El mago pareció complacido con la contestación del gnomo. En cambio, dedicó una sonrisa desdeñosa al hombre que acababa de hablar.
--Le hubiéramos hecho pedazos sino hubiera tenido un dios detrás para salvarle el cuello. ¿Pero qué son un puñado de simples mortales contra el poder de un dios? Ahora bien, tengo entendido que vosotros no teníais ese problema, que Bashnar tuvo que hacer una campaña para recuperar el favor divino. Y aún así, aún no ha sido derrotado --se mofó Roerkas--. Eso dice bastante poco de los héroes de vuestra época.
Pero Roerkas no había regresado del mismísimo infierno para discutir con ese hombrecillo, fuera quien fuera. Le dio la espalda para dirigirse a los hombres del Consejo.
--Aunque uno de ellos se haya saltado de manera tan flagrante el pacto, los dioses no nos ayudarán. Ni siquiera aquellos que fueron en su día mortales nacidos en esta dimensión --continuó tajante Roerkas, evitando en cualquier momento mencionar a ningún dios por su nombre--. Son poderosos comparados con los hombres, pero cuando se trata de enfrentarse entre si se convierten en tímidos corderillos. Los mortales, aunque nos aferremos a nuestra vida, estamos dispuestos a sacrificarla en nombre de principios como el amor, la justicia o la libertad. Pero ellos no viven ochenta, noventa o cien años como nosotros. Miden su existencia pasada en milenios y la futura en magnitudes inabarcables. No hay principios que justifiquen una inversión tan grande, un tesoro prácticamente infinito. Así que harán lo que sea para conservar su vida. Ninguno se enfrentará abiertamente a aquél que amenaza nuestro hogar. Desengañáos, señores del Consejo. Estamos solos en esta guerra.
Kurgan había estado en silencio contemplando la impactante escena. Un mago rojo que al parecer había sido un gran héroe del pasado, había regresado para ridiculizar en su propio feudo al poderoso Hagen de Berfôska, un hecho inaudito, que no volvería a repetirse sin duda. El semielfo se forzó a sonreír lo menos posible para guardar el decoro ante la ironía de la situación.
Luego escuchó al gnomo autenticar la leyenda de Daern, Camus y del presente en la sala Roerkas, que vencieron a Bashnar, aunque no lo derrotaron definitivamente, como atestiguaban los duros tiempos en los que les había tocado vivir.
El guerrero decidió intervenir y tomar la palabra en el consejo, habló tras una leve pausa del mago rojo tras haber descrito la célebre inoperancia del panteón divino ante las adversidades
mundanas. Su tono fue tranquilo y educado, buscando el dialogo pausado, pero sus palabras iban destinadas a clavarse como aguijones. El semielfo no pensaba dejarse vencer sin luchar con el dios de la matanza, menos aún pensaba entregarse a los designios de un mago rojo, por poderoso que fuera.
Mi nombre es Kurgan, poderoso conjurador, y espero no ser inoportuno en mis palabras, pero habéis entrado en esta sala sin invitación y casi todo lo que habéis expresado son malos augurios y reproches. Pues bien, aquí van los míos.... decís ser uno de los que derrotó en el pasado a Bashnar, y además estar orgulloso de ello, pero donde vos veis un éxito yo solo veo un fracaso. Fracasasteis cuando teníais la mejor oportunidad. Ahora el protegido de Erytnhull ha regresado de nuevo, mas fortalecido y apercibido de cualquier punto débil que pudiera tener en el pasado. Por suerte, los caprichos del destino os han permitido tener una segunda oportunidad para resarciros, ¿y bien?, ¿como pensáis enmendar vuestro error?, ¿como se vence a Bashnar definitivamente?.
Es Bohemond el que, representando el sentir general en el Consejo, se pone en pie para interrumpir las sucesión de intervenciones.
Ya es suficiente.
