Partida Rol por web

Amy y Orm paseaban por la playa bajo la luz de un precioso atardecer.

Príncipe. Quiero decir, Orm. Sigo sin confiar en mí misma. Necesito saber que, si vuelvo a tomar una decisión que me lleve por el mal camino, tengo una red de seguridad que evite mi caída.

Orm... Agh, qué difícil se me hace decirte esto. Orm, ¿dejarías que te enseñara a manejar la magia? A lo mejor es mucho pedir, pero no sé en quién más confiar. Alguien debe tener las herramientas para contrarrestar mi poder. Ver auras mágicas para saber cuándo algo va mal... Duplicar mis poderes para contraconjurarme... Conocer los sellos necesarios para encerrarme...

Acercó su mano a la de Orm y ambos dorsos se tocaron.

Lo que te pido no es baladí. La magia es la fuerza más poderosa del universo. Y el amor, claro. Pero la magia puede llegar a hacer mucho daño... Como el amor, el amor también puede doler. No sé lo que digo. Perdona. Lo que quiero decir es que es una responsabilidad muy grande que no se debe tomar a la ligera.

 Orm escuchó a Amy y, una vez hubo oídas las palabras de esta, asintió con la solemnidad de un rey a la solicitud pedida por la Princesa Amatista. 

 Tener al alcance de la mano poder estudiar y controlar un poder capaz de doblegar la realidad al antojo de la mente o manipular las leyes de la ciencia resultaba muy tentador.

 —Accedo con sumo honor aprender de ti el arte de la magia —afirmó con total seguridad—. Atlantis fue fundada hace eones por Homo Magi, motivo por el cual me consideró capaz de manejar la hechicería. Incluso el tridente que porto como arma es de naturaleza arcana. 

 Podía haber terminado ahí, sin añadir nada más. Pero el Amo del Océano, comprensivo ante los crecientes temores de la auténtica monarca de Mundogema, la miró a los ojos.

 —Acerca de la necesidad de transmitirme tus conocimientos para tener que controlarte, no hay cabida a incertidumbre de que actuarás bien. Dudo, y mucho, que me haga falta tener que usarlos en tu contra.

 El atlante adquirió un mohín afable en la comisura de los labios para rebajar la tensión del momento.

 —Pero si así te sientes con mayor confianza, Amy, acepto dicha responsabilidad.

Cuando decía esas palabras, poco sabía Orm de las futuras consecuencias de la magia de la Princesa Amatista. Poco sabía de las víctimas mortales que esa magia producirían en el ataque a la Torre de la Lexcorp. O cómo esa magia despertaría a los monstruos. O su papel en rasgar el tejido espacio-tiempo. Amy era una bomba de relojería que estaba a punto de explotar en sus brazos, y no sabía aún cuánto.

Oh, Orm. Si supieras cómo me consuela oír eso. Tus palabras me dan la seguridad que me falta. Estoy más esperanzada de convertirme en mejor persona bajo tu constante ejemplo. Orm... bésame.

La mano de Amy se posó con amabilidad en la mejilla de su príncipe. Sus labios se fundieron en un beso apasionado.

 ¡Clap, clap, clap, clap!

Los aplausos del hombre que se acercaba recorriendo la playa interrumpieron el beso. Per Degaton vestía para la ocasión una vistosa camisa hawaiana de los años 80, que según sus informes causaban furor a principios del siglo XXI. Seguramente ese anacronismo se debió a alguna reposición de Magnum en la televisión pública de la Guyana Francesa.

¡Bravo! ¡Qué hermosa postal! Es una agradable coincidencia encontrar una parejita tan adorable. Veréis, me llamo...

Sin dejar de besar a Orm, Amy chasqueó los dedos. Perry perdió pie y cayó en un agujero en la arena, de tres metros de profundidad. Escupió la arena sin molestarse en enderezar su cuerpo.

Supongo que lo tengo merecido. Tendré que hablar con ellos cuando la energía de nueva relación desaparezca.