Partida Rol por web

Entre el conocimiento y la fe (HLCN)

Introdución: Un pueblito en las nuevas tierras del Rey

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10/03/2013, 14:14
Muerto 6: Eléanor de Montpellier

Suspiraba y trataba de respirar aun con todo el vestido bien ajustado, mientras caminaba por la calle por orden de su dueña para, como dijo ella: “que el polvo de los libros no te convierta en una muchacha cenicienta”. Eléanor puso los ojos en blanco cuando escuchó aquello y dejó el pequeño libro de poemas de Santa Teresa de Jesús en la mesa y salió por delante de la anciana mujer hacia la calle, como si fuera una cría.

Ya en las concurridas calles, miraba de forma cansada y perdida al resto de las gentes de aquel pequeño y abandonado pueblo. Aún se preguntaba por qué demonios su padre tenía tanta insistencia en venir al Nuevo Mundo si no fue más que para llegar a un pueblo escondido entre las montañas, con un pequeño puerto y zona pesquera. Habían pasado meses y aún no hablaba con él. Ni pensaba hacerlo. Si bien las comidas se hacían incómodas, sólo tenía que soportarlas dos veces al día. Hundía su nariz en el plato y obviaba todo lo que pasaba a su alrededor. Después, como cada comida, su madre o su dueña venían para obligarla a que su orgullo bajara y volviera a ser la de antes. Una cuestión de orgullo decían. No tenían ni idea.

Siguió caminando por delante de su dueña, sin prestarle apenas atención. Si bien se paraba a veces para comprar alguna verdura o pescado fresco, Eléanor seguía caminando sin esperarla. Eso podría costarle varios azotes si tuviera 15 años menos.

Obvió los gritos de su aya que la instaban a no alejarse, pero Eléanor los obvió, caminando un poco más, escuchando cómo, de forma progresiva, el sonido de unos cascos de caballo se acercaban hacia el pueblo. Giró la cabeza y miró al animal negro junto a su jinete. Le dio un vuelco al corazón. Jamás había visto a alguien así. El caballo tenía buena planta e intuyó que podía ser alguien de la nobleza, alguien importante, alguien con noticias.

Lo escrutó con la mirada y analizó cada uno de sus movimientos, preguntándose a sí misma qué es lo que haría. Se acercó con paso lento hacia donde se congregaba el resto de los habitantes del pueblo. Dedicó un ceño fruncido y arrugó la nariz como respuesta a la mirada que aquel tipo propinó al pueblo, harta de la soberbia de la gente con la que se encontraba.

-Herejía y traición- murmuró Eléanor, al leer el comunicado, notando cómo su corazón latía con más fuerza-. ¿Van a hacer una caza de brujas o qué?- se preguntó, totalmente desconcertada, notando la boca seca y que el mundo a su alrededor desaparecía.

Podrían condenar a mi aya, pensó, un tanto divertida, aunque se arrepintió al instante siguiente, sintiéndose culpable por haber deseado algo así.

Agachó la cabeza y quiso salir de entre aquel gentío cuando escuchó la pregunta. En un principio, quiso no prestar atención, tan solo darse media vuelta y seguir con el condenado paseo para poder volver a su casa tan pronto como pudiera. Sin embargo, algo hizo que se detuviera, que no se moviera y que alzara la mirada para responder a aquel hombre.

En cuanto clavó su mirada en él, sintió una punzada de dolor en el pecho y la respiración se le cortó. También tuvo ganas de huir, culpando a su perversa muerte por obligarla a ver el rostro de su amado haya donde fuera.

Trató de disimular, de mostrarse distante y fría. La nobleza no podía juntarse con el populacho, bastante había hecho ya con ir a ver aquel cartel entre todo aquel gentío. Se mordió el labio inferior y apartó la vista de aquel hombre, volviendo a condenar a su mente por obligarle a recordar la mirada de ensueño que tenía él.

No me hagas esto, imploró. No me lo pongas más difícil.

-Estoy bien- contestó de manera fría, sin dedicar una sonrisa ni una sombra de calidez en la mirada. Quería irse, pero sentía que no podía. No sin antes sin mirar de nuevo a aquel hombre.