Solo lleva una pequeña parte de su enorme armadura negra, manteniendo la coraza ligera como prenda ceremonial más que como protección. Tampoco lleva armas encima, por supuesto, pero sin su yelmo astado de cara de demonio, el rostro del Comandante de los Caballeros de la Redención es visible, y sus ojos negros y espesa barba que se agita iracunda son más amedrentantes que ninguna armadura.
No vamos a impedir el debate, ni le negaremos voz y asiento al recién llegado…
En la mirada de Bohemond hacia el mago de rojo hay reconocimiento. Él no ha olvidado, e incluso los miembros del Consejo más escépticos ya empiezan a convencerse. Roerkas ha cambiado tanto… Por no hablar de que se le daba por muerto.
…Pero no rebajaremos esta sala al nivel de reyertas y grescas.
El que quiera tomar la palabra, deberá pedir turno de habla al Consejo.
Establecida esa norma, y con su puño derecho aún clavado en la mesa como si fuera un sólido guantelete, Bohemond repite la pregunta de Kurgan. En todo caso, le dirige una severa mirada a su subordinado semielfo.
Puedes contestar a la pregunta de Kurgan: ¿cuál es tu sugerencia, si es que tienes una, Roerkas el Rojo?
Roerkas ni siquiera se dio la vuelta cuando Kurgan lo interpeló. Se mantuvo tranquilo, con una sonrisa socarrona en los labios, dejando que las dagas que aquel hombrecito había lanzado en su discurso silbaran a su alrededor sin hacer nada al respecto. Cuando el hombre de la armadura ceremonial le volvió a ceder la palabra, le dedicó un cabeceo.
--Gracias, vuestra Gracia. Bien, ya que el Destino me ofrece graciosamente esta oportunidad de enmendar mis errores pasados --ironizó el brujo--, podría empezar sugiriendo que quizá no sea el único de los Héroes Antiguos que sigue con vida. Ese dios que amenaza de nuevo nuestro plano material no fue capaz de destruirnos, con todo lo poderoso que es. En lugar de ello nos desterró a otro plano, una... prisión sin paredes. Sólo mis superiores conocimientos de los Planos me permitieron escapar, sorteando todos los ardides y encontrando las trampas dentro de las trampas. Sé que aunque mis compañeros eran grandes héroes, no tienen esos conocimientos. Es posible que sigan atrapados, pero vivos, luchando día y noche en un infierno que ni en vuestras peores pesadillas podríais conjurar. Si queremos ganar esta guerra sin tener a ningún dios de nuestro lado, necesitamos héroes. Y necesitamos a los mejores. No es que crea que tengamos que sacaros las castañas del fuego otra vez, oh no. Es que ellos también se merecen... ¿cómo era? Oh sí, la oportunidad de enmendar su fracaso.
Roerkas rió por lo bajo, como si las pullas de Kurgan fuera lo más gracioso que hubiera escuchado en siglos. Probablemente lo era.
--Una vez tenga a mis compañeros de vuelta, mandaremos un mensaje a ese dios de pacotilla y a todos los que son como él. Uno que le enviaremos personalmente a la propia puerta de su casa. Ese mensaje dirá: "Berfôsca es nuestro, Zhay es nuestro, Faerûn es nuestro. Y si los quieres, te va a costar ver tu preciosa sangre en nuestras espadas, tu cuerpo abrasado por nuestro conjuros". Señores, un día ya atacamos al enemigo en los brazos. Es hora de atacarlo en el corazón... y de arrancarle los brazos de cuajo. Propongo llevar la guerra al mismísimo plano del dios. Estoy seguro de que sin su intervención podréis por fin acabar con la vida de ese mentecato.
Roerkas sabía lo que estaba proponiendo. Pese a su tono burlón y desdeñoso lo que proponía era un suicidio. Un sacrificio de los mayores héroes que había visto Faerûn para desviar la atención de Erythnull y que los mortales tuvieran una mínima oportunidad de matar a Bashnar y vencer la guerra. Pero él nunca se había coronado con los laureles del héroe y no iba a empezar ahora. No él.
