Afuera de la sala en la que estabas reunida se encuentra Sergei esperándote con la cara de impertérrito que siempre solía tener. Cuando te vé, Kosiusko se acerca a ti y te dice:
- Parece que ha encontrado una buena aventura para entretenerse, María. No sé si necesita algo antes de viajar, pero si es así cuente conmigo para ayudarla.
- Me alegro de veros, señor Kosiusko, pues ahora que el encuentro ha terminado hay bien poco que deba hacer. El señor senescal amablemente se ha ofrecido para proveernos de carruajes y demás objetos necesarios para nuestro viaje se haga lo más cómodamente posible.
Le saludo haciendo una ligera reverencia, como corresponde. En realidad me alegro de verle, pues aunque mi natural sea arisco y poco dado a intimar con las personas, agradezco su serenidad y discrección, siempre tan silencioso como un gato acechante en las sombras. Es el tipo de compañía más idóneo para mí.
Comienzo a caminar en dirección a la salida con Sergei a mi lado.
- ¿Tenéis vos algo que hacer en esta noche que se extiende ante nosotros, o querréis acompañarme en mi espera? Pues no hay ningún asunto que me retenga aquí o que deba solucionar, como bien sabéis.
Sergei solo te muestra una de esas sonrisas frias y te invita a que lo acompañes. Después de caminar un poco por la ciudad vuelves a la vieja casa que ocupa el tzimisce. Como parecía ser habitual, los perros vuelven a olfatearte y luego se echan a dormitar. Entonces él te sirve un poco de sangre en una copa y te dice:
- Es un poco que tengo gueardo, ya que el recipiente que conocisteis anoche no sobrevivió. Ahora, sime lo permitís, decidme ¿Qué os han parecido vuestros compañeros?.
Me siento en una de las sillas acomodándome cuidadosamente para no manchar ni arrugar mi inmaculado vestido blanco de seda. Después acepto la copa que me tiende, olfateando el suave aroma de la sangre y haciendo una mueca de indiferencia cuando Sergei nombra la muerte de mi alimento. Lo único malo es que ya no podrá seguir sirviéndonos.
- Mis compañeros... - comento pensativa con gesto altivo - ¿Queréis la opinión educada y correcta, o una sincera? - sonrío por primera vez abiertamente y bebo un largo sorbo, saboreándolo con la lengua - Me parece que sois del segundo tipo. Veamos... En mi travesía iré acompañada de un fraile, un hombre de Dios recatado y remilgado que parece observaros con temor cuando le dirigís la palabra. Me ha resultado curioso que un hijo de Caín porte tan orgullosamente el hábito. Es como si... realmente continuase creyendo en la bondad de Dios, y no tratase únicamente de mantener una imagen - un momento de silencio - También me acompañará una hermosa dama italiana, adornada con bellos vestidos y una risa algo molesta. Parece ser un tanto superficial, y continuamente miraba con ojos de cordero a un hombre alto de aspecto extranjero, cuyo nombre aún desconozco, y cuyo alarde de retórica ha sido impecable, sin duda alguna... Parecía ser un hombre que dominaba la palabra y la confianza.
Tras mi largo discurso, permanezco en silencio unos segundos observando directamente a los ojos al señor Kosiusko.
- Ese ha sido mi dictámen ante lo que he visto.
Sergei también apura un trago de su copa y te explica:
- Lo que ocurre con ese fraile es que pertece a una secta de herejes dentro de la iglesia llamados la Herejía Cainita. Creen que Diuos a elejido a los hijos de Cain como sus heraldos frente a la humanidad... Claro que eso funciona solo si crees en el dios crucificado o que descendemos de un de un campesino.
" En cuanto a la mujer, Camp me informó que se trataba de una ventrue, por lo que debe cuidar de sus espaldas. Los ventrue se auto proclaman señores de todos los vampiros y pretenden que incluso nosotros aceptemos su dominio. El hombre calvo se llama Aziz, conocido por algunos como el Adulador. Se trata de un setita y por muy melosas que sean sus palabras no se debe nunca confiar en uno de ellos. Adoran a un dios del la oscuridad del antiguo Egipto o algo así, además de complacerse en formentar los vicios de mortales e inmortales.