Se armó de valor, suspiró de manera pausada, y alcanzó sus ojos, perdiéndose en ellos, como hacía en los oscuros callejones de Barcelona, ajenos a las miradas indiscretas de sus padres y su avispada aya, cada vez que podía escaparse al atardecer y poder encontrarse con él. Recordó que no pudo despedirse de él, que se fue, sin decirle a dónde, ni por qué. No dio tiempo. No surgió el momento de poder reunirse en su habitual lugar para despedirse de él. Y aún dudaba que lo hubiera hecho de haber tenido la oportunidad. Tal vez, hubiera sido cobarde. O no. Eso ya nunca lo sabría.

Se perdió en su mirada y notó cómo la traspasaba, cómo un calor familiar la inundaba por dentro y volvía a las solitarias calles de Barcelona, oscuras, donde se podían encontrar apenas unos minutos para contarse su día a día.

-No, no puedes ser tú- negó con la cabeza, volviendo a la realidad, sabiendo que él estaba en Barcelona o había vuelto a Inglaterra al ver que ella no aparecía en su particular punto de encuentro noche tras noche-. Disculpad, lo he confundido con otra persona- se cerró. No quiso permitir que su corazón se destrozara de nuevo en mil pedazos por una ilusión, por algo que su mente ansiaba ver, pero no era verdad. No era la maldita realidad-. Perdón, he de irme- bajó de nuevo la mirada, tratando de escapar de esa situación en la que su corazón no paraba de llorar.

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10/03/2013, 14:44
Muerto 12: Alejandro Zabala

El movimiento en la plaza parecía algo acelerado el día de hoy, Alejandro se acerco poco a poco a aquel lugar tratando de averiguar que pasaba, sin tener que involucrarse en ello, pero era complicado con tanta gente de un lado a otro y el bullicio de los vendedores del mercado.

 

Algunos mas curiosos que él, comenzaron a conglomerarse alrededor de alguien que escribía o dibujaba cosas en la arena, pero los ojos del joven Alejandro se movieron en otra dirección en cuanto los curiosos comenzaron a despejar el horizonte que daba hacia el río. Una chica que ofrecía sus productos sobresalía por su belleza en un contraste perfecto con la naturaleza tras ella: el agua, el sol y la vegetación cercana al río, conjugaban esplendidamente en ella.

Era justo lo que buscaba dibujar y era un buen momento pues no había mucha gente que obstruyera su vista, en cuanto pudo salir de su propio asombro, saco un trozo de carboncillo y comenzó a dibujar en el papel aquella escena.

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10/03/2013, 15:14
Muerto 24: Pedro "Unaoreja" Díaz

-¿Qué coño...? - dice el joven pirata, abriendo los ojos, cansado, pues le pesa todavía la resaca de anoche y además, durmiendo como durmió en un banco de fuera de la taberna no es fácil descansar.

Pedro escucha el sonido de unos cascos, alguien hablando de manzanas y alguna que otra maldición mientras se frota los ojos. Comprueba que el sable y la pistola están con él, así como su bolsa de monedas de oro, fruto de su última travesía. Se toca el lado de la cara donde la falta una oreja mientras con la otra mano sopesa la bolsa de dinero.

La verdad es que mereció la pena por todo esto...

Ya de pie estira los brazos y se dirige al lugar donde ese jinete, que parece alguien importante, deja una nota.

-¡Maldición!- exclama, viendo la nota y pensando que no le dejarán salir del pueblo hacia la ciudad costera, donde le espera su tripulación, preparada para marcharse a Tortuga.

Pedro es tal vez, el capitán pirata más joven de los últimos años. Nacido en un pequeño pueblo pesquero del que viene, dedicó su infancia a ayudarla, sobre todo yendo a pescar con el que había sido el barco de su padre. Pedro adora el mar desde que sus ojos se abrieron por primera vez, y también adora a su madre, a la que da gran parte del oro que consigue en sus botines y vive ahora como una burguesa. Pedro, además, cada vez que pasa por estas tierras deja unos días libres a toda su tripulación, que los dedican a fornicar, beber, apostar... es decir, gastarse las monedas. Pedro, en cambio aprovecha para visitar a su madre.

Su tripulación le espera en tres días, y la ciudad a la que se dirige está a dos jornadas de viaje. Dando un puñetazo contra la pared de la que pende el comunicado, el joven pirata "Unaoreja" Díaz se vuelve hacia la de las manzanas.

-Deme tres a mí también - a la vez que saca la bolsa del dinero.

