Esta partida está en revisión. Si el director no da señales de vida o es aprobada por un cuervo será borrada en 12 días
República de Nubia, África Oriental. Las noches en esa parte del mundo eran muy húmedas. Yamidh vestía orgulloso el uniforme del ejército de su país. Servía a un líder fuerte, lo que en otros lugares llaman un dictador. Además aquella ropa era un símbolo de prestigio, la diferencia entre comer tres veces al día o solo una. Y una justificación perfecta para llevar un arma. Era joven, así que, además de las malas decisiones, a Yamidh le tocaba pringar en las patrullas nocturnas.
Ey, Narm. ¿Qué tal?-saludó en un perfecto inglés, fruto de la etapa colonial de la pérfida Albión-. ¿No tendrás un cigarrillo de sobra?
Narm se acercó a Yamidh y le tendió un pitillo mientras acercaba un mechero. Pertenecían a tribus distintas, enemistadas, incluso con dialectos incomprensibles entre sí. Aún así, el siguiente intercambio de palabras se hizo en un idioma tribal en lugar del inglés. Hacían un esfuerzo por comunicarse, por cerrar vínculos, por enterrar las rencillas de sus antepasados. Cuando eres joven, todo futuro te parece esperanzador.
Narm y Yamidh no estaban solos. La base militar, precariamente asentada en torno a un antiguo templo en medio de la selva, estaba siendo invadida en aquel mismo momento por un comando de marines vestidos de negro. Según el plan, el grueso de las tropas se acercaba desde el sureste dividiéndose entre las distintas tiendas de campaña para pasar a cuchillo a los soldados nubantinos que dormían...
Dos de ellos atacaban desde el norte, ahora vigilado por Narm y Yamidh, a los que vigilaban desde un arbusto sin ser vistos.
Stanley 1... bzzzz... Stanley 1, informe de situación-sonó la voz de Amanda Waller en el auricular de Rick Flag.
Amanda tenía un negro sentido del humor. Morgan Stanley era el periodista que encontró al doctor Livingston, pero también fue el cabrón hijo de puta que masacró miles de indígenas en nombre de Leopoldo II.
Al lado de Stanley 1 se encontraba, también oculto, Stanley 2. Stanley 2 era un primate peludo e insignificante que reafirmaba su autoestima con un ridículo sombrero. ¿He dicho ya que Waller tenía un sentido del humor muy negro? Quizás monsieur Mallah tenía un historial de asesinatos más corto que el bueno de sir Morgan. Había otra diferencia entre Stanley 1 y 2: el marine número dos tenía un collar electrónico alrededor del cuello con una bomba incorporada; el marine número uno tenía el detonador.
Los dos guardias del ejército de la República de Nubia no escucharían el micro emitiendo a poca distancia del tímpano de Rick... pero si los dos atacantes respondían a Amanda, los dos defensores podían escucharles. Rick Flag valoró rápidamente la situación e hizo señas a monsieur Mallah para que se pusiera en movimiento. Las dos opciones más obvias: moverse con sigilo entre la vegetación o atacar a Narm y Yamidh.
Moverse sigilosamente es una tirada de skill stealth. En el caso de Rick Flag, tiraría 1d20+9. En el caso del gran Mallah, el sigilo no es uno de sus fuertes: stealth ni siquiera está entre sus skills entrenadas. Si quiere moverse sigilosamente, Mallah necesitará tirar 1d20+4, porque 4 es su abilitie en AGL (agilidad), que es la característica primaria de la que depende stealth.
Por otro lado, existe la posibilidad de "ocuparse" de los dos guardias antes de avanzar. Para atacarles, en el apartado Offense de vuestras fichas tenéis las opciones de ataque. "Unarmed" es para atacar desarmado, con las manos desnudas, que es el único ataque que por silencioso no alertaría al campamento del ataque.
Hay ataques closed y ataques ranged (ataques cuerpo a cuerpo y ataques a distancia respectivamente). Eso significa que para atacar por sorpresa a los soldados, Rick y Mallah tienen que gastar medio asalto en moverse hasta ellos y medio asalto en atacar. Esto será importante porque hay estados que te capan la acción de movimiento, con lo que si te alejas de un personaje con estado dazed (por ejemplo), no podría usar sus ataques closed contra ti.