¡Oh!...¡menudo plan!
Kurgan quedó sorprendido por el plan de Roerkas, era algo tan radical y desesperado que sin duda podría triunfar. La victoria era tan imposible que tan solo podría llegar de una idea tan descabellada como esa.
El semielfo se limitó a alzar la mano para pedir su turno de palabra mientras miraba hacia Bohemond con su mejor mirada de cordero con la que expresaba --"prometo ser bueno"--.
Es el elegante, aristocrático, Barón Letard quien se pone en pie para hablar a continuación. No es que él y Bohemond no hayan visto la petición de Kurgan, pero obviamente los del Consejo tienen prioridad de palabra.
Los caballeros presentes más jóvenes tal vez no presenciaran los hechos a los que el invitado viene haciendo referencia, aunque deberían conocerlos por sus libros de historia. Antes incluso de que en Berfôska se tuviera noticia acerca de Bashnar, este mago y su grupo ya se oponía a él y a sus planes, que no eran sino los gérmenes de lo que ahora está surgiendo. Sin ninguna ayuda, sometieron al Clérigo, obligando al propio Erythnull a intervenir para inclinar la balanza a su favor. Entre nuestros sabios se acepta que esa fue la causa última de que Bashnar perdiera el favor ante su deidad, y nuestros historiadores también habían datado que los héroes se dieron por desaparecidos... recalca la palabra. Hace mucho que se les había dado por muertos, pero la explicación que sugiere Roerkas bien puede rellenar las lagunas en lo que los libros narran.
Tener estos hechos presentes sin duda hará a los caballeros más impulsivos mira directamente a Orphen y a Kurgan reconsiderar el respeto del que Roerkas el Rojo es merecedor.
El diplomático líder de los Caballeros del Círculo Medio no parece compartir las suspicacias hacia el ex mago rojo. Le señala al conjurador una de las sillas preferentes, junto a los propios dirigentes de los caballeros, y asiente satisfecho mientras le ve sentarse. Tras eso, levanta el dedo índice categóricamente a la vez que se dirige, esta vez, hacia los demás miembros del Consejo.
En cualquier caso, es mi deber recordar que tenemos una guerra para la que prepararnos. Incluso olvidando al Dios de la Matanza - ¡cosa insensata! - e incluso dando por muerto a su seguidor Bashnar, sigue habiendo un ejército al que enfrentarse, y no podemos desviar demasiados recursos hacia una hipotética búsqueda de Héroes Antiguos encerrados, tal vez muertos, en planos desconcidos.
Las realidades expuestas por el barón son aceptadas por todos los presentes. Es una situación difícil, pero Berfôska sigue sin poder permitirse mandar un regimiento completo hacia cada punto cardinal.
Ya no hay tantos murmullos entre los caballeros, y las miradas han pasado de ser hostiles hacia el intruso a parecer reflexivas y esperanzadas. El hecho de que se enfrentan ni más ni menos que a un dios no puede seguir siendo enmascarado. Por más que las preocupaciones inmediatas distraigan, no se puede negar que el punto débil de cualquier plan siempre ha sido la inmortalidad del Clérigo. ¿Cómo enfrentarse a alguien que, como foco del poder de Erythnull, puede matar con el pensamiento, cambiar a su antojo la realidad o resucitar cuantas veces quiera?
Bohemond señala al fin a Kurgan, otorgándole la palabra.
Kurgan no mostró enojo abiertamente al ver que Bohemond daba prioridad a las palabras de Letard, pero por dentro el enfado era real. El semielfo intuía que en este caso no había solo una razón de rango de por medio, Bohemond aprovechaba para hacerle esperar a modo de escarmiento. Cuando por fin le llegó el turno de palabra, el Filo del Ocaso habló esta vez en un tono diferente al de la anterior intervención. Esta vez fue mas vehemente, mas intenso y mas implicado con aquello que decía. Cualquiera podría haber afirmado, aunque fuese un calificativo algo extraño para semielfo, que esta vez fue mas....¿sincero?.