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10/03/2013, 15:36
Agapita

La pobre esclava del encargado local, trabajaba para su amo. Ve una gran cantidad de gente en la plaza, hubiera deseado saber que decía el papel, pero la pobre no sabía leer. Intrigada esperaba que alguien le informara, pero antes tenía que vender el contenido de la carretilla que tenía al lado.

PECAOOO FRESCOOOO..... PECAOOOOO

Evidente mente vendía pescado, pero los esclavos no pronunciaban bien, ya sea por falta de educación o por su lugar de origen.

PECAOOO FRESCOOOO..... PECAOOOOO

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10/03/2013, 15:52
Muerto 16: Shuaila

Estaba un poco aturdida la ver como se acerco tan rápido el jinete... que me dirigí inmediatamente a coger a mi hija... No sabía quién era y que lo que había echo... pero estaba asustado... que tenia abrazando fuerte a mi hija y una vez que se marcho el jinete. Decidí irme a casa con mi hija a que se me fuera el mal susto que pase...

La gente del pueblo no sabia exactamente lo que estaba pasando. Pero algo bueno ese jinete no hizo si no hubiera salido tan rápido como lo hizo... mientras que avanzaba de camino hacia mi casa, decidí pasar a la taberna con mi hija a tomarme un vasito de agua para que se me fuera el mal trago... Estaba un poco pálida porque no podía olvidar la imagen acercándose el jinete... pensado que se iba a llevar a mi hija.

Me dirigí a la barra. Y le dije a tabernero... hola. Me pones un vaso de agua por favor. Y si tienes un zumo para mi hija pequeña. Si no otro vasito de agua. Nos fuimos a sentarnos a la mesa para estar más tranquilas...

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10/03/2013, 16:29
Gonzalo

El día había empezado como otro cualquiera, las pocas horas de sueño con las que convivía se marcaban su rostro. Los clientes con más aguante le solían tener hasta bien entrada la madrugada sirviendo vino, cervezas y ron. Aunque no le importaba, era su oficio y le gustaba. Regentar la taberna estaba bien, era como ser el Rey de un pequeñísimo país, y a pesar de su corta edad, era capaz de hacerse respetar entre los bebedores más veteranos, algo que había aprendido del Abuelo. Así que no trabajaba con miedo, ni sentía la angustia de tener que discutir con borrachos para que se comportaran como algo más parecido a personas y menos a gorrinos.

Mientras se dirigía al mercado tras salir del pequeño cementerio, pensando en comprar unas manzanas para preparar una tarta, llegó el caballero negro y pegó aquel cartel en el centro de la plaza. Estaba justo al lado y fue el primero en leerlo; ¿herejía? ¿Pero por qué demonios tienen que inmiscuirse en los asuntos de un pueblo pequeño y tranquilo como este? Ni que en España no tuvieran asuntos mejores de los que ocuparse...

Aún pensando en el anuncio y en las consecuencias que podría tener para la aldea, se dirigió al mercado a por las manzanas justo cuando la gente empezaba a aglomerarse alrededor del poste. Levantó la vista hacia su taberna, y vio que el marinero de dudosa reputación, el último en salir de la taberna la noche anterior y que se había quedado a dormir a la puerta del establecimiento, estaba despertándose en ese momento, quizás por el alborto, quizás porque el Sol empezaba a pegar con fuerza... 

Entró en la taberna con unas pocas manzanas y naranjas cuando el ambiente de la plaza empezaba a clamarse. Las dejó sobre la barra y puso el calzo a la puerta para evitar que se cerrar, quitó los pestillos de las ventanas y las abrió de par en par para que el aire fresco y limpio de la mañana entrase en la sala y depurarse el olor a alcohol de la noche anterior. 

Barrió los montoncitos de basura que por la noche ya había agrupado antes de acostarse, hacia un agujero del suelo, la Gloria, que era donde encendía el fuego para calentar la taberna. Colocó un par de sillas y se dirigió de tras la barra, a la cocina, y preparó la leña para luego encender el fuego y preparar las comidas. 

Fue entonces cuando entraron dos personas a la taberna. Las conocía, por supuesto, en aquel pequeño pueblo todo el mundo se conocía. Aunque, como en este caso, no tuvieran ningún tipo de relación de amistad ni nada parecido entre ellos. Era la joven morena que tenía una hija pequeña. También muy guapa, como su madre. Su nombre era Shualia, o algo así. Le pidió agua y un zumo y se sentaron en una mesa. 

