Partida Rol por web

Cuando el Fraile sale de su reunión con quienes serían sus compañeros de viaje lo estaba esperando el Obispo y su cortejo, al cual se había sumado un caballero de tez morena que seguramente era castellano por su forma de vestir y facciones. No obstante, es Felipe quien primero se acerca a y te dice:

- Venid conmigo, hermano. Descansareís un momento en mi humilde morada antes de emprender nuevamente el viaje.

Así, te conduce a su carruaje y una vez ahí, contando con intimidad, te dice:

- Y bien, hermano Bernardo ¿Qué pensais de vuestra compañía para este viaje?.

-No me complace que haya dos mujeres en la caravana -respondió él inmediatamente-. Probablemente no hagan sino retrasarla y dar problemas. Es mejor que los hombres viajemos solos.

Enmascaraba sus propios temores con prejuicios y fácil misoginia, pero era mejor que dorarles la píldora como hacía el veneciano.

-No obstante, observo que María de Urgel parece menos dada a los coqueteos y más al pensamiento frío. ¿De dónde procede y por qué se ha unido a la caravana, Excelencia?

El obispo te mira como si intentara leer tras tus palabras. No obstante, cuando preguntas por María, él te dice:

- Mientras estabas en la reunión el caballero que visteis hablando conmigo me dio la información acerca de ella. Se trata de un raro especimen para nuestras tierras, es una tzimisce, aunque su origen es hispánico. Por lo visto esta bajo la protección de otro miembro de su clan que es cercano al nuestro, un tal Kosiusko. Supongo que se tratará de uno de esos bárbaros del este, esos que decienden de Atila. Bueno, el asunto es que esa mujer está ahí para apoyaros en caso de que vuestros otros compañeros se desvíen de lo que deben hacer. Como ya os habeis dado cuenta, ella no está preocupada de las minucias de la coquetería y esas cosas pues los tzimisce tienen poco de humano y mucho de monstruo.

-¿Y cómo debo proceder, si es cierto que es más monstruosa que humana? -preguntó el monje-. Debéis entender, Excelencia, que es la primera vez que me involucro en la política inmortal y no conozco ni todos los Clanes ni su forma de actuar.

- La verdad, hermano Bernardo, es que muy pocos por estas tierras han tenido contactos con los demonios de más allá del Danubio. He eescuchado leyendes de que pueden cambiar de apariencia y deformar horriblmente a los que cometen la estupidez de hacerlos enojar. Tambien he sabido que crian ghoul como los que crían perros para quehaceres especiales. Principalmente lo que puedo decirle es que son muy territoriales, protegen su intimidad pero también respetan la de otros... y también siguen una especie de código de honor, bárbaro, pero honor al fin y al cabo.

En ese momento el onispo mira a al exterior, como si pensara en algo y la respuesta estuviera ahí afuera. No obstante, sin mirarte vuelve a preguntarte:

- ¿Y del resto qué piensa? ¿Qué hay de la ventrue, el setita y el moro?.

-La mujer no me da buenas vibraciones. Parece tan tentadora como la serpiente, es hermosa como pocas, pero... No parece tener nada dentro de la cabeza. Repite como un loro lo que dice el resto. No obstante, es cristiana como nosotros y puede que nuestra mejor aliada. El veneciano no me inspira ninguna confianza. Sé que tendré que andarme con cien ojos. Es demasiado zalamero y adulador... sin olvidar sus raices egipcias. En cuanto al moro, no sé qué hace en nuestro grupo, ni qué piensa Berenguer al aliarse con semejante calaña, pero... poco puedo hacer al respecto.

Felipe parece concordar contigo en cuanto a lo de la mujer rubia, lo cual se hace más evidente cuando te comenta:

- Todos sabemos que la mujer es el vahículo preferido del diablo para traer el pecado en el mundo. tenga cuidado con ella hermano, no olvidemos que además es una ventrue.

En ese momento han llegado a la casa del obispo y, fiel a lo que le digiste, el joven hermano Javier se encontraba esperándote. Al verte, el fraile se acerca a ti y con interés te dice:

- Fray Bernardo, he dado de comer a los bueyes y comi un poco, fruga,lmente, como corresponde a un hombre de Dios. Necesita algo más de mi persona.

-Sí, mi querido Javier. Por orden del obispo hemos de emprender un viaje. Debemos proteger la reliquia que han robado los cátaros y traerla de nuevo a manos cristianas. Aunque es elección tuya en última instancia, ¿estás dispuesto a seguir recorriendo los caminos conmigo, a pesar de los peligros? -preguntó Fray Bernardo.