Es obvio que el plan de Roerkas no puede ser calificado como una osadía, si no mas bien como una locura. Los sacrificios que implica y las pocas garantías que ofrece lo convierten en un recurso descabellado. Pero aun así, no se me ocurre a día de hoy una opción mejor de enfrentar al enemigo. Por lo tanto, solo puedo aspirar a añadir mi granito de arena en su consecución. --Pasó a ser algo mas solemne--. Rezaré para que antes de que llegue el día del asalto final, encontremos otra estrategia mas sutil e igual de práctica para alcanzar la victoria, pero mientras tanto, pido a este consejo que me permita ayudar en la medida que pueda a Roerkas en su cometido, en aquello que el mago rojo crea que le pueda ser de mas utilidad.
Kurgan había dejado claras sus intenciones, y parecía que Roerkas le había convencido totalmente.
Kandalian no cabe en sí de emoción.
¿Hacer los preparativos para luchar contra un Dios codo codo con los mayores héroes del pasado? ¡Me apunto!
Haciendo un esfuerzo que apenas puede ser ocultado, el monje dice: - Me ofrezco voluntario para ayudar a Kurgan y Roerkas en lo que consideren oportuno. Pueden contar con los elementos positivos que mi raza y profesión otorgan.
El enorme bárbaro se levantó de su asiento y habló sin haber pedido turno de palabra... a ver quien era el valiente que se lo negaba. Fue claro y conciso, como era habitual en Vanth, y su grave voz sonó en la sala como el rugido contenido de un león.
Estoy de acuerdo con el guerrero mágico y con el gnomo. El mago rojo es valiente, está dispuesto a morir por todos nosotros....le seguiré.
A Vanth le había convencido ante todo el tono que había usado Roerkas para describir a Erythnull y lo que pensaba hacerle cuando se enfrentase a él, y lo de "arrancarle los brazos de cuajo" en especial.
--De ahora en adelante rogaría a los presentes que jamás mencionen a un dios por su nombre --espetó Roerkas, echando una elocuente mirada al Barón Letard.
Cualquiera diría que el Mago Rojo era un impertinente en ir a amonestar precisamente al único miembro del Consejo que lo había apoyado. Pero los siglos que había pasado encerrado en un infierno planario habían borrado en el mago todo vestigio de delicadeza o paciencia con la diplomacia. Roerkas se levantó de su asiento apoyándose esforzadamente en el caduceo. Pese a sus obvias diferencias con el bárbaro parecía que compartía con él el desprecio por la necesidad de pedir turno de palabra. Al fin y al cabo, había cosas más importantes de las que preocuparse de la burocracia.
Por primera vez, Roerkas se dignó a mirar a Kurgan.
--En la guerra siempre vencen los que se atreven a saltarse las normas --sentenció el brujo. Al fin y al cabo ¿qué táctica convencional podría usarse contra un dios?
Roerkas había trazado ese plan con un motivo muy concreto y no era sólo poder cortar la conexión del dios con Bashnar. Roerkas no había hablado a la ligera al decir que golpearían en su corazón. Lo que buscaba asaltando el plano de Erythnull era sembrar la duda en su negro corazón. Quería que supiera que no era invulnerable, que él también podía ser atacado en su propio hogar. Que los mortales no vacilarían en hacerlo. Y aunque matara a muchos, vendrían más. Roerkas buscaba que la duda y la incertidumbre dominase todas sus acciones futuras y no hubiera jamás nuevos Bashnares.
--Ya que este Consejo considera que no puede prescindir de ningún soldado, creo que me quedaré con todos los voluntarios que se ofrezcan a liberar a mis compañeros --comentó Roerkas, satisfecho, en un tono que sugería que quizá fuera lo que esperaba desde un principio--. Un semielfo, un gnomo y un bárbaro. ¿Alguien más se ofrece?
Mi gran duda es...que tipo de ropas tenemos que poner en el equipaje que llevaremos para viajar a los planos.