Le acercó primero el vaso de agua a la madre. Aquí tienes, ahora mismo te traigo el zumo. Acabó de comprar unas naranjas buenísimas en el mercado. Le dijo.
Le revolvió un poco el pelo a la niña, sonriéndole, y se alejó de nuevo a la barra para exprimir las naranjas. 
-Menudo lío, ¿verdad?- le comentó alzando un poco la voz, para que la oyese desde la mesa. -Es raro que en San Palmaquino pasen estás cosas... Espero que no sea una excusa para pedirnos más impuestos... Reflexionó bajando un poco la voz. 

Notas de juego

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10/03/2013, 17:52
Muerta 11: Isabel "La rubita" Tormes

Atendio a ambos y cogio las monedas con que pagaron las manzanas y las guardo en un bolsillo debajo de su falda.

- Gracias, Señor - dijo al atractivo Ala Alegre con una sonrisa y al segundo (Diego Díaz), no tan guapo, sólo un - gracias.

Escuché después a la mujer que se acercó al cartel, una dama de la nobleza por su aspecto, no sabia leer pero si entendia de gente la joven Isabel, la de los rubios.

Cuando se paro junto una hermosa y elegante dama (Eléanor de Montpellier) junto a su mi puesto le dice - Señora, tengo unas fresas essquisitas, estamos en plena epoca de la fresa, mire que rojas - le enseña en una mano una caja con unas 10 fresas bien colocadas y en la otra un tarro de miel - mire uste, aqui tengo miel de la más dulce para uste... Señora.

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10/03/2013, 18:10
Muerto 16: Shuaila

Me trajo el vaso de agua y el tabernero iba a prepárale el zumo de naranja a mi hija. Le sonríe amablemente y le dije. Gracias. Era muy amable y simpático... Aparte tenía que ser amable con la gente ya que era el dueño de la taberna.

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10/03/2013, 18:14
Muerta 11: Isabel "La rubita" Tormes

Entonces, esperando a que la elegante damisela se dignara mirarme, me percaté de que alguien me miraba y después, sacó algo y empezó a pintar sobre un papel, no me dió tiempo a percatarme de queria hacer ni cual era su intencion porque en ese mismo instante un hombre me pidió junto a la dama elegante tres manzanas.

-Claro, Señor - le dijo con una sonrisa la chica rubia a otro guapo caballero (Pedro Diaz), aunque por su aspecto se veia menos elegante que el anterior (Ala Alegre) y al otro (Diego Diaz), le cobro y se acerco a su abuelo que queria sentarse y le ayudo a ponerse en la silla de madera algo vieja - mira Abuelo, cuanto dinero ya... hoy ha venio mucha gente.

Al ver que aun seguian alli, les dice a los tres - Señores han visto el cartel del arbol? - me dirijo a Pedro Diaz, a su hermano Diego Diaz y a Ala Alegre.

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10/03/2013, 18:33
Muerto 27. AlaAlegre

-Claro que lo hemos visto -dijo AlaAlegre-. Infaustos días se aproximan cuando el enviado de la Iglesia venga aquí a meter las narices. 

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10/03/2013, 18:47
Agapita

PECAOOOO ..... PECAOOOOO FRESCO...

 Dice  de manera constante. De repente se detiene ante as observaciones de la mujer que vende frutas y el hombre que pasa a su lado.

Perdonen su mercedes que una pobre esclava les pregunte, ¿pero que dice ese papél?

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10/03/2013, 18:55
Muerto 26: Pedro Borrell

Pedro Borrell maldijo para sus adentros. No otra vez, se dijo.

Leyó atentamente el cartel. No quedaban dudas, el Destino lo había encontrado en aquel lugar tan lejano. Otra vez las confabulaciones, las acusaciones cruzadas, la caza, la violencia.

Miró a las personas reunidas en el mercado, tratando de evaluar sus actitudes, si demostraban indignación, aprobación, indiferencia...

La chica rubia de las verduras siempre le habia caido bien, lo trataba con amabilidad, esperaba que ella quede afuera del lio que parecia acercarse, casi podía ver las nubes negras sobre el pueblo. Ella hablaba con unos muchachos de aspecto recio. Por un momento se le ocurrió ir a aconsejarla pero lo pensó mejor y se alejó un poco de la plaza.

