En ese momento los cuerpos de los crucificados comienzan a descomponerse de manera muy rápida, consumidos por gusanos que carcomen la piel hasta llegar a los huesos. Entonces, un poco más allá de las cruces, ves la silueta de la criatura que viste la ves anterior, esa marioneta de movimientos antinaturales y de parpados cosidos.
- Pronto te haré ver la oscuridad en tu interior, cura, y terminarás rindiéndome tributo.
Esa fue la última amenaza del demonio antes de desaparecer.
Fue inmediato el cambio de ambiente, pues de pronto el frío que sentías se aminora y el silencio desaparece. la primera en reaccionar es Silvina, quien pregunta:
- ¿Usted parece conocer a esa cosa, fray Bernardo?.
Su primera reacción fue buscar a Javier con la mirada y cerciorarse de que el joven monje estuviera bien. La pregunta de Silvina le hizo dudar brevemente.
-Conocer... conocer no es la palabra. Nos hemos encontrado. -Miró al resto. Le dolía la mano de sostener el crucifijo y tenía la marca de la madera en la palma. Flexionó la mano mientras hablaba-. Ese ser es un demonio que intenta mantenernos a raya en nuestro viaje. No sé si colabora con los cátaros o es simple maldad... Sabe lo que somos, pero nunca nos ha atacado de frente. En lugar de eso se ceba con los humanos. En nuestro viaje a Barcelona vimos cómo masacraba a un grupo de cruzados.
Pero ese ser es un demonio, compañeros. Por más o menos cerca de la Bestia que estéis -Y esto lo decía por Aziz y María-, colaborar con él es un grave error. Os arrancaría el alma de golpe. Pondría a prueba nuestra inmortalidad y la retorcería para convertirla en un infierno.
María retrotrae su aspecto al que mostraba en un principio y, sin poder ocultar el miedo en su mirada, te dice:
- Entonces esto tiene que ver seguramente con la prostituta que mataron en el callejón al lado de la taberna de Aziz. Esa cosa está empeñada en asustarnos para que no llegamos a la susodicha reliquia...
Luego piensa un poco y dice:
- Aunque dijo que no se trataba de ningún trasto santo ¿Puede ser eso cierto, padre?.
Bernardo la miró con reproche.
-Trasto santo. ¡Hablas de una reliquia, chiquilla! Ese demonio puede decir lo que quiera. Si por él fuera, habría dicho que la sangre de Cristo no era sino vinagre. Pero decidme, ¿qué es lo que ha pasado con esa prostituta?
Aziz, quien también ha vuelto a su forma normal, te dice:
- Se trata de la puta que mataron en el callejón al lado de mi taberna. A la que le sacaron las entrañas y que nos dejaron ese hermoso mensaje que nos decía que nos seguía Legión.
Haciendo memoria te recuerdas de la mujer con las entrañas esparcidas por la calle y el mensaje en latín escrito con sangre en una de las paredes.
No obstante, Aziz se preocupa de cosas más prácticas:
- ¿Qué vamos a hacer con el hombre santo?.
Se referia al hermano Juan.
El fraile asintió. La imagen volvió como un doloroso relámpago a sus retinas. Lo recordaba.
-Al hermano Juan... está claro que no podemos dejarlo aquí. Es un hereje y un blasfemo.
No podía permitir que hiciera más daño a otros. No podía permitir que siguiese retorciendo la fe y las Escrituras de ese modo. Fray Bernardo lo vio claro. Debían acabar con él.
-Cogedlo, Aziz -dijo señalando en dirección a Juan-. Lo juzgaremos como es debido y será ejecutado.
No era la primera vez que Bernardo mataba. En una ocasión, dejándose llevar por sus instintos de hombre, atacó a un viajero que pasaba cerca del monasterio. No pudo evitarlo. Era uno de los días cercanos a su Abrazo, cuando aún no sabía controlar sus impulsos. Saltó sobre él hecho una furia y se bebió su sangre. ¡Cuánto lo había sentido después! Cuántas lágrimas derramadas, cuántas oraciones rezadas, cuántas sesiones de penitencia. Aún se le encogía el corazón al recordarlo. Lluis le había enseñado que debía alimentarse con precaución del inocente... pero que, como hombre de Dios, estaba en su mano administrar la justicia cristiana. Y ese Juan era sin duda merecedor de la justicia.
Aziz te ace caso y se acerca a juan para tomarlo del brazo y levantarlo de donde se encontraba arrodillado. Pero nadie esperaba la reacción del setita, puas con tan solo tocar al monje loco lanza un alarido de dolor y se toma la mano. Cuando te acercas a ver la mano de Aziz está ampollada por una quemadura.
Juan les mira con desprecio y dice:
- Mi Dios me protege de ustedes, demonios.
La carne impura de Aziz se quemó al contacto con la piel de Juan. Era un loco. Un loco fervoroso, pero un loco. Y aún así, Dios lo protegía... Dios o ese demonio.
Bernardo chascó la lengua, contrariado.
-Javier, cógelo tú. Nosotros no podremos tocarlo. Pero tú, Aziz, serás quien le rebane el cuello.
Javier, algo afectado aún por lo que acababa de presenciar, demora un momento en atender a las órdenes de Bernardo, pero cuando lo hace no hay resistencia por parte de Juan, quien en todo momento parece estar elevando una plegaria. No obstante, cuando Aziz está listo para cobrarse por la quemadura que le hizo, los ojos de Juan se abren y les mira con un gesto reprovatorio, como si no fuera él quien les mira y encuentra imperfectos, sino algo superior.
Con voz tronante, les dice:
- Malditos aún más sereis, hijos de la noche. Habeis sido pesados y medidos, siendo encontrados imperfectos a los ojos de Dios. Pronto vosotros mismo vereis la verdad acerca de vuestra no vida y sabreis cuán maldoto estais.
Aziz, despreciando estas palabras, toma su cuchillo y realiza un corte limpio. La sangre del monje loco riega el suelo terroso del camino.
Bernardo no sintió remordimientos al verlo caer al suelo. El Camino que Lluis le había enseñado no contemplaba como algo erróneo la muerte de los pecadores. Y Juan lo era. Había retorcido la palabra de Dios hasta un punto que le daba escalofríos. Pero ahora estaba muerto y su alma tendría que sufrir las consecuencias. Bernardo se santiguó.
-En el nombre del padre, del hijo y del Espíritu Santo.
Tú y tus compañeros deciden reiniciar el viaje, ya que habían perdido demasiado tiempo en ese lugar. Llecaban al pequeño que lograron salvar, aunque desconfiabas de que Aziz tuviera buenas intenciones con él. No creías en ninguna de las palabras de Juan antes de morir, peropronto tus convicciones serán puestas a prueba.