Partida Rol por web

Me acerqué a Fray Bernardo aprovechando un silencio en la conversación, mientras los soldados se ponían de acuerdo sobre que hacer. Sin que mis murmullos se pudiesen malinterpretar por los recién llegados, le susurré:

- Mira allí -le digo, indicándole la dirección donde se encontraba el cuerpo aparentemente ileso - Hay algo raro ahí delante. Parecen haber dejado ese cuerpo ileso de manera intencionada allí delante. ¿No estaremos yendo a una emboscada?

-No lo había visto... -respondió Bernardo en un susurro-. Deberíamos avisar a Godfrey, en tal caso.

Los cruzados comienzan a recorrer el lugar en busca de algún indicio acerca de lo que ha ocurrido, pues por lo visto, eso del diablo no les pareció una respuesta del todo sensata.

En tanto, Bernardo hace caso a lo que le cuenta Jaime y ven el cuerpo que se encuentra un poco más allá. Se trata de un hombre adulto que se encuentra con las piernas abiertas y los brazos extendidos. Ante le vista de que pueda ser una trampa, ustedes deciden no acercarse, pero en ese momento ocurre algo inesperado y aterrador. Como impulsado por un resorte, el cadaver que estaban observando se pone de pie, quedando de espaldas a ustedes. Los cruzados sacan sus espadas de inmediato, con la intención de defenderse de esa aparición, pero el hombre gira solo su cabeza, quedando esta antinaturalmente mirando hacia atrás. Ven con claridad que sus parpados han sido cocidos y que su gestos deforman su cara hasta volverla una mascara maligna. Entonces escuchan una voz gutural, llena de reverberaciones, como si fueran varias gargantas que se unen para expresar el mismo sonido. Esa voz les dice con malignidad:

- Mi nombre es legión, porque somos muchos.

Por un momento, ante ese horror de la cabeza volteada, los caballeros no sabían muy bien qué hacer y se quedaron parados en sus lugares como si el terror no les permitiera hacer ningún movimiento. Pero el instinto de superviviencia - del cual los vampiros conocen su versión más retorcida - siempre nos mueve a a la acción, así que como si una furia justa los embargara, dos de esos templarios se lanzaron con sus espadas en mano en pos de esa cosa.

La verdad es que ver ese enfrentamiento fue aterrador, pues los caballeros intentaban hacerle daño con sus hojas mientras la cosa se movia como sis articulaciones tuvieran infinita capacidad de movimiento. Era como una danza macabra realizada por ese cadaver animado. De pronto, como si el esfuerzo no significara nada, la cosa da un salto imposible y se monta sobre los hombros de uno de los caballeros, volteando su cabeza en un crujido aterrador. Entonces el otro caballero no puedo más, y el pánico lo guío en su carrera de escapatoria.

Entonces la cosa se les queda mirando con una sonrisa horrible, y luego aulla como si fuera un lobo. Después vuelve a reirse y les dice:

- ¿Eso es todo? Caballeros con armaduras que se asustan de un cadaver. Díganme ustedes, sanguijuelas salides de la verga de Cain ¿Tienen algo mejor que ofrecer?.

Cogiendo el crucifijo con la mano y levantándolo a varios palmos de su propio rostro, un tembloroso Bernardo se adelantó para hacer frente a la criatura demoníaca. No temblaba de miedo, sino de rabia.

-¿Has sido tú el que ha provocado todo este horror, demonio? ¡Atrás! ¡Atrás te digo! Soy un hombre de Dios, y me ha dado su gloria. ¡Atrás y desaparece!

Miré las escena sin moverme. Tanta demostración banal de poder... Yo no tenía demasiada intención de acercarme. No quería que "eso" fuese asunto mío. Pero claro, tampoco tenía ninguna intención de dejarme asesinar por esa especie de muerto viviente.

La actuación de Bernardo me desconcertó, porqué eso sí convertía a esa criatura en un problema mñas cercano. Le vi acercarse. Parecía seguro de lo que hacía, así que no me moví. De toda manera, permanecí alerta. Si esa cosa intentaba algo contra alguien que parecía tan hospitalario com fray Bernardo, me vería obligado a actuar.

Moviendose con monstruosa rapidez, al mismo tiempo que sus articulaciones se quebraban de manera imposible, la cosa llegó frente a donde estaban Bernardo, Jaime y Javier. En ese momento ven su rostro de cerca, una mascara que no posee nada de humano, con los parpados sellados y, al abrir la boca, se dan cuanta de que tampoco tiene lengua. No obstante, para aumentar lo pavoroso de la escena, esa cosa vuelve a girar la cabeza de tal manera que de pronto su menton queda apunto a lo alto del cielo. Entonces abre nuevamente su boca, se asemejaba a una impúdica abertura, y del fondo sale esa voz formada por muchas voces:

- ¿Crees que puedes espantarme con tus chucherías? me gustaría ver cómo intentas hacer un exorcismo tú, sanguijuela con vestido de marica. Eres un hipócrita que no acepta que ya está condenado ¿O le pediras a tu amante que lo haga? Si, ese monje joven que de seguro ha animado tus deseos ocultos, santo fraile de mierda.

