Aquel lugar era oscuro, era sucio y era húmedo... las cajas de madera ya habían empezado a pudrirse desprendiendo aquel olor rancio característico de la madera podrida, y el metal estaba ya deshaciéndose con todo el óxido que había encima. Aún con todo, una cosa que destacaba de aquel lugar es que no había puertas, tampoco ventanas.

La única posible entrada era un conducto de aire que mantenía aquella pesada atmósfera apenas respirable. Entre la oscuridad la mirada de dos pequeñas figuras de ratones, probablemente de un evento antiguo, estaban mirando a esta víctima de secuestro... además de una persona más...

En aquella zona oscura, lúgubre y sucia se encontraba no otro que el desaparecido Wii-Liam Womkat, el cual -por algún motivo- se estaba agarrando el estómago como si fuera una embaraza. La presencia de este hombre en aquel lugar parecía ser un hecho más que evidente, a fin de cuentas, debería haber estado en algún sitio.

Sin decir palabra alguna, aquella muchacha agarró del cuello de la camisa a Wii-Liam Womkat y tiró de este hacia la pared, haciendo que el hombre con un embarazo psicológico la atravesara sin mayores problemas y una vez ahí, esta muchacha se quedó mirando a Maurice.

- Adiós.

Tras despedirse de aquel otro competidor, esta simplemente volvió a hundirse en el suelo, dejándole a este atrapado en aquella zona. Al parecer lo último que Maurice Perv miró fue el rostro inexpresivo de ella hundirse en el suelo hasta desaparecer de la sala.

WHY?

WHY?

WHY?

Al final todos sintieron lástima por Maurice Perv, encerrado, solo, sin nadie a quien molestar ni nadie con quien bromear. Cada luna que se adentraba en el oscuro y lejano horizonte le indicaba que otro día había finalizado. Pronto a falta de ventnas y puertas empezó a contar los segundos para saber cuanto llevaba allí dentro y cada 2600 segundos hacía una marca en la pare con su cuerno.

La locura lentamente se iba apoderando de su cerebro y para cuando la pared estuvo llena de líneas diagonales los fantasmas del pasado ya le visitaban cada día. 

Hana Ai se le aparecía cada día para decirle lo asqueroso que era, quitándole las ganas de comer aquella comida rancia que Ayana le traía. 

Usagi Shiroi le apuñalaba cada vez que cerraba los ojos, impidiéndole conciliar un descanso reparador.

Katsumoto simplemente se quedaba juzgándolo desde el otro lado de la habitación, con mirada inquisitiva.

Maurice deseaba con todo su ser salir de allí, ver de nuevo el cielo, un amanecer, la luna, todas esas cosas que había dado por hechas durante su egoísta vida... Ya no le importaba ser el dueño o no de la fábrica. Sin embargo, no albergaba ninguna esperanza de que aquello ocurriera, sólo deseaba morir, pero algo dentro de lo más profundo de su cerebro le hacía comer aquellas comidas rancias, y por tanto aquel deseo de morir nunca llegaba.

Para cuando las cuatro pareces, techo y suelo estuvieron llenas de líneas que marcaban los días, Maurice estaba muy lejos, o por lo menos su mente, su cuerpo seguía encerrado en aquel cubículo oscuro y sucio pero su mente estaba en otro lugar.

Volvió al monasterio donde pasó sus primeros doce años de vida, la vida allí había sido dura pero mucho más sencilla. Revivió cada momento dentro del monasterio y las peripecias que le llevaron a escaparse del monseñor Monervo Biscum. Su cara todavía podía sonreír, cuando pensó en la cara del hombre de dios dándose cuenta de que Maurice había vaciado su caja de caudales y el cepillo del domingo.

Luego vago por las calles pidiendo limosna para comer cada día, en aquel momento encontró a Miu Todoke, su única amiga de verdad, él la amaba pero nunca pudo decirla nada, ella era evidente que no sentía nada por él así que cayó esperando serle útil en sus planes. Cuando ella murió algo se rompió en el alma de Maurice pero no podía llorarla hasta haber cumplido con el sueño de Miu, él tenía que llevarse toda la atención y así despistar a todos aquellos que no estuvieran en la lista cerrada de los saboteadores, y así lo hizo, hasta el final. 

Para cuando el recuerdo de Ayana le llevó a la habitación subterránea él ya había desconectado su cerebro y cuando cayó en el frío suelo del recuerdo de aquella habitación la oscuridad ya lo había envuelto todo.