Hay dos tipos de defensas para el combate: Parry (para defenderse de los ataques cuerpo a cuerpo) y Dodge (para resistirse a los ataques a distancia). En mesa se suele tirar un dado para sumarle el valor de defensa, pero en rol por web vamos a jugarlo como si fuera una rutina. Por ejemplo, los dos soldados novatos tienen parry 1d20+3, al sustituir el d20 por el 10 de rutina se queda en parry 13.
Si optan por atacar, Rick tiraría 1d20+12 y Mallah tiraría 1d20+9 contra la dificultad 13 (en el caso de estos enemigos en concreto). Si aciertan, hacen un daño en función de lo que viene entre paréntesis: Rick (damage 3) y Mallah (damage 7).
Esta parte amplia el tema de las tiradas de ataque, pero no hace falta que lo leáis si no queréis.
En M&M no hay tiradas de daño. En lugar de ello se hace una tirada de salvación para resistir el daño con el atributo de thoughness. Thoughness +4 implica que los soldados tiran 1d20+4 contra la dificultad 15+el valor de damage. La dificultad para resistirse es 18 contra el ataque de Rick y 22 contra el ataque de Mallah.
Hay cuatro niveles de daño:
-Thoughness -1 si falla la salvación por menos de 5.
-Thoughness -1 y Dazed si fallan por entre 6 y 10.
-Thoughness -1 y Staggered si falla por entre 11 y 15. Que en algunos casos consideraré derrotado.
-Derrotado si falla por 16 o más. Esto es: el defensor queda inconsciente o muerto a voluntad del atacante.
La filosofía del sistema es que a medida que acumulas penalizadores a thoughness, tu personaje tiene más posibilidades de fallar la tirada de thoughness y ser derrotado.
La diferencia entre dazed (atontado) y staggered (magullado) son dos:
-Con dazed, la pérdida de "medio turno" dura 1 asalto y luego se elimina (salvo que le vuelvan a meter dazed en el turno en el que se iba a eliminar). Staggered implica pérdida de "medio turno" cada asalto y con la acción de movimiento mueves la mitad.
-Si metes el estado de staggered a un personaje que ya tiene staggered, es decir, si en un combate el personaje falla dos salvaciones de thoughness por 11 o más, cuenta como derrotado.
En la mayoría de ocasiones, perder medio turno significa que o te mueves o atacas, pero no puedes hacer las dos tiradas
Para agilizar, haré todas las tiradas de thoughness (las vuestras y la de vuestros enemigos), así que no hará falta que os aprendáis cómo va el daño. Pero lo explico igualmente para Geron que quiere aprender el sistema.
Los ojillos negros como el carbón de Mallah se clavaron en Rick Flag, su potencial verdugo, cuando este empezó a gesticular de forma parcialmente incomprensible. Entendía que deseaba que se moviera. Lo que ya quedaba al azar era en qué dirección hacerlo. Bien hacia sus enemigos para acabar con ellos. Bien entre la vegetación, bordeándolos y eludiéndolos.
Parpadeó mientras evaluaba la mejor opción, al tiempo que un dedo grueso acariciaba inconsciente el collar que dejaba clara cuál era la posición jerárquica de cada uno. Cuando se percató de ello, separó la mano. No era buena idea andar toqueteando algo que podría poner fin a sus dolores de cabeza de una forma definitiva. No, al menos, sin haber visto por una última vez a su cerebrito. Y para eso, debería salir vivo de aquella mierda de situación. Eso implicaba matar a otros. Bueno, no necesariamente, pero era más divertido si había sangre.
De modo que afirmando con la cabeza y sonriendo de forma que dos enormes colmillos relucieron blanquísimos en la noche, trazó una línea con el pulgar que cruzaba su garganta y se lanzó al ataque de una de aquellas dos pobres criaturas. Lo de pobres criaturas era por supuesto un eufemismo pues Mallah bien sabía que si se les ponía un machete en la mano, no les temblaría el pulso a la hora de cortar las manos de un gorila para convertirlas en ceniceros de un rico hortera y caprichoso.
Motivo: Ataque
Tirada: 1d20
Dificultad: 13+
Resultado: 9(+9)=18 (Exito) [9]
Un cuarto de tonelada de puro músculo hizo chocar las cabezas de los dos soldados novatos, haciéndoles caer inconscientes. Rick Flag enmudeció por un instante. Al cabo de un rato, se rompió el silencio.
Buen trabajo, soldado. Fiuuuuuuu. Buen trabajo.