No le gustaba mezclarse demasiado con la gente, pero necesitaba un trago.

Entró en la taberna y se sentó alejado de la madre y la niña, no queria que se asustase de su aspecto.

- Algo fuerte por favor -pidió al tabernero con un hilo de voz.

Y se quedó ahi un rato, observando.

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10/03/2013, 19:00
Muerto 27. AlaAlegre

-Dice que pronto un enviado de la Iglesia vendrá a visitar el pueblo. Dice que viene a erradicar toda la herejía que existe en este "lugar de pecado" -explica con ironía extendiendo los brazos-. Dice que estamos jodidos -añade en voz baja. 

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10/03/2013, 19:36
Francisco Berenguer

Observo como el malnacido pasa al galope por el pueblo y casi atropella a alguien a su paso. Seguramente un hombre importante, como lo era yo en la ciudad donde me crié. Reanudo el paso hacia el poblado tan absorto en mis pensamientos, que recordaban mi infancia en España, que casi no me corro a tiempo cuando el mismo descarado vuelve a pasar por mi lado.

Finalmente llego a la aldea, que estaba un poco revuelta después del paso de tan sombría figura. Varios trabajadores se centraban en un punto donde al parecer el jinete había colgado un aviso público. Decidí pasar de eso por ahora y dirigirme hacia la taberna, para saber donde estaba parado.

Amarré mi caballo en un puesto junto a la puerta del edificio y entré al mismo. La taberna no tenía nada de especial. Era como cualquier otra. Una mujer y una hija o sobrina tomaban algo en la barra. Un anciano acababa de entrar y se dirigía hacia un rincón alejado. El tabernero que se acercaba a él. Al ver al dueño del local me pareció distinguirlo como el hombre que vi saliendo del cementerio ese mismo día más temprando, antes que pasase el jinete misterioso al galope. Ahora que lo veía más de cerca su ropa ya no era tan vistosa como me pareció de lejos.

Me senté en una esquina de la barra, algo alejado de la mujer de pelo negro, y esperé a que me atendieran.

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10/03/2013, 19:56
Muerto 19: Pister Vitorius

Acomodando los poco palos que componían la humilde casa, hecho un vistazo a los revuelos de la plaza, palabras mas palabras menos, una anciana me advierte de que pronto vendrán a juzgar brujas y cristianos por igual, que la sangre teñirá las calles y que poco en pie quedara cuando lleguen los supuestos enviados de Dios. Sin hacer mucho caso a lo dicho por la señora me cuelgo el rifle a la espalda "mi única posesión preciada", y camino hacia la plaza para ser mejor informado.

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10/03/2013, 19:57
Santiago Álvarez Gamboa

Me levanto con las primeras luces del alba, desayuno algo ligero y me dirijo hacia el fondo de mi morada, donde tengo montado mi taller. Dos encargos debo terminar para el día de hoy y uno de ellos está a medio hacer porque en la semana he roto dos de mis mejores sierras. Aquel mueble casi parece estar hechizado porque uno tras otro, los contratiempos se han ido presentando cada vez que me aboco a trabajar en él.C

Comienzo por el más sencillo, una mesa de cocina que me ha encargado el herrero, ya que solo queda terminar de pulir las tablas y el trabajo estará concluido. Tras una hora y poco más, concluyo y me sumerjo en el que sigue, un ornado aparador para el noble Montpellier, ese que me ha traído tantos problemas pero que no puedo abandonar ya que él es mi mejor cliente.

Me encuentro tallando los detalles de las puertas inferiores, quitando virutas y repasando con suavidad las formas, cuando estalla el escándalo en la calle y los gritos y la alarma me hacen errar el golpe del cincel, provocando una hendidura profunda allí donde sólo debía haber un tenue toque de profundidad.

"¡¡¡Maldición!!!" Frustrado por haber echado a la basura las últimas dos horas de trabajo en tan solo un instante, arrojo mis herramientas lejos y me levanto frustrado de mi banco de trabajo. Necesito tranquilizarme para recuperar el tiempo perdido. Será mejor que salga a dar una vuelta y vea qué es lo que ha provocado el tumulto.