Ante su alusión, Javier se pone rojo al mismo tiempo que su cara está llena de pavor. Pero luego la cosa desvía su mirada sin ojos a Jaime y dice:

- ¿Qué me dices tú, loco? ¿Soy real o solo un prducto de tu imaginación? ¿Estás realmente en medio del bosque de noche o sigues en la casa de orates, babeando y revolcandote en la mierda de los que te rodean? O quiza esto es real, y el par de maricas saben lo que eres he intentarán clavarte una estaca, pues en verdad tu eres maligno como cualquiera de nosotros.

-¡He dicho... ATRÁS!

Sujetaba el crucifijo con tanta fuerza que podría habérselo hincado en la carne. Su voz no salía del modo en que debía, no podía dominar la voluntad de aquel ser, y pronto tampoco podría dominar su demonio interior. Escucharlo hablar así de Javier y él le había llenado de ira. Había trascendido para dejar atrás la impureza de la carne, y que le dijera aquello le volvía loco de rabia.

El intento del padre Bernardo por hacerse del control de la voluntad de la cosa que tenía en frente, pero con el miedo no cae en cuenta de que no se puede dominar aquello que no tiene ojo - o que los tiene sellados como era nuestros caso. No obstante, pareciera que el demonio entendiera a la perfección las intenciones del monje y le dice:

- Te ves contrariado, cura del carajo. Puedes orar si lo deseas. Veamos si recibes alguna respuesta.

-Manteneos atrás -murmuró Bernardo a Jaime y a Javier, y al mirar a este último no pudo evitar sentir una punzada de remordimiento. La sodomía era un pecado, lo decían las Escrituras. Y él era un hombre de Dios, salvado de la desdicha de la carne por su maestro Lluis. ¿Podía estar en lo cierto aquella aparición, que parecía leer en los corazones como sólo el Demonio sabe hacer?

Sin bajar el crucifijo, Bernardo se dio cuenta de que jamás había utilizado un arma y que no sabría hacerlo ahora. Podía dominar la mente y los sentidos, pero era incapaz de hacer daño físico. Eso era para los bellatores.

-Mis señores -dijo a los cruzados-, ¡si hay algo en esta Tierra que desafíe los designios de Dios es este ser abominable! Sois los guerreros de Dios, la primera línea en Damasco y en las tierras infieles. ¡Empuñad vuestras espadas y acabar con esta burla de la vida!

 De repente, esa criatura de pesadilla parecía un rival a tener en cuenta. Las tentativas de Bernardo por doblegar su voluntad no tenían efecto, o esa era la impresión que daba. El cambio de bufón a criatura de pesadilla fue rápido y desconcertante. Me heló la sangre verle despreciar, orgulloso, los ataques de fray Bernardo.

Pero había algo raro. Esa criatura daba la sensación de ser muy poderosa. Si ese era el caso, ¿Por qué no había acabado con nosotros ya? Quizá esa no fuese su intención. Quizás quiera algo de nosotros. O sencillamente nos hayamos encontrado de casualidad. Todo podría haber sido un malentendido, y no estaba dispuesto a perder la eternidad por un malentendido. Mirando a la criatura, y levantándome de un salto, le grité:

-¿Qué quieres de nosotros?

Seguramente Bernardo le habría enfadado, pero no quería entrar en una pelea con alguien tan poderoso "porque sí". De toda manera, Bernardo había sido muy hospitalario, y no estaba dispuesto a permitir que esa criatura le atacase, así que desoyendo la orden de fray Bernardo, decidí que si esa especie de  demonio intentaba algo, atacaría sin pensarlo dos veces.

La cosa gira completamente su cabeza de nuevo para mirar a los templarios y uno de ellos se lanza en respuesta del llamado de Bernardo, pero cuando se encuentra tan cerca como para darle un mandoblazo, la cosa abre demasiado su boca, de una forma monstruosa. Entonces vomita una sustancia sanguinolenta, y la cara y manos del cruzado quedan llena de unas cosas negras que no alcanzan a reconocer al principio, pero pronto se dan cuanta de que son sanguijuelas. El cruzado cayo al suelo gritando con desesperación y asco.