Se rompió el silencio a lo bestia. Monsieur Mallah y Rick Flag escucharon el ruido de metralletas en el otro lado del campamento: los Stanleys desde el número tres en adelante habían fallado. Y no fueron los únicos en oír los tambores de guerra... En las torretas de vigilancia, los milicianos encendieron los focos en mitad de la noche, focos que solamente tenían apagados porque temían que la luz alertara a aviones espía delatara la posición del campamento.
¡Corrrreeeeeee!-ordenó Rick Flag a monsieur Mallah.
El americano disparó hacia la torreta, obligando a los vigías a resguardarse. La cobertura propiciada por Rick Flag bastó para que monsieur Mallah alcanzara la entrada de las ruinas y hubiera una pared de antiguas rocas entre él y las balas. Rick Flag se había quedado atrás, recargando el rifle mientras se parapetaba de los disparos detrás de unos cajones de suministros.
Las órdenes eran recuperar del templo perdido un antiguo ídolo. No necesitaba a Rick Flag para terminar el trabajo, bastaba con seguir solo. Aún así, podía devolverle el favor y disparar para darle al humano fuego de cobertura... o disparar directamente a los dos guardias que estaban en lo alto de la torreta (el que disparaba o el que apuntaba con el foco la posición de Rick Flag).
Motivo: Thoughness
Tirada: 1d20
Dificultad: 22+
Resultado: 4(+5)=9 (Fracaso) [4]
Motivo: Rifle desde las torretas
Tirada: 1d20
Dificultad: 17+
Resultado: 12(+3)=15 (Fracaso) [12]
Algunas reglas de la resolución del asalto anterior:
-Los grupos de minions se pueden usar como un único enemigo. Por eso Mallah pudo dejarles cao a los dos con un solo ataque.
-Los minions fallaron la tirada por 13 puntos, al fallar por más de 10 están staggered. Por regla casera, decido que con eso es suficiente para derrotarlos. Normalmente se derrota a un enemigo si pierde la tirada de thoughness por 16 o más o si falla dos veces a lo largo del combate por 11 o más.
Algunas reglas a tener en cuenta para este asalto:
-Primer uso del rifle: disparar para dar cobertura, +5 a la defensa de un compañero.
-Segundo uso del rifle: disparar con el 100% de tu bono de ataque para hacer daño a un enemigo.
-Tercer uso del rifle: disparar una ráfaga con -1 al ataque para aumentar la dificultad del daño en 5.
-Cuarto uso del rifle: disparar una ráfaga a varios enemigos, con -1 al ataque por cada enemigo.
-Advantage Lenguages: tienes una dote para hablar. Uno de los idiomas es francés. "monsieur" se pronuncia mesié, señor en francés.
Si lo que Rick Flag esperaba era que Mallah sonriera o mostrara algún tipo de agradecimiento ante la positiva valoración de su técnica rompe melones, esperó en vano. La sombría mirada del gorila recorrió a su compañero de arriba abajo, como si fuera el preludio a un nuevo ataque, en esta ocasión contra su persona, pero la tormenta de balas y la potente luz de los focos cercenando la oscuridad de la noche en busca de enemigos, abortó cualquier posibilidad.
Simplemente corrió y no porque Rick Flag se lo dijera sino porque era una simple cuestión de sentido común y sentido de la supervivencia. El plomo siempre mostraba severos efectos secundarios cuando se alojaba en cualquier organismo vivo de ciertas dimensiones. Y con la rapidez y escasa elegancia de la que solo un gran primate puede hacer gala, Mallah se parapetó en la entrada de la ruina. Desde allí, y tras soltar aire para aliviar la tensión y la adrenalina, asomó el rostro.
El humano, su humano, estaba agazapado entre unos cajones. Los otros humanos sabían dónde estaba y no le dejarían salir de allí y posiblemente se divirtieran un rato con él antes de decidirse a cargárselo. La cabeza de Monsieur Mallah giró a un lado y a otro. De un lado el interior de aquella ruina en la que se encontraba el objeto de su misión. Del otro, Rick Flag. En efecto, no le necesitaba.
-Va te faire foutre! -dijo con desprecio, dando un par de pasos hacia las entrañas de la ruina. Sin embargo, a aquellos dos pasos no siguió ningún otro. Mallah era inteligente. Mucho. Un hijo de la experimentación, una creación, un salto evolutivo fruto de la ciencia. Una inteligencia no completa, por supuesto, algo de lo que él mismo era muy consciente. De ser partidario de la teoría de las inteligencias múltiples de Gardner, y Mallah lo era, uno podría diagnosticar rápidamente la ausencia de toda forma de inteligencia interpersonal en aquel simio que engalanaba su cabeza con una boina ridícula, paradigma de bien su afrancesamiento, o de su escaso gusto en complementos o de la nula importancia que podía dar a cualquier juicio externo acerca de su apariencia.