Analizo interiormente la explicación que me está dando sobre cada uno de mis compañeros, y asiento con la cabeza.
- Ya veo. Parece ser que tendré que ir con mucho cuidado en este viaje, pues todos pueden resultar peligrosos en algún momento. Mi sire ya me advirtió sobre los Ventrue, indicándome que tenía que tomar toda clase de precauciones en su presencia, pues se apoderan de cuanto ven sin ningún tipo de reparo. En cuanto a Aziz el Adulador, seré cauta al creer en sus palabras... Aunque he de confesar que no me atemorizan los vicios ni las pasiones - un lejano recuerdo me asalta, y permanezco con los ojos algo vidriosos durante un instante. Cuando vuelvo a hablar, mi tono de voz suena más duro - Sobre el monje... Me temo que no compartimos ideales, pero creo que hallaré gran diversión en tratar de hablar con él. Si no huye de mí, claro - añado con cierto tono de burla.
Kosiusko sonríe ante tu comentario, lo cual lo hace poarecer humano. La verdad es que si se quedara quieto pasaría por una estatua. No obstante, el tenía cosas aún que hablar contigo:
- No sé si ha viajado antes con otros vampiros, pero debe tener mucho cuidado. Principalmente porque pueden darse cuenta de nuestra tradición de reunir rodeados de tierra. Quizá podrían usar esta debilidad en su contra... Y no se confíe de la supuesta apatía por los vicios y las pasiones, ya que los que hemos tomado el camino de la noche tenemos somos tentados con mucha fuerza. Piense en eso para entender lo que le pasa al monje: seguramente no lleva mucho como vampiro y aún sufre por la tentadora presencia de dos mujeres hermosas.
La sonrisa de Kosiusko me pilla por sorpresa. Es, como yo, una persona de pocos gestos amables, por lo que me resulta sorprendente ver que tiene la capacidad de sonreír. Aparto rápidamente este pensamiento de la cabeza para concentrarme en la conversación.
- Gracias por vuestro consejo, mi señor. Extremaré todas las precauciones para evitar miradas indiscretas, vigilaré bien mis espaldas. Parece ser que la mayoría llevarán sirvientes o compañeros para esta travesía, así que habré de tener cuidado. Os agradezco vuestra preocupación por mi seguridad - me quedo con la vista clavada en las velas del techo, pensando de nuevo en el monje, y no puedo evitar hacer un leve mohín despectivo - Sobre fray Bernardo, no os preocupéis. Creo que tendré mucha diversión gracias a su compañía. Nunca antes he tenido la ocasión de toparme con un hombre de Dios con el que poder charlar. Los otros con los que me encontré terminaron siendo mi comida - sonrío con crueldad.
Después, permanezco en silencio, observando a mi compañero.
- ¿Y vos? ¿Qué tenéis pensado hacer de ahora en adelante? Ya habéis asistido al conclave. ¿Os resultó útil?
Kosiusko vuelve a tomar un trago de su copa y te dice:
- La verdad es que solo me confirmó que las cosas en occidente funcionan diferente. En nuestra patria, porque desde el momento es que recibió la sangre del clan también es suya, las cosas son diferentes. Los voivodas tienen autoridad absoluta y no dejarían que ningún advenedizo se atreviera a ponerlo en duda. Estos devates solo sirven para mostrar lo idiota que es ese príncipe ventrue.
"De todas maneras, debo informarle que posiblemente cuando vuelva a la ciudad yo ya habré partido. Mi sire ha de necesitar mi presencia ya en nuestra tierra. Soy un capitán y mi lugar es la guerra.
Me río irónicamente ante el comentario sobre la idiotez del príncipe Ventrue. Sé de buena tinta que en mi clan los líderes jamás permiten que se les cuestione, pues ellos son la autoridad suprema, quienes guían a los demás. Los Tzimisces somos un clan de ganadores.
- La sangre de los victoriosos es la de nuestro clan - reflexiono con tono orgulloso. El comentario sobre la guerra llama mi atención - ¿Sois capitán, entonces? ¿Os encargáis de combatir a quienes osan perturbar nuestras tierras? Es cierto que no conocemos casi nada el uno del otro, pero podríais contarme más sobre vos, de dónde venís exactamente.
