El grupo avanzó, dejando atrás las sombras persistentes del Erebo mientras el camino se estrechaba y descendía hacia una atmósfera más densa y húmeda. Una brisa salada comenzó a llenar el aire, acompañada de un sonido constante y lejano, como si el océano mismo murmurara secretos oscuros desde las profundidades. Finalmente, ante ellos, se alzó el límite de Oceanus.