Rick Flag le importaba literalmente una mierda y era bien cierto que no lo necesitaba para cumplir con aquella misión. Al menos en principio. Pero eso era pensar a corto plazo y consentir en que la aleatoriedad de la suerte le bendeciría por su culo peludo y moreno. Suspiró. Se permitió por un segundo pensar en la razón de su existencia, en el amor de su vida. Debía hacer cuanto estuviera en su mano por reencontrarse con él. Eso era lo único importante.
Tomó el rifle y con toda la mole de su cuerpo perfilada en aquella garganta abierta que era la entrada a las ruinas, Monsieur Mallah apuntó al humano que manejaba el foco. El grueso índice se curvó sobre el gatillo y el percutor saltó.
Motivo: Disparo rifle
Tirada: 1d20
Resultado: 5(+10)=15 [5]
Dispara con el 100% del bono de ataque.
La bala alcanzo el hombro del soldado, pero no lo derribó.
¡Aw sifi aghaelu!-gritó desde la torre, girando el foco hacia la entrada de las ruinas.
Su compañero disparó una ráfaga en la misma dirección que la luz, pero sin alcanzar a monsieur Mallah.
Los ojos de Mallah habían sido perjudicados durante su proceso de "mejora". A medida que tu cerebro se parece más al de un humano, los nervios de tus ojos solo pueden enviar la información que se adecue a tus lóbulos frontales. Eso le impedía ver bien en las sombras, o por lo menos tan bien como un gorila. Por el mismo motivo, su olfato también había sido afectado.
Todas esas cosas se le pasaron a Mallah por la cabeza cuando, al mirar en dirección a dónde debería estar Rick Flag, el humano ya no estaba allí. Tampoco estaba corriendo hacia el gorila y la entrada de las ruinas. ¿Qué estaba haciendo Stanley 1?
Ya no tenía sentido que defendiera la posición para que Rick Flag llegara a las ruinas si el humano no estaba intentando llegar. Aún podía seguir con ese intercambio de disparos para acabar con los dos soldados africanos. O volver a la seguridad (temporal) de las ruinas para no quedarse en la línea de fuego.
Motivo: Thoughness vs balas
Tirada: 1d20
Dificultad: 21+
Resultado: 14(+1)=15 (Fracaso) [14]
Motivo: Tiro al gorila con -1 por multiattack para hacer +5 damages
Tirada: 1d20
Dificultad: 17+
Resultado: 2(+2)=4 (Fracaso) [2]
Motivo: Perception de Mallah
Tirada: 1d20
Resultado: 5(+7)=12 [5]
El "daño" tiene cuatro niveles:
-1 a thoughness (fallar de 1 a 5).
-1 a thoughness y el estado dazed por un turno (fallar de 6 a 10).
-1 a thoughness y el estado staggered (fallar de 11 a 15).
Derrotado (fallar por 16 o más).
La salvación contra el daño es de thoughness dificultad 15+damage. A medida que pasan los asaltos, las heridas previas hacen que el thoughness sea más bajo y sea más fácil fallar hasta quedar derrotado. Por ejemplo, atacar con tu pistola poner una dificultad base de 19; un disparo de tu rifle es dificultad 21; una ráfaga de tu rifle es dificultad 26.
El soldado falló por 6, dos niveles de daño (-1 a thoughness y dazed). Si le hubieras disparado con ráfaga (con -1 al ataque), el daño habría sido de tres niveles (-1 a thoughness y staggered).
Yo hago las tiradas de thoughness y esta parte es "invisible" para ti como jugador, pero te lo explico para que te hagas una idea aproximada de qué pasa con cada opción de ataque.
Asaltos: son parecidos a d&d. Tienes una acción de movimiento y una acción estándar (y acciones gratuitas infinitas).
En caso de tener dazed o staggered, solo puedes hacer una de tus dos acciones y pierdes la opción de hacer acciones gratuitas.
En caso de staggered, tu acción de movimiento solo te permite moverte a mitad de velocidad.
El asalto anterior saliste de la entrada de las ruinas y disparaste. Eso significa que este asalto puedes disparar y luego entrar en las ruinas para obtener cobertura total y que no te puedan disparar. Eso vale tanto si ahora entras en las ruinas para explorarlas como si solo quieres buscar cobertura este asalto y vas saliendo y entrando entre disparo y disparo.