Entonces el demonio vuelve su atanción a ustedes y les dice:

- Tranquilos, mis pequeños. No he venido por ustedes... aún. Ustedes son mis elejidos para que vean y den testimonio de mi poder. Tu, padrecito, serás el portador de mi palabra. Hablaras a tu gente sobre la oscuridad que se anida en todos los corazones y de la podredumbre que los consumira y en la cual se revolcaran. En cuanto a ti, loco, a su hora sabrás cuales son mis designios para ti.

Después miró a Javier, que había caido de rodillas y solo le dijo:

- ¿Sabes que le vendiste tu alma al diablo cuando chupabas con lujuria?.

Javier abrió mucho los ojos como si entendiera lo que le decia.

Por su parte, la cosa solo rió, dio un enorme salto y desaparecio en tre los árboles, mientras los pajaros escapaban en bandadas de la corrupción que la cosa parecía acarrear junto a él.

Bernardo se quedó quieto, con la voz del demonio resonando en su cabeza. Debían mantenerse firme, recordar las escrituras. Debía fijarse en todos los hombres atormentados por la sombra del pecado o por la voz de Satanás, en cómo los justos y los puros habían podido resistirla mientras que los blandos y los temerosos habían abrazado la senda del mal. De un modo u otro, Dios siempre enviaba pruebas.

Al cabo de un momento, el fraile se dio la vuelta para localizar a sus compañeros de viaje y a los cruzados.

-Parece... parece que ese ser se ha marchado. No lo escuchéis. El diablo puede tomar muchas formas, y en todas busca nuestra perdición.

El hermano javier aun se encontraba en el suelo, de rodillas, musitando una plegaria entre sollozos. Seguramente el pobre fraile nunca se había enfrentado a algo como la cosa que les atacó en el camino y se encontraba consternado sin poder actuar. El cruzado al que le habían lanzado en vómito sanguinolento se encontraba muerto en el suelo, marchito como si llevara varios días ahí, pudirendose. En tanto el único templario que quedó en pie simplemente se dejó llevar por el pánico y monto su caballo, perdiendose por los oscuros caminos.

De pronto todo quedo en silencio y solo estaban ustedes de nuevo al borde del camino y rodeados de muertos.

 -¿Estáis los dos bien? -musité, mientras me acuclillaba ante Javier y le tendía la mano -Quizás deberíamos hacerte caso, Javier, y marcharnos rápidamente de aquí.

Todo estaba siendo muy extraño, al fin y al cabo. Empezaba a pensar que lo que acababa de ver no era real. Que todo había sido un macabro chispazo en el interior de mi mente. Pensar eso era tranquilizador.

Decidí salir de dudas:

-¿Que diablos era eso a lo que parecías atacar con tanto conocimento de causa, fray Bernardo? -pregunté, intentando que no se notase mi preocupación por que nada de eso fuese real.

Claro que, por otro lado, si nada de esto es real, ¿Qué te hace suponer que el propio fray Bernardo sí lo es? Y si al final no es real, ¿Por qué te iba a decir la verdad? Es obvio que, si no es real, te intentará convencer de que sí que lo es. E intentará convencerte de que todo ha sido real. 

Bernardo se arrodilló junto a Javier para intentar calmarlo. Él mismo no estaba mucho mejor, pero su férrea voluntad le impedía doblegarse ante lo que había visto. Al fin y al cabo, la bendición del Señor lo protegía. Si había aparecido de ese modo y sólo se había atrevido a insultarlos, eso significaba...

-No sé a ciencia cierta qué era eso... pero sólo puedo imaginarme que es una marioneta diabólica -respondió sin levantarse-. Ninguna otra cosa más que el Diablo puede hacer lo que hemos visto. Sin embargo, quiero pensar que si no nos ha causado ningún daño es porque no puede. Han sido sólo trucos. Pero Javier y yo somos hombres de Dios y, por tanto, estamos protegidos de sus malas artes. Sea lo que sea, parece que se ha esfumado. Sería bueno reemprender la marcha, para que no vuelva a atormentarnos. En la ciudad estaremos a salvo.

O al menos, eso esperaba.

-Javier, hermano, levántate. Estoy aquí. Te estoy protegiendo. No temas.

Cuando Bernardo se acerca a Javier y le habla, este rompe en llanto como si fuera un niño. la verdad es que no solo el encuentro con es cosa demoniaca le aterró, sino que también sus palabras hicieron mella en el joven monje.

No obstante, cuando se calma un poco, El joven monje vuelve al carromato y revisa a los bueyes. Los pobres animales estaban muy nerviosos e, incluso, se habían orinado y cagado ahí mismo. No obstante, en silencio, Javier los tranquiliza y hace que comiencen de nuevo su viaje.

El camino lo emprenden todos en silencio, mientras piensan en el significado de lo que han vivido esa noche. Estaban horrorizados y eso no lo podian negar en su fuero interno.