Hagen suspira cansado. Es evidente que pretender que un gnomo - y, en especial, éste - respete un turno de palabra es más ambicioso que enfrentarse cara a cara a un dios. Una vez rota la formalidad tan efímera, la charla vuelve a sucederse sin ningún orden ni concierto. Gnomos, bárbaros, magos rojos... una ralea difícil de someter a reglas.
Para mejorar la situación, el comentario de Orphen desata algunas risas entre los caballeros más jóvenes e indisciplinados.
¡Basta!
Grita Hagen, que ha desenfundado su bella espada ceremonial y golpea con su empuñadura la mesa ante la que se sienta el Consejo. La espada es un objeto ritual, símbolo del dirigente que preside el Consejo, y el gesto del comandante de los Caballeros Protectores del Gran Reino es interpretado como la más estricta llamada al orden. La sala vuelve a quedar en silencio, y el comandante calla, enfatiza ese silencio, antes de volver a hablar.
Haremos caso a la propuesta de Roerkas y permitiremos ir a un grupo de voluntarios, pues, aunque solo fuera por rescatar a los Héroes Antiguos de su prisión, la gratitud hacia ellos nos obliga, al menos, a ese gesto.
Asiente hacia el mago rojo, admitiéndole, al menos, ese reconocimiento.
Respecto al resto del plan: ninguna medida drástica, y menos aún un sacrificio de tal envergadura, será tomada sin que antes el asunto vuelva a discutirse calmadamente ante el Consejo. Lo importante ahora es rescatar a esos héroes; y después volveréis a Berfôska.
Envaina la espada, provocando el característico sonido metálico de la hoja entrando en la vaina.
Los caballeros de rango superior a jefe de regimiento están excluidos para esta misión. Necesitamos de todos los mandos posibles para completar adiestramientos y prepararnos para la campaña. Ahora... ¿Quién más se ofrece en nombre de Berfôska para rescatar a esos héroes de antaño que nos necesitan?
El elfo había estado en silencio después de todo lo ocurrido, escuchando cada una de las palabras que se decían, era menester que sus pensamientos no compartían muchas ideas que allí se citaban, pero los acontecimientos arraigados y inesperados hacían que en el corazón del elfo empezase a florecer un espíritu de esperanza de la cual creía que había perdido, cierto era que había echo lo imposible por aparentar que saldrían de aquella campaña que habían empezado hacía mucho, pero la lucha era equitativamente desigual y sabía que algún día llegaría su fin, la situación seguía igual, pero ahora tenía la oportunidad de que ese fin significara un nuevo principio para las generaciones venideras, y aunque no le gustaba ponerse al lado de un mago tojo, tenía una sensación de que era lo que debía hacer, aunque fuese una grandísima pretensión el creer que podrían derrotar en su mismo terreno a un dios...
Aunque en las palabras del mago rojo se podía ver claramente su intención de hacer de distracción para acabar definitivamente con la amenaza, aunque quien aseguraría que después no encontrase a otro seguidor para volver de nuevo a lo mismo... Eso eran pensamiento que siempre habría, siempre habrá tiranía, pero también habrían héroes para derrotarlos...
El elfo se levantó finalmente, buscó con la mirada el acontecimiento para poder hablar, una vez la daban la palabra...
- Muchos sabéis que los de mi raza no intervienen en estos acontecimientos que están surgiendo, pero eme aquí que estoy para representar a la verdadera sangre élfica, es una pretensión lo que este mago nos propone, pero cierto es, que de momento es la mejor opción, quizá haya en esta misión algo que nos quiera esconder, pero la historia habla por si sola, y hemos de ser agradecidos y respetar su presencia. Si hay alguna posibilidad de lograr algún indicio de victoria final y pasa por el hecho de rescatar a los antiguos héroes desde otros planos no veo otra posibilidad que presentarme para ayudar en tal empresa... Hace tiempo que se, que mi vida en este mundo está apunto de concluir, pero también se que acabará haciendo el bien y luchando por la esperanza, y esa esperanza está en rescatar a esos héroes...