Merde!
Mallah sintió la adrenalina recorrer todo su cuerpo ante el repiqueteo de las balas contra la pared de piedra que estaba a sus espaldas. Habían fallado pero bien podían acertar si se les concedía una segunda oportunidad. Había cometido un error y no le dolía reconocerlo. De hecho, eran dos. Uno, no haber confiado en su propia autonomía y en lo innecesario de Rick Flag. Dos, que lo más peligroso no eran los humanos sino el foco que manejaban y que de no hacerlo desaparecer, seguiría estando allí cuando saliera del templo en ruinas.
De modo que alzó el rifle, disparó y salió corriendo hacia el interior de las ruinas.
Motivo: Disparo rifle contra el foco
Tirada: 1d20
Resultado: 4(+10)=14 [4]
Las prisas para no ser tiroteado no le dieron suficiente tiempo a Mallah para fijarse en si había roto el foco o no. Al llegar jadeante de nuevo a la seguridad de las ruinas, se encontró con que allí había alguien. Una mujer con ropas occidentales que levantó las manos.
¿Hola? Perdón... Mira, soy ciudadana británica. Todos los papeles de la excavación están en orden. No quiero problemas. ¿Hablas mi idioma?
Oh, Bárbara, idiota, solo porque lleve ropa y armas no significa que sea uno de esos míticos gorilas parlantes de Ciudad Gorila.
Un movimiento brusco de monsieur Mallah bastó para interpretar que iba a abrir fuego. Bárbara se estremeció, alzó más las manos y cerró los ojos mientras sus rodillas empezaron a temblar.
¡Perdón! Perdón. ¡No dispares! No dispares. Me rindo.
Mallah avanzó por las galerías de aquellas viejas y abandonadas ruinas, con aquel extraño movimiento semiladeado de los gorilas y apoyando rítmicamente los puños de ambas manos en el suelo conforme se alejaba del fuego enemigo. Su carrera se vio bruscamente interrumpida, y más por reflejos que por sentirse amenazado, alzó el arma.
Por increíble que pudiera parecer, enarcó la piel del arco supraorbital en un gesto indudablemente humano de comedido desprecio.
-¿Por quién me ha tomado, mademoiselle? ¿Por un animal? -dijo con un marcado acento francés y una amplia y falsa sonrisa, y sin bajar un ápice el arma-. No tengo intención de disparar. Salvo que usted ponga en riesgo mi vida, mademoiselle... -hizo una breve pausa dejando claro que buscaba conocer su identidad-. Et oui. Como habrá podido comprobar hablo su idioma, igual que muestro una mayor politesse al no tutearla como si nos hubiéramos conocido en un bar de mala muerte -añadió con una ligera sorna-. Por curiosidad, ¿habla usted el mío? Bueno, realmente, no me interesa mucho si lo habla o no. Y ahora dígame, ¿qué hace una citoyenne británica en un lugar como este mientras ahí fuera hay una tormenta de plomo?
No hizo referencia a si sabía hablar francés. Etnocentrismo británico.
Ah, menos mal... Pensé que iba a morir lejos de Londres.
A pesar de haber tranquilizado a Minerva, la doctora aún seguía mirando de vez en cuando, de reojo y con recelo, de la metralleta que colgaba del hombro del simio mejorado genéticamente.
El Museo Británico pactó una expedición con el gobierno de este país-. "Pactar" significaba que habían pagado una fuerte suma de dinero para poder expoliar los yacimientos locales, dinero con el que el dictador compraba las armas con las que mantenía a raya a su pueblo-. Uno de mis compañeros enfermó y tuvieron que llevarlo a la capital para que le atendieran. Me dejaron aquí para la catalogación y el trabajo... "aburrido".
Miró en dirección al interior del templo y luego a Mallah.
Venga conmigo. Se lo enseñaré.
En el interior del templo había un antiguo relieve de imágenes y símbolos que ocupaban toda una pared. Justo antes que él estaba la tecnología de los arqueólogos: mesas con papeles y pantallas, focos que iluminaban el mural y un generador portátil para nutrir de energía a todos los aparatos.
Los arqueólogos usamos el sonido para encontrar huecos en las estructuras: cámaras en el interior de las pirámides, pasillos de construcción que quedaron tapiados al finalizar la construcción de un templo... Es como una ecografía. Detrás de este muro hay uno de esos espacios huecos. Hay algo ahí detrás. Mis colegas se rieron de mi teoría, pero por el grosor de los muros podría albergar perfectamente una puerta secreta. Y mire esto...