Javier te mira con tal devoción que te preguntas si solo se trata por los efectos de la sangre que le has dado o hay algo más. El joven fraile te dice:

- Iré con vos a donde el Señor decida conducirnos, maestro. Os ayudaré en todo aquello que se me sea permitido por mis pobres cualidades.

Luego de esta apasionada confeción, Fray Bernardo se preocupa de detalles más prácticos:

¿Necesitais que prepare algo especial para el viaje?

-Comida, vino y agua para ti, paja limpia para descansar y forraje para los bueyes. Por lo demás, no -respondió Bernardo-. Partiremos en tres horas, junto al resto de la comitiva. Ten cuidado y no te mezcles con los demás. La mayor parte son indignos de la sangre, y están en el viaje por interés político antes que espiritual.

Javier, casi como si fuera u perro que busca agradar a su amo parte para hacer lo que le has mandado. Mientras tanto, el obispo te invita a que le sigas al interior de su casa para que descances un poco antes de seguir el viaje. Mientras se dirigen a las habitaciones interiores, Felipe te pregunta:

- ¿Le habeis dado el sacramento de nuestra sangre a ese joven hermano? Lo digo porque le veo muy solícito a tus requerimientos. De ser así, sería muy bueno que afianzaras su lealtad. La mayoría de los jovenes frailes han pasado toda su vida en el monasterio y estar en contacto con mujeres tan hermosas como las os acompañaran podrían ser una prueba dura para su castidad y su lealtad hacia vos.

-Lo sé, y tengo ese temor... -reconoció Bernardo-. Volveré a darle una toma en cuanto me sea posible con el fin de apartarlo de la tentación. No puedo permitir que se pierda entre los muslos de ninguna de mis compañeras para que lo envenenen con lujuria.

Al final llegan al mismo salón en que tuviste la primera entrevista con el obispo. Una vez ahí, Felipe te invita a sentarte y te dice:

- Si hermano, será bueno que pronto afiances el lazo con ese hermano... posiblemente con el tiempo el sea digno de recibir nuestro Sagrado Don.

Luego se dirige a un cofre puesto sobre un mueble y extrae algo. Se trata de un saco que tintinea al moverlo. Te lo entrega y te dice:

- Son treinta monedas de horo par lo que sea necesario, hermano. No es falta al voto de pobreza si llevais estas monedas para una causa superior.

-Gracias, Excelencia. Le daré buen uso -respondió Bernardo inclinando la cabeza.

Entonces el obispo te invita a que lo sigas a su capilla privada para orar por un momento por el buen termino de tu misión. Después de eso, el mismo te acompaña al patio de su casa para que te reunas con el hermano Javier.

Al lado del carromato se encontraba tu compañero esperándote y ya con todo listo. Al verte, Javier te dice:

- Todo se ha hecho como disposiste, hermano. Adónde nos dirigimos ahora.

-A la taberna donde nos espera el resto, Javier -Se giró y besó el anillo del Obispo-. Hasta pronto, Excelencia. Espero que todo salga bien. Orad por mí y por el hermano Javier, y por el buen término de esta misión.

Bernardo tenía cierto temor a fracasar, aunque no lo admitiría. Deseaba que Felipe lo aprobase y y confiase en él, y ser un digno hombre de Dios salvando una reliquia de manos impías.

Felipe bendice a ambos con cierta solemnidad y les desea éxito en su vieja. Sin más, el hermano Javier se sube al carromato, toma las riendas y parten a la zona del puerto en el cual se encuentra se encuentra la taberna de ese setita.

Lo extraño es que cuando estan llegando ven a mucha gente asustado corriendo por la calle y santiguándose. Algunas mujeres, que por la pinta no eran de muy buen vivir, se golpeaban el pecho y decían que Dios también las castigaría por vender su cuerpo por dinero.

La cosa era realmente un caos y algunos se acercaban a ustedes pidiendo que les defendieran del poder del diablo. Entonces, por las señas que les dió Felipe, se cuanta de que todo ese pandemonium tiene su origen en el lugar al que se dirigen. En la taberna de Aziz hay un montón de gente asustada que mira algo que se encuentra en un callejón contiguo.

Fray Bernardo miró con extrañeza la agitación de la gente, pero cuando vio a tanta gente santiguándose tuvo un presentimiento. Frunciendo el ceño ante las mujeres de mala catadura y buscando a Javier con los ojos, se acercó a ver lo que ocurría que alarmaba tanto a los barceloneses.