- Iré en esa expedición...
Seguidamente acaba sentándose y meditando sobre lo que sucedía...
Amnyin se pone en pie. El ser de piel oscura y ojos blancos podría haberle parecido un drow a Roerkas, igual que se lo pareció a todos los que le conocieron. Las orejas puntiagudas y la complexión ágil confirman esas suposiciones. Sin embargo, el Mago Rojo sabe demasiado de esas criaturas oscuras y de seres planarios como para dejarse engañar por las apariencias: el que ahora habla es un tiflin; un humano con sangre demoniaca. Los extraños aliados de los caballeros de Berfôska dicen mucho de lo desesperado de su situación.
Yo también iré. Aunque el viaje nos lleve al plano origen de mi progenitor, trataré de ser de ayuda.
Como siempre, la voz de Amnyin es suave, aunque su acento duro le hace parecer extranjero. Extranjero incluso del plano material, posiblemente. Aún así, no tiene intención de dar la espalda a su hogar y a los que se han convertido en sus amigos.
Las dudas y la timidez solo duran un momento entre el público. Puede que el plan pretendido por el Mago Rojo sea una locura, pero también es audaz, y sin duda elevado, de forma que varias manos más se alzan y varios caballeros se presentan.
Al final, el saldo no parece malo: un gnomo, un semielfo, un tiflin, un elfo y una docena de caballeros humanos, con Orphen y Vanth entre ellos. La mitad son Caballeros Protectores del Gran Reino, pero cada una de las seis órdenes de caballería de Berfôska están representadas en ese pequeño grupo de voluntarios. Derek no es uno de los que se han ofrecido, sabiendo que su actual rango no se lo permite. Diana sí tiene la posibilidad, en cambio, y es una de las voluntarias para esa misión que promete visitar planos lejanos y rescatar héroes de leyenda. Como ayuda y guía está Roerkas. El único y último de los Héroes Antiguos, aunque esto debe cambiar pronto.
Varios pensamientos se dirigen a Arkaeron. ¿Estará el nigromante restablecido para tan largo viaje?
Que así sea, algunas vidas deberán ser arriesgadas para salvar otras, y los Caballeros de Berfôska honran la capacidad de sacrificio.
Es Parthalan el que se pone en pie, tomando la palabra para expresar la voluntad del Consejo.
Todos sois dignos representantes de vuestras órdenes, y partiréis con nuestros mejores deseos. En esa misión, nuestras leyes y principios seguirán siendo vuestra guía. El caballero de rango más alto de cada orden tendrá bajo su responsabilidad a los de rango inferior, aunque aconsejo que todos sigáis los dictados y directrices de Roerkas. Él ha viajado más lejos que ninguno, y conoce al enemigo mejor que nadie. Recordad su consejo de no pronunciar los nombres de los dioses, pues las deidades tienen poderosos ojos y agudos oídos. En este deseperado rescate en los planos, la discreción será vuestra mejor arma.
Evita mirar directamente hacia el Baron Letard, sin duda menos conocedor de teología que él mismo, pero lo cierto es que el aviso vale para todos. Se apoya ligeramente, posando los nudillos en la mesa del Consejo.
Como los dioses nos han dado la espalda, deberemos confiar en vuestra propia fortaleza, la suerte, el destino... Que cualquiera de esas fuerzas os sea propicia.
Al ponerse en pie todos los miembros del Consejo a la vez, la reunión se da por finalizada. Quedan cosas por hacer antes de partir, pero el tiempo juega en contra así que el largo viaje no se demorará. Lo cierto es que, por todo aquello que el destino pudiera depararles, las palabras de Parthalan han sonado a una despedida.
Arkaeron pasa a El Templo de Vecna.
Kandalian a El Caos Cambiante del Limbo.
Kurgan y Vanth al Semiplano de la Guerra.
Orphen y Naldar a la Vigésima Capa del Abismo.