La doctora llevó a monsieur Mallah hasta el muro. Señaló un bajorrelieve con la forma de la mano de un gorila.
Verá... Creo que este muro fue construido por los gorilas de Ciudad Gorila. Según los rumores, existe una civilización con tecnología avanzada de gorilas super-inteligentes. Lo que tenemos delante es una muestra antigua de lo que llegó a ser esa civilización en nuestra época.
Pero usted no tiene nada que ver con Ciudad Gorila, ¿verdad? La ropa... las armas... No tienen nada de futurista ni de tecnológico. Viste usted como un soldado humano, como aquellos que están apostados en torno a estas ruinas. ¿Qué es lo que cree saber sobre su pasado, señor...?
Mallah era producto de laboratorio, un mero experimento que su amado Cerebro llevó a cabo cuando aún tenía cuerpo. No tenía nada que ver con aquella civilización de Ciudad Gorila. Monsieur Mallah tenía un cuerpo de gorila normal, con un cerebro alterado. Pero Minerva tenía ganas de creer en su teoría, de creer que Mallah era algún antiguo ciudadano de un reino de simios parlantes.
No parecía constituir una amenaza pero tampoco confiaba en ella. Con carácter general, si algo le había enseñado la vida era que confiar en los humanos nunca era un buen negocio. Máxime cuando uno era un gorila y su aspecto era el que daba el pistoletazo de salida a los prejuicios y al desprecio a la hora de tratarlo.
La cháchara de la arqueóloga despertó su curiosidad, al igual que su presencia le suponía un inconveniente. Ante su última pregunta, volvió su basto rostro hacia ella, y esbozó una breve sonrisa que dejó al aire sus colmillos.
-¿Qué creo saber o qué sé, mademoiselle? -dijo antes de emitir una serie de extraños gruñidos que no eran sino guturales carcajadas-. Me disculpará si la tengo por una atrevida. Ni siquiera me ha invitado a una copa y ya me aborda con preguntas íntimas e indiscretas. Pero satisfaré su curiosité -sus ojos oscuros se clavaron en los de ella-. De mi pasado sé que nací. Igual que de mi futuro sé que moriré. Pero esos solo son los paréntesis de lo verdaderamente importante, la vida.
Volvió el rostro hacia la pared de piedra y aquel bajorelieve. De forma casi inconsciente y sin esperar nada de ello, posó su mano en el hueco, incluso empujó un poco.
-¿Piensa que este muro no se corresponde con el resto del templo? -preguntó a su vez.
Motivo: Percepción
Tirada: 1d20
Resultado: 14(+7)=21 [14]
En muchas ocasiones las corazonadas se adelantan a los razonamientos. En cuanto monsieur Mallah puso la mano en el molde, una sección del muro se desplazó hacia abajo permitiendo el acceso a la cámara del tesoro. Un lugar preparado solamente para que grandes simios inteligentes pudieran acceder.
Minerva miró boquiabierta al espacio oscuro que había frente a ellos, luego ojiplática a Mallah, y por último regresó a la mesa de los dispositivos electrónicos para hacerse con una analógica linterna.
Al iluminar, allí estaba. Había pequeñas bolas de oro con símbolos, el equivalente a las antiguas monedas de la civilización de Ciudad Gorila antes de que Ciudad Gorila se civilizara lo suficiente para prescindir del dinero en su sociedad. Y en un lugar prominente, un pequeño ídolo de barro reflejó en sus verdes ojos la luz de la linterna.
Al acercarse al ídolo, monsieur Mallah se dio cuenta de algo extraño en los ojos: no eran esmeraldas, sino que se trataba de algún tipo de mineral que irradiaba una tenue luz verde. ¡Radiación!
¡Buen trabajo, soldado!
La voz de Rick Flag les hizo volver la vista hacia la pared truncada. Rick Flag estaba sucio y magullado, pero no le había rozado ni una bala.
Aquí Stanley 1 a la Reina de Inglaterra-dijo Rick Flag, presionando su auricular para hablar con Waller-. Fase 1 completada. Tenemos el ídolo. Repito. Stanley 2 tiene el ídolo. Necesitamos extracción para dos.
La voz de Waller resonó en la oreja de Mallah.
