu salvaje que nos domina. Nos obliga a gritar. Nos mueve a hacer daño a otro. ¿Es ese el futuro que nos aguarda? ¿No hay manera...?

El simio dorado empezó a encoger. Su pelo decreció hasta mostrar una piel pálida de hombre blanco.

¿... de acabar con este germen que nos atenaza?

Congo Bill miró sus manos y tomó consciencia de lo vulnerable que era en esa forma. Justo después llegaron los nudillos de Grodd. El insignificante humano se mantuvo en pie a duras penas. Patético. Cuando Grodd alzó los puños para asestar el golpe final...

Fiuuu, fiuu, fiuuu, fiuuu, fiuu, fiu...

La ráfaga de láseres se estrelló en el suelo, a los pies del gorila Grodd, a modo de advertencia. Al alzar la mirada pudieron ver en el palco de la arena de gladiadores las siguientes caras:

Solovar... el antiguo soberano de Ciudad Gorila había escapado de su jaula. Y la sucia humana que iba con él debió de llegar con Congorila. Los seis soldados que iban con ellos apuntaban a Grodd con sus rifles de plasma. Traidores...

Solovar alzo el brazo. En cuanto lo bajara, los soldados gorila dispararían.

Es suficiente, Grodd. Tu reinado del terror ha terminado. No hay porqué luchar hasta la muerte ni convertir esto en un pelotón de ejecución. Márchate. Vete y no vuelvas a poner un pie en Ciudad Gorila.

Grodd se encontraba excitado y decidido a asestar el golpe final al humano Congorila justo cuando escuchó el claro sonido de los disparos láseres. Su rostro se contrajo de rabia, mostrando los colmillos, enfadado, al divisar a su enemigo Solovar, que ahora se hallaba libre del encierro al que Grodd le había sometido. Y junto a él, media docena de gorilas decididos a abrir fuego sobre él, además de aquella sucia humana, a todas luces compañera de Congorila.

"Derrotado... ¡¿Por una primitiva humana?!" exclamó Grodd, furioso. Su ego era capaz de aceptar que uno de aquellos seres pudiera haber provocado su caída. Ahora los odiaba más que nunca.

Grodd evaluó sus opciones, que no eran muchas. Podía descargar el golpe final contra Congorila y morir matando, como hacían los villanos. O podía aceptar su derrota y marcharse para vivir un día más. Grodd no quería morir acribillado por aquellos rifles de plasma, por lo que sabía cuál debía ser su decisión.

-Tú ganas, Solovar -dijo Grodd, enojado. Ciudad Gorila volvería ahora a manos de Solovar, aunque el tiránico Grodd no lo diría abiertamente. Haría todo lo posible para regresar y arrebatársela.

Grodd se dio la vuelta, dando la espalda a Solovar y sus gorilas y decidió abandonar a paso ligero la ciudad que había gobernado en los últimos tiempos. Había sido vencido y sobrepasado... por ahora.

Sin medios, mientras caminaba por la selva, Grodd pensaba en volver a los Estados Unidos para disponer de los elementos electrónicos con los que completar una serie de inventos que le diesen ventaja contra Solovar. ¿Pero cómo volver allí desde África? El azar favorece siempre a los intrépidos, y el gorila se encontró con lo que estaba buscando...

Un hidroavión al final del muelle del lago. Un complejo paramilitar con almacenes, polvorines y barracones. Milicias humanas armadas con viejos fusiles AK-47. Grodd no sabía si aquella base primitiva era la de unos revolucionarios preparándose para derrocar a un rey africano o meros delincuentes armados con el dinero de la droga, el tráfico de marfil o los diamantes de sangre. Era indiferente. Grodd necesitaba el hidroavión y lo tomaría por la fuerza.

Juu! Nani anaenda?-dijo uno de los soldados, apuntando a la vegetación que rodeaba el campamento.

Usando su control mental, Grodd hizo que el soldado se pusiera el cañón de la AK-47 bajo la mandíbula.

¡BANG!

Entonces empezaron los gritos, la sangre y la matanza, mientras Grodd se abría paso hacia el hidroavión. Los controles eran sencillos para un cerebro como el del gorila. La nave avanzó por el lago y despegó mientras los últimos patéticos supervivientes del comando disparaban al aire. Lo había conseguido. Rumbo a América...

Pero un inconveniente amenazaba sus planes. Algunos disparos habían alcanzado al hidroavión, haciendo que perdiera combustible. Un trayecto sencillo quedó truncado a la mitad. Y Grodd quedó varado en mitad del Océano Atlántico.