Termino de beber mi copa de un largo sorbo y me relamo los labios, mirándolo con interés.
Kosiusko parece sorprendido por tu interés por quién es reamente él. Sin embargo, te cuenta con cierto tono de orgullos en su voz:
- Provengo de un lugar en Transilvania llamdo Timisoara... eso queda más allá de las tierras de los tudescos alamanos. Si bien no se trata de una ciudad como está, es vastante grande para las tierras del este. Ahí soy capitán del ejército de mi Voivoda, Mircea Rustovish.
"A diferencia de los ventrue, en nuestro clan la nobleza no viene del nacimiento mortal, sino de nuestra real valía. En mi vida humana fui el tercer hijo de un herrero que fue elegido como caballerizo en los establos del voivoda. Luego me enviaron a Constantinopla como rehen y fui educado ahí. Luego escapé para volver al norte y me hice vandolero. Fue entonces cuando fui abrazado por la Dama Blanca. Se llama Gabrielle Stanovich y era una kuldunia, una especie de experta en magia de nuestro clan. Ella me puso al servicio de mi voivoda y se fue - Sergei vuelve a sonreir y agrega - Ahora que lo pienso, usted me la recuerda.
Escucho su historia con vivo interés. Todos los datos que puedan darme sobre un Tzimisce son bienvenidos. Cuando termina, le sonrío ligeramente y asiento.
- Parece ser que habéis visto muchas cosas a lo largo de vuestra existencia. No puede decirse lo mismo de mí, ya que durante mi vida humana no salí de Zaragoza, donde mis humildes orígenes difieren de lo que he llegado a alcanzar ahora.
Suspiro acomodándome en la silla.
- ¿Creéis que faltará mucho para la cita? El tal Aziz dijo que debíamos ir a una posada a reunirnos, pero desconozco dónde está.
- No os preocupeis. Yo os escoltaré de inmediato al lugar en que os reunireis con vuestros compañeros.
Y así te escolta a la habitación que ocupaste y espera afuer a que recojas tus cosas con tranquilidad. Luego ambos se van caminando al sector de los puertos de la ciudad. Ahí se encuentra la taberna a la cual se dirigen, pero por lo que parece algo extraño pasa, porque hay un montón de gente reunida en la entrada de un callejón adyacente.
Tras agradecerle ceremoniosamente que se tome la molestia de escoltarme, recojo mis escasas pertenencias en una bolsa de piel de oveja que mi sire me otorgó antes de partir. Lo guardo todo con rapidez pero con gran cuidado, y luego salgo de la habitación.
Sergei me va guiando por las intrincadas calles de Barcelona, que voy observando con curiosidad mientras permanecemos en un agradable silencio. Su compañía me resulta altamente grata y cómoda, pues estoy junto a un igual.
Al llegar y ver a todo el cúmulo de gente, levanto una ceja con escepticismo.
- Me pregunto qué hará toda esa gente ahí, frente a la taberna donde habíamos quedado. Espero que mis compañeros no hayan hecho nada que pueda llamar la atención de los humanos - comento con un tono de superioridad que deja patente un leve desprecio.
Me acerco al tumulto seguida por Kosiusko para ver qué sucede.
Cuando se acercan a el callejón se la gente esta tan agolpada que es difícil ver qué ocurre. No obstante, Sergei, que es vastante más alto que los naturales se estira aun poco y te dice:
- Hay una mujer con la cabeza girada hacia atrás y con la barriga abierta. Algo está escrito con sangre en la pared con sangre, pero no alcanzo a distinguirlo.
Aquello que retransmite Sergei desde su altura pica mi curiosidad, y no puedo contener una sonrisa algo macabra.
- Parece que alguien se ha encargado de castigar a esa pobre mujer - susurro con un deje irónico en las últimas palabras. Después, comienzo a abrirme paso entre la multitud con férrea voluntad y la fuerza por encima de lo normal que tenemos las criaturas de la noche. Voy dando suaves empujones a la gente y agarrándole los brazos para apartarlos de mi camino sin ningún tipo de miramientos hasta poder llegar a la primera fila y leer lo que pone en la pared.