No esperaba menos de vosotros. Pronto podrás volver con tu "amigo", Stanley 2. Pero antes... bzzzz... una cosa más. Rompe el ídolo.
Se hizo un silencio. Minerva estaba lo suficientemente cerca de Mallah como para escucharlo, y tenía el oído endemoniado de un animal. La arqueóloga cruzó miradas con el gorila.
No lo repetiré de nuevo, Stanley 2. Rompe el ídolo.
Waller no quería el ídolo de barro, tan solo el mineral que estaba dentro y asomaba por sus cuencas oculares. Podría esperar a que estuvieran de vuelta en la base para romperlo ella misma, pero esta era una de sus conocidas demostraciones de autoridad con las que moldeaba el carácter de sus peones.
Señor Stanley...-dijo al gorila-. Por favor, no tiene que hacer esto. Es destrucción del patrimonio. Es un atentado a tu legado.
Trató de explicarse poniéndose a ella misma como ejemplo.
Yo soy británica. No tengo mis raíces en las tumbas del shogunato japonés ni en las mastabas egipcias. Pero soy humana, el legado de otras culturas es un legado compartido, es mi responsabilidad proteger a todas las culturas para que su historia y su arte puedan sobrevivirme, llegar a otros...
No lo hagas...-suplicó la doctora.
En la mano del simio estaba el simio de barro. Por una vez, él podía elegir su propio camino y no atravesar las veredas de otros.
Como si de una mala película de aventuras se tratara, una de aquellas en las que en el momento cumbre y de éxito del protagonista hacía acto de presencia su antagonista para llevarse el mérito y el éxito, Rick Flag apareció de la nada. ¿Molesto? Por supuesto. ¿Insoportable? Ni mucho menos. ¿Merecedor de una bala entre ceja y ceja? Sin duda. Un lujo que, de momento, no podía permitirse.
El dedo índice de Mallah se cerró sobre el gatillo de su arma, sin alcanzar el punto sin retorno del disparo en tanto que su otra mano sostenía el ídolo casi con reverencia. Los ojos cocacola de Mallah estaban fijos en las dos piedras verdes. ¿Emeraudes? Pas du tout. Aquello era algo distinto y bastante más valioso. Y viejo. Lo suficiente como para negar que fuera kriptonita. Aunque carecía de medios para basar tal afirmación. Putain, qu´est-ce que tu veux? Qu´est-ce que tu cherches?
Su auricular comenzó a zumbar.
¿La reine de l´Anglaterre?
No le pasó por alto el tonillo aplicado a su liaison con Cerebro, algo que por su sarcasmo poco contenido bien hubiera podido eclipsar la orden dada, por una razón tan sencilla como despertar la ira en un gorila per se poco predispuesto a obedecer. De igual forma, las órdenes de aquella zorra, sucesivas, insistentes, erosionantes y destinadas a eclipsar su personalidad bajo la poco sutil forma de reventarle la cabeza con la explosión de su collar, le obligaron a tomar aire y a pensar rápido. Nada de precipitarse. Pero, ¿debía obedecer? Aquella no era una de las Isabel de Inglaterra, por más que se atribuyera el nombre. Un mero ejemplo de megalomanía y, como tal, una curiosa demostración de debilidad. No, aquella solo podía aspirar a ser la reina devoracabezas de Alicia en el País de las Maravillas. Y como tal, mucho más peligrosa e irracional que las reales.
Miró a la arqueóloga. Su verbo no era particularmente interesante y su forma de defender la preservación del ídolo demostraba una inteligencia cuando menos básica. Pero que hubiera oído a Waller a través de sus auriculares, aquello era harina de otro costal.
-No sé cómo se llama, mademoiselle. Como buena británica colonial, no tuvo a bien presentarse. Pero tenga claro que yo no me llamo Stanley. Je suis monsieur Mallah. Y como bien dice, no tengo que hacer lo que me ordenan -dijo añadiendo una grotesca risa simiesca a aquella estúpida afirmación-. Porque usted es una humana que protege culturas para que su arte e historia nos sobrevivan y considera que este estúpido muñeco de barro bien merece que desobedezca las órdenes de otra humana como usted, sí, como usted, más que dispuesta a hacer que esto -un grueso dedo acarició el collar que rodeaba su cuello- explote y separe mi cabeza de mi cuerpo en caso de no hacer lo que me pide. O que ese, me pegue un tiro en la sien -dijo señalando a Rick Flag-. Todo esto me aburre tanto -concluyó. Aquel ídolo tenía para el mismo valor que el ñordo que había plantado un par de horas antes. Lo que estaba en juego era otra cosa.
