El aire húmedo de Oceanus se impregnaba con una extraña y delicada fragancia que no pertenecía a las aguas saladas ni al vapor que ascendía entre las tuberías. Eurythos, avanzando con cautela, se encontró de pronto frente a una escena inesperada: un estanque de aguas cristalinas rodeado por una multitud de sombras, todas reunidas en torno a un único individuo.

Narcissus estaba allí, como un ídolo en su altar, reclinado en una roca lisa mientras admiraba su propio reflejo en la superficie del agua. Su belleza era innegable, casi hipnotizante, pero lo que destacaba aún más era su exagerada auto-adulación. Se acariciaba el cabello mientras suspiraba teatralmente, ajeno por completo a las sombras que, fascinadas, le ofrecían tributos: flores marchitas, joyas opacas, y hasta pequeños objetos que habían acumulado en sus existencias perdidas.

-¡Ah, el precio de ser el más deseado, el más amado, el más... perfecto!- exclamó con un tono melodramático. Entonces, como si recién notara la presencia de Eurythos, sin levantar la mirada de su propio reflejo. -¿Y tú quién eres? ¿Otra devota? ¿Otro alma incapaz de resistirse a mi perfección?...

Narciso ignoró por completo la respuesta que este le podría haber nado, levantando una mano para inspeccionar sus uñas impecables.

-No hace falta que te justifiques. Ya estoy acostumbrado a que los dioses y mortales se postren ante mí. Es agotador, realmente. -Luego, con un gesto exagerado, señaló una pila de ofrendas a su lado. -Toma esto, por favor. No es que lo necesite, pero me agobia acumular tanto... 'afecto'. Puede que tú lo aproveches mejor. O no, ¿qué importa?.

Regalo de Segunda Mano

A) Muestra de Verduras: +2 Pedazos de Granada.

B) Disculpas Sinceras: Restaura toda la Salud al Máximo.

C) Metales Preciosos: +100 monedas de Oro.

Escojo metales preciosos

-Es una pena que no podamos seguir juntos, pero ya sabes, tengo tantas... importantes cosas que hacer. No puedo perder más tiempo con, bueno, con cosas que no sean yo mismo...

Hizo una pausa, como si su propia perfección mereciera un momento de reflexión. Luego, como si se le ocurriera algo brillantemente importante, volvió a dirigirse a Eurythos, pero con una indiferencia palpable. Con un último vistazo a su reflejo, Narcissus CASI giró su rostro con elegancia hacia Eurythos, pero no lo hizo, simplemente dijo, casi sin interés, como si fuera un favor que hacía.

-Nos veremos, seguramente, en otro momento... o no. Quién sabe. Hasta nunca, entonces...

Y con eso, Narcissus, ya desinteresado en la figura que había quedado atrás. Al fin y al cabo, él solo existía para sí mismo, y nada más importaba.