Me asomo a la calle y veo la plaza llena de gente. En dos zancadas recorro la distancia que me separa de ella y me abro paso entre los que están allí congregados. Hay muchos vecinos, pero los conozco a todos, aunque más no sea de vista. A pesar de que sólo llevo seis meses en el lugar, somos pocos y es fácil trabar amistad.

Saludo a Isabel desde lejos. Más tarde compraré en su puesto, pero ahora debo saber qué ocurre. Me acerco hasta el centro y veo que un caballero extranjero ha colgado un papel. Me acerco y lo inspecciono pero no me entero de lo que dice. Es que no sé leer, mi familia es muy pobre y nunca tuvimos acceso a la educación, como los nobles y los mercaderes que poblaban mi ciudad. Pero no admitiré mi ignorancia. De una forma u otra sabré que es lo que dice la proclama.

Por fortuna, la negra Agapita está en el lugar. Ella pregunta y Don AlaAlegre responde y así me entero que la Iglesia, aquella que no es capaz de brindarte ni un mendrugo de pan aunque te estés muriendo de hambre mientras sus obispos se pasean orondos por allí con sus estómagos llenos como barriles, buscará herejes entre nosotros. Tiene razón el soldado. Estamos jodidos.

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10/03/2013, 20:13
Muerta 11: Isabel "La rubita" Tormes

Al ver que la dama no me contesta, dejo las fresas en su sitio y escucho lo que me responde uno de ellos, el más atractivo (Ala Alegre) y asiento, después miro a la mujer negra que era una esclava de alguna dama de la nobleza que preguntaba por el cartel, y me pongo a ordenar el puesto, mientras me fijo también en el anciano que vendió el cerdo (Pedro Borrell), un granjero que era amigo de mi abuelo y de mi familia de toda la vida, un buen hombre, le sonrio cuando se despide con un gesto para irse en dirección a la taberna que estaba junto al mercado, de lejos veo que hay gente en la taberna, al lado del mercado, miro pensativa - cuanta gente hay hoy en el pueblo.

Mientras tanto, Ala Alegre le responde a la esclava a la que miro cuando pregunta por el papel - sospecho que no sabe leer ni escribir, yo tampoco sé leer y escribir menos aún, bueno, nunca pude aprender, mis padres murieron de una enfermedad siendo niña, la peste era terrible y no pude recibir la educación básica, mis abuelos eran pobres, bastante con que puedo trabajar en esto, los números si los sé y sumar y ya está porque es mi oficio sino tampoco... que vida esta... como mercader debería saber leer pero no quiero que sepan que no sé, menos mal que preguntó la esclava sino no sé como hacer para enterarme, mi abuelo no ve bien, es muy mayorcico... - miro con tristeza a la gente que pasa barriendo un poco por el puesto alejándome discretamente de los tres hombres y la esclava.

A lo lejos veo acercarse a Santiago el carpintero, le respondo con un saludo con la mano y después de terminar de barrer, me acerco a mi abuelo y me quedo junto a él sentado en una silla le pongo la chaqueta pues tiene un poco de frio y vigilo mientras el puesto sin dejar de atender a mi abuelo.

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10/03/2013, 21:08
Muerto 25: “Ocho dedos” Jack el Galeno inglés

La respuesta se hizo esperar. No sabía si por el disgusto ocasionado por el incidente que les había alterado a todos o porqué la muchacha se hallaba sumida en sus cavilaciones. Pero… ¿Quién podía saber lo que pensaba una chiquilla a esa edad? El galeno no cambió un ápice su expresión. Permaneció paciente.

Algunos segundos de silencio después no sabía si se había inmiscuido demasiado en sus asuntos personales. Así que estuvo por repetir su inquietud o irse, pues tenía una mesa y utensilios que limpiar, cuando la joven heredera le miró.

Era, la primera vez que aquellos ojos se posaban en los suyos, no pudo menos que percatarse y gozar de la belleza de los mismos. Sin embargo, lejos de fijarse en su persona, discurrían sin rumbo alguno entre donde él se encontraba y en ningún lugar concreto. No cabía la más mínima duda de que estaba incómoda en su presencia. ¿Se había accedido?  Jack, se dijo que su preocupación no era nada anormal sino simple deformación profesional aunque la familia Montpellier no solía mezclarse mucho con los aldeanos y aquello podía ser claramente una intromisión. A punto estuvo de extender una disculpa cuando Eléanor finalmente confirmó que así era; estaba bien. El hombre sintió un instante de alivio, efímero, pues los gestos de la chiquilla negaban sus palabras, lo que le inquietó y preocupó mucho.