No sabía cómo había acabado en aquel punto, sujeto a las veleidades de terceros. Pero odiaba a Waller. Sobremanera. Él solo quería estar con Cerebro, tranquilamente, pero ella los había apresado, separado y esclavizado. Y ahora, el orgullo estaba en claro conflicto con la conveniencia. El precio a pagar era alto. Muy alto.
-Yo no quiero hacerlo -declaró a la británica en relación a la destrucción del ídolo-. ¿Qué estás dispuesta a hacer para impedirlo? -le dijo a la antropóloga. Entrecerró los ojos. Era una apuesta elevada, pero en su mano había algo que Waller quería y que quizá fuera lo suficientemente valioso como para poder negociar. Sin olvidar a Rick Flag o el collar o el mando que el primero tenía y que haría detonar lo segundo.
El disparo cogió a la doctora Minerva por sorpresa. El cañón de la pistola de Rick Flag aún humeaba. El cuerpo de la mujer yacía en el suelo, inerte.
La misión es lo primero-se excusó Rick Flag.
Avanzó hacia el gorila y rompió el ídolo golpeándolo con la culata de la pistola. Dos piedras verdes cayeron sobre el pedestal en el que tantos años había sobrevivido como legado cultural.
Reina de Inglaterra, aquí Stanley 1. Stanley 2 destruyó el ídolo-mintió-. Necesitamos extracción. ¡Ahora!
Sin mediar palabra, guardó la pistola, se quitó su auricular con una mano y agarró el auricular de Mallah estirando su otro brazo. Aplastó los dos micros usando la culta de la pistola como si fuera un martillo. Ya nadie podía oírles.
No era necesario que muriera. Solo tenías que ignorarla. Pero tú querías provocarlo. Por eso le dijiste tu verdadero nombre. Por eso contemporizaste. Para forzarme a limpiar tu mierda. Ella no te importaba nada. Y me utilizaste. Me obligaste a elegir entre la competencia de un buen soldado y la vida de una civil. Maldita sea, no estás tan lejos de ser como Waller...
El ruido de pisadas de botas se acercaba desde la entrada. Las milicias locales venían a matarles.
Una mano se extendió desde las sombras y cogió las dos piedras.
¿Alguien ha pedido un taxi?
Nightshade puso una mano en el hombro de Rick Flag, las sombras les envolvieron y en un abrir y cerrar de ojos se habían esfumado dejándole atrás.
Los soldados entraron en tromba en la sala del tesoro y apuntaron con sus rifles al gorila. Todo un pelotón de fusilamiento. Pero Nightshade volvió. La sala fue envuelta en la más completa oscuridad, sofocando incluso la luz de las linternas.
No me había olvidado de ti, guapetón.
Monsieur Mallah sintió a Nightshade a su espalda. Los brazos de la villana le rodearon el cuello con dulzura. Cuando la luz volvió, Mallah ya estaba listo para su siguiente misión en...
-Monsieur Stanley 1, piensa demasiado para, total, extraer conclusiones erróneas -Mallah seguía con la mirada fija en el cuerpo de la arqueóloga-. Nada de esto tenía que ver con usted. No es tan importante. Y por favor, no me venga con psicologías baratas de culpabilización. Usted es quien ha disparado. Su arma es la que aún humea. Usted la ha matado. Ergo, usted es el culpable. Así que si quiere descargar su conciencia, hable con un cura o compre unas palomitas y alquile La decisión de Sophie pero a mí déjeme tranquilo y, sobretodo, no me compare con Waller. Yo tengo menos vello corporal.
Hubiera querido decirle un par de cosas más, pero no hubo tiempo. Flag desapareció, así como las falsas esmeraldas y se encontró completamente solo en la cámara del tesoro esperando que los dueños de aquellas voces que se acercaban más y más, hicieran acto de presencia. Miró a la mujer una última vez. No sabía si estaría realmente muerta o simplemente malherida. Esperaba que lo primero o su destino no sería demasiado halagüeño cuando los soldados llegaran. Suspiró con resignación, al tiempo que se agachaba y recogía un puñado de monedas de oro que introdujo en los bolsillos de su pantalón. Uno siempre debía pensar en el futuro. Especialmente en el propio.
Ahora solo era cuestión de esperar. Una bala o la extracción. Cualquiera de las dos le valía para poner fin a un episodio lamentable de su vida.