A partir de ahí, fue de lo más confuso, cada gesto cada palabra parecían discordantes. –Disculpe?- La chica hizo más de un ademán de irse o dudar si quedarse. “Ocho dedos” sin saber que hacer levantó los brazos indicando que no se hallaba ofendido de modo alguno, y como diciendo que no había querido ofenderla, se apartó de su camino y dejó que la chica se retirase.

Mientras la veía alejarse se le había quedado el rostro atónito, sin dar crédito a lo que acababa de ocurrir. Siempre, incluso desde aquél día que la vio bajo una luz que lo cegaba allí en el barco español que les trajo, había visto a la hija del GRAN hidalgo yendo y viniendo con la nariz metida en algún libro, con la mirada puesto en el suelo o con la cabeza erguida sin prestar atención a nada ni nadie. La había creído arrogante, la había creído engreída, la había creído bella como una flor en mitad del desierto pero nunca senil. En esos tiempos las enfermedades abundaban y minaban gente de todas las edades y sin hacer distinción de clases. Quizás necesitaba de ayuda médica pero la gente de alta cuna como su familia no se les ofrecías ayuda a riesgo de insultarles, te la pedían o lo dejabas pasar.

La vio alejarse  y trató de no preocuparse más por ella, aunque aquello le había dejado inquieto igual o más que la historia del jinete.

Al pasar por entre la gente escuchó, al fin las noticias, no habló ni hizo comentario alguno. Conocía la mayoría de los congregados allí, era ciertamente un pueblo muy pequeño, y muchos le habían visitado, aun así parecía que aquél día el pueblo rebosaba de extranjeros.

Qué día tan extraño!- Mugió cuando volvió a sus quehaceres, más tarde compraría algo de pescado a la pobre Agapita a quién oía elevarse por encima de las voces del mercado.  Luego.- Tenía muchas cosas con las qué pensar.

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10/03/2013, 22:57
Samuel Álvarez Toledano

Samuel se dispuso a acudir al pequeño edificio que hacía las veces de escuela. La mayoría de muchachos del pueblo debían trabajar con sus padres, pero algunos acudían a aprender a leer y a sumar, y los pequeños burgueses disponían de mucho más tiempo para enseñarles los amplios conocimientos que este erudito exiliado de España poseía y adoraba transmitir.

La aparición del jinete y el anuncio de los inquisidores no pudo más que preocuparle. Había vivido persecuciones así en España, y sabía que las cazas de brujas terminaban con más de un inocente muerto por el camino. Se le erizó el vello hasta la nuca. Lo mejor sería ir pronto a la escuela y disipar sus malos presentimientos con una buena clase de álgebra.

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10/03/2013, 23:19
Muerto 23: Martín Alfonso de Córdoba

Como el resto de habitantes del poblado, Martín Alfonso se había quedado estupefacto contemplando al jinete y su trepidante y casi temeraria velocidad, el que había montado desde que contó con la edad para ello sabia lo difícil que podía ser mantenerse en equilibrio a tal velocidad, mientras pensaba todo esto no se dio cuenta que el caballo avanzaba en línea recta hacia su persona y justo cuando sus pezuñas delanteras estuvieron a punto de rozarle saltó hacia un lado temiendo por su vida, durante unos segundos no sabia que había ocurrido y si había muerto o no, pues una gran nube de polvo lo cubría completamente y estaba desorientado, pasados esos segundos su cuerpo entero le comenzó a doler y supo que estaba vivo, comenzó a notar el suelo áspero debajo de su cuerpo y agarró la tierra con sus manos para ignorar un poco el dolor, mientras conseguía recomponerse uno de sus vecinos, el médico del lugar, se acercó a ayudarle a incorporarse y poco a poco aún en el suelo comenzó a flexionar sus extremidades para comprobar si se había roto algo, pero por suerte para el solo eran contusiones.

- Muchas gracias Jack, ¡estoy vivo de milagro!. - Dijo Martín Alfonso de Córdoba agradeciendo al médico su ayuda.

Mientras todos prestaban atención al jinete desmontando y se acercaban a la plaza, el pobre Martín se levantaba como podía y se acercaba